martes, septiembre 23, 2008

Vicky, Cristina, Barcelona


Me pareció excesivo ir a verla el mismo día de su estreno, pero sí lo hice al día siguiente. Es lo que tiene ser fan de Woody Allen. Y eso que en los últimos años, sus películas no pasan de ser historias amables muy bien contadas. Como ésta de Vicky, Cristina, Barcelona. Las actrices están magníficas (el papel de Penélope, arrebatadora, es corto pero intenso, tanto que casi anula a las otras, Scarlett Johansson y Patricia Clarkson que están allí durante todo el film). Y Bardem hace bien su papel de pintor bohemio y latin lover.
La historia que se narra, como dije es una historia amable sobre amores posmodernos, de esos que van y vienen, suben y bajan sin demasiada fijeza ni condiciones. Amores inseguros, inconstantes, placenteros, caprichosos. Dos turistas americanas que llegan a España de vacaciones y se cruzan con un atractivo y cínico (pero no mucho)pintor español que las descoloca y fascina. Y ahí comienzan una serie de aventuras y amoríos entre los tres y la exmujer de él (Penélope). Es una película muy femenina, que quiere deconstruir los sentimientos de las protagonistas, sus anhelos y frustraciones en las relaciones. Y eso es lo que hace con la ex que sigue enamorada, con la que se va a casar pero se lo replantea todo, con la que buscar vivir una aventura que, al final, se convierte en algo serio pero luego resulta que no era tan serio. Siendo todo tan fluido, tan evanescente no puede extrañar que, al final, la que parecía más segura y fuerte sea la más insegura (“insatisfecha crónica”, le dice su amiga); que la que parecía una niña superficial y cabeza loca resulte alguien con ideas claras y fortaleza en sus decisiones. Y la Penélope como alguien medio cuerda medio loca pero que sabe aprovechar su locura y estar siempre ahí.
Los papeles masculinos también son interesantes. Me encantó la seguridad(casi chulería) de Bardem que se presenta con una invitación inequívoca y que va siempre por las claras. ¡Qué envidia ser capaz de decirlo todo así, de frente, sin subterfugios ni retruécanos. Es un “viva-la- virgen” pero no lo oculta. Y no le falta su toque sensible, no es traicionero ni abusador. Su afecto es genuino aunque abierto. Sabe lo que quiere, sabe que puede conseguirlo y se aprovecha de su buena estrella. Lo dicho, te produce más envidia que rechazo. Y a su lado, la figura del prometido y luego marido de la americana. Mucho más sencillo, más ingenuo. Y confiado. Ni se le pasa por la cabeza las dudas que está viviendo su prometida-esposa. Y entremedias el chico de la biblioteca, con poco papel pero sirviendo de fiel reflejo de esa situación marginal y segundona en que muchos hombre se mueven.
Y luego, las grandes protagonistas de la película las dos ciudades a las que Allen quiere rendir homenaje y agradecer favores. Barcelona como ciudad mágica. A veces la película parece más un documental sobre la ciudad que un film que cuenta una historia. La ciudad se convierte en figura y la historia pasa a ser el fondo. Pero está preciosa y se nota que Woody Allen la adora (y sobre todas las cosas, adora a Gaudí). Parece justo que su nombre figure en el título. También Oviedo está bien. Ya le había jurado amor eterno cuando le dieron en Príncipe de Asturias de las artes y ahora ha cumplido su promesa.
Ni buena ni mala, es verdad, pero con todos los ingredientes de un producto Allen. Allí aparecen todas sus temáticas preferidas (ahora con mucha menos ostentación erudita): el sexo, el amor, las relaciones de pareja (y fuera de la pareja), el arte, la fotografía. Y con algunos guiños picarones: como el hacer que una de las americanas sea una doctoranda que hace su tesis sobre la “identidad catalana”; el hacer que la relación entre Bardem y su ex, Penélope, vaya bien solo cuando la comparte con otra mujer (como dando la razón al viejo dicho, quizás suyo, de que el matrimonio es una tarea tan pesada que se necesitan, al menos, tres para llevarla. Tampoco faltan las frases brillantes de Allen: “tú eres como el tono de la paleta”, le dice Penélope a la americana ligada con su ex.
En fin, una película amable que te hace pasar bien la hora y media que dura. ¿Y después? No sé, cada vez se nota menos ese retrogusto que dejaban antes las películas de Woody Allen. Sientes que sigue siendo un director extraordinario pero como si sus historias y sus guiones fueran cada vez menos deslumbrantes. Quizás sea que ahí resida la madurez de un genio, en la sencillez.

Y rebuscando en Internet me he encontrado con estas frases de Woody Allen. Sirven para provocar una sonrisa.
Ø Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.
Ø El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
Ø Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.
Ø En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire.
Ø El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.
Ø El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
Ø El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
Ø El sexo sólo es sucio si se hace bien.
Ø El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.
Ø La única manera de ser feliz es que te guste sufrir.

miércoles, septiembre 17, 2008

Una palabra tuya


Lo que he ido a ver es “Una palabra tuya” de Ángeles González-Sinde (autora también del guiòn basado en la novela homónima de Elvira Lindo). Actúan en ella dos magníficas actrices españolas, Malena Alterio (borda su papel con una naturalidad y maestría admirables) y Esperanza Pedreño (también está bien, aunque en algunos momentos decae la credibilidad de su papel porque sobreactúa). El papel de galán lo hace Antonio de la Torre que hace un papel muy comedido y realista. Y una actriz espectacular, María Alfonsa Rosso, en un papel dificilísimo de madre mayor con Alzeimer.
La película está bien. Te entretiene y emociona. Dos chicas con poca suerte que afrontan la vida con alegría a pesar de tener que afrontar situaciones complejas y desbordantes. Es una película muy femenina: un canto a la potencia velada de las mujeres para afrontar con serenidad el gran reto de vivir. El guión no hace concesiones y van apareciendo en él todas las dimensiones que configuran la vida de una persona: la familia, el trabajo, la amistad, el sexo, la maternidad, la enfermedad, la droga, la muerte. Todo ello con matices amables, lo que hace más creíble la historia.
De todo lo que se va viendo, lo más bonito sin duda es la gran amistad (quizás sea más que eso, pero no cambiaría las cosas) que se crea entre las dos mujeres. Milagros llega a decirle a Rosario que si se suicida ella se suicidaría también. Como si sus vidas estuvieran unidas por un lazo más fuerte que las dificultades de la vida. La relación entre ellas es muy bonita, con toques de humor e ironía, pero con una profundidad plena. El hecho de que trabajen de barrenderas y por la noche añade un plus suspense y novedad a los ambientes. La fotografía también se hace especial cuando viajan a la aldea perdida en los valles.
En fin, cuenta una historia bonita con personajes muy bien definidos. Me vino bien para relajarme de tanto congreso y compromisos sociales. Así que mañana será otro día.

Si hoy es miércoles esto es Zaragoza.


Sigue este correcalles setembrino y, si no he calculado mal el orden de los días, hoy es miércoles y esto debe ser Zaragoza. La Zaragoza de mis buenos primeros momentos como estudiante. La Zaragoza de los múltiples viajes para dar cursos de formación de profesores. La Zaragoza reciente de la Expo (de la que, por cierto, aún no he escrito; espero hacerlo uno de estos días porque nos van a llevar de nuevo a visitarla).
Esta tarde ha comenzado el XIV Congreso Nacional de Pedagogía que organiza la Sociedad Española de Pedagogía de cuyo Consejo Ejecutivo formo parte. Hasta pasado mañana en que concluye mi periodo y elegiremos a nuestros sustitutos. Una cosa menos de la que preocuparse.
Bueno, pues eso, ya estoy en Zaragoza. Esta mañana tuve mi intervención en la Autónoma de Barcelona sobre la tutoría en la universidad. Quedó muy bien. Salí contento. Creo que ellos también. Y mañana me toca intervenir en el Congreso de Pedagogía. Con un tema difícil: la controvertida Educación para la Ciudadanía. Será una mesa redonda con gentes a favor y en contra. Yo, a favor, por supuesto. Espero no sulfurarme mucho si la polémica se aviva. Ya veremos.
No me gustan estos viajes tan rápidos. No disfrutas de las ciudades ni de las personas con las que te encuentras. No puedes asistir a las sesiones de los congresos en los que participas (cosa que me revienta porque parece un gesto de prepotencia, como si pensaras que los demás deben oírte porque eres importante y tú, en cambio, no tienes por qué escuchar lo que digan los demás). En fin, siempre he estado en contra de esos conferenciantes “gurú” que llegan, sueltan su rollo y se van. Me parece fatal. Y eso es lo que estoy empezando a hacer yo. Menos mal que ahora en Zaragoza voy a quedarme los tres días del congreso. Hasta he podido, por fin, sacar la ropa de la maleta porque hacerlo por una noche ni te compensa.
En este marco de idas y venidas hay momentos de agobio (no sabes por qué decidirte entre las muchas cosas que deberías hacer) en los que necesitas buscar una salida aunque sea paradójica. Una especie de huida de la situación para recuperar el ánimo. Eso me ha pasado hoy. Tendría que haber estado en la inauguración (de hecho han preguntado por mí) pero llegué tarde y me pareció mal incorporarme al vino español final. Después había una cena en la que me esperaban pero tampoco me apetecía demasiado cenar. Y he huido. Al cine, por supuesto.

martes, septiembre 16, 2008

La santidad y esas cosas.


Al caer la tarde y buscando una farmacia de guardia (sigo con el pico de alergia que no da respiro) me he acercado hasta la iglesia de San Felicísimo, en Deusto. Enfrente de san felicísimo, decía el cartelito de las farmacias de guardia. Y hasta allí me he ido dando un paseo. Con gusto. Es un lugar que me trae grandes recuerdos de mis años de estudio con los Pasionistas. Ya estaban cerrando pero he podido entrar en la iglesia. Todo sigue como hace cuarenta años. Y entonces me he dado de bruces con un rincón dedicado al Venerable Aita Patxi, un padre pasionista en proceso de canonización y con el que conviví durante un año en Angosto (Alava). Su habitación estaba cerquita de la mía. Y es raro sentir que uno ha convivido durante tanto tiempo con una persona a la que la gente venera como santo, que hace milagros y que acabará en los altares con una imagen. Pero te extraña, sobre todo lo que dicen de él sus panegiristas (hasta tiene una página WEB dedicada a contar sus milagros). Cosas un poco idiotas e irreales, como si todo hubiera sido muy celestial en sus vidas desde niños, como si estuvieran predestinados a ser santos. Más interesante (y clarificador) un artículo que le dedicó el país.com el 6 de Junio del 2006
De regreso al hotel he tratado de recordar aquellos días y aquella persona un poco rara con la que me cruzaba por el pasillo y con la que compartía comedor, iglesia, actos colectivos y patios (de patios poco, porque él no salía mucho). Y al final, lo que uno saca en limpio es que sus recuerdos no concuerdan con lo que estos escritos, un poco panolis, dicen. Según los hagiógrafos, hasta sus padres eran ya santos: “acudían a la iglesia con todos sus hijos, tanto a la mañana a la Misa como por la tarde al rosario y a la bendición con el Santísimo sin faltar nunca lloviera, granizara o nevara. Toda la familia rezaba el rosario cada tarde en casa. Con los pobres que acudían a la puerta de su casa eran muy atentos y caritativos” y lindezas por el estilo. Y luego todo sigue así, fue un muchacho devoto (por supuesto, monaguillo), tuvo vocación religiosa irrevocable, fue un seminarista ejemplar (“En este tiempo, dicen los textos, se distinguió por su exactitud y puntualidad en todos los actos comunes, por su recogimiento y fervor extraordinario, por su espíritu de austeridad y penitencia. Siempre estaba dispuesto a ayudar a cualquiera a terminar el oficio manual, porque él ya lo había terminado con antelación”).
En fin, un dechado de virtudes identificadas a posteriori como si eso fuera necesario para ser candidato a santo. Y es bastante probable que nada de eso fuera así, que todo fuera mucho más sencillo. Sexto hijo, entre 9, de una familia pobre de una pequeña aldea rural vizcaína no le quedaron muchas opciones si quería estudiar. Y se fue al seminario aprovechando la visita de alguno de aquellos religiosos “vocacioneros” (así se definían ellos mismos) que recorrían aldeas y escuelas intentando convencer a chicos y familias de que ir al seminario era algo apetecible. Eso fue lo que hicimos muchos de los chavales del País Vasco y Navarra (supongo que también en otras regiones) hasta bien entrados los 60. Eso le debió pasar a Patxi Gondra y sin tanta épica como intentan aportar sus panegirista (“En el pequeño santuario de Mañuas, el día 31 de julio de 1922, festividad de San Ignacio de Loyola, de regreso de San Juan de Gaztelugatxe, formando parte con los peregrinos de Arrieta, había entrado en la iglesia santuario de la Virgen a cantar la Salve; ante la mirada materna de la Virgen del Carmen, siente la llamada a la vida religiosa y promete a la Santísima Virgen hacerse religioso”). ¿Quién puede creerse ese rollo místico?. Las cosas son siempre mucho más sencillas.
De todas formas, ahí inició el ahora candidato a santo el mismo camino que yo recorrería 40 años después: ingreso en Gabiria (Guipúzcoa, un lugar precioso en un antiguo molino a la orilla del río, pero tan húmedo que resultaba insano) para los estudios primarios (en mi tiempo pasamos sólo un año en Gabiria, y luego nos llevaron a Euba, en Amorebieta, Vizcaya, para cursar hasta 6º de Bachillerato, del de antes). Después el noviciado en Angosto (Álava) donde yo coincidí con él, pues ya mayor lo destinaron allí en el año 66, el mismo en que llegaba yo tras acabar el bachillerato y con 17 años. Solo estuve un año allí pues al siguiente ya marchamos a Legazpi para hacer el PREU antes de iniciar los estudios de Filosofía. Luego yo dejé los frailes y le perdí la pista. Pero aquel año de convivencia me permite entender cuánta fantasía se echa en las biografías que se escriben a posteriori con el explícito deseo de enaltecer a alguien. Como sean así todas las biografías de santos, vamos buenos.
Él era un hombre taciturno y melancólico, al menos a los ojos de un chaval joven que llegaba lleno de energía y con ganas de comerse al mundo. Afortunadamente la idea de santidad de nuestros prefectos y directores espirituales había dado un giro de 180º. Aita Patxi (ya lo llamábamos nosotros así) iba siempre cabizbajo, no hablaba nunca (bueno no hablábamos nadie salvo en los momentos de recreo), rezaba mucho y, según decían, era muy sufridor. Iba siempre de sandalias aunque hacía un frío terrible (tenía los pies llenos de callos agrietados que daban grima). Sabíamos que, con frecuencia, llevaba cilicio en sus muslos y que por las noches se flagelaba con unos látigos. En aquella época eso ya estaba un poco pasado pero no era mal visto (algunos de mis compañeros también lo hacían) pero pertenecía a una ascética excesiva incluso para los pasionistas jóvenes. Iba siempre con su rosario y se le veía con mucha frecuencia sentado y meditando en un banco de la capilla.
Hoy, al repasar su biografía, me he encontrado con datos que no conocía y que me ayudan mucho a entender el por qué del proceso de canonización en el que está. Aita Patxi había sido capellán castrense de los gudaris vascos en la guerra civil. Y, me temo, ese mérito ha pesado en todo esto mucho más que todas sus oraciones y sacrificios de fraile. Para el clero nacionalista vasco (entre el que los pasionistas fueron una pieza clave: buena parte de los primeros polimilis de ETA nacieron entre mis compañeros de colegio) es todo un referente por su entrega a la causa de los gudaris. “Desertar es pecado” les gritaba en la misa. Luego estuvo preso de los nacionales y, por lo que cuentan sus biógrafos se ofreció en varias ocasiones a morir en lugar de algunos condenados a muerte que eran padres de familia. Al acabar la guerra quedó libre y volvió al convento. Curiosamente esto no nos lo decían a nosotros. Nunca supe yo esa parte de su vida, ni se lo oí comentar a nadie durante aquel año. Y eso que yo coordinaba una especie de revistilla religiosa que se publicaba en Angosto y se repartía por todo el País Vasco. Hubiera sido una buena noticia que comentar.
En fin, ha sido una sorpresa. Y me ha hecho pensar en lo relativas que son todas las cosas, incluida la santidad. Y la verdad es que era una persona buena. Un poco rara (supongo que todos los santos lo fueron de una u otra manera y eso es lo que les hace distintos) y cerrada sobre sí misma, pero buena persona. Y sin más méritos que otras muchas personas con las que me he ido tropezando. No sé por qué se busca tanto ese modelo de santidad tan reconcentrado, tan centrado en uno mismo (aunque es verdad que él iba mucho a visitar enfermos y llevarles la comunión) y en la oración. Yo creo que ya entonces la gente joven valorábamos más otro tipo de cosas: la alegría, el compañerismo, la generosidad, el hacer cosas por los demás, etc.
Era buena persona Aita Patxi, ¡Dios me libre de decir lo contrario!, pero lo que cuentan en su biografía huele mucho a un meapilismo que, además, es innecesario. Ser buena persona ya es bastante duro y meritorio. Y eso es lo que le hace atractivo. En fin, no sé si se acordará de mí. Aunque si lo hace, probablemente pensará que me he desviado demasiado de su ejemplo y que no me vendría mal un poco de cilicio para compensar.

lunes, septiembre 15, 2008

Jesús Valverde


Comenzó la semana intensa y viajera. 7 ciudades en 10 días (Madrid, Priego, Bilbao, Barcelona, Zaragoza, Pamplona, de nuevo Bilbao, Sevilla y allá dentro de semana y media, el regreso a casa). Y entre tanto trajín viajero, 6 intervenciones sobre temas diferentes. Rompiendo todas mis promesas. Desatendiendo cualquier consejo de conducta saludable. Pero ahí vamos. A ver si llegamos al final. Y cómo, porque ahora mismo estoy con un ataque de alergia (los olivos andaluces) que casi no me tengo.
Lo que no me puedo quejar es de cómo ha comenzado. Una primera conferencia en Madrid el viernes en la Univ. Rey Juan Carlos. Hablé de la universidad como “ecosistema de aprendizaje y de vida”. De vida también, porque no solo se va a la universidad a estudiar. Sobre todo se vive. Y de eso iba realmente el Congreso. Los sistemas de acogida, acompañamiento y tutoría de los estudiantes. Pero, frente a la visión sobre todo burocrática que suele dársele a este tema, yo me empeñé en llevarlo a un ámbito más psicopedagógico. Y salió bien. Quedé contento. Y también los asistentes. De hecho, como suele pasar en estos casos, acabé la conferencia con 5 ó 6 invitaciones a diversas universidades. Pero ya voy aprendiendo. Les digo que me lo escriban por email. Así me doy tiempo y les doy tiempo a pensar.

Pero la parte académica del fin de semana fue lo menos importante de estos días. El jueves por la tarde matamos el rato paseando por Moratalaz y recordando los años felices que vivimos allí. Los años del trabajo con niños. Nuestros primeros años de matrimonio. ¡Qué jóvenes éramos entonces! Y con cuantas ilusiones. Pero estuvo bien, aunque la verdad todo ha cambiado mucho desde entonces. Nos pareció que entonces tenía más encanto. No sé, que lo veíamos con otros ojos.

Y después Genilla (una hermosa finca en Priego de Córdoba) para celebrar el 60 aniversario de nuestro amigo Jesús. Y ya es uno más que se integra en la cofradía de los sesentones donde poco a poco vamos a ir a acabar todos los amigos. Eso los hombres, porque las chicas se niegan en redondo a pasar por ese trance. Pero ya es interesante, ¿no?, que sigamos como amigos tras tantos años (38 exáctamente), desde que comenzamos nuestra carrera de Psicología. Nuestra vida en pandilla de amigos ha sido más larga que la que habíamos vivido sin conocernos. Y seguimos manteniendo el mismo cariño de entonces. Con más manías, desde luego (una manía por kilo, calculo yo, o sea que estamos dentro de los estándares de calidad europeos) pero igual de amigos. Pues allá nos reunimos gentes venidas de Madrid, de Valencia y nosotros de Santiago de Compostela. Le llenamos la casa a Jesús y hasta hicimos de ocupas en la casa de su hermano. Tuvimos experiencias novedosas, como dormir en un colchón de aire, Juan Manuel y Celia, que casi lesiona a nuestro amigo. Pero la principal de todas fue el hecho mismo de estar todos juntos dos días compartiendo conversación, mantel y ducha (que eso une mucho).

Celebramos la fiesta el sábado con todos los honores. Se nos unieron las amistades locales del Valverde y allí compartimos vinos y risas. Y canciones de los 60, como es menester (y estaba claro que aún nos ponen mucho más que las canciones modernas). Tendría que hablar aquí de Jesús en este día tan especial (para él y para nosotros), pero como me tocó hacerle el discursito de felicitación que quedo con lo dicho en él. Aquí va:

A JESUS VALVERDE CON CARIÑO

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.


Es que han sido muchos años, señores,
desde aquellas discusiones sobre metafísica en Filosofía B
hasta los actuales intercambios sobre dolores varios.
¿Cuántos? Muchos. Unos 38, más o menos.

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.

Son muchos años. Y dan para mucho. Cabe mucho en tanta vida
Desde La Pedriza a Genilla; desde Forteza a Cencillo; desde Somosagüas a Majandahonda… y de nuevo Genilla. Desde el Camping de Biescas a las cuestas de Carcasone. Y otra vez a Genilla. De Tafalla a Despeñaperros. Y otra vez a Genilla. Genilla siempre ahí, al principio, en medio y al final de cualquier camino. Porque en ella se concentra todo lo que de esforzado, caótico, sentimental y poeta que hay en Jesús. Genilla es la pacha-mama de nuestro Valverde. Y la noguera su principal esfinge.

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.

Es que Jesús, me decía la noguera esta mañana, es como esos atardeceres (¿o debería decir amaneceres?) de estas tierras llenos de contrastes. Hay nubes oscuras y otras rojas; cielo abierto y encapotado; ruidos y silencios, relax y agitación. Un caleidoscopio de contrastes. Así es Jesús, me decía la noguera.
Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.

Un Jesús de claroscuros. Eso se parece bastante a la imagen de él nos hemos ido dibujando y corrigiendo a lo largo de estos muchos años. Una biografía llena de contrastes y matices. 60 años dan para mucho, para mucho de todo.
Hijo rebelde, estudiante brillante, novio soñador;
universitario inquieto, activista social comprometido, amante adelantado;
profesor entusiasta, concejal progresista, amante formalizado;
consumado rastreador del rastro, obrero de chapuza fina, churrero alabado, amante exigente;
visitador malquerido de cárceles, tocapelotas insistente de quien quiera que gobierne, amante maratoniano;
salvador de perdidos, escuchador de agobiados, predicador de aprendices ansiosos, amante experimentado;
viajador incansable y, a la vez, disfrutador sin límites del dolce far niente, amante puntilloso.
Y todo intensamente. Y todo repetidamente.

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.

Lo dicho, una vida de contrastes. Les pasa a los que tienen la osadía de vivir intensamente, desear mucho, de buscar siempre. Para asombro de quienes caminamos por sendas más lineales, nuestro Jesús ha sido ex de todo lo que se puede ser ex (como marido, como político, como amante – en esto, incluso, reincidente- como tenista y casi, como académico pues ya está pensando en jubilarse). Y nunca será ex de lo que no se puede ser ex (de sus hijas, de su nieta, de su noguera, de sus amigos, de Genilla). Como escribe Esther Tusquets en su libro “¿Bingo?”, si alguna ventaja tiene llegar a los 60 es que “nos permite marcar una enorme distancia con la vida y darnos cuenta que hay muy pocas cosas importantes”.

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.

Jesusillo, aquí nos tienes compartiendo contigo este 60 cumpleaños. Ayudándote a dar este paso iniciático que es como una nueva adolescencia. No tiene buena fama los 60 pero sus críticos exageran. Es un tiempo fantástico. Parte de los problemas que te han fastidiado los 50 se van al carajo y, en cambio, aparecen ventajas notables. Te importa un huevo mejorar tu currículo, ya lo tienes hecho. Te liberan de los primeros si te cogen de rehén. Nadie te pide que entres a rescatar personas en un edificio en llamas. Puedes apuntarte a las vacaciones del Inserso a unos precios muy competitivos. Ya no eres un hipocondríaco insufrible, ahora sí estás enfermo. Tus articulaciones pronostican el tiempo mejor que los telediarios. Tus secretos están seguros, ya no los recuerdas. Tus neuronas se reducen a una cantidad manejable. Corres menos riesgos de caer en el pecado de lujuria que en el de gula Y empiezas a rentabilizar en serio los años pagados a la Seguridad Social.

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.


Ay Señor, señor quién nos lo iba a decir. Aquel Jesús devoto del Che en los 70, de Forteza en los 80, de Meneses en los 90 y de Ornella Mutti desde la primera comunión; el Jesús hijo, hermano, amigo, padre y abuelo (sobre todo abuelo); el Valverde de toda la vida se nos hizo sesentón. Y está bien. Él está bien. Hace un sesentón interesante. Menos fuerza pero más esfuerzo, menos vitalidad pero más inteligencia, menos orgullo pero más compasión, menos prisa pero más disfrute, menos dentadura pero más paladar, menos yo pero más nosotros.

Ay Señor, señor quién lo iba a decir,
aquel Valverde coñón se nos hizo sesentón.

Felicidades, Valverde. Solo queremos que sigas como siempre (tampoco es cosa de pedirte que cambies a estas alturas si no lo hemos conseguido en 60 años). Que sigas como siempre para ti y para nosotros.
Que nunca nos falte un sueño por el que luchar,
un proyecto que realizar,
algo que aprender,
un lugar a donde ir,
y alguien a quien querer ......

¡COMO SIEMPRE! ¡Felicidades, Jesús!

jueves, septiembre 11, 2008

Felicidades Pachín.

Hola hermano. No creas que por no estar tú aquí se nos va a olvidar que hoy es tu cumpleaños. Además con la iniciativa del calendario con las fotos de quien cumple años cada mes, nadie puede excusarse con escusas de falta de memoria. Y ahí está tu fotografía abriendo Septiembre. Y tu nombre llenando el día 11. Pues eso, felicidades, Pachín.
No sé cómo celebrareis los onomásticos en esa zona de estrellas y sueños a la que te retiraste pronto hará un año. Pero, seguramente, fuera ya del tiempo y de sus condiciones, la cosa ésta de los cumpleaños debe tener otro sentido. ¡Vete a saber cuál! Desde luego, seguro que lo de cumplir más años se acabó. Un pesar menos para el homenajeado. Los cumpleaños serían magníficos si no fuera por lo que es, que cargas con un año más, lo que al principio no es un problema pero a medida que se van amontonando empiezas a agobiarte. En tu caso tampoco eran tantos, al menos si los comparas con los míos, claro. Pero ya, ¡qué más da! Ojalá lo pases muy bien, hermanito. Estoy seguro de que en estos meses ya te habrás hecho con una buena pandilla (eras bueno en eso) para celebrar juntos estos días especiales.
Por aquí nosotros seguimos bien. Echándote mucho de menos. Y días tan señalados como éste siguen teniendo ese marchamo de tristeza contenida que no puedes evitar. Seguro que alguno de mis hermanos (y tuyos, claro) se ha pasado por el cementerio a hacerte una visitica y felicitarte de cerca. Yo me tendré que contentar con este homenaje virtual.
Elvira y yo hemos viajado esta tarde a Madrid, camino de Priego. Mañana nuestro amigo Jesús cumple 60 años y quiere celebrarlos con todos sus amigos. Por la mañana tengo una conferencia en una universidad de aquí y por la tarde saldremos en AVE para Andalucía. Así que hemos hecho una parada intermedia en Madrid. Y nos hemos ido a pasear por Moralataz, a recordar viejos tiempos. Tiempos que también te incluyen a ti, ¿recuerdas?. Pasaste aquí con nosotros una temporada. Feliz tú en la gran ciudad que se parecía poco a Tafalla. Todo muy original para ti, desde dejar Tafalla y la supervisión paterna para sustiruirla por una mucho más ligth del hermano mayor, hasta el tener que convivir con los niños de Protección de Menores que nosotros atendíamos.
Bueno hermanito, muchas felicidades. Tú sigue tan alegre, entusiasta y cariñoso como siempre. Ése es nuestro recuerdo y de él nos alimentamos. Dentro de unos días celebraremos el aniversario de aquel maladado día en que se rompió tu corazón. No va a ser fácil. Pero hoy es un día de alegría. Seguro que lo habrías celebrado (con excesos, como de costumbre) con los papás y también con tus hijas y Mila. La parte visible de esa celebración ya no puede ser. Pero nada nos impide sentirnos felices contigo. Hoy es día de festividad. Ya llegarán, en su día, los duelos.
Muchas felicidades, Javier.

martes, septiembre 09, 2008

Osama


Imposible dormir. Son las dos de la mañana y aquí estoy dándoles vueltas y más vueltas en mi cabeza a algunas de las escenas preciosas y terribles de esta hermosa película de Siddiq Barmak. Hermosa y perturbadora. Fue tan corta su duración en los cines comerciales que no conseguí verla en su estreno (diciembre de 2003). Hoy la han pasado por la segunda. Y aquí estoy, insomne y realmente angustiado.
Logra la película mantenerte en tensión durante todo el tiempo (aunque los puñeteros anuncios televisivos rompen constantemente el ritmo, y menos mal que era en la 2) y es como un juego contradictorio entre el ritmo lento del film y el suspense afectivo intenso en que vas viviendo la historia. Y es, a la vez, como una especie de agridulce balanceo entre la hermosura (una belleza inusual, rústica, simple, minimalista de los paisajes, las casas, las personas) y la violencia implícita que sobrevuela y encharca todo lo que sucede (la pobreza, la desesperanza, el trabajo, la convivencia, el fanatismo, el sexo, todo).
Los talibanes han prohibido trabajar a las mujeres. Así que la niña de la casa ha de disfrazarse de niño para poder ayudar a su familia, en la que solo quedan mujeres. Y ahí comienzan todas las angustias. La pobre criatura se ve metida en un papel y en una vida que no es la suya, que no entiende y en la que solo se ciernen peligros. Vive angustiada y transmite magníficamente esa angustia a quienes no podemos sino sentirnos metidos en su papel. Ella tiene un rostro hermoso, unos ojos profundos y vivos. Podría ser una niña feliz pero la convierten en una mártir.
Con todo, es curioso. Como la película pertenece a la vida real más que a una construcción fílmica artificial (hasta los actores son personas normales que el equipo de filmación fue seleccionando por las calles de Kabul), incluso esa violencia cultural va recubierta de una pátina de dulzura, de humanidad. Eso me ha perturbado mucho. Son violentas la madre y la abuela que la obligan a disfrazarse, los es inicialmente el niño que luego será su ángel de la guarda, los son los otros niños que la acosan inmisericordemente, lo son los maestros de la madraba, lo es el juez, lo es su forzado marido. Pero no es una violencia insensata, cruel, irracional como la que a veces aparece en otras películas. Aquí es la violencia de la vida, de personas que cuidan de ti, de quienes pretenden enseñarte una forma de vida. Incluso cuando la niña es perdonada por el juez y entregada como esposa a un mulá viejo y polígamo (lo que seguramente es más castigo que perdón, probriña), y los ves ir a los dos en el carro hacia su casa piensas, pobre cría tendrá que dejarse manosear por este vegestorio pero quizás eso sea lo menos malo para ella.
En fin, no me gustan los discursos feministas. No los creo, no los siento, no se corresponden con lo que ha sido mi vida entre mujeres, pero cuando ves esta película te vienen ganas de inscribirte inmediatamente en la congregación más dura de defensa de la mujer. Parece imposible que puedan existir cosas así en el S. XXI. Es imposible que ninguna religión o creencia pueda mantener un sistema tan desgarrador, de tanta violencia contra las mujeres. Le hace a uno entrar en contradicción con sus valores religiosos (cómo se pueden hacer esas cosas en nombre de un dios), con sus creencias pacifistas (hasta acabas viendo con buenos ojos la invasión del país), con su propia visión positiva de las personas, incluido en este caso los niños que ya se van socializando desde pequeños en ese sentimiento de ser superiores a las chicas, de poder despreciarlas.
En fin, una película preciosa. Quizás la pase a mis estudiantes este curso porque es una lección inmensa de discriminación y ruptura social. Me parece una actuación perfecta la que hace la niña Marina Golbahari (parece mentira que no sea actriz profesional). El guión es inmejorable, sin excesos innecesarios que quebrarían el sentido documental del film. El ritmo muy apropiado a una historia destinada a calarte fuerte. La fotografía hermosa con escenas de una sensibilidad y una belleza indescriptible: el carro marchando con la niña y su marido por calles de barro; los pies en la bicicleta; la niña colgada en el pozo; las mujeres prisioneras en sus burcas; los niños recitando el Corán a un ritmo frenético y con movimientos simétricos… muchas cosas.
Le deja a uno tocado y con un nudo de impotencia en el estómago, pero es una película impresionante. Toda una lección de humanidad y ciudadanía en lenguaje cinematográfico. Sin duda, se ha merecido los sucesivos premios que ha ido recibiendo.

martes, septiembre 02, 2008

De muros y fidelidades


De muros y fidelidades
Bueno, pues ya está. Todo llega a su final. Es lo malo y lo bueno de estos viajes. Con el rollo del jet lag y esas cosas tardas varios días en adaptarte y luego, cuando ya le vas cogiendo el tranquillo a la situación, es la hora de regresar. Pero está bien. También se echa mucho de menos el calor y la seguridad de la casa y la familia y tienes ganas de regresar. Y, además, aunque estés bien, no puedes dejar de sentir la presión de las cosas que tienes pendientes en el trabajo. Así que los regresos son como un crisol de sensaciones encontradas que se agolpan y te hacen sentir bien y mal a la vez.
Ayer tuve mi última intervención. También sobre registros y diarios. Era una escuela muy especial y con mucha fama en Sao Paulo. Creada por una señora muy rica para hijos de ricos. Ella se buscó una directora pedagógica excelente para diseñar un proyecto que fuera muy innovador y de alta calidad. Sin reparar en gastos: excelentes edificios, zona privilegiada a las afueras de S.Pablo (en Alfaville), pocos alumnos por aula, buen profesorado. En fin, unas condiciones magníficas. Y lo están haciendo bien. En concreto en el tema que yo he estado trabajando estos días en San Pablo. Están llevando a cabo un proyecto que incluye la realización de diarios en los que participan educadores y niños. Me encantó la idea. Ellos se enteraron de que yo estaba aquí y se empeñaron en que tuviera una tarde de trabajo con ellos. Y eso hice.
Pero no es eso por lo que cuento esto. Es una escuela cuyos alumnos, todos, provienen de urbanizaciones (condominios, los llaman aquí) que son como fortalezas de seguridad. Todas están rodeadas por un alto muro de cemento con sus alambradas electrificadas. Y los niños no salen nunca de allí, salvo para ir a la escuela que también está supervigilada. Toda su vida se reduce a una urbanización intramuros. Fuera es todo inseguridad, peligro, gente mala. Dentro están los otros niños con los que pueden jugar (supongo, salvo que tampoco salgan de su casa para tenerlos más protegidos). Me contaban que algunos de ellos van con guardaespaldas a la escuela y éste espera allí hasta que acaba el horario escolar. Nunca había visto una cosa así aunque me aseguraron que no es tan infrecuente. Lo sentí por los niños. Su horizonte acaba en un muro de cemento situado a pocos metros, una vida amurallada, como una cárcel de lujo. Y esa sensación de que el peligro se cierne por doquier. ¿Merece la pena ese estilo de vida por mucho dinero que se tenga? Y el hecho de relacionarte solo con niños y niñas que están en la misma condición, que tienen las mismas percepciones… ¡Menuda tarea educativa os queda por delante!, les dije a las educadoras. Lo sabemos, lo sabemos, me dijeron. Pero sigo aún en pleno shock. ¿Cómo se puede educar en valores a estos niños y niñas? ¿Cómo abrirles al mundo intenso, variado, complejo que está más allá de sus muros? ¿Cómo quebrar su inevitable tendencia al pijerío, a la autosuficiencia, al egocentrismo al que les conduce un contexto tan cerrado y elitista? En fin, no sé. Las educadoras me parecieron magníficas y con unas ideas muy claras (de hecho, la directora pedagógica renunció a llevar a sus hijas al colegio porque no le pareció coherente con los valores que ella y su esposo profesan). Ojalá acierten en la propuesta educativa.
Y al margen de esas consideraciones serias, hoy me he desayunado con una noticia cachonda. La Folha de S.Paulo dedica su apartado dedicado a la ciencia a un estudio de H. Wallum del Instituto Karolinska de Suecia en el que se muestran los resultados de un estudio sobre 2186 adultos casados o con relaciones estables. Total que han descubierto que existe una hormona, la vasopresina que condiciona la fidelidad de la pareja. Parece ser que la tal hormona se encarga de regular el equilibrio del agua en el cuerpo y actúa en zonas del cerebro relacionadas con el comportamiento reproductivo y la capacidad para establecer lazos afectivos excluyentes. O sea, que los hombres (ya tiene su coña que eso afecte sobre todo a los hombres) portadores de alteraciones genéticas en el “alelo 334” (no sé traducir lo de alelo, quizás sea par o algo así) tienen muchas más posibilidades de ser infieles. En fin, estaba claro que los pobres maridos que padecen alguna aventura extramatrimonial no lo hacen por irresponsabilidad o mala fe. Es el jodido alelo 334 que les está destrozando la vida.
Y, ¡cómo no!, el artículo del periódico venía ilustrado con una fotografía de Bill Clinton.

lunes, septiembre 01, 2008

Mañana de domingo en Sao Paulo.


Cualquiera con un poco de energía y de cabeza podría pensar que el domingo es un día especial para disfrutar del espacio donde te ubicas. Y si ese lugar es una gran ciudad, tan enorme como Sao Paulo, se abren tantas alternativas que, al final, te da pereza decidir. Hasta te asalta la tentación de quedarte tirado en la cama y dejar pasar el tiempo. Pero eso debe ser algo así como pecado de lesa inteligencia turística. ¡Santo cielo!, te grita tu otro yo desde dentro, ¿para una vez que estás aquí y con un día libre por delante y te vas a quedar así, sobando? Imperdonable.

Para ir desperezándome, he pedido en recepción el plano de la ciudad y la cosa resulta confusa. Pero se ve todo demasiado grande. No sabes dónde están los lugares atractivos, de esos de los que después puedes contar a los amigos. Me han dicho que Vila Madalena en el Este de la ciudad es un barrio muy bonito y agitado, pero más por la noche, así que descartado a estas horas. Creo que en el Parque de Ibirapuera se montan los domingos grandes grupos de personas haciendo ejercicio guiados por monitores. Podría ser una alternativa original. Yo estoy en la zona de Bella Vista, muy en el centro y también puede resultar interesante un paseo por la avenida Paulista (esa que dicen que se parece a un matrimonio porque se inicia en la plaza del Paraíso y acaba en la rúa de la Consolación). Pero es un paseo que ya he hecho muchas veces e incluso no sé si hoy domingo estará abierto el MASP (el museo de Arte de Sao Paulo que es una auténtica maravilla).

Afortunadamente, esta vez no voy a tener que resolver yo mis dilemas. Voy a tener la inmensa suerte de que dentro de un rato venga a buscarme un matrimonio amigo: él arquitecto y ella colega de Educación Infantil. No hay nada como recorrer S.Paulo de la mano de un arquictecto. Ya lo hicimos con él mismo hace 7 u 8 años un grupo de gentes de la Educación Infantil que habíamos participado en un Congreso (los Formosinho, Peter Moss, Chris Pascal y Tony Bertram, etc.) y aún tengo recuerdos imborrables de aquel recorrido. Y, sobre todo, esa sensación de que había una ciudad que tú nunca podrías llegar a ver aunque quisieras. Y ver que hay ciudades, como San Pablo, que tienen su propia lógica dentro del caos y que puedes llegar a entenderla si te la explica un experto. Así que esta mañana de domingo que podía quedarse en nada puede convertirse en una visita guiada de alta intensidad para ir a desvelar un poco más las entrañas de este monstruo de formas y materiales, de bloques infinitos y de vacios envolventes, que es San Pablo. Luego contaré mis descubrimientos de hoy.

….

Bueno, no estuvo mal. Esta vez fue la ciudad interior la que visitamos. Comenzando por el colegio de los Jesuitas que fue el lugar exacto donde San Pablo comenzó, su kilómetro cero. Muy interesante para ver sobre la maqueta cómo fue evolucionando la ciudad en sus orígenes y cómo desarrollaron un estilo de construcción a base de barro, estiércol y madera muy similar a la que se empleó también en España por aquella época. Hasta pudimos asistir a una pequeña representación sobre la llegada de Anchieta a la zona y sus primeros acuerdos con los caciques locales para defenderse de las otras tribus rivales que les atacaban.

Luego fuimos pasando por diversos lugares de la zona centro de la ciudad muy necesitada de rehabilitación y, sobre todo, de integración en las dinámicas ciudadanas. Hay mucho edificio oficial y oficinas que quedan vacías a media tarde. Todo queda muerto a partir de esa hora. Y eso convierte las calles en peligrosas, con lo cual todavía se vacían más. Ésa es la lógica que pretenden invertir con otro tipo de negocios y, sobre todo fomentando las viviendas normales en la zona. Además tiene espacios preciosos y conserva edificios espectaculares (comenzando por la cuadra ondulada de Oscar Niemeyer que se ha convertido en el símbolo de la ciudad)junto a otros ruinosos. En fin, es esa otra forma de ver las ciudades, cuando las piensas, te paras, escuchas lo que te cuenta un experto y acabas viendo cosas en las que nunca habías pensado.

También hemos pasado por varios museos. Uno construido en un edificio que en su momento fue centro de detención de las brigadas policiales y que ha sido reconstruida para servir de centro cultural. Muy interesante, sobre todo una zona que han reservado para recuperar la memoria histórica de esa época de la dictadura que tanto marcó a este país. Se conservan los calabozos donde se encerraba a los presos políticos y donde se les torturaba. Ahora están llenos de fotografías de personajes y artistas conocidos que pasaron por allí (incluyendo al propio Lula), de los documentos con los que fichaban a la gente, de recuerdos de los que vivieron aquellos días. Espectacular la fotografía de la gran manifestación que marcó el final de la dictadura donde todo el mundo se echó a la calle para exigir a gritos las elecciones directas. Y lo consiguieron. Sin baños de sangre, con ese estilo peculiar de ser de la gente brasileña.

También hemos pasado por la Pinacoteca. Ya había estado en ella, pero en esta oportunidad se exhibía una colección de pinturas de Taunay. Muy interesante ver cómo pasó del miniaturismo y los paisajes a las grandes obras presionado por los políticos de turno (la revolución y Bonaparte) que preferían cuadros grandes y que exaltaran el poder político. Ni los pintores se libran.

Y para cerrar con broche de oro una mañana tan cultural, no podía faltar una caipirinha seguida de una buena comida en el Roma. Fue una elección deliberada. Ellos (Vicente Paolillo y Vera Melis) porque descienden de italianos (como otros 6 millones de personas de esta ciudad según he podido saber, de forma que San Pablo es la mayor ciudad italiana del mundo) y yo porque ya echaba de menos comer una buena pasta.

En fin, ha sido un día magnífico que debo agradecer a este matrimonio amigo que combinan de maravilla la amabilidad de los buenos anfitriones y la pasión por San Pablo. Y yo, que ya me temía una jornada melancólica y aburrida, me he sentido, una vez más, afortunado. Es el Brasil que resulta imposible no amar.

Magníficos anfitriones

Bueno, mi trabajo en Sao Paulo ha concluido. Yo quisiera creer que con éxito. Nunca hasta ahora me había tocado dedicar tantos libros. Se hizo una cola inmensa de quienes querían mi firma en su libro de diarios u otros míos. El curso sobre diarios estuvo bien. No sobresaliente. Salió mejor en México, por ejemplo, porque era mucha menos gente y eso permitía hacer el trabajo más práctico. En todo caso el viernes estuvo mejor. Trabajamos sobre los sistemas de registro que estaban empleando diversas escuelas y eso hizo que la cosa fuera más dirigida a la práctica real. Ellos hablaron de su experiencia y yo les aporté primero mis comentarios a su trabajo y después hice una conferencia sobre el tema. El sábado estaba planteado como un “Seminario Internacional de Educación con el educador español MIGUEL ZABALZA” Así rezaba la propaganda. ¡Qué riquiños! Hasta le hacen sentirse a uno importante. El caso es que había ciento y muchas personas (algo extraordinario en San Pablo me dijeron, y más ocupando 8 horas del sábado).Lo hice lo mejor que pude, la verdad. Procuré que escribieran (primero cosas más banales y descriptivas y, poco a poco, cosas más personales), que leyeran lo que habían escrito, que estuvieran implicadas. Y ahí echamos el sábado. 8 horas trabajando sobre el tema de los diarios. Creo que les gustó (o eso comentaban). La cuestión es si habré animado a alguien a escribir su diario. Ojalá.

Pero lo que quisiera destacar aquí es lo bien que uno se siente en estos lugares. Venía sin conocer a nadie de los que me habían contactado. Creo que supieron de mí por la editora del libro de diarios. Me recogieron en el aeropuerto con un cartel con mi nombre. Podía resultar, por tanto, cualquier cosa. Pero han bastando dos días y es como si los conociera de toda la vida. Sientes enseguida ese aprecio y cariño especial que se transmite por mil vías: las miradas, los gestos, la conversación distendida y sobre cualquier tema, los roces, las bromas, el trato. Son unos magníficos anfitriones, con una inteligencia social que no he dejado de admirar desde que pisé por primera vez Brasil . A veces vas a sitios (nunca en América) donde sientes que, bueno, te han contratado para que hagas un trabajo y eso esperan de ti sin más condiciones, que cumplas tu contrato. Y todo queda en un plano formal y distante. Pero aquí no. Se desviven, sientes que te quieren (o por lo menos hacen que te sientas querido, que no es exactamente lo mismo pero también tiene su mérito) y desarman cualquier prevención que pudieras tener. Te hacen sentir importante (“profesor, me decía una profesora cuando le firmaba su libro, le necesitamos mucho, quédese más tiempo”, y yo, obviamente, con el ego goteando). ¡Cómo no vas a desear volver…!