sábado, enero 27, 2007

Sevilla

Ya sé que no soy el único al que Sevilla enamora. Me lo han dicho algunos de mis amigos. También para ellos Sevilla tiene ese algo especial que hace que te apetezca volver y encontrarte con los amigos y disfrutar de las calles y rincones que tan generosamente ofrece la ciudad. Yo, al menos tengo mono de la ciudad lo que Sevilla representa para mí. Lo que sucede es que en los últimos años Sevilla siempre está está en obras y llena de polvo. Eso desenamora, desde luego. Ese metro imposible...
Esta vez, nuestro enemigo ha sido el frío. Un frío intenso. Muy poco sevillano. Y el trabajo. Es imperdonable venir a Sevilla y pasarse el día trabajando sin rescatar un poco de espacio para disfrutar la ciudad. Pero eso suele pasar. Venían a recogerme a las 9 de la mañana y no regresaba al Hotel hasta las 9 de la noche. ¡Qué desperdicio!.
Y eso que he estado siempre muy bien atendido y acompañado. También en eso, Sevilla tiene ese algo especial. Los sevillanos son distintos. Aparte de su alegría genética son muy buenos anfitriones. Y, en mi caso, muy buenos amigos. Vamos, no es sólo la ciudad la que atrae, es su gente. Ya lo saben ellos porque el cariño es mutuo.
Y eso que esta vez no he podido visitar a mi ahijadita Sofía. No estoy llevando bien esto del padrinazgo. Me encanta verla crecer y me duele muchísimo no poder aprovechar las pocas oportunidades que tengo para verla.
Bueno, han sido dos días intensos. Y ahora aquí estoy, una vez más, en la sala VIP de Barajas escribiendo esta entrada al blog, aprovechando el retraso del avión que me llevará a Pamplona. Y parece ser que no tenemos tripulación. Que vienen de Argel y van con mucho retraso. En fín, paciencia.

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