domingo, abril 27, 2008

8 citas



Sin saber muy bien por qué (quizás algunos comentarios elogiosos en el pasado festival de Málaga donde se presentó) nos hemos visto sacando entradas para ver esta peli española y opera prima de Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen (ambos directores y guionistas). El tema (o la intención) parecía atractivo y el elenco de actores españoles que actúa también te invita a, cuando menos, “probar”.

Y bueno, ¿qué decir?. Desde luego no es de esas películas que te llenan por la hondura de la historia. Pero es divertida. Bueno, no sé. A Elvira no le gustó nada. Dos chicas que teníamos detrás se marcharon a la mitad. Y otra que nos cruzamos al salir iba diciendo que hacía tiempo que no veía nada tan malo. A mí me gustó (aunque, por supuesto, ni se me ocurrió llevarles la contraria).

Es un “collage” de 8 pequeñas historias sobre el amor y las relaciones de pareja. Aunque sólo fuera por el tema quien conozca este blog sabe bien que yo no dejaría de verla. Lo dicho, me gustó la idea (ocho historias precedidas cada una de una “cita”), la selección de momentos prototípicos en las relaciones, los actores y, sobre todo, la frescura de los diálogos.
Pues bien, resulta que lo de las “citas” del título no son citas de ligue sino citas en el sentido académico de citar frases que sirven para abrir cada una de las historias.
La primera cita es preciosa: “Si el amor es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?” y cuenta una tierna declaración de amor de un quiosquero tímido y sensible hasta el agobio. Fernando Tejero hace un magnífico papel, muy lejos del histrionismo gracioso que suele adoptar en las series de TV. La segunda cita (“a partir de aquí todo es mejorar”) va sobre el enamoramiento y sus cuitas. Dos jóvenes que ligan por casualidad y tras su primera noche de sexo frustrante y, pese a ello, la tenacidad de él logra romper las dudas de ella. Muy bueno el diálogo y muy naturales ellos. La tercera resulta un poco tópica: “Durante una cita el hombre se pregunta si habrá suerte, la mujer ya lo sabe”. Un chaval un poco idiota que quiere pero no sabe acaba en las redes de una tía espabilada que sabe y parece tener dudas sobre si quiere o no. Mucho menos creíble que las dos primeras historias, sobre todo porque la figura del tío es un poco boba de más. Somos simples, pero no tanto. La cuarta historia es más histriónica, supongo que a propósito: “en una relación hay que luchar contra todo, excepto con la familia”. Y va de eso, el encuentro del novio con la familia de la novia en la que casi todos están medio locos. Tronchante el discurso que suelta el pobre novio como en el brindis de la cena.
Las 5 historia (“el matrimonio es el primer paso hacia el divorcio”) habla de la rutina en las relaciones de pareja. Un matrimonio un poco aburrido se mete por equivocación en un club de experiencias sexuales. Está bien y resultan simpáticas las situaciones por las que pasan. Y el final, una sorpresa. La que más me ha gustado a mí es la 6 historia: “Recuerda. Siempre hubo alguien antes que tú: su ex”. Va, obviamente de celos. Resulta muy graciosa y te mete tanto en situación que acaba uno sintiendo los mismos celos que el protagonista. Su mirada final a la novia que coquetea con su ex es de una expresividad que emociona. La séptima cita (“lo que no podemos hacer solos, podemos hacerlo juntos”) se refiere al abandono y a una frustrante noche de discoteca que quería ser de consuelo y superación. El pobre abandonado que cree que todas se rendirán a sus pies acaba ligando con una exmonja que se solía dedicar a repartir café a las chicas de la calle. Y la película acaba con una historia de cierre en la que los guionistas pretenden unir a todos los personajes de las historias anteriores en el entierro del abuelo de la familia de la 4ª historia. Hay algunos diálogos interesantes entre los chavales y una aparición un poco ridícula y marginal de Belén Rueda.

En fin, está bien para pasar el rato. Es original en su estructura. Me gustaron las citas. Y la fotografía. Eso sí, tantos primeros planos hace que los actores aparezcan con todas sus arrugas. Eso los hace más humanos.
Habría mucho que comentar sobre el fondo de los mensajes sobre el amor y las relaciones. Es cierto que el amor es todo eso, un sentimiento difícil de expresar, una construcción a partir de fundamentos endebles; es inseguridad, es coqueteo, son celos, es rutina y también sorpresas; es la persona amada y su familia; es deseo, es gozo y también dolor. Es un poco de todo eso. Y es mucho más que eso: es la vida juntos; es un proyecto común; es un ajuste de incompatibilidades; es acumular energías que luego gastarás en la vida cotidiana; es pasar de las familias a tu familia. En fin, los guionistas han hecho un retrato del amor y las relaciones entre jóvenes. No les cabía en su película todo el amor que cabe en la vida. Además es una película para divertirse, no da para sentar doctrina sobre algo tan complejo. Y siendo así, creo que han logrado bien su objetivo. Aunque a algunos no les guste, pero para eso está una posible novena cita: “para gustos están los colores”.

sábado, abril 26, 2008

Odette

Después de una semana viajera viene bien un sábado relajado con dosis fuertes de paseo mañanero y siesta de sofá. Incluso se podría ir a la playa (esta mañana había bastante gente comenzando su periodo de moreneo) pero aún da pereza. También está la alternativa del cine guay (el de pagar entrada y meterte en situación, si no fuera por las puñeteras palomitas) pero estas últimas semanas no tenemos una oferta atractiva. Yo iría encantado a ver “Fuera de carta” pero mi moza me dice que de eso nada, que me vaya solo. Y no tiene caso. Así que hemos pasado al plan B: visita al cineclub de debajo de casa y echar mano de las novedades. Y así hemos recalado en Odette Toulemonde.

Una película sencilla, de las que a mí me gustan. Y diciendo esto no sé bien si debo enorgullecerme de mi libertad de espíritu o avergonzarme por disfrutar con historias dulces, pelín cursis y lejos de toda pretensión intelectual. Supongo que es algo que uno debe negar hasta el martirio, pero a mí me encantan Paco Martínez Soria (aún llamo a mi padre, otro fan como yo, cada vez que ponen alguna en la tele para que no se la pierda), Luis de Funes, los Monty Python y hasta me divierto con el cine de barrio. No hace mucho me recriminaba un colega académico por haberme divertido con Full Monty. Según él aquello era un drama que reflejaba la honda problemática del paro y las reconversiones. Había que llorar, decía él, no divertirse. ¡Un triste!

Bueno, basta de rollos autoexculpatorios. Lo confieso. Me divertí con Odette. Es como si te contaran un cuento. Cuento que no se empeña en disimular que es un cuento. Por eso tiene fases de pura fantasía y otras poco verosímiles. Pero los cuentos tienen eso. Y, normalmente, si no te comes mucho el coco, eso te hace feliz. Y ése era, supongo, el objetivo del director y guionista (Eric-Emmanuel Schmitt ). Catherine Frot hace una Odette muy creible y Albert Dupontel un Balsan muy bien caracterizado tanto en sus momentos de escritor creído de sí mismo y vividor como en los momentos de novelista venido a menos (el papel de deprimido lo borda tanto que hasta te contagia).

La historia, si no la tomáramos como un cuento, podría ser muy bien, la moraleja de un estudio sociológico (digo esto sólo por jorobar a los críticos sesudos que la han puesto a parir). Hay mucha gente como Odette. Sobre todo mujeres. En algunos momentos me recordó a la española “Cándida”(mucho peor película que ésta pero con el mismo mensaje). Son personas con una vida muy complicada pero que no se abruman por ello. Al contrario, aceptan la realidad como es y se permiten el lujo de ser felices. No son personajes bobos ni carecen de ilusiones y frustraciones, pero los encaran como si fuera lo más natural. Y van sobreviviendo, y se ríen de la vida, y se sienten bien. Y hacen sentirse bien a los que les rodean. Son personas terapeúticas. Quizás porque son simples. De manera que su simplicidad no es un demérito sino, en su caso, una condición para poder vivir la vida con alegría. He leído a alguien que decía que al salir del cine se sintió mejor. No es que pudiera levitar o ponerse a cantar como hace la protagonista. Es fácil entender que ésa es la parte de “cuento” de la historia. Pero se sentían mejor porque ver a la Odette en sus diversos trances era como una catarsis.

Y luego, como toda película (y más si es francesa), también ésta tiene sus ideas, sus frases, sus escenas que merecen ser marcadas con un lápiz de colores. “Debe ser terrible estar con un hombre deprimido”, reconoce él en un momento. Y es verdad. Es lo jodido de las depresiones, que además de pasarlo mal, el deprimido se da cuenta de que debe resultar poco apetecible para quien le acompaña. Y con eso vas echando más leña al fuego de la depresión. Una bola de nieve. Y un fastidio. “Muchas veces la gente busca la felicidad donde no debe. Para ser feliz primero hay que conocerse y aceptarse”, dice Balsan al presentarle a Odette su último libro. Y supongo que ése es el mensaje general de toda la película. Eso es lo que hace feliz a Odette, que se conoce bien y que se acepta como es. Nunca niega ser una dependienta de grandes almacenes, ni pretende ser una intelectual. Le gustan los libros de Balsan y lo reconoce. Aceptarse a sí misma le permite aceptar también a los que le rodean: esos hijos enloquecidos que tiene,los vecinos que son para echarles de comer aparte, su ídolo que resulta ser un deprimido patético, su clienta maltratada. En fín, esa fauna multicolor que tiene a su alrededor. Con todos mantiene una relación normalizada y sin dramatismos. Y eso hace que todos se beneficien de su optimismo.

Me dejó especialmente afectado su recuerdo del marido difunto: “Murió en mis manos, mirándome a los ojos. Y ése fue su mejor regalo”. Me lo figuré. Y me figuré a mi mismo en esa situación, con la mirada suplicante en una despedida infinita. Fue como un golpe bajo en medio de tanta felicidad. Menos mal que pronto vinieron imágenes más divertidas. Por ejemplo, la metáfora de la fontanería: “Hombres y mujeres tenemos cañerías muy diferentes. Y para los hombres amar es querer meterse en tu interior de tus conductos, en un sentido posesivo”. Vaya con la Odette, pensé, ella que se permite el lujo de levitar en sus fantasías, mira que plástica y realista se pone aquí.

En fín, lo dicho. Una película amable. Con momentos bien cómicos. El no poder decir su nombre al llegarle el turno en las dedicatorias y quedarse ésta en un deslucido “Para …Dette”. La figura errante de un Jesús que va viviendo su propia pasión como si fuera un contrapunto dramático de la felicidad de la protagonista. Pero hasta a él le trata ella con normalidad, como si fuera el portero de la casa que se hubiera vuelto un poco majara. El pijama de la pantera rosa con rabo incluido que le dan al deprimido Balsan. Los bailes caribeños que se monta la familia al completo (por cierto, me hubiera encantado estar allí y añadirme al grupo, ¡qué delicia de ritmo!).

Al final te quedas bien. Eso sí, pensando en algunas cosas. La diferencia entre amar y estar enamorado, por ejemplo. Pensando en la superficialidad del éxito. Estás tan bien, tan crecido y tan creído de ti mismo y basta el simple vientecillo de una crítica o una decepción para que todo el castillo e naipes se te venga abajo. Y sobre todo eso, que los intelectuales están bien para dar conferencias pero la felicidad está en las cosas sencilla. Y, por lo general, también en las personas sencillas. Sólo me queda una duda. Si esas personas sencillas tendrán su blog.

viernes, abril 25, 2008

Lluvias.





Estamos en días de lluvias. Lluvias intensas. Esta vez está siendo cierto aquello de que Abril, agual mil. Y yo aquí, de nuevo en la T4 de Barajas, de regreso de un par de días de viaje por Toledo (una reunión) y Madrid (un Congreso). Y saturado de lluvias.
Lo gracioso es, pensaba yo esta mañana mientras desatendía una conferencia bastante coñazo, que las lluvias son muy polifacéticas. Tienen colores y sabores. Y afectos. Comunican cosas. Así ha sido este viaje, lleno de lluvias.
He tenido lluvias reales, de esas que mojan y reviven. Así fueron las últimas noches en Santiago. Y también nos cogió un chaparrón tremendo camino de Toledo. Me han dicho que no han sido buenas para las cosechas. Pero sí para los pantanos y para el campo. En todo caso, es lo que toca. Y vienen bien.
Otras lluvias han sido de ensoñación. De esas que transmiten la impresión de que eres alguien importante. La cita en Toledo era con el Consejero de Educación de Castilla La Mancha. Nos citó a 4 personas porque quería que le diéramos ideas para su futura Ley de Educación. Y tú hablas, dices, sugieres, pontificas. Juegas al experto como si supieras mucho. Se te abren las alas de pavo real que llevas disimuladas. Es una lluvia benéfica pero efímera. A nada que te fijas, enseguida te das cuenta de que es un espejismo, un pequeño deslumbramiento del sol que acaba de salir de una nube.Pero enseguida llega otra nube que amortigua tanta luz y te permite recobrar las tonalidades reales. Pero ha estado bien refrescar el ego, tan alicaído últimamente.
También ha habido lluvias mimosas y llenas de afecto. De esas que gotean abrazos, besos más intensos que los de cortesía, miradas llenas de cariño, caricias de gentes con las que te encuentras después de mucho tiempo. Notas el afecto, la amistad que sobrevive al tiempo. A veces, incluso,la admiración que se mantiene de batallas vividas juntos. Es una lluvia que te relaja, te asegura, te pone nostálgico.
También ha habido lluvias nutricias, esas que son como complejos vitamínimos,como chutes de refuerzo positivo. Nunca faltan en los Congresos. Y menos en estos a los que asisten colegas iberoamericanos. Ellos son todo afecto y no les importa recrearse en admiraciones. Y tú les dices que bueno, que tampoco es para tanto,pero les dejas hacer. Y también he contado con admiradores de casa. Siempre los hay y son muy generosos. Son de esos que te dicen que tu voz es muy importante en estos foros, que tienes una cabeza muy bien formada, que les gusta mucho lo que cuentas y las propuestas que haces, que esperan mucho de ti, que cuentan contigo… En fin.Uno ya no está para creerse con facilidad tanto halago pero está bien un poco de magreo al Ego y una manita de pintura fresca a la autoimagen (esta vez has me han dicho que estaba más delgado).
No han faltado, tampoco, las lluvias ácidas de esas que te sacuden y devuelven a la realidad de tus debilidades. Te crees tan importante, tan reconocido que crees que esa idea brillante que acabas de tener va a arrastrar al entusiasmo a tus contertulios. Y les propones una iniciativa brillante y salvadora. Y hasta parece que sí, que, una vez más, eres un lider con carisma y que lo vas a conseguir. Paro pasa un poco de tiempo y ya notas que algo va mal. Que el entusiasmo de algunos era bastante ficticio y que, a la postre,lo que proponías no va a ir adelante. Por precipitado, porque las cosas no se hacen así, porque hay dos comisiones trabajando en eso y no podemos desautorizarlas. En fin, que gracias, pero no. Y eso te devuelve a la realidad. Chaval, deja de ser pretencioso. Eres limitado y prescindible. Vuelve a la realidad.
En fin,lo dicho,muchas lluvias. Algunas dejan barros, otras humedad, otras ese olorcito renovado y fresco de lo limpio. Algunas dejan nostalgias e incluso sueños. Incluso, a veces, hasta se dibuja un arco iris sonriente y prometedor. Está bien. Al final, lo que vale es la síntesis de todas las lluvias. Espero que no sea un constipado. Al contrario, aunque me lleve un tiempo organizar las emociones, creo que lo que quedará en límpio es que me he encontrado con amigos.Y que lo hemos pasado bien.

domingo, abril 20, 2008

Elegy



Los ojos de Penélope Cruz en el cartel de la película son impresionantes. Sólo eso daría pié para animarse a ver esta película estrenada hace un par de días: Elegy. Para mí, además, tiene todo el morbo de tratarse de un profesor universitario que se enamora de una alumna. Otra vez un profesor de Literatura. Y eso es para cabrearse. ¿Por qué eligen siempre a los de literatura? ¿Será que uno de Física, o Química, o incluso los de Pedagogía tenemos menos encanto? ¿O es que como ellos manejan mejor la cosa esa de las poesías y las frases de Shakespeare basan en ello su morbo particular? Una decepción, la verdad…
Bueno, la cosa es que resultaba apetecible la cinta de la Coxet. Y allí fuimos.Yo con muchas ganas de identificarme con el profe protagonista, todo hay que decirlo. Luego resultó que Ben Kingsley era mayor de lo que yo suponía, pero así y todo seguía causando estragos. Me hizo gracia (por ser tan americano) aquello de que “desde que le pusieron el cartel contra el acoso sexual cerca de su despacho ya no recibía a alumnas en sus tutorías”. Bien hecho, pensé, muerto el perro se acabó la rabia. Pero resulta que después organizaba una fiesta en su casa al acabar el curso. ¡Qué morro, dije para mí, cómo se lo monta! Imposible, además, para nosotros. Claro que él estaba separado y hacía de su capa un sayo en estas cosas.
Pero la cuestión es que él quería ligar y ligó. Nada menos que con la Penélope Cruz. Vista allá en la primera fila de la clase, generosa en su vestimenta y atractiva hasta el infinito, fijarse en ella fue sólo cuestión de sentido común. Y de buen gusto. No hace falta mucho esfuerzo de identificación para ponerse en su lugar. Pero luego, en su fiesta, fue directo a por ella. Y eso no me gustó. Eso no lo hace nunca un buen profesor. Debe guardar las formas, por dios. Un interés tan unidireccional no se puede notar. Ha de aparentar igual interés por todo el mundo. Aunque se esté reconcomiendo por dentro por una persona en contreto. Politesse, ante todo, por favor, que eres un profesor.
Pero él lo consigue. Con buenas lides, desde luego (¡cuánto hay que aprender, santo cielo!). Y la historia que allí se inicia es interesante, aunque convencional: profesor mayor se anamora perdidamente de alumna joven. Ella queda fascinada de su inteligencia (aunque eso suena a demasiado elevado) y él de su cuerpo y su juventud. La vida misma.
Y esa asimetría,como no podía ser menos, genera una historia de amor muy atípica. O típica, si se quiere, porque no podría ser de otra manera. Por eso ha dicho alguien, que, en el fondo Elegy habla del miedo (del miedo al compromiso, a la enfermedad, a la muerte, a la felicidad y al amor). El profesor tiene miedo (por su pasado, por su edad, por su condición) y ella, que parecía llena de ilusiones, acaba sucumbiendo, también, a sus propios miedos. Los amores entre profesores y alumnos (más frecuentes de lo que parece) tienen eso. Están llenos de miedos. Lo dice él mismo con simpatía: ligar con una chica joven es como jugar al fútbol con jóvenes. No haces otra cosa que convencerte a cada momento de que puedes menos que ellos.
Y los miedos te llenan de celos. Resulta patético el profe con sus preguntas sobre otros hombres. Y lo es también cuando va a intentar sorprenderla en la disco. Pero así es el drama que él estaba viviendo. Eso es lo que hace el sentirte inseguro. La inseguridad que le hacía sentir que no podía competir con gente joven, la obsesión de que le había dicho que le quería pero nunca que añoraba su “polla”, sus propios temores sexuales a no ser capaz, a no estar a la altura (“cuando haces el amor con una mujer es como si te vengaras de todas tus insatisfacciones…confiesa él) Lo dicho, como la vida misma.
Lo que no entiendo muy bien es por qué a historias ya de por sí difíciles, se empeñan los guionistas en añadirles dificultades y enfermedades innecesarias. Y, curiosamente, quizás como contraste antinatural, es la chica joven, la que entra en problemas. En “Otoño en Nueva York”, aquella preciosa película de Joan Chen en la que un maduro Richard Gere se enamora de una joven y encantadora Winona Ryder, es ella la que debe morir por una enfermedad incurable. Aquí es también la chica joven la que padece un cáncer.Injusto y poco creible.
La crítica ha acusado a la Coixet de ser demasiado explícita. No en el sentido puritano de mostrar escenas de fuerte contenido erótico (las que aparecen son preciosas y estimulantes) sino por haber tratado de verbalizar en exceso los sentimientos. Hubiera bastado, le dicen, con gestos. Sugerir más que contar. Las conversaciones del profesor con su amigo, por ejemplo, sobraban según esos críticos. Bueno, yo no estoy de acuerdo. A la vista está en este blog. Los sentimientos tienen su narrativa. Se entienden mejor (nunca se entienden del todo) cuando se cuentan. Al profesor de la película le pasa eso. Por eso sabemos mucho más de cómo vive él la historia que de cómo la vive ella. Él lo cuenta. Ella lo vive pero resulta más hermética.
En todo caso, es una hermosa historia. Todas las historias de amor lo son. Incluso las que no acaban bien. Incluso las historias necesariamente tortuosas, como ésta entre un profesor y su exalumna. Tiene frases, ideas, cosas realmente chocantes. ¿Sensibilidad de Coixet? Las ideas sobre la vejez, con las que se abre la película,por ejemplo. “La mayor sorpresa de los hombres es la vejez”.Y, citando a la Bette Davis, “la vejez es cosa de valientes”. Creí que por ahí iba a ir la película. Sobre vejez y sexo,sobre cómo afrontar esa combinación explosiva con orgullo. Y aunque es una de las obsesiones masculinas, me hubiera interesado menos, creo. Ya tendré tiempo de pensar en ello dentro de unos años.
Más interesante, más real, es el discurso sobre el cuerpo. El cuerpo de la chica joven,por supuesto. El cuerpo del profe pasa desapercibido en el film. El de ella no. “Las mujeres guapas son invisibles”, repite varias veces el amigo del profe. ¿Invisibles? Sí, insiste, porque nunca entras dentro de ellas. Es todo tan perfecto fuera que no sientes necesidad de ir más allá. Y así, nunca llegas a conocerlas en profundidad. Supongo que pasa, pero en otros ambientes. Un profesor no puede ser tan bobo.
Las escenas finales son de una dulzura y un patetismo inmenso. “Eres el hombre que más ha amado (o adorado, no sé cómo lo dice) mi cuerpo” Otra vez el cuerpo. El de ella. Y eso sí lo creo. No le dice que es la persona que más le ha amado. No. El que más ha amado su cuerpo. Yo me echaría a llorar, si me dicen eso. No porque no fuera verdad (no tengo ninguna duda de que fue el viejo profesor quien adoró con mayor idolatría su cuerpo, eso forma parte del sentido de la relación), sino porque no sería justo. La adoraba (o eso parecía) a ella, toda ella, su mirada, su vitalidad, su pasión, su conversación. Por eso no entendí esa mirada perdida e insegura de él cuando ella le pregunta si seguirá follándola cuando pierda un pecho. Quizás no me fijé bien en su expresión, pero si su apatía corporal significaba que no, es que además de viejo era idiota.

sábado, abril 19, 2008

El infierno.

Ya me parecía a mí todo aquello muy raro. Yo no tenía que ir en coche. Ni siquiera sabía a dónde iba. Además hacía un tiempo fatal. Una combinación de lluvia y niebla que te impedía ver por dónde te movías. Y yo allí al volante, agobiado, siguiendo a ciegas las luces en semipenumbra del que iba delante. Y de pronto paró. No se veía un carajo. Verás, pensé, es el sitio ideal para que el que viene por detrás te dé una hostia. Y esperé acurrucado el golpe. Pero no hubo golpe. En realidad, no hubo nada. Daba la impresión de que estábamos en un túnel o algo así. Ni modo de dar media vuelta o intentar salir de aquel atolladero.
Allí parados, la situación comenzó a hacerse agobiante. Bajé la ventanilla y le pregunté al de al lado. Oiga, ¿sabe dónde estamos?. En el infierno, me dijo. Sí eso parece, le dije. ¿Usted ve algo? No, contestó, pero un poco más adelante está el control. ¿Control?, pregunté, ¿qué coño de control?. El del infierno. Está usted de coña, le dije de mal humor. Y cerré la ventanilla. Pero no avanzábamos apenas. Sólo a cada rato, parecía que la cola avanzaba unos metros. ¿Qué estará pasando?, me repetía yo.
Y de pronto, no me puedo explicar cómo ni de dónde salió (la verdad es que no se veía un carajo) me encontré delante de una mesa y unos tipos que paraban a los coches y mandaban bajarse para ir a la mesa. ¡Coño, pues sí era un control!, pensé. Pero parecía raro, así, tan formal. Y cuando me tocó el turno no me quedó otra que bajar y acercarme a la mesa.
¡Oiga!, ¿y esto que es?, fue lo primero que le dije. La recepción del infierno, me contestó. ¡Sin coñas, oiga, dije cabreado, que estoy de muy mala leche! ¡Ni siquiera sé dónde estoy ni qué hago aquí... y con este tiempo de mierda!. Bueno, me dijo, lo del tiempo es pura coreografía. Nadie creería que esto es el infierno si estuviera claro y brillara el sol. Simpático, pensé. Pues usted dirá, le dije. No, me contestó, el que tiene que decir es usted, aquí nadie viene obligado. E insistió, ¿qué es lo que desea?¿O mejor, por qué ha venido hasta aquí?
Espere, dije, ¿venir a dónde? Al infierno, ya se lo dije. No puede ser verdad, pensé. Esto es un puto sueño. Algo ha dicho o hecho usted que le ha llevado a desear el infierno, me aclaró. ¡No joda, contesté! Y pensé para mí, un sueño. Esto es un sueño o, peor aún, una pesadilla. Últimamente duermo mal. Pero no tenía como comprobarlo. Además el tipo insistía en que no me podía demorar mucho, que se estaba haciendo una cola horrorosa de coches esperando.

Y no tuve más remedio que ponerme a pensar. ¿Desear el infierno?, me dije, ¿qué me está diciendo este tipo? ¿Desearlo o merecerlo? Y los recuerdos llegaron en tropel: la conversación, la confesión, el llanto, la desesperación, el duelo por la pérdida, otro “nunca más”. Mis súplicas de perdón. El deseo de reformatear el alma para sacar de ella todos los virus invasivos, todas las costras acumuladas a base de frsutraciones, todos los malos rollos y comenzar de nuevo. Y al final, aquel dramático deseo de que todo acabase. Empecé a temblar. Demasiado definitivo como experiencia, pensé para mí. No deberían tomárselo tan en serio. Es verdad, le dije, en aquel momento debí desear el infierno, pero nunca creí que la cosa fuera tan real. Y ahora qué, le pregunté. Bueno, me dijo, esto es sólo una recepción simulada. En realidad, la puerta principal está en otra parte. ¿Y entonces?, quise saber. Bueno,me dijo, esto es solo un sueño. No olvide que en los sueños los deseos fuertes se hacen realidad. Usted sabrá cómo recuperar la situación, o quizás no. De todas formas, no le será fácil, ya lo verá. Esas heridas tardan curar. Tendrá una dura penitencia. ¿Cómo sabré qué hacer?, le pregunté. Lo sabrá, me contestó, en plan película de espías. Y añadió, por ahora no le toca quedarse, pero tampoco puede eternizarnos la cola de gente que espera. ¡Que tenga suerte! Y me hizo señas de seguir.
Ni lo dudé. Volví al coche y salí de allí pitando. Fue salir de aquel tunel infernal y las cosas se hicieron más claras. Lo sabré, me repetí, eso me ha prometido. ¿Lo sabré, lo sabré, lo sabré? Y entoncés comenzó a sonar un timbre machacón, como un despertador. Y ya no recuerdo más.

lunes, abril 14, 2008

Sofía de Primera Comunión.


Le hacía mucha ilusión. Igual que a todas sus amigas y amigos del cole. Aproximándose Mayo, había llegado la fecha. Y los dilemas. ¿En Sevilla o en Galicia? Cada alternativa tenía sus pros y sus contras. En Sevilla la haría con sus amigas, pero a la hora de la fiesta familiar, cada una se iría con la suya y se quedaría sola con los pocos familiares y amigos que hubieran podido desplazarse hasta allí. En Galicia, la Comunión la haría sola (más protagonista del acto) pero luego estaría con los muchísimos primos y amigos con que cuenta, incluidos algunos sevillanos que vendrían hasta aquí. Ganó Galicia y la Comunión fue un auténtico éxito. Se notó el poder de convocatoria de madre e hija. Y, sobre todo, había muchos niños. Llenaron una mesa enorme y colmaron el Náutico de esa inquietud imparable que provoca la infancia.
Es complejo esto de las Primeras Comuniones. Se proyectan tantas miradas distintas sobre ellas y tantas contradicciones que se convierten en un auténtico campo de batalla ideológico. Algunos blogs de Internet asustan al ver la radicalidad con que tratan el tema. Pero muchos de los críticos (en realidad críticos de las creencias religiosas y de su visibilidad) se olvidan de que es la gran fiesta de los niños. Son fiestas religiosas (la religión se construye y se expresa a través de fiestas) en la que ellos y ellas son los protagonistas. Cuando los adultos intervenimos en exceso, la cosa de hace demasiado seria y pierde esa natural ingenuidad con que los niños suelen afrontar estas cosas.

En todo caso, la Comunión de Sofía, salió muy bien. El Monasterio cisterciense de Armenteira es un lugar maravilloso y fuera del ruido mundano. Cuenta la tradición que San Ero, el monje que lo fundó y que fue su primer abad daba frecuentes paseos por aquel paisaje idílico del monte Castrove. Y en uno de ellos se quedó subyugado por la belleza del canto de un pájaro y el sonido del agua de un riachuelo. Y entró en extasis, del que se recuperó muchos años después. Así que cuando volvió al Monasterio nadie le conocía y tuvieron que mirar en los libros para encontrar la anotación de que, efectivamente, había existido un abad llamado Ero, monje venerable, del que no se había sabido más una vez que saliera de paseo. Hoy, el enclave perdió algunos de sus encantos (o pedimos nosotros la capacidad de verlos) pero para algunas personas sigue siendo un lugar muy especial. Entre ellas está Ángeles. El Monasterio juega, para ella, un importante papel. Estoy seguro de que algunas decisiones importantes de su vida las ha pensado ahí, entre el silencio y la seguridad que otorgan aquellos muros románicos enormes y la calidez con que atienden sus actuales inquilinas. De hecho, cada poco vuelve a aquel entorno. Supongo que a realimentar convicciones y afectos. Así que la Primera Comunión de su hija Sofía sólo podía hacerse allí. De esta forma se unen viejas y nuevas emociones y crean entre ambas un nuevo espacio con especial sentido para ellas. Algo que las unirá todavía más.

Sofía estaba preciosa con su traje blanco y su diadema. Seria cuando se movía entre adultos (a ratos, incluso agobiada por la presión de todos para hacerse fotografías con ella o para cumplimentar a cada recién llegado) y más relajada cuando compartía con los otros niños los avatares del día, incluida la excitante tarea de abrir los cientos de regalos que se le hicieron. Pero lo llevó bien. Incluso el sermón particular y personalizado que le dedicó el sacerdote (poco acostumbrado a tratar con niños, seguramente). Leyó su ofrenda sin titubear. Pidiendo por su madre y los padrinos, cosa que he de agradecer por lo que me toca. También lo hicieron sus primos. Y su madre, para condensar en una petición preciosa de verdad, sabiduría y belleza para la propia Sofía, los deseos que todos nosotros teníamos a flor de piel.

La ceremonia religiosa fue, pues, entrañable y cálida. Y la fiesta familiar, en el Náutico de Sanxenxo, generosa y amable. Aunque algunos adultos o medio adultos hubieran preferido las croquetas y las tortillas de los niños a sus vierias, la comida fue excelente y el ambiente igual de cordial y próximo que siempre. Ése es el estilo Parrilla, tan envidiable por muchas cosas. Y todo ello en ese marco maravilloso de la ría de Pontevedra y la Playa del Silgar.

Así fue la Comunión de Sofía. Sin disputas escatológicas ni análisis complejos. Un día estupendo, con dos protagonistas guapísimas, y muchos familiares y amigos acompañándoles en el evento y uniéndonos a su felicidad. Y a sus compromisos, que también hay de eso en la Primera Comunión. Sobre todo para los padrinos.

domingo, abril 13, 2008

50 años fértiles. ¡Felicidades FELIPE!



Tenía que suceder. El calendario que no perdona a nadie, ha cumplido su venganza y aquellos estudiantes magníficos del curso 79-80 (probablemente el mejor de mis 35 años de historia como profesor) han llegado a la cincuentena. Era algo previsible. E inevitable. Y ahí están, con menos pelo, más barriga y alguna arruga sobrevenida. Pero con mucha experiencia a sus espaldas e igual de interesantes que entonces. Así que éste será un año de celebraciones, aunque me pega que algunos van a querer pasar por alto tal efemérides. Da igual, porque ya lo sabemos. A algunos, los más próximos, no les perdonaré una robusta celebración. Y, en cualquier caso, ahí va mi más sincera felicitación para todos ellos y ellas. Lo pasé muy bien con todos ellos. Hice cosas que nunca más he vuelto a repetir (aquellos grupos de encuentro, aquellas colonias en La Lanzada con niños del orfanato de Orense, aquellos debates relacionales en clase) quizás porque nunca he sentido tan fuerte la fuerza que tus estudiantes te transmiten. Con ellos me sentía capaz de cualquier cosa. Todavía miro con nostalgia su orla cada vez que bajo las escaleras de la Facultad. Fue un gran año. Así que se merecen bien mi felicitación en esta fecha tan especial.

Y entre ellos, algunos y algunas se lo merecen de manera muy especial. Con estos, nuestra vida se ha ido cruzando y abrazando, hemos vivido juntos situaciones intensas y, aunque en algunos casos nuestros itinerarios han seguido trazados diversos, en otros, por el contrario, hemos avanzado en espacios y afanes comunes. Y ahí estamos, formando parte de una amplia familia académica y afectiva.

Todo esto viene a cuento de que el jueves pasado celebramos la cincuentena de Felipe. Uno de los cincuentones de aquella hornada. No pude asistir al festejo porque estaba de viaje pero él sabe bien que por nada del mundo hubiera faltado a la cita. Todo lo dicho hasta ahora de aquel curso vale especialmente para él, que ya por entonces mostraba maneras: independiente e iconoclasta; original; danzarín y bon-vivant; luchador…Buena parte de sus genes (los familiares, supongo) lo arrastraban a una cierta vocación de hedonista pijo y otra parte (los jesuíticos, calculo) lo contenían y abocaban a la ascética vital y la provocación intelectual. Con esa carta marina se podía haber quebrado la crisma intentando cruzar, por huevos, “la marola” de la vida postuniversitaria, pero era claro que acabaría liderando algo importante. Y hasta no era gran riesgo suponer que las cosas le saldrían bien. Y así ha sido. Y eso justifica que hoy sea, para él y para cuantos nos enorgullecemos de ser sus amigos, un gran día. Algo a celebrar por todo lo alto.

Dice la Oficina del censo de los EEUU que la “edad mediana” (middle age) va de los 45 a los 64 años. Así que por ahora aún estás, Felipe, en tu edad mediana temprana (early middle age). Un yogurín, vamos. Así que no cabe quejarse, ni deprimirse, ni lamentar lo rápido que pasa el tiempo. Es que, como decía mi suegra (pero ya lo decían también los faraones egipcios), los chicos de ahora es que no aguantáis nada. Eso sí, lo malo de los años y sus prisas es que va creciendo el vértigo y la impaciencia. Y así, los peligros se acumulan. Stanley Jones (aunque esto sea un blog, no tenemos por qué perder nuestros vicios, ni siquiera los académicos) en una obra que titula La Vida Abundante (un buen título para referirse a esta edad), identifica algunos de esos peligros de la edad mediana: el peligro de acomodarse y ponerse a seguro (creo que este virus lo tienes ahí agazapado y esperando atacar, aunque ya nos encargaremos algunas moscas cojoneras de que no se salga con la suya); el peligro del dinero abundante (quizás por este peligro haya que preocuparse menos y hasta vendría bien un poco más de tentación para poder demostrar lo poco que nos va a dominar); el peligro del poder creciente de la gente sobre nosotros (este peligro esta bien superado con nota alta); y, finalmente, el último peligro según Jones, es la tendencia a meterse en un grupo de viejos (y en esto no insistiré, no vaya a ser que ahora nos mires por encima del hombro a quienes seguimos en una edad mediana aunque haya perdido la cualidad de temprana). También señala otros riesgos menos controlables pero igual de desagradables: la calvicie, las bifocales, las dentaduras postizas y las protuberancias (de barriga o papada). Pero con respecto a esto, mejor lo dejamos estar y miramos para otro lado.

Bueno Felipe, ya ves que, salvo detalles imponderables, la cosa va bien. Lo bonito de los años que cierran décadas es que te permiten hacer balance. Alguien decía que la felicidad es “el balance final”. Se es feliz cuando el conjunto que abarca la perspectiva ofrece un balance positivo y las cuentas de la vida empiezan a cuadrar. Se es feliz, supongo, cuando los dos ingredientes de la felicidad, el gozo y el dolor, se han repartido sin asfixiarnos. Cuando podemos sentir que lo que dependía de nosotros se ha afrontado con valentía y acierto, y lo que no dependía de nosotros de ha aceptado con coraje, luchando con las muchas o pocas fuerzas que uno tenga, contra los dragones del vacío y la desesperanza. Nunca sabemos cuantas “Marolas” deberemos cruzar, ni cuantos virajes habremos de ir introduciendo en nuestro cuadro de mando. Para esto no hay GPS que nos vaya conduciendo por el camino más corto al lugar cierto. Algo que, por cierto, sería mucho menos divertido.

A veces, “hacer balance” requiere ampliar un poco el campo de análisis. Para no agobiarse. Tu última década no ha sido precisamente dulce. Te arrojó al infierno. Pero lograste salir de él. No a los tres días, como hacen los dioses, pero lo hiciste. Y estoy seguro de que semejante hazaña fue una tarea colectiva. Lo lograste porque contaste con la fuerza visible e invisible de Lourdes y de tus hijos. Y, un poquito, también de tus amigos. Por eso, esta década también es la suya. Lograsteis juntos un milagro de sinergias del que podéis estar orgullosos. El balance, pues, es bien positivo, como cuando uno sale de una batalla o de un accidente lleno de heridas pero vivo y capaz de seguir adelante, cabezón e insistente, con el mismo proyecto de vida.

En fin, los 50 años no dan para ponerse serios. Estamos en “la mejor edad y en el peso justo”, como le gusta repetir a Elvira. Además, si te fijas, la mayor parte de los premios nóbel se consiguieron después de los 50. Leí en algún lugar que a los 50, como en los viejos western, es fácil distinguir entre dos tipos de personas: los pioneros y los colonos. Los pioneros sienten la necesidad de continuar su búsqueda, de asumir riesgos, de ir hacia delante. Los colonos prefieren jugar sobre seguro y quedarse en casa. Ni se me ocurre hacerte la desconsideración de señalar entre quienes te cuento.
Pues nada, cincuentón. Un gran abrazo. Y muchas felicidades.

martes, abril 08, 2008

La familia Savages

Hablando de familia y de fiestas familiares, parecía lo obvio que la peli de este fin de semana (después de los 800 kms. de regreso desde Pamplona) fuera La familia Savage, otra peli que se acababa de estrenar en España dos días antes. Dirigida por Tamara Jenkins, viene avalada por dos nominaciones al Oscar como mejor guión y mejor actriz (para Laura Linney). Así que parecía una buena opción. Y lo fue.
Se anuncia como comedia pero tiene poco de eso y bastante de drama, aunque se lleva bien. Es la historia de dos hermanos (Laura Linney y Philip Seymour Hoffman) que se vuelven a reencontrar tras muchos años de vivir separados y con poca comunicación. Ambos vuelven donde su padre (Philip Bosco) que vive desde hace años con una compañera. Ella que padecía un Alzheimer avanzado fallece y él va cayendo en el pozo de conductas seniles cada vez más fuertes. La película narra, pues, una doble historia: la enfermedad del padre al que ingresan en una residencia y el encuentro de los hermanos a quienes la atención a su padre y la elección de la residencia les enfrenta a su propio desconocimiento y a los fantasmas de una historia familiar y personal compleja.

Una historia densa y llena de sentimientos profundos. Sale uno del cine pensativo y abrumado. Decía un crítico de cine que es una película para saborear y disfrutarla el día después. Y me parece una intuición brillante. Al principio pesa demasiado la historia (la imagen doliente del padre a lo largo de todo el film te deja desfondado). Pero luego reconoces la gran humanidad de los personajes. Comienzas a ver la naturalidad de los procesos y a disfrutar de los momentos graciosos que los guionistas han ido intercalando. Como sucede en la vida, vamos.

Se pueden sacar muchas lecciones de este film. La primera y más evidente se refiere a lo compleja que se hace la vida en esta sociedad moderna. Y la importancia de la familia pese a que la historia familiar no haya sido todo lo dulce que la literatura romántica suele describir. Al final te queda la familia y poco más. La suya se rompió pronto. Su madre los dejó y cada uno comenzó su propio itinerario vital de forma independiente. Se diría que se habían roto los lazos definitivamente y así fue durante años. Eran hijos o hermanos pero eso quedaba fuera de sus vivencias reales. Pero llegó la enfermedad del padre y su precariedad y se vieron en la necesidad de reconstruir aquellos vínculos destruidos. Sin ellos su padre no era nada y ayudándole descubrieron que ellos también lo necesitaban para recuperarse como hermanos. Incluso para recuperarse a sí mismos.

Está también el propio dilema moral y personal que plantea el internamiento en una residencia de un familiar. Cuestión bien actual y que trae de calle a muchas familias. El sentimiento de culpa por abandono que te provoca, el dilema del costo, el problema de las atenciones e, incluso, la dimensión material y estética del alojamiento (la hija estaba obsesionada por el “olor” de la residencia) son aspectos que la película describen con mucha sensibilidad. En realidad es el hilo sobre el que se desarrolla la historia. Con momentos graciosos, es verdad.

Y luego está la vida personal de cada hermano. Cada uno con sus propias historias amorosas no demasiado exitosas, con sus problemas profesionales, con sus dudas con respecto a sus proyectos vitales. Además, el hermano era profesor, así que eso lo hacía bastante próximo. Era fácil vivir sus dudas. Pero, en realidad, los dos están bien dibujados y lo que les pasa, lo que sienten, las angustias y alegrías que viven son las que, más o menos, nos tocaría vivir a cualquiera de nosotros en una situación similar. Eso es lo bonito del film. Quizás, por eso, lo nominaron al Oscar al mejor guión. Se lo merece.

En fin, lo dicho. Al final, lo que queda es la familia. Menos mal.

lunes, abril 07, 2008

Maider


Otro fin de semana familiar. De esos que no pesan, aunque tengas que echarte a la espalda 1600 kms. en tres días escasos. Pero ya he decidido que hay cosas que merecen la pena, al margen de cualquier otro tipo de consideración. Y una de ellas es la familia. Al final, es eso lo que nos queda. Y lo que más nos cuesta perder. Así que tenemos que aprovechar cualquier posibilidad de estar juntos. Los que vivimos lejos sabemos bien lo que eso significa. Además esta vez teníamos una buena razón.

Se bautizaba Maider. El último (por ahora) retoño de la saga. Una cría preciosa, alegre, con unos ojos grandes que absorven todo cuanto ven, llena de vida. Hace bueno el nombre que le han puesto: MAIDER. De Mari-Eder, chica bonita. Preciosa, en este caso. Un lujazo que Eva y Javi exhiben con orgullo. Y la abuela Blanqui no digamos. Hasta se le han pasado las penas. O te las cuenta como si no mereciera la pena hablar de eso teniendo tanto que hacer y decir de-con-sobre la pereja de retoños.

Así que allí nos fuimos. Esta vez más puntuales que en otras celebraciones. Además como eran 6 criaturas a cristianar, se notaba menos. Y pudiendo ser eso lo bonito del acto, se convirtió en su problema principal. Demasiada gente, mucho follón, mucha conversación, poca liturgia. Una pena. Me dió la impresión que el cura ya se temía eso desde que vió el panorama antes de empezar. Y se puso a la defensiva. Pero, total, con recomendaciones desde el micrófono no se gana demasiado. Ya había muchas palabras, mucho ruido en la iglesia. Él sólo añadió un poco más de lo mismo. Y le hicieron puñetero caso.

No entiendo por qué lo tienen montado así: todos los niños juntos. En una ceremonia sin misa. Se supone que quieren reforzar el sentido comunitario del bautismo, pero consiguen todo lo contrario. Lo que refuerzan es el espectáculo. La comunidad no va al acto porque no es una misa normal a la que ellos suelan asistir. Van sólo los implicados en el bautizo y sus familiares, muchos de los cuales tienen muy poco que ver con la parroquia. Así que luego pasa lo que pasa. Estaría bien discutir aquí un poco de este tipo de cosas eclesiásticas que cada vez funcionan peor y van perdiendo el hermoso sentido que otrora tuvieron. Para quienes todavía sentimos un poco esas emociones de antes, esto de ahora te deja medio frustrado y confuso. Pero son otros tiempos y otra forma de ver las cosas, está claro.

De todas formas, eso queda para otra ocasión. Fué el día de Maider . Y también el de Lorea y de sus padres y padrinos. Y eso es lo que celebramos. Ella estaba guapísima. Y se portó muy bien, aunque se quejó algo cuando el cura le soltó varios chorros de agua que la chirriaron. También celebrábamos el cumple de Oihane, pero ella ya toda una chica (siempre seria y reservada y con esa mirada de brujilla inteligente que te puede transformar en mariposa si saca su barita mágica) cedió generosa su protagonismo a las pequeñas.

Y luego la comida en el Pasarela organizada (supongo) por la abuela. Muy bien, como siempre. Algunos dirían que en esas ocasiones la comida es lo de menos, lo importante es estar juntos. Pero eso a los Zabalza no les sirve. Claro que es importante estar juntos, pero con una buena comida entre medias para que el orgasmo colectivo pueda producirse sin fingimientos. Pues eso, la comida estuvo excelente. Y luego, claro, la tertulia post con el mus incluido. Y tengo que decirlo, porque esto acontece pocas veces: esta vez gané yo. Y eso que hicimos dos mesas porque éramos muchos y luego los ganadores de una tuvieron que enfrentarse a los ganadores de la otra. Pues eso, el hermano mayor de Javi y éste servidor de ustedes lo ganamos todo. Milagrosamente, es cierto. Como malos perdedores que son (nunca hay buenos perdedores al mus) dijeron que si habían ganado los peores, que si era la suerte de los novatos. Y una leche.

De todas formas, luego se iban a ver a Osasuna y allí a hecatombe fué completa.


En fin. Otro día de familia. Igual de estupendo que todos los anteriores. Igual de entrañable. Y con esa dos caricas de ensueño como protagonistas (o casi protagonistas, porque también estaba Oihane de cumple). La una, Maider, porque se bautizaba (bueno, la bautizaban) y la otra, Lorea, porque se sentía hermana mayor de la homenajeada y de ninguna manera dejaba que nadie le robara su parte de protagonismo. Un cielo.

miércoles, abril 02, 2008

Ser un ex.


A medida que uno va creciendo en años va acumulando lastre de “ex”: exhijo, exseminarista, examigo, examante, exuniversitario, exmarido… Claro que el que más nos pesa, seguramente, es el de exjoven. Pasa como con los ordenadores que con el tiempo se les van añadiendo basura en el sistema y tienes que hacerles una limpieza a fondo y reformatearlos. Pero eso no es tan fácil con las personas. Debía haber un antivirus que te fuera liberando (o poniendo en cuarentena) a todos los ex que perturban nuestro funcionamiento. Sería muy terapeútico.

Y no es fácil ser un ex correcto y educado. Sobre todo los ex que tienen que ver con relaciones personales rotas son bien jodidos de llevar. ¿Qué haces con los amigos que lo fueron y han dejado de serlo? ¿Los saludas? ¿Les sonríes al cruzarte aunque no les digas nada? ¿Te interesas por ellos? ¡Ufff! Chungo, de veras. Ya me figuro que lo de los examantes es todavía peor. Según cuentan algunos amigos (de estas cosas uno siempre se entera por los amigos, como es lógico) les está costando dios y ayuda mantener el tipo en su status de examantes (algunos con varios ex acumulados en simultáneo, lo que debe ser la leche). Casi tan difícil como ser amante, suelen decir. Y tan clandestino. Total, antes nadie podía saber que uno tenía un amante, pero la cosa no mejora aunque la relación se haya acabado. Tampoco puede saber nadie ahora que eres examante porque se descubriría elpastel anterior. Y así, los que acumulan muchos ex, van teniendo que ampliar su zona interior reservada para asuntos que nadie debe conocer. A costa, claro, de las otras zonas más visibles. Vaya, que al final te quedas sin piso interior.

Según he podido ver hay muchas tipologías de examantes (hablo de este tipo de ex porque es el que más morbo tiene, por supuesto). Aunque son los menos, los hay que pasan página sin más. No sé cómo lo consiguen pero es como si tuvieran una tecla de “delete” que borrara de golpe las experiencias pasadas. Es el sistema más higiénico, desde luego, pero casa mal con la psicología humana y la memoria afectiva. Leí hace poco que una artista decía, con razón, que el cuerpo tiene más memoria que la mente. Por eso es difícil borrar las huellas físicas y emocionales que te puede dejar una relación. Sobre todo si la has vivido intensamente. Hay otros que el tema lo llevan por el lado contrario: destruyen la imagen de la persona exquerida y así, odiándola o despreciándola, les resulta más fácil pasar de ella y meter los recuerdos en el trastero de las cosas inservibles. También esa política de arrasar con todo suena terrible. Porque, aunque sean menos o pertenezcan a una época pasada, ¿cómo puedes transformar los momentos maravillosos que has vivido con otra persona, los anhelos que has compartido con ella en momentos despreciables? Pero reconozco que tenemos esa capacidad selectiva: olvidar lo bueno y poner en primer plano lo negativo. Desde luego, así salen más claras las cuentas: lo negativo es más que lo positivo y está justificado el romper. La cosa es que, aunque lo justifiques, siempre te queda ahí esa memoría emocional que genera melancolía. En fin, algunos lo resuelven cortando por lo sano. Y se acabó.

También los hay que marean mucho más la perdiz. Como está pasando con los expresidentes del gobierno. Que no acaban de irse. Algunos no acaban de separarse nunca de sus ex. Y eso debe ser bien complicado de llevar. Es un estar permanentemente en la frontera, es un ser y no ser (en realidad es un no ser que uno no se acaba de creer). Es un sinvivir. Lo gracioso es que me identifico mucho con estos pobres ex porque yo haría lo mismo. Y eso que ya sé que es un mal sistema. Por lo que he visto en ellos, son gente que abre historias con facilidad pero no sabe cerrarlas.Les funcionan bien las hormonas del aprecio y el apego personal (neurofina, dicen los técnicos) pero padenen déficits en las contrahormonas que permiten cerrar el ciclo de la fascinación (la oxitocina,según dicen) y se quedan colgados. Y a lo que se ve no hay recetas que activen la producción de esas hormonas deficitarias. Una cruz.
Un colega (o una colega, no lo sé) mexicano escribía en su blog una reflexión similar a ésta que acabo de hacer. También él o ella se había fijado en el insoportable peso de los ex que uno va acumulando. Pero él o ella lo tenía claro:

Últimamente he encontrado personas que han hecho lo mismo que yo. Le dijeron adiós al pasado. No nos pusimos de acuerdo, pero coincidimos en que la mejor manera de cambiar es alejarse de lo que ya no es, como de los exnovios, examigos, excompañeros, examantes, examores imposibles, etcétera.Coincidimos que la esperanza muere al último, pero sí muere… Así que para qué atormentarse con reclamos o sufrir con ilusiones que van desde soñar que el susodicho toca la puerta de tu casa o te va a buscar a la oficina, hasta la estúpida idea de que un día te lo encontrarás mientras caminas por senderos desconocidos.
El desamor es el malestar más común en el mundo. Podrá haber excepciones, pero todos, absolutamente todos tenemos, por lo menos, una historia dramática de amor atormentado”.


En fin, que hay mucho ex por ahí suelto. Y eso tiene su parte buena. Al final, cada ex nuevo que vas acumulando es más experiencia. Para algunos, incluso, es más orgullo, como esas muescas que se hacían en el cinturón los indios cada vez que se cobraban una nueva cabellera gringa. Pero para los más (o quizás no, no sé) cada nuevo ex es como un nuevo fracaso, algo que no salió bien pudiendo salir bien. Y es, sobre todo, una nueva incógnita sobre qué debes hacer y cómo puedes comportarte con esa persona. Y si tienes que seguir relacionándote con él o ella, la cosa se complica porque cambia todo, pero como debes mantenerlo en secreto, nadie lo debe notar. Vamos, un sinvivir. Ya digo, lo del resetear sería una solución magnífica. Pero imposible para algunos.
Yo creo que hay que reivindicar que se defina con más claridad el estatuto de los ex. Que se aproveche el que van a hacer una ley especial para los expresidentes para ampliar las consideraciones a todos los ex. No es fácil ser ex. No nos han preparado para eso. Veremos si ahora meten algún tema específico en “educación para la ciudadanía”.