jueves, mayo 18, 2017

¡Ay, las madres!




En estos días terribles en que uno tiene que resignarse a perder a su madre porque la enfermedad y la debilidad avanzan inmisericordes y ella misma ha dado por concluido su periplo en este mundo, me llega esta noticia enternecedora sobre una niña que se crea su propio espacio materno imaginario.
Fue en Irak. Se trata de una niña (quizás 3 años) recogida en un orfanato. Probablemente ni conocía a su madre. Quizás hubiera muerto en uno de los muchos atentados que asolan ese país y otros de su entorno. O si la conocía (aún peor) no podía contar con su presencia, su contacto, su afecto. Pero añoraba tanto todo eso (quién sabe, ella misma lo recordaría de tiempos mejores en su vida, otros niños le habrían contado, lo habría visto en los dibujos animados o en sus cuentos; las madres están siempre presentes como un “otro yo” necesario). El caso es que la niña dibuja una madre en el suelo y se acuesta sobre ella. En ese marco simbólico se queda profundamente dormida imaginándose abrazada a su pecho y en clara postura fetal.
¿Qué decir? Hace unos días comentaba con una compañera cómo los niños pequeños, incluso aquellos con experiencias familiares frustradas, tienden a idealizar a su familia. Ella lo había comprobado con alguno de los niños a los que atiende. Y esa fue, también, mi experiencia cuando trabajaba con chicos inadaptados. Es que es algo que todos necesitamos, comenté yo. Ni somos ni podemos imaginarnos solos en el mundo. Y quién mejor que la familia para crear ese espacio de seguridad y confort. ¿Y quién mejor que la madre para satisfacer física y simbólicamente esa necesidad?
Y ahí estamos todos. Intentando imaginar espacios donde sentir su presencia y su protección.


miércoles, mayo 10, 2017

Matteo. Un bebé feliz



Ay, Matteo querido, cuántas cosas dice esta fotografía.
Para quien la vea desde fuera, no es sino una imagen simpática de un bebé que comienza a gatear. Y, en realidad, es eso, pero hay tanta vida, tanta alegría en tu mirada que esa imagen sencilla se convierte en toda una lección de vida.
Corazón, siempre me ha admirado esa combinación de impotencia y capacidad que demostráis los bebés. Esa ilusión infinita por ir avanzando pasito a pasito, con avances que parecen minúsculos pero que, uno a uno, van construyendo un recorrido inmenso.
Ahí estás tú. Hace unas semanas solo podías estar tumbado de espaldas en la postura en que te hubiéramos dejado. Te rebullías inquieto a veces pero poco podías hacer. Y sin embargo, también eso era una conquista y sonreías feliz como quien tuviera todas sus tareas hechas. Después aprendiste, por ese sistema infalible de ensayo-error, a darte la vuelta. Y tus sonrisas de bebé feliz continuaron. Visto desde la perspectiva de los adultos, tu vida aparece como algo cargado de insuficiencias e incapacidades. Nos parecen infinitas las cosas que no puedes hacer. Pero tú te sientes feliz por las poquitas cosas que sí puedes hacer. Tu mundo es pequeñito pero para ti es inmenso.  Es todo lo que tienes porque es todo lo que puedes tener. No deseas nada más por eso lo que has conseguido te hace tan feliz.
Poco a poco, tus expectativas irán creciendo, querrás tener y poder hacer más de lo que tienes y puedes hacer. Y ahí comenzarán tus cuitas. Pero ahora eres un bebé feliz porque tienes y puedes hacer aquello que haces, sin mezclarlo con deseos que vayan más allá.
Por eso me encanta esta fotografía. Una mirada simple y ajena solo vería ahí un bebé tumbado debajo de un arco de madera. Quizás hasta pudiera pensar: “pobre, qué vida arrastrada, tirado en el suelo y sin poderse mover, con una perspectiva plana de las cosas, luchando contra su impotencia”. Nada más lejos de la realidad. Ahí estás tú saboreando tus conquistas, disfrutando de ese nuevo estatuto de individuo capaz de darse la vuelta, de observar, de distinguir objetos y cogerlos y moverlos y chuparlos. Como no sabes qué viene después, no tienes por qué preocuparte por alcanzarlo, así que tu trabajo es disfrutar de lo que vas consiguiendo. Viviendo a tope cada situación. Y eso te hace tan feliz.
Para quienes estamos en otras etapas, la vida de un bebé es toda una lección de vida. Nos hemos olvidado de disfrutar cada pequeño avance porque siempre estamos pretendiendo objetivos que van más allá. Por eso se nos hacen trabajosas esas sonrisas plenas de los bebés, esa mirada feliz de quien siente que tiene ya todo lo que puede desear.
Matteo, Matteo, ¡qué contagiosa es esa felicidad que transmites!, ¡qué adorable te hace esa sonrisa!