sábado, enero 20, 2007

Divagando

Llevo varios días sin saber muy bien sobre qué escribir en el blog. No es exáctamente una sequía mental, parece más bien como si no tuviera asuntos interesantes que tratar o que los que pudiera tratar no son apropiados para un blog. Lo curioso del caso es que eso no debería preocuparme. Al final, uno escribe porque quiere y sobre lo que quiere, nadie le obliga. Pero una vez que has cogido un cierto ritmo, molesta el perderlo. Sientes como un vacío. Como si no estuvieras cumpliendo un compromiso. Y, desde luego, no es con los posibles lectores (dudo mucho que haya gente que lea esto) sino contigo mismo.
Algo así me pasa, también, cuando escribo mi diario. Lo suelo hacer en momentos especiales o sobre cuestiones que me afectan mucho, para descargar emociones y/o comprenderlas un poco mejor. Como te descuides un poco y dejes pasar días o episodios sin contar, empiezas a sentirte culpable y un poco molesto contigo mismo.
Y eso que estos días estoy escribiendo mucho y de temas muy diversos. He tenido que concluir diversos textos e informes técnicos que tenía pendientes. Sobre evaluación, sobre formación de profesores, sobre competencias, sobre el practicum. Y la cosa no ha salido mal. En fín, que no es sequía mental.
Lo que estoy viendo es que uno empieza a escribir como una actividad placentera, como quien no quiere la cosa y acaba convirtiéndola en un deber. Alguien que yo sé me diría, seguro, que eso es reminiscencia de mi paso por el seminario. Quizás lo sea. Pero a mí me parece que se trata de todo lo contrario. Se trata, justamente, de que escribir es para mí una actividad placentera. Y uno no está en edad de prescindir de ninguna cosa que produzca placer. ¡Sólo faltaba!

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