lunes, noviembre 26, 2007

Lisboa cheia de Fados




Para quien guste de los fados, la última película de Saura es todo un regalo. De los Fados o de Lisboa. También es un canto a Lisboa. Y un homenaje al cine y sus posibilidades (ésa es la ventaja de ser un director experimentado, que puede permitirse el lujo de jugar con las herramientas que conoce y hacer arte mientras trabaja).
Debo reconocer que prefiero las películas que cuentan una historia a aquellas otras que se convierten a sí mismas en el espectáculo (musicales, de efectos especiales, etc.). Pero ésta resulta especial porque toca fibras sentimentales muy fuertes. He de confesar que adoro Lisboa (una de esas ciudades que es capaz de provocarme un fuerte “mono” si tardo meses en volver), que me encanta el fado (y no tanto en su versión tristona y dolorida, como en su versión poética y alegre del fado lisboeta) y que Mariza es uno de mis fadista fetiche. Esa voz, esa garra, esas letras, ella misma… todo un mundo de sugerencias. Dicho eso, cualquiera puede suponer que estaba obligado de toda obligación en ir a ver Fados en cuanto se estrenara. Y así ha sido. Y he salido encantado.
Uno ya se puede suponer lo que va a ver con Saura. Sus anteriores películas sobre otros temas musicales, Flamenco (1995) y Tango (1998) ya eras eso, puro arte centrándose en la magia del baile. Ahora cierra la trilogía (tras dos años de investigación, acaba de decir él mismo) con esta otra que también incluye baile (precioso, por cierto) pero que se centra en la música desgarrada del fado.

Comienza diciendo la película que el fado nació en las tabernas y casas de putas del barrio de Alfama, en Lisboa. Seguramente es cierto pues así definen los antigüos diccionarios a los fadistas: “chulo, meretriz, proxeneta”. Con esos orígenes a nadie debe extrañar el desgarro del canto y la melancolía que transmite, al igual que ese toque de fatalismo que recorre toda la gama de melodías. Ellos cantan con los ojos cerrados, como si estuvieran leyendo en el fondo de su alma las letras que entonan. En todo caso, ahora ya no es así. Sigue habiendo fadistas de taberna, los más auténticos, a los que se les nota cargados de vida que transmiten en sus letras tristes y reiterativas (se diría que el fado es eso, un pensamiento que se repite y vuelve sobre sí mismo una y otra vez, al igual que el bailarín que da una y mil vueltas sobre sí mismo) como si quisieran taladrate el cerebro con un sentimiento nostálgico.
Me encantó Mariza, la gran protagonista del film. De poner los pelos de punto el dúo que hace con el cantante flamenco. Simpáticas las versiones en hip-hop de los fados. Interesantes y respetuosas las reconstrucciones que se hacen de algunos fadistas clásicos. Un poco decepcionante la intervención de Veloso, su voz sigue siendo adorable pero el fado que escoge se pasa de patriótico y se hace “raro” en el conjunto. Impresionante el colorido y las coreografías del film, y el juego de espacios con luces y sombras por elque se va moviendo la cámara. Al fin y al cabo es Saura. Eso no puede extrañar.
Un gran film. Y para quienes nos gusta el fado, casi un orgasmo.

domingo, noviembre 25, 2007

CUMPLIR LOS SESENTA ENTRE AMIGOS.

Nuestro amigo Juan Gestal celebró ayer su cumpleaños. No es que fuera ayer su aniversario (ya pasó, en eso somos flexibles, uno puede celebrarlo durante toda su anualidad, así no tiene excusa) pero fue ayer que nos reunió a sus amigos en torno a una expléndida cena en su mansión de Moas. 8 parejas éramos. Las cuatro de siempre y los manolos. Y allí, en amor y compañía, le honramos como nuevo sesentón.
Estaba precavido Juan, a sabiendas de que los amigos son bastante cabrones en estas ocasiones. Se temía alguna de las putaditas que él mismo habría propuesto de ser otro el homenajeado. Cerró a cal y canto la mesa de las viandas e hizo guardia permanente sobre los territorios de riesgo. Hacia media cena daba por ganada su batalla pero fue, entonces, cuando empezaron a lloverle caralladas de mano de Elvira y Chelo. Lo coronaron como académico provecto, le pusieron la banda de honor de los 60 y le adjuntaron infinidad de adminículos alusivos a las fantasías y decadencias propias de la edad, desde un condón gigante que podría servirle de media para cubrirse la cabeza para atracar un banco, hasta dados para favorecer diversos ejercicios fíicos y otros juegos de intimidad, incluyendo herramientas de servir y servirse diversos condumios y placeres. “Mucha teta”, fue el comentario general, pues la iconografía de este año fue especialmente insistente en ese tema. Pero estuvo bien.
La cena magnífica. No faltaron, por supuesto, los suculentos mariscos de Muros bien seleccionados por Antonio el del milcien (centollas, camarones, salpicón). Y para quien quiso exagerar, una carne deliciosa “chez Matilde”. Todo ello regado con vinos de primera, un albariño Enxebre para quienes gustan del blanco y un Muga extraordinario para quienes disfrutamos más con el tinto. Debimos arrasar su cosecha porque las bolletas se agotaban con asombrosa celeridad. Y luego los postres, para los que los más enterados, como las vírgenes prudentes de la biblia, habían estado guardado espacio. La tortilla romana, delicia solo conocida para quien goza de ciudadanía muradana, estaba exquisita y, aunque nos falló el sputnik sorpresa de la tarta aniversario, también dimos buena cuenta de ella. En fín, no podía ser de otra manera si el anfitrión pertenece a cuanta sociedad existe de gourmets y degustadores de delicias varias.

Como siempre que nos reunimos no faltaron temas de confrontación (lo bueno de nuestra panda es que cubrimos todo el espectro de opiniones y pareceres, con lo cual, sea cual sea el tema la discusión es segura). En esta ocasión, el “por qué no te callas” del Rey y el funeral ácrata de Fernando Fernán Gómez dieron más juego que el vintage (tema tabú en casa de Juan, al menos hasta los postres). Claro, esto en la banda masculina. No soy buen cronista de lo que pasó en el cuerno femenino porque ellas son muy suyas en sus temas y, en todo caso, nosotros gritamos tanto que no es fácil saber a qué o quienes se dedican ellas.

Tampoco faltaron, ¡faltaría más!, los gestos de cordialidad y amistad que son los que nos mantienen juntos. Incluso en las grandes discusiones hay límites que no se pueden atravesar. La autoregulación que ahora se quiere proyectar sobre las televisiones, nuestro grupo la ejerce desde sus inicios. Nuestras mujeres son nuestra Teresa de la Vega en eso. Y todo va bien. Es interesante sentir que personas tan distintas como somos, con vidas tan disjuntas y opiniones tan opuestas se buscan, se aprecian dentro de las diferencias y les gusta disfrutar juntos.

Y, a todo esto, llegado el momento de los regalos, no faltó la prometida enciclopedia,a pesar de que todos éramos conscientes de que nos la jugábamos con Matilde que ya nos había advertido que sólo por encima de su cadáver entrarían más libros en su casa y que nos acusaría de maltrato intelectual y mobbing si cumpliamos nuestra amenaza. Pero, cabezones como somos, la enciclopedia llegó. La cara que puso Juan al recibirla fue, también, de enciclopedia. Matilde, más práctica se fue directamente a la cocina a por el cuchillo de capar. Pero, fíjate lo que son las cosas, los 50 volúmenes de la enciclopedia que tuvieron un parto difícil poco a poco fueron conquistando al personal con su sencillez y riqueza informativa. Estaban condenados a la hoguera y, al final, hasta podrían salvarse. Así que la broma, aunque riesgosa (más para mí a quien echaban la culpa de haber promocionado la idea) salió bien.
Cuando apareció el GPS última generación, las aguas volvieron a su cauce y ya no hubo decapitaciones ni desalojos. Y a Juan le gustó. Ahora sólo le falta hacer el master que conlleva su uso. Y luego aprovecharlo para las múltiples aventuras que le quedan pendientes en la nueva década.

Y llegó la hora de los poemas y felicitaciones. Un problema esta vez porque nuestro vate oficial es el propio Juan. Y claro, no iba a hacerse él su propia felicitación. Así que tendrían que entrar en la plaza los sobreros. Y tratar de buscar rimas e ideas que no desdijeran de la ocasión. Por escaqueo general y sin casting alguno, tuvimos que aceptar Fidel (en gallego) y yo (en castellano) la tarea. Nada fácil, desde luego porque emular al poeta oficial es tarea imposible. Pero lo hicimos y, bueno, no nos darán el premio Adonis de la poesía, pero la cosa quedó digna. Añado, al final, mi loa al amigo sesentón.

Y eso fue, nuestra celebración. Otra más. El club de los sesentones se va ampliando y ya son mayoría. Los pocos que nos resistimos tampoco tardaremos mucho en llegar. Y viéndo cómo lo están llevando los amigos, tampoco parece tan malo. Y, en todo caso, de tener que llegar ahí es mejor hacerlo con una fiesta rachada y en compañía de amigos. Al final, con 30 ó con 60, es lo mismo. Buena parte de nuestra fuerza reside en la calidad de los amigos. Lo que en este caso, sobra decirlo, está garantizado. Y ahora nada, a esperar a ver a quién le toca la próxima enciclopedia. Felicidades Juan, que sigas siendo tan feliz de sesentón como lo fuiste de cincuentón. Y que nosotros estemos como para celebrarlo.

-------------------
Éste fue mi poema.
¡QUÉ ILUSIÓN, EL SEÑOR DE MOAS SE NOS HIZO SESENTÓN!

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función….

60 años, 60 sueños,
60 besos, 60 amigos,
60 cursos, 60 viajes,
60 enfados y 60 juergas,
60 cenas y 60 débitos (conyugales, por favor...)

60 años, ¡qué edad!
la experiencia de 4 de 15,
el deseo de 2 de 30,
la eficacia de 5 de 80…
60 años, ¡qué edad, amigo Juan!

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función…


60 años es mucha vida, muchas vidas.
De Muros a Santiago y desde aquí a medio mundo.
Chaval, estudiante, amante,
médico, profesor y amante,
esposo, padre y amante,
político, académico y amante,
viajero, poeta y amante,
escritor, doctor y amante.
Mucha vida, muchas vidas, tanto empeño…

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función….

Cumplir 60 años, qué ilusión…
Las cosas cambian…
Menos fuerza pero más esfuerzo,
menos vitalidad pero más inteligencia,
menos orgullo pero más compasión,
menos prisa pero más disfrute,
menos dentadura pero más paladar,
menos yo pero más nosotros.

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función….

Y qué fue antes, doctor, o qué fue más,
el verbo o el polvo,
Pamplona o La Coruña,
Muros o Moas,
el piscosauer o el mojito,
los amoles o el amor,
el milcien o el Caney,
el jet lag o el soroche,
la Xunta o la Facultad.
¿Qué fue antes, doctor, o qué fue más?

¡Y qué más da, los 60 tienen eso,
el tiempo se hace fino y
la memoria remolona!

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función….

60 años es mucho tiempo,
y muchos amigos…
Javier y sus mensajes,
Fidel y sus amores,
Miguel y sus viajes,
Y los Manolos.. de los conciertos,
Y los doctores del colegueo,
Y los sibaritas del gourmeteo…
Y, por supuesto, don Vicente para el tango…

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función….

60 años es mucho tiempo,
Y muchas mujeres… la tuya, las nuestras.
Cariñosas, sensibles,
maduritas y ricas,
seguras y pacientes. Buenas chicas,
con casi ningún defecto,
salvo su irresistible debilidad por los vintage.

Cumplir 60 años, ¡qué ilusión!,
Puedes ver tu vida como en una función….

Entrar en los 60, ¡qué suertón!
Te importa un huevo mejorar tu currículo, ya lo tienes hecho.
Te liberan de los primeros si te cogen de rehén.
Nadie te pide que entres a rescatar personas en un edificio en llamas.
Ya no eres hipocondríaco, ahora sí estás enfermo.
Tus articulaciones pronostican el tiempo mejor que los metereólogos.
Tus secretos están seguros, ya no los recuerdas.
Tus neurosas se reducen a una cantidad manejable.
Corres menos riesgos de caer en el pecado de la lujuria que en el de gula
Y empiezas a rentabilizar en serio los años pagados a la Seguridad Social.

Cumplir 60 años, ¡qué subidón!,
Si hasta tarda más la eyaculación….

miércoles, noviembre 21, 2007

Tocar el cielo



De regreso de Monterrey (esta vez Iberia no se apiadó de mi espalda y tuve que tragarme las 10 horas y pico del viaje en turista; eso sí, bien acompañado por una especialista en cine que venía al festival de Huelva; así que aproveché para enterarme de cosas interesantes) pude ver de nuevo la película de Marcos Camevale “Tocar el Cielo”, estrenada hace muy poco. Ya me había gustado en su momento, pero ahora me cogió en un momento propicio para valorarla aún más. Contento como regresaba de Monterrey, hasta el título me gustó.
Es una de esas películas argentinas que cuentan historias. Por eso me encantan. No tienes que pensar, basta que te vayas identificando con los personajes y viviendo la historia. Las historias porque son varias entrecruzadas. El film va narrando todo un mundo de relaciones entre personas: relaciones de amor, de odio, de soledad, de apasionamiento, de dolor y enfermedad. De todo un poco, por eso es fácil involucrarse en la historia.
Una “película coral” han dicho de ella algunos críticos. Y es verdad, hay un juego de personajes muy particular. El que menos me gustó fue el protagonista Pedro (Chete Lera) porque me parece que sobreactúa demasiado. Demasiado gesto y ruido que desluce su papel muy interesante de hijo desatendido, padre histérico y amante esquizofrénico. Me encantaron, en cambio, las figuras femeninas por su sobriedad y lo bien que saben expresar sentimientos con un simple gesto. La abuela argentina está simpatiquísima. Muy dulce e interesante está Gloria (Betiana Blum) tanto en papel de eterna amante desatendida como en su final de enferma. También lo está Amparo (Montse Germán) en su lucha por adoptar un crío cueste lo que cueste. Mucho más interesante ella que cualquiera de las otras locuelas que se tira insaciable su ficticio marido.
En fin, lo interesante es lo bien que trata la amistad en sus diversas modalidades no convencionales. Personas que se quieren pero no se comprometen, que viven cerca y lejos a la vez, amigos que viven más intensamente la amistad que si fueran esposos o amantes. Una historia de historias muy interesantes.

Y luego está la guinda emotiva de los globos navideños para expresar deseos. Y a través de ellos tocar el cielo. No es que el avión fuera un marco extraordinario para ver cine (menos aún en la butaca minúscula que yo traía) pero pasé un buen rato. Aunque el cartel de la película dice bajo el título "lo más parecido a la felicidad", sintonizó muy bien con mi estado de ánimo. Y después ya no quise ver nada más porque fuera lo que fuera rompería el encanto. Me tomé un somnífero y a dormir.

Monterrey y tocar el cielo


Ya sé que son cosas distintas, pero esta vez se han unido. Dentro de esta vida de locura que llevo (que me lleva) he tenido la fortuna de viajar a Monterrey y disfrutar de esa ciudad diferente. Y, a la vez, de tocar el cielo.
No es la primera vez que viajo a Monterrey, aunque el viaje, esta vez, tenía características particulares. Marchaba con el alma rota y con muy poca motivación. Buscaba más la terapia de la dispersión (un viaje al norte mejicano de sólo 4 días) que el cumplimiento de un compromiso académico. Tuve la enorme suerte de poder hacer el viaje con mi hermano Rafa que regresaba a Puebla. Y eso hizo que el viaje fuera distinto a todos los otros. Mucho mejor. Ambos pudimos consolarnos mutuamente y hacer más soportables y entretenidas las 12 horas de vuelo.
Milagrosamente, incluso los aviones se comportaron y salieron y llegaron a su hora. Así que rondando las 9 de la noche llegué a Monterrey tras más de 21 horas de viaje. Lo cual, si se peinsa en las distancias, hasta parece poco. Y al día siguiente, curso por la mañana y curso por la tarde. Y el siguiente que era sábado, nuevo curso toda la mañana. Ni tiempo a pensar en el jet lag tuve esta vez. Sólo me quedó la tarde del sábado para disfrutar de Monterrey porque a las 7 del domingo volvía a reiniciar otras tantas horas de regreso.
Pese a todo, no puedo quejarme, todo lo contrario. Fueron unos días intensos. Ya estaba yo bastante cargado emocionalmente, pero fueron tan cordiales todos, mostraron tanto cariño y aprecio que anduve como en volandas. Mi anfitriona principal era una cubana que derrochaba expresividad. Con ella es imposible deprimirse. Pero, igualmente cariñosos estuvieron los responsables de la Facultad de Letras de la UANL. La cosa es que allí mucha gente me conocía ya aunque no personalmente. Habían leído mis libros y, los estudiantes, habían tenido que estudiar mis textos. Y tenían muchas expectativas por conocerme. Yo siempre temo esas situaciones porque seguramente muchos quedan decepcionados al verme en persona. A saber cómo se figurarían que soy: joven, alto y delgadito, rubio y con melena, con ojos de encandilar, en fin, mismamente como soy. Pero hasta en eso fueron muy amables y me dijeron que me figuraban más viejo. El resto de los atributos los callaron por cortesía. Bueno, yo hice mi trabajo y sentí que les encantó. Y me lo agradecieron tanto que mi depresión fue retrocediendo y tuve un chute de autoestima que sirvió para borrar el cansancio.
Y entonces llegó la mejor parte del viaje, pasear por Monterrey y disfrutar de esa paz transitoria de los paisajes preciosos y las buenas compañías. Se celebraba el Forum de las culturas, similar al que también hemos tenido en Santiago de Compostela pero, claro, allí con otros componentes. Prestan mucha atención a lo indígena en esa tierra. Pudimos disfrutar del hermoso parque de Santa Lucía (antigua fábrica de aceros) con sus lagos artificiales, sus barcas, sus mariachis. Me asombró la Sierra Madre y los enormes picachos que cierran Monterrey hacia el Sur. Montañas admirables por su ferocidad (parecen cuchillos), por sus faldas que caen en picado, por sus contraluces. Se veían como algo alucinante desde tierra. Y luego cuando las pude volver a ver desde el avión, aún me encantaron más porque se veía mejor su secuencia y los inmensos e inaccesibles valles que generan entre ellas. Una maravilla, la verdad. Sentí no haber llevado cámara fotográfica. Y por la noche, cena cubana. Éramos 8, el matrimonio cubano, 5 alumnos de la maestría que había llegado de Chihuahua y yo. No paramos de reir. Y de emocionarnos (ya lo escribí en otra visita a Méjico a la boda de rafa, pero los mejicanos son muy emotivos y te dicen cosas capaces de hacerte saltar las lágrimas de agradecimiento). Es como si todos se hubieran confabulado en este par de días por mejorar mi ánimo. Y lo consiguieron.La verdad que regresé mucho mejor de lo que fui. Sólo tengo palabras y sentimientos de afecto por todas las personas que he conocido estos días. Eso han sido, en verdad, un semillero de afectos. Bendito Monterrey.

La fuerza de la vida.


Ya sé que suena al título de una película o algo por el estilo. Pero no tiene nada que ver con ello. Es algo mucho más bello y profundo. Me refiero, disculpen la insistencia, a lo fuerte que es la vida, a cómo, incluso en situaciones dramáticas acaba imponiéndose, rescatándonos de los pozos de amargura en los que hayamos podido caer. Y qué bueno que sea así.

La muerte de Javier nos ha dejado a toda la familia con el alma rota y el corazón y las miradas rebosando angustia y lágrimas. Es cierto que cada uno de nosotros vive esa angustia a su manera, pero se nos ve a todos como nokeados y desorientados, como si hubiéramos perdido, en parte, el norte. Recuerdo de Saigós que andaban así las ovejas “modorras”, moviéndose de una parte a otra, a veces en círculo y con las vista perdida.

Pero eso sólo sucede a ratos, cuando bajan un poco las defensas. Y, casi siempre, cuando uno se encuentra solo. Cuando estamos juntos las cosas cambian. Parece como si todos quisiéramos “vitalizar” el encuentro, salir del marasmo personal de cada uno. Y en esas situaciones se diría que hasta parecemos alegres. Hablamos en alto, hacemos bromas, nos reímos. Al principio te sientes mal, como si estuviéramos traicionando la memoria del hermano fallecido. Pero si uno lo piensa bien, es lo más sano que podemos hacer, salir a flote de nuevo, reencontrarnos con nuestros temas, con la vida.

Es interesante esa resurección. Porque sucede en grupo. Porque se nota que surge del esfuerzo patente de cada uno por tranquilizar a los demás, por hacerles pasar un rato agradable. NO tiene nada que ver con el olvido de la tragedia que cada quien va elaborando lentamente en su corazón. Y cada vez que nos vemos es un encanto. Sobre todo cuando están los sobrinos porque ellos y ellas son ahora nuestra fuente de fuerza. Al principio yo les decía que aquello era pura terapia grupal (todos tratando de apoyar emocionalmente a los otros) pero ahora ya me parece algo mucho más sencillo y emocionante: la fuerza de la vida.

Hay mucha vida en los grupos. En nuestra familia, con tanta gente joven, la vida se desborda y acaba llenando los vacíos. A veces pensaba, “nuestros vecinos deben estar poniéndonos a parir. Acaban de venir, como quien dice, del entierro de su hermano y fíjate qué follón tienen montado. Hasta se atreven a bromear y contar chistes”. Pero habría que explicarles que afortunadamente la vida nos estaba recuperando. Que eso era justamente lo que todos estamos necesitando, mucha vida. Y, afortunadamente, derrochamos vida. Y estoy convencido que ése es el mejor regalo que podemos hacerle a Javier. También él era así. Hasta en los peores momentos.

LA FUERZA DE LA VIDA

LA FUERZA DE LA VIDA

Ya sé que suena al título de una película o algo por el estilo. Pero no tiene nada que ver con ello. Es algo mucho más bello y profundo. Me refiero, disculpen la insistencia, a lo fuerte que es la vida, a cómo, incluso en situaciones dramáticas acaba imponiéndose, rescatándonos de los pozos de amargura en los que hayamos podido caer. Y qué bueno que sea así.

La muerte de Javier nos ha dejado a toda la familia con el alma rota y el corazón y las miradas rebosando angustia y lágrimas. Es cierto que cada uno de nosotros vive esa angustia a su manera, pero se nos ve a todos como nokeados y desorientados, como si hubiéramos perdido, en parte, el norte. Recuerdo de Saigós que andaban así las ovejas “modorras”, moviéndose de una parte a otra, a veces en círculo y con las vista perdida.

Pero eso sólo sucede a ratos, cuando bajan un poco las defensas. Y, casi siempre, cuando uno se encuentra solo. Cuando estamos juntos las cosas cambian. Parece como si todos quisiéramos “vitalizar” el encuentro, salir del marasmo personal de cada uno. Y en esas situaciones se diría que hasta parecemos alegres. Hablamos en alto, hacemos bromas, nos reímos. Al principio te sientes mal, como si estuviéramos traicionando la memoria del hermano fallecido. Pero si uno lo piensa bien, es lo más sano que podemos hacer, salir a flote de nuevo, reencontrarnos con nuestros temas, con la vida.

Es interesante esa resurección. Porque sucede en grupo. Porque se nota que surge del esfuerzo patente de cada uno por tranquilizar a los demás, por hacerles pasar un rato agradable. NO tiene nada que ver con el olvido de la tragedia que cada quien va elaborando lentamente en su corazón. Y cada vez que nos vemos es un encanto. Sobre todo cuando están los sobrinos porque ellos y ellas son ahora nuestra fuente de fuerza. Al principio yo les decía que aquello era pura terapia grupal (todos tratando de apoyar emocionalmente a los otros) pero ahora ya me parece algo mucho más sencillo y emocionante: la fuerza de la vida.

Hay mucha vida en los grupos. En nuestra familia, con tanta gente joven, la vida se desborda y acaba llenando los vacíos. A veces pensaba, “nuestros vecinos deben estar poniéndonos a parir. Acaban de venir, como quien dice, del entierro de su hermano y fíjate qué follón tienen montado. Hasta se atreven a bromear y contar chistes”. Pero habría que explicarles que afortunadamente la vida nos estaba recuperando. Que eso era justamente lo que todos estamos necesitando, mucha vida. Y, afortunadamente, derrochamos vida. Y estoy convencido que ése es el mejor regalo que podemos hacerle a Javier. También él era así. Hasta en los peores momentos.

viernes, noviembre 16, 2007

Adios, Pachin.

Mi hermano Javier murió el lunes. Con 50 años. Así, de súbito, sin darnos la oportunidad de despedirnos y darle un último abrazo. Han sido tres días indecibles. Horrorosos. Hoy, con un poco más de paz, me atrevo a escribirle esta carta en el blog.

Querido Pachín. Ya ha pasado todo. Han sido tres días agotadores para todos. El que más relajado parecía eras tú, con el rostro hermoso, los ojos cerrados y la tranquilidad infinita de quien ya ha sorbido todos los sorbos y superado todas las pruebas. Habrás visto que ha pasado por tu lado y el nuestro muchísima gente para darte el último adiós. Un adiós cargado de emociones y de recuerdos doloridos. Seguro que tú pasaste otras veces por este trance de acudir a velatorios de amigos fallecidos. Pero esta vez eres tú el protagonista, aquél de quien nos despedíamos.

Es fácil aceptar la muerte cuando se habla de ella en general (“todos tenemos que morir”; “cada uno tendremos nuestro día”, etc.) pero cuando se te acerca tanto y se lleva a quien tenías al lado tuyo, a un hermano, la cosa se hace menos comprensible y te deja roto. Ayer cuando estábamos velándote en el tanatorio escuché a una señora decir que, a veces, la vida acaba “escachándonos”. Ésa es la palabra, pensé. Estamos escachados, como si nos hubier pasado por encima una pisonadora, como si se hubiera producido un terremoto traicionero y nos hubiera dejado sumergidos entre escombros. Cuesta respirar. Cuesta mirar para adelante y pensar en la vida sin ti. Angustia sobremanera pensar en los muchos “nunca más” que que se abren ahora con tu ausencia.

Dicen que en los últimos momentos de la vida nos pasa por la cabeza toda nuestra historia como si fuera una película. Quizás tú pudiste ver tu película mientras tropezabas y caías en la cinta del gimnasio. Y eso es, también, lo que hemos hecho todos nosotros mientras te mirábamos: repasar nuestra historia contigo, los muchos momentos, buenos y malos, que hemos pasado juntos. Como una película que se inicia en los lejanos años de nuestra infancia. Yo tenía 8 años más que tú, así que me tocó hacer de hermano mayor y andar metido en andanzas distintas a las tuyas. Hemos compartido poca infancia en Saigós y Zubiri.. Yo salí pronto de casa y por eso mis recuerdos se diluyen un poco en aquellos tiempos.
Sí recuerdo que nunca fuiste un chico sosegado, sino todo lo contrario. Rebelde y peleón. Como todos nosotros. No podía ser menos, con esa combinación tan explosiva de genes zabalza y beraza con que nos dotaron nuestros padres. Tuviste una infancia viva, movida, inquieta. Pero en aquellos años se labraron parte de tus virtudes y se acumularon las muchas energías que irías aplicando después a todo lo que hacías. Demasiado vital, demasiado intenso y soñador como para poder seguir reglas fijas y llevarlo todo con orden. Pero ése eras tú y eso te hacía único.

Es curioso cómo en nuestra familia, los liderazgos y los puntos de soporte se han ido sucediendo a lo largo de los añós. Es lo que tienen los grupos bien cohesionados. Durante mucho tiempo te tocó a ti hacer ése papel y fuiste el sostén sensato de la familia. Tú nos apoyabas a todos, facilitabas nuestros encuentros familiares, nos ofrecias tu txoko, te entregabas a las cuestiones domésticas, derrochabas generosidad. Todos confiábamos en ti. Luego la vida se te trastabilló un poco y preferiste pasar a un segundo plano. Otros tomaron el relevo de tus iniciativas, pero tu presencia siempre ha sido muy patente para todos nosotros.

Javier, si de algo somos conscientes en la familia es que no han sido nada fáciles para ti en estos últimos años. No lo han sido ni lo profesional, ni en lo personal. Se te enredó la madeja de la vida hasta dejarte sin aliento y tu corazón se resintió. Y tuviste un primer aviso. Pero eras fuerte y tenías muchas ganas de vivir y el destino apostó por ti. Después vino el segundo aviso para remarcar que había decisiones drásticas que debías tomar y estabas dilatando. Y ahí apareció el Javier que te hacía grande. ¡Qué dos años hermosos han sido estos últimos, Javi! ¡Has conseguido reconquistar muchos de los territorios que habías perdido y hacer florecer muchas de los jardines que medio se te habían marchitado! Me han impresionado las cartas que te han escrito tus hijas en este trance final. Nos pidieron quedar a solas contigo para dártelas. Lo que dicen de ti, del amor que les tenías y ellas a ti, de lo mucho que les has ayudado y lo mucho que has compartido con ellas en estos últimos meses enorgullecería a cualquier padre. También ha sido fantástica la forma en que te has ganado a nuestros padres en este tiempo que has vivido con ellos. Enorgullecería a cualquier hijo. Te echan de menos como no puedes ni figurarte. Sólo han pasado dos días y te añoran en cada cosa que hacen. “Esto nos lo compraba Javier”; “de esto se en.cargaba Javier”; “esto lo guardo para Javier que le gusta mucho”; “no sabes la seguridad que nos daba saber que lo teníamos siempre a nuestra disposición para cualquier cosa”. Creo que todos los hermanos te enviadiamos un poco por ello.
En fin, en esta prórroga que te dio la vida, has hecho las cosas bien, hermano. Sin aspavientos. Muy a tu estilo. Eso es lo que te hacía especial. Últimamente te gustaba estar en un segundo plano, como quien no tiene nada que aportar, pero resultando siempre imprescindible. Incluso tu muerte ha servido para que todos nos sintiéramos, una vez más, unidos intensamente y sabiendo que era un dolor que cada uno sentía a su manera pero que estaban todos allí para ayudarle a superarlo. No te imagians, que grado de madurez han demostrado los sobrinos, todos. Los hemos tenido alli, a nuestro lado, ayudandonos a los mayores, consolandonos, estando pendientes de todo lo que pasaba, demostrando que la vida de esta saga sigue viva con gente aun mejor que nosotros.
Nos has dejado muchas cosas, Pachin. Pero te has ido. Esta vez, sin remedio. Lucharon por ti con denuedo tanto la gente que estaba en el gimnasio (incluidos dos médicos que hacían ejercicio en ese momento, una de ellas cardióloga) como los servicios médicos que llegaron enseguida. Pero no lo consiguieron. Tu corazón se había roto. Y con él se rompieron también los nuestros. Si dice la canción andaluza que “cuando un amigo se va, algo se muere en el alma”, qué decir de cuando se te va un hermano. Han sido días terribles, Javier. Con muchas lágrimas y mucha angustia. Y con el único consuelo de que, por lo que nos han contado, tú no sufriste. Fue todo rápido y casi sin enterarte. Iñaki decía que él ya firmaba por poder morir así cuando le llegase la hora.

Adiós, Pachín, el más débil y, a la vez, el más fuerte de todos nosotros. Contradictorio y generoso. Sufridor nato. Gran disfrutador de los placeres de la vida y, a la vez, víctima de ellos (quién te iba a decir que ibas a morir en un gimnasio, haciendo ejercicio y después de haber perdido 5 kilos a base de dietas y esfuerzo). Expresivo y reconcentrado (qué difícil era saber qué pasaba por tu cabeza, cómo sufrías tus sufrimientos; qué difícil era poder ayudarte); animoso (qué bonita la foto que incluyó tu hija Nerea en la carta que te escribió) y, a la vez, un pelín deprimido (seguramente por los muchos dilemas vitales a los que tuviste que enfrentarte en los últimos años).

En fin, Javi, eras, seguramente el hermano que más se parecía a mí, tanto en lo físico como en el carácter. Y esa afinidad hizo que siempre me sintiera muy cerca de ti, tanto cuando eras chaval como en los últimos tiempos. Puedes figurarte hasta qué punto tu muerte me ha arrojado sin piedad al fondo de un pozo. Pero, estoy seguro de que será también tu recuerdo el que poco a poco me servirá de reclamo para salir de él, como hiciste tú tantas veces. Tu hija Paula se comprometía en su carta a que nunca te olvidaría y mantendría vivo tu recuerdo en sus hijos. Puedes suponer que ése es tambiénla promesa de tus hermanos y, desde luego, la mía. Nunca te olviaremos, querido hermano. Ya sé que suena a frase hecha para estos momentos, pero es la verdad. Nadie podrá cubrir el gran vacío que nos dejas. Tendremos que contentarnos con tu recuerdo.

domingo, noviembre 11, 2007

Al amor de una noguera.


Ha sido un fin de semana ajetreado. Aprovechando el que tenía que dar un cursoen Jaén, decidimos visitar a nuestro amigo Jesús Valverde que estrenaba condición de abuelo (los italianos llaman, de forma preciosa genitorialità a la condición de padres, debería haber una palabra parecida para la condición de abuelos).
El curso en Jaén transcurrió como era de esperar. Interesante en lo académico (al menos eso fue lo que me dijeron, quizás para no lastimar mi autoestima, aunque también yo quedé contento) y espectacular en el trato humano. Jaén es uno de esos lugares, ya quedan pocos así, que te seducen porque tus anfitriones se desviven de tal manera que te dejan anonadado en lo emocional y jodido en lo físico. Al menos, en mi caso, es imposible salir de Jaén sin atiborrarte de protectores de estómago porque es tal el castigo al que lo sometes que, como la cosa dure varios días, los daños pueden ser irreparables. Y es que no paras de comer cosas deliciosas a las que sólo un loco sería capaz de renunciar (yo ni aunque lo jure por mis últimos dolores) y cuando te das cuenta estás para el arrastre. Así que fueron dos días intensos en Jaén acompañados en todo momento por nuestros amigos. Es difícil saber agradecer tanto afecto y dedicación.

Y de Jaén a Genilla, en Priego, donde disfruta sus fines de semana Jesús Valverde, amigo de infancia y compañero en todas las batallas que desde entonces he librado. Así que era una visita obligada, una vez que pasábamos tan cerca. Además ya hacía tiempo que no pasábamos por Genilla. Desde nuestro accidente. De allí salimos, cara a Galicia, el día en que se nos cruzó el destino y, a punto estuvo de hacernos sorber sus venenos. Así que, también por eso, teníamos que volver a Genilla para reconciliarnos con el pasado.

Estuvo bien. Jesús sigue profesando su extraña religión de adorador de su noguera. A ella le rinde su mejor culto (bueno, últimamente, ha incorporado otros dioses a su catálogo, sobre todo una diosa reciente llamada Lucía, y empieza a titubear en su fe inconcidional). Y, hasta donde uno puede entrar en esas cuestiones íntimas, yo creo que ella le corresponde. Nunca le ha dado un disgusto y, al contrario, cada día le regala su compañía y una sombra acogedora que crea un clima propicio a las confidencias.Y, cada año, puntualmente, le ofrece una enormidad de kilos de nueces de las que nos beneficiamos todos los amigos.

En fín, fue un fin de semana corto pero intenso. La verdad es que tanto Jaén como esta zona de Córdoba ofrecen paisajes preciosos. Tan distintos a los nuestros de Galicia. Miles y miles de olivos bien alineados, orgullosos sobre sus campos secos, sobre lomas suaves que, a veces, llegan hasta sierras picudas. Todo ello configurando un paisaje propio de un cuadro. Uno no puede parar de decir Oh! durante todo el camino.

Y aquí estamos de nuevo, en el aeropuerto de Granada esperando que los altavoces canten la salida de nuestro vuelo. La vida, al final, es bastante circular, como el juego de la oca. Al final, todo es ir de oca en oca. Yo aeropuerto en aeropuerto. Y tratar de aprovechar los momentos intermedios.

jueves, noviembre 08, 2007

¿Qué recuerdan tus recuerdos?


El otoño, dicen, es una estación melancólica. Etapa de desprendimiento, de involución. La naturaleza deja sus ropajes externos y entra dentro de sí para reflexionar y reajustar sus componentes. Quizás en ese viaje al interior haga, también, una especie de limpieza parecida a la que se produce con la caida de las hojas exteriores, y vaya eliminando todas aquellas adherencias que se han ido acumulando a lo largo del año. Importante estación, por tanto, con alto sentido terapeútico.

Las noches se hacen más largas y frías y eso induce, también, a recogerse antes y a acurrucarse.


Todo eso es lo que me trae al mundo de los recuerdos. Más se mete uno dentro de sí, más se encuentra con recuerdos. Una sinfonía de recuerdos que recorren todos los tonos. Recuerdos dulces y agrios; recuerdos saludables y traumáticos; recuerdos emotivos y secos; recuerdos vivos y recuerdos agonizantes; recuerdos que te atraen como un imán y te dejan pegados a ellos y recuerdos que producen descargas y somatizaciones y sólo cabe huir. Pero es agradable navegar entre los recuerdos. Debe ser cosa de la edad.


La cuestión está en que debe haber muchas cosas en nuestro historial. La viva vivida va dejando sus huellas en nuestro disco duro, pero luego sólo recordamos algunas de esas cosas. Oí el otro día un programa de radio donde hablaban de cómo gestionamos nuestra memoria. Pero yo no estoy seguro de que la gestionemos. Al menos, no en el sentido convencional de fijar voluntariamente unos recuerdos y eliminar otros. Algo hace que haya cosas que se recuerden y que otras se olviden, pero no creo que sea nuestra voluntad.


Mi experiencia personal es que a medida que pasa el tiempo se produce una selección natural de los recuerdos y que van sobreviviendo los mejores, los más gratos. Parece como si las aristas de los malos recuerdos, la quemazón que producen cada vez que se reavivan generaran una especial actividad de las glándulas autoprotectoras y las pusieran a producir flúidos protectores que fueran corroyendo poco a poco la capacidad agresiva del mal recuerdo. Y claro, luego está el tiempo porque, en algunos casos, son procesos lentos.


Estos días estoy confeccionando un album familiar para celebrar las bodas de diamantes de mis padres. Y así he podido ir recuperando recuerdos de muchos años. Y he visto cómo los recuperaban mis hermanos. Y es gracioso. Casi todos hemos ido identificando recuerdos amables. Incluso aunque en su momento fueran experiencias duras, hirientes, ahora, como recuerdos se han suavizado, se han hecho más amables. Eso sí, cada uno recuerda cosas distintas, la selección de los recuerdos depende mucho del itinerario personal que haya recorrido cada uno. Me ha gustado constatar esa diversidad en el contenido y ese consenso en el tono.


Suelen decir que la naturaleza es sabia. Eso debe pasar también con nuestra memoria, que es sabia y amigable. Claro que uno puede obstinarse en mantener los recuerdos ingratos. Mucha gente hace eso. No para de hurgarse en las heridas y así no hay forma de que cicatricen. En esos casos, los recuerdos positivos se desdibujan, desaparecen o incluso se transforman en negativos. Es una situación terrible que se ve mucho en las separaciones y rupturas. Pero, a nada de esfuerzo positivo que hagas, los que acaban venciendo en toda línea son los recuerdos positivos. Los negativos se diluyen, desaparecen. Empiezas a quitarles importancia y hasta pueden convertirse en situaciones de las que puedes reirte y hacer bromas.


Así que, aunque quizás no sea exacto eso de "gestionar" los recuerdos, sí podemos influir algo en ellos. Este otoño me está resultando especialmente propicio en ese sentido. Resulta imposible evitar las situaciones conflictivas ni impedir que éstas pasen a tus recuerdos. Pero se supone que no todo es negativo, también las habrá positivas que generarán sus propios recuerdos. Pero si uno consigue no darle demasiadas vueltas a lo negativo poco a poco, lo positivo va prevaleciendo. Y al final, uno se reconcilia consigo mismo y con su entorno. No veo otro camino para ser feliz. Apegarse a los recuerdos positivos. Y, a la postre, eso ni siquiera es difícil.

domingo, noviembre 04, 2007

De Allen a Oviedo




Me pasó la semana sin poder comentar la peli del domingo pasado. Pues eso, fuimos a ver la última de Woody Allen, “El sueño de Casandra”. Y la primera sorpresa es encontrarte el cine lleno. En esta época de crisis de los cines (la gente prefiere quedarse en casa y esperar a que pasen las películas por la TV, pero ¡qué diferencia!), que un día se llene el cine es como un milagro. Un milagro que sólo consiguen realizar las buenas películas. Así que entre lo que me gusta Woody Allen y las buenas perspectivas de la audiencia (parece que nos han de gustar más las cosas que gustan a los demás, ya decía Freud aquello de que “mi deseo es el deseo del otro”) me las prometía felices con El sueño de Casandra. Y estuvo bien. Uno no puede decir que acabara fascinado como me sucedió en otras de sus películas, pero no defrauda. Eso sí, ha ido perdiendo un poco la chispa típica de sus diálogos y esa comicidad básica que impregnaba cada situación. Ahora no te ríes, pero sigue haciéndonos pensar. Y mucho.
“El sueño de Casandra” es un drama en el que mezclan todos los componentes de las películas de Allen: aspiraciones personales, amores de todos los tipos, sexo, culpabilidad, juego, suerte y desgracia. Pero sobre todo, mucha reflexión (o comedura de coco).

Están muy bien los dos protagonistas, Ewan McGregor y Colin Farrell que representan a dos hermanos llenos de aspiraciones y proyectos, uno de ellos el disfrutar del barco (El sueño de Casandra) que se han comprado. Pero uno de ellos, el pequeño (Terry-Colin Farrell) que se había beneficiado de sucesivas buenas rachas en el juego comienza a perder cantidades considerables. Y pretenden resolverlo a través de un tío rico que también tiene sus problemas. En definitiva, se ven involucrados en un crimen y a partir de ahí los remordimientos de Terry arrastran a los dos a la tragedia. Por cierto, que el argumento (la relación intensa entre hermanos que conduce a la desgracia) me recordó a “Bajo las estrellas” del navarro Félix Viscarret que ya comenté en el blog.

Me gustó mucho el canto al amor fraterno. Se es hermano/a por encima de cualquier circunstancia. El cariño, la paciencia y la ternura que se transmite entre los hermanos es una auténtica delicia a lo largo de todo el film. Emociona. También me pareció muy interesante la insistencia en lo nefasto de “cruzar la línea” (con resonancias a la peli anterior de Woody Allen “Macht Point”). Hay una línea que no se puede cruzar. Y si la cruzas, estás perdido. Ya nada es lo mismo. El pequeño, más sensible, lo presintió antes de hacerlo, pero la cruzó una vez y ya no pudo resistirlo. El mayor, la cruzó una vez y estuvo a punto de hacerlo dos veces, sólo que en la segunda sí entendió que no podía. Pero ya era tarde. Su suerte estaba echada.

Esta semana, hemos visto la recien estrenada “Oviedo Express”, película española de Gonzalo Suárez y que viene orlada por la fama del magnífico cuadro de actores españoles que intervienen. Y, efectivamente, consigue ser una buena película española (sin que eso sea un demérito). Tiene una fotografía espléndida y un guión interesante (reiterativo, a veces, y muy lleno de tópicos). Los actores sobreactúan, perocomo parte del guión. Me recordó a Inconscientes de Joaquim Oristrell, que me gustó más. Pero está bien, es un bonito homenaje a Oviedo y a la Regenta, la novela de Clarín a la que rinden culto en esa ciudad.
Los rincones de Oviedo que aparecen producen nostalgia a quienes adoramos esa ciudad. Y la historia (las aventuras y desventuras de un grupo de artistas que llegan a la ciudad para representar la Regenta), aunque un poco loca, entretiene. Desde luego, el protagonismo principal corre a manos de las actrices (Aitana Sánchez-Gijón como Mariola Mayo, Maribel Verdú como Mina, Bárbara Goenaga como Emma y Najwa Nimri como Bárbara), magníficas todas ellas y preciosas. Los actores me parecieron más tópicos en sus papeles. Carmelo Gómez como Benjamín Olmo el actor muy pagado de sí mismo y seductor por gracia divina; Jorge Sanz como Álvaro Mesía, el galán oficial y depresivo que no se come una rosca y pasa toda la película como alma en pena; y Alberto Jiménez como Ernesto, el alcalde de Oviedo y en torno a cuyos cuernos (los que pone y los que le ponen) transcurre la historia. Lo dicho, se pasa bien. Y seguro que recibe más de un premio en lospróximos Goyas.

Me gustó mucho el dilema emocional que se plantean la pareja del alcalde y esposa, Emma y Ernesto, en torno a su relación matrimonial. Ambos inician otras relaciones (Ernesto con la recién nombrada cronista oficial y Emma con uno de los actores recién llegados) que alteran su vida tranquila. Ambos dan a sus aventuras sentidos muy diversos (ahí aparece un tópico bastan sexista, me parece a mí). Ernesto está por no darle importancia y hacer como si nada hubiera pasado (me identifiqué mucho con él, en su situación yo creo que haría lo mismo). Ella por hurgar en la herida y pensar que ya nada puede ser igual (“no soportaría vernos cada día y comportarnos como si nada hubiera pasado”).

Aunque el debate se movió en términos bastante histriónicos y vocingleros, también me pareció muy interesante toda la discusión sobre persona y personaje en los actores (y en la vida en general, tenía razón el alcalde cuando decía que también los políticos son actores, y los profesores, diría yo). ¿Hasta qué punto hemos de representar el personaje? “¿Un actor ha de vivir durante todo el día su personaje, para hacerse a él, para acostumbrarse?”. "¿El actor es la piel del personaje o es también su carne?". "En un momento en que todo es mentira, decía el alcalde, sólo la imitación de la realidad convence. Los actores intentais que el teatro se parezca a la vida y yo intento que la vida se parezca al teatro. Al final todos somos actores". Y así,pienso yo, es como se nos van mezclando las dos caras de nuestra vida y,por veces, uno ya no sabe dónde está la persona y dónde el personaje.Bueno no lo sabe aquel a quien su personaje le va bien. Cuando te va mal (el pobre galán que no se come una rosca y se da a la bebida), la propia contradicción entre realidad y personaje te hace entender que las cosas son más complejas que un juego de rol.

En fin, lo dicho, dos películas agradables. Y,por cierto, con conexiones entre sí. En Oviedo Express aparece mucho Woody Allen, presente en Oviedo en una estatua en bronce magnífica realizada por el artista ovetense Vicente Santarúa. La ciudad le erigió esa estatua en agradecimiento por las alabanzas que Woody Allen hizo de Oviedo cuando fué a recoger el Premio Principe de Asturias. Dijo: “ciudad deliciosa, exótica, bella y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera... Oviedo es como un cuento de hadas”. Bien se mereció la estatua. Y que la película Oviedo Express se regodeara en ella.

jueves, noviembre 01, 2007

Desenamorarse.


Debe ser el otoño, no sé. Esa cosa de la caída de las hojas y de las escamas, o el frío que empieza a aparecer, lo que hace difícil las remontadas en las crisis afectivas. La cosa es que en pocos días he sabido de varios casos deconocidos que andan en plena faena de desenamoramiento. Y lo pasan fatal, según cuentan.
Hay casos trágicos. En esos chapoteos finales algunos pierden el oremus y hacen cosas incomprensibles. Por eso suceden los desenlaces trágicos, supongo. Ayer me contaban el caso de un colega universitario casado que se lió con una chica. Duraron un tiempo pero, alfinal, ella le dijo que no quería seguir. Él se volvió loco y comenzó a pintar la paredes de su casa (la de ella) con insultos y barbaridades. Al final lo detuvo la Guardia Civil y tuvo que pasar por todo el sambenito de un juicio y una condena que recurrió y todavía se la agrandaron en una instancia superior. En fin, una tragedia.
Otros y otras lo llevan de forma más callada pero no menos sufriente. Su sufrimiento por el desgarro es interior pero se les nota el esfuerzo silencioso que hacen por ir desmontando todo el edificio de sentimientos y hábitos que habían construido.
También trataron ese tema en un nuevo programa de la Cuatro, pero allí con humor y bajo un lema más físico: “desengancharse”. Pero, ni siquiera con humor, parecía la cosa fácil. Y además, no parece que haya consejo alguno que puedas ofrecer. Es un duelo que cada uno elabora a su manera. He intentado buscar qué se podría decir en un caso así (supongo que eso esperaban quienes me lo han contado) pero resulta difícil.
Lo curioso es que he encontrado varios foros de internet donde la gente cuenta sus experiencias en eso de las rupturas amorosas. En uno de ellos se hacían la pregunta: “¿Es posible desenamorarse a voluntad?” Las respuestas de algunos que han pasado por el trance me han parecido sugestivas.

Una de ellas decía:
“¿Anestesiar el corazón?: no es posible. ¿Eludir el amor cuando la flecha está clavada?: ya es tarde ¿Eliminar el sentimiento por decreto, con sólo proponérmelo?: pura ilusión. No puedo anular el afecto de un sablazo. ¿Qué hacer entonces?: arrojo, audacia en grado extremo, dejarte aunque me duela. Hacerte a un lado queriéndote, cambiar el dolor de tu presencia por el dolor saludable de tu ausencia definitiva (…) No se trata de negar lo que siento sino de no verte, de no entrar a tu territorio, de no ceder a la tentación de los sentidos, de no estar allí donde no debo estar(…)Por eso no voy a esperar a desenamorarme para olvidarte, voy hacerlo ahora, pese al amor que todavía siento.”

Otra era mucho más tajante:
Sí se puede. Solamente sustituye el amor por odio y listo, ahora odiala con todas tus fuerzas.
Claro, eso no sirve si es tu amiga, porque cómo diablos vas a odiar a tu amiga, aunque puedes hacerlo ficticiamente, es decir , haciéndote a la idea de que la odias (aunque no sea cierto), te acostumbraras a no verla con cariño.

Esta otra me ha parecido muy sensata y reflexiva:
Tal como yo lo veo, el problema no es desenamorarse de alguien, más bien lo entiendo como una desintoxicación de uno mismo de la emoción a la que nos hemos ido haciendo adictos. Hasta el punto de necesitar la "dosis" de pensamiento sobre él/ella que nos provoca el bienestar de poder soñar con tener no a la persona a la que conocimos, sino a la que hemos idealizado con tantas ansias. En el caso de verla o verle todos los días (algo que ahora mismo me sucede), sin duda alguna he de coincidir en el método de ignorar lo máximo posible su presencia, pues si me permitíis el simil, el síndrome de abstinencia se supera con tiempo, y alejados de la sustancia a la que nos hemos vuelto adictos. Lo que varía en este caso. es que, interiorizamos tanto la "droga" que finalmente nos "ponemos" con las expectativas de tenerla, algo tan etéreo que lo complica aún más. No aconsejo nada, pero admito que la decisión que yo he tomado es confirmar su rechazo y una vez hecho alejarme poco a poco del fuego antes de que termine quemándome desde dentro.

También ésta mantiene una posición sensata. Y el toque moral final, está bien:
Es posible desenamorarse cuando sueltas esta persona de tu cabeza. Cuando dejas esta obsesion. Pero si quieres y quieres y necesitas olvidarla, pues será muy dificil. Así que hay que partir para los consejos de siempre: los amigos o un nuevo amor, abocarse al trabajo o otras cosas que te distraigan. Y con el tiempo esto va dejando de ser una obsesion. Pero es dificil, sí, y depende mucho de lo fuerte que eres o del daño o recuerdo (bueno o malo) que te ha dejado/hecho. Ah me olvidaba y tienes que perdonar del fondo de tu corazón, sé que puede ser dificil. Pero tienes que perdonar, sino siempre te queda el rencor y no conseguiras olvidarla, ni tampoco caminar hacia adelante con tu vida.

Esta otra también me gusta. Es lo que yo haría:
Palabra difícil si las ahi...cuesta hasta pronunciarla sin pensarla dos veces.Saben, hoy hablaba con una amiga, de esto del amor que no es correspondido, y surgio la idea de que para dejar que llegue un nuevo amor, habia que "desenamorarse".Me niego a pensar en desechar un amor, sí creo en transformarlo, en darle un nuevo lugar en nuestro corazón, en dejarlo vivir hasta que él solito decida el tiempo que quedará entre nosotros dos.

En fin, siempre me ha llamado la atención qué distintos somos unos de otros, tanto al iniciar una relación como al concluirla.Personalmente me asombra cómo hay gente a la que no le cuesta mucho abandonar una relación, sea de amistad, de afectos especiales o de relación seria. Se tacha y se acabó. Me resulta tan difícil a mí. Y por lo que estoy viendo estos días, a mucha otra gente. Con lo bonito que es iniciar una nueva amistad o una relación, qué difícil resulta reponerse a su pérdida. Pero no hay recetas. Cada uno lo ha de afrontar echando mano de sus mejores recursos.Y sin agobiarse. Siento no poder servir de más ayuda. Ya me gustaría saber cómo hacerlo.




La educación como varita mágica.



Ayer salimos a cenar la pandilla. Siendo víspera de puente, la ocasión era buena. Como siempre hablamos de muchas cosas, pero la peña estaba bastante excitada anoche y salió también el tema de la educación, lanzándose en tromba contra los que pertenecemos a ese campo.Los pedagogos habíamos destrozado la educación y el daño se notaría durante generaciones. El argumento principal tenía que ver, supongo (las piedras llovían por doquier y de muchos colores) con que se había relajado la disciplina, con que los chavales hacían lo que les daba la gana y que nohabía autoridad. Y los culpables éramos los pedagogos. Los maestros los sufridores.
Como las desgracias nunca vienen juntas, esta mañana la Voz de Galicia nos ha despertado con una noticia de esas que te ponen los pelos de punta. Un chaval da una paliza tremenda a otro más pequeño mientras un tercero lo graba en video con su móvil y un grupo de chicas corea con sus risas por detrás el ataque. “Dala más, pégale más”; “Dale patadas en la barriga que queda mejor en la grabación”; “Dale más fuerte que me estoy quedando sin batería”; “Este vídeo vale su precio en oro”. Lindezas de este tipo se oyen en la grabación. Perversión pura.
Poco ha tardado mi amigo en coger el teléfono y llamarme de nuevo. “¿Recuerdas lo que hablábamos ayer por la noche en la cena?. Mira la Voz de hoy”. “Ya lo vi, le dije, y estoy horrorizado”. “Eso es lo que habeis conseguido”,continuó con su letanía de agravios. Y lo peor es que no sé si la cosa es ya reversible.
Al margen de esas atribuciones de responsabilidad, un poco descabelladas (pero que seguramente más de uno hace), no cabe duda de que este tipo de episodios producen un desfondamiento vocacional inmenso. Cómo es posible ese desbordamiento de maldad. Y que eso suceda en chavales que están aún en la secundaria. Maltratar tan gravemente a un compañero sólo para grabarlo en vídeo… (y extenderlo por Internet, supongo). Qué ha pasadoporla cabeza de todos los implicados, la del probre chaval vejado y malerido, la del agresor, la del que grababa y jaleaba, la de las niñas que se reían. Dice la noticia que incluso pasaron algunos adultos por allí pero que no intervinieron. ¿Qué nos está pasando a todos? ¿Y qué hacemos?

Esos chicos y chicas tienen padres, supongo. ¿Qué harán ahora? ¿Se consolarán echando la culpa a la escuela o a los pedagogos,como mi amigo? ¿Y qué podemos hacer desde las escuelas? La escuela sola, nada, desde luego. Y pensar que la derecha y los obispos se están oponiendo a una “Educación para la convivencia”. No soy tan estúpido como para creer que eso se arregla con una asignatura nueva, pero cualquier cosa que se haga será abrir un nuevo punto de luz y esperanza.

Lo que yo veo es que cada vez nos falta más la capacidad de empatía. De ponerte en el lugar del otro. Nos falta a los adultos y, como consecuencia, no se llega a formar en los niños. Cada uno quiere lo suyo al margen de lo que les pase a los otros. Como decía un amigo “aquí cada uno va a lo suyo,meno yo que voy a lomío”. El otro se hace invisible como persona con necesidades, con deseos, con su propia identidad. Los otros siempre han sido un estorbo a superar pera los Yoes autocomplacientes y ambiciosos. Necesitas pisar al otro para sobresalir, para ganar más que él, para estar antes que él. Nos cuesta ceder el paso en un cruce, interesarnos por lo que le pasa, salir de nuestro propio mundo de deseos. Los otros siempre han sido un problema para el cumplimiento de nuestros propios deseos. Más aún con respecto a deseos que necesitan de otro para satisfacerse:la agresividad, el sexo, el éxito, el liderazgo. Seguramente todos tenemos esos deseos pero la educación y la disciplina nos ayudaba a controlarlos. Si se pierde esa capacidad de control nos perdemos como humanos. Y sucede lo que sucede: la única regla es satisfacer esos deseos. Detuvieron hace un tiempo a una pandilla de chavales que salía por las tardes de los domingos “a violar”. Así, como quien sale a ver escaparates.

En fin, no sé hasta qué punto los que trabajamos en temas educativos tengamos responsabilidades indirectas en todo esto. Pero, la verdad es que cosas así te sumen en la mayor de las desesperaciones. Se te viene el mundo abajo. A mí se me hace imposible de creer. No se corresponde con la idea que yo tengo de un chaval joven.Y eso que he trabajado con jóvenes inadaptados. Pero ellos no eran así. Esto de ahora es que resulta demasiado anómalo incluso para creérselo. Estoy destrozado.