miércoles, julio 06, 2022

LA ISLA DE BERGMAN

 



Entre el ir de compras en busca de camisas new look para completar el verano (que era el propósito de nuestro atardecer) y el ir al cine a mitad de semana, no existe comparación alguna. Así que bastaron dos entradas infructuosas a otras tantas tiendas de ropa para que la alternativa del cine ganara por goleada. Con lo cual, sin buscarlo específicamente, fuimos a caer en La Isla de Bergman.

La Isla de Bergman es una película del 2021 dirigida por Mia Hansen-Love, la cineasta francesa que escribe también el guión. Es una directora a la que se le dan bien este tipo de temas en las que el mundo interno y la evolución psicológica de los personajes juega un papel importante (por ejemplo Maya, 2018; El provenir, 2016; El padre de mis hijos, 2009). Por eso, las historias que cuenta son siempre interesantes, al menos para mi.

Viendo el título (y los antecedentes de la directora), lo que uno piensa de inmediato es que va a retomar alguna de las historias de Bergman y reconstruirla en un tono más francés y moderno. O que se trata, simplemente, de hacer un homenaje al gran maestro. Después del hecho a Morricone, en "ENNIO el maestro", también podría ser. Pero no va de eso. La historia que nos cuenta es la de una pareja de guionistas de cine que buscan refugio creativo en la isla de Faro, la misma en la que Bergman preparó y filmó la mayoría de sus películas.

La historia que cuenta es bonita y luminosa (muy alejada, por eso, de las de Bergman). Más que con la dimensión cultural y psicológica de Bergman, tiene que ver con los escenarios (escenarios físicos más que humanos) en que Bergman situaba sus historias. Incluso uno tiene la impresión en que se proyecta una mirada crítica sobre el Bergman cineasta: salías mal de ver sus películas (incluso comparadas con las películas de terror); él, Bergman, era tan duro en la vida como lo era en el cine; tan volcado en su cine y sus historias no tuvo tiempo para ser un buen esposo ni un buen padre… y otras lindezas por el estilo. Eso sí, se hace un safari por la isla recorriendo los escenarios que utilizó, se visita una impresionante biblioteca y videoteca sobre él y su trabajo, se presentan como ideales los lugares que ocupó para trabajar. Es decir, se ensalzan los escenarios, se pasa un poco de largo de los dramas.


 

Y la historia en sí, es amable. Humana. La pareja de guionista mantiene una relación de crucero, la típica de parejas ya consolidadas. Y el hecho de ser guionistas permite a la directora ir construyendo un doblete de cine en el cine, aprovechando la historia que la protagonista pretende reflejar en su guión: una pareja de jóvenes que tuvieron una relación y se encuentran tras un tiempo de haberla dejado y cuando uno de ellos tiene ya otra pareja. Todas las incertidumbres entre el pasado, el presente y el futuro; entre lo que fueron y vivieron y lo que ahora son y viven; entre el deseo y la realidad. Y ahí, las historias (la real de los protagonistas y la que el guión de ella cuenta) parecen cruzarse. Podría ser, aunque la verdad yo no fui capaz de verlo tan claro, salvo, obviamente, ese dilema entre deseo y realidad que siempre está presente en cualquier relación. En todo caso, suele decirse que cualquier historia que contamos es siempre una historia autobiográfica, sea en base a coincidencias, o a contrastes, o a significados.

Pensando en Bergman, uno trata de centrarse, sobre todo, en la relación entre los protagonistas. Buscamos los matices, las formas de seducción y de distanciamiento, las dinámicas del diálogo corporal e intelectual que mantienen.  Para ponernos sobre aviso (a los protagonistas, pero también a los espectadores) ya les advierten, desde el inicio, que en esa cama que van a utilizar se han roto muchos matrimonios. Y eso es lo que uno espera, pero las cosas no van por ahí. Las cosas no resultan fáciles (nunca lo son en la vida en pareja), ni están exentas de cierto dramatismo, pero tampoco rozan el drama.

Al final, la película es realmente luminosa. La fotografía es fantástica (mérito de la isla pero, también, del fotógrafo) y la música genial. De esa que se queda en tu cerebro y se va reproduciendo como fondo durante un buen tiempo. Y claro, cuando se combina el paisaje y la sonoridad de Abba la sensación es realmente de gozo. Pero es que cualquiera de los sonidos que aparecen resulta impresionante y es como si estuvieras allí, sea el movimiento de los árboles con el viento, la lluvia, el movimiento de las olas en el mar, etc.

Bueno, sales contento del cine. No es que se trate de una obra maestra (más por el tema que por la hechura), pero es una buena película. No te retrotrae al cine de Bergman (ni lo pretende), pero merece la pena verla.