martes, septiembre 23, 2008

Vicky, Cristina, Barcelona


Me pareció excesivo ir a verla el mismo día de su estreno, pero sí lo hice al día siguiente. Es lo que tiene ser fan de Woody Allen. Y eso que en los últimos años, sus películas no pasan de ser historias amables muy bien contadas. Como ésta de Vicky, Cristina, Barcelona. Las actrices están magníficas (el papel de Penélope, arrebatadora, es corto pero intenso, tanto que casi anula a las otras, Scarlett Johansson y Patricia Clarkson que están allí durante todo el film). Y Bardem hace bien su papel de pintor bohemio y latin lover.
La historia que se narra, como dije es una historia amable sobre amores posmodernos, de esos que van y vienen, suben y bajan sin demasiada fijeza ni condiciones. Amores inseguros, inconstantes, placenteros, caprichosos. Dos turistas americanas que llegan a España de vacaciones y se cruzan con un atractivo y cínico (pero no mucho)pintor español que las descoloca y fascina. Y ahí comienzan una serie de aventuras y amoríos entre los tres y la exmujer de él (Penélope). Es una película muy femenina, que quiere deconstruir los sentimientos de las protagonistas, sus anhelos y frustraciones en las relaciones. Y eso es lo que hace con la ex que sigue enamorada, con la que se va a casar pero se lo replantea todo, con la que buscar vivir una aventura que, al final, se convierte en algo serio pero luego resulta que no era tan serio. Siendo todo tan fluido, tan evanescente no puede extrañar que, al final, la que parecía más segura y fuerte sea la más insegura (“insatisfecha crónica”, le dice su amiga); que la que parecía una niña superficial y cabeza loca resulte alguien con ideas claras y fortaleza en sus decisiones. Y la Penélope como alguien medio cuerda medio loca pero que sabe aprovechar su locura y estar siempre ahí.
Los papeles masculinos también son interesantes. Me encantó la seguridad(casi chulería) de Bardem que se presenta con una invitación inequívoca y que va siempre por las claras. ¡Qué envidia ser capaz de decirlo todo así, de frente, sin subterfugios ni retruécanos. Es un “viva-la- virgen” pero no lo oculta. Y no le falta su toque sensible, no es traicionero ni abusador. Su afecto es genuino aunque abierto. Sabe lo que quiere, sabe que puede conseguirlo y se aprovecha de su buena estrella. Lo dicho, te produce más envidia que rechazo. Y a su lado, la figura del prometido y luego marido de la americana. Mucho más sencillo, más ingenuo. Y confiado. Ni se le pasa por la cabeza las dudas que está viviendo su prometida-esposa. Y entremedias el chico de la biblioteca, con poco papel pero sirviendo de fiel reflejo de esa situación marginal y segundona en que muchos hombre se mueven.
Y luego, las grandes protagonistas de la película las dos ciudades a las que Allen quiere rendir homenaje y agradecer favores. Barcelona como ciudad mágica. A veces la película parece más un documental sobre la ciudad que un film que cuenta una historia. La ciudad se convierte en figura y la historia pasa a ser el fondo. Pero está preciosa y se nota que Woody Allen la adora (y sobre todas las cosas, adora a Gaudí). Parece justo que su nombre figure en el título. También Oviedo está bien. Ya le había jurado amor eterno cuando le dieron en Príncipe de Asturias de las artes y ahora ha cumplido su promesa.
Ni buena ni mala, es verdad, pero con todos los ingredientes de un producto Allen. Allí aparecen todas sus temáticas preferidas (ahora con mucha menos ostentación erudita): el sexo, el amor, las relaciones de pareja (y fuera de la pareja), el arte, la fotografía. Y con algunos guiños picarones: como el hacer que una de las americanas sea una doctoranda que hace su tesis sobre la “identidad catalana”; el hacer que la relación entre Bardem y su ex, Penélope, vaya bien solo cuando la comparte con otra mujer (como dando la razón al viejo dicho, quizás suyo, de que el matrimonio es una tarea tan pesada que se necesitan, al menos, tres para llevarla. Tampoco faltan las frases brillantes de Allen: “tú eres como el tono de la paleta”, le dice Penélope a la americana ligada con su ex.
En fin, una película amable que te hace pasar bien la hora y media que dura. ¿Y después? No sé, cada vez se nota menos ese retrogusto que dejaban antes las películas de Woody Allen. Sientes que sigue siendo un director extraordinario pero como si sus historias y sus guiones fueran cada vez menos deslumbrantes. Quizás sea que ahí resida la madurez de un genio, en la sencillez.

Y rebuscando en Internet me he encontrado con estas frases de Woody Allen. Sirven para provocar una sonrisa.
Ø Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.
Ø El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
Ø Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.
Ø En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire.
Ø El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.
Ø El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
Ø El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
Ø El sexo sólo es sucio si se hace bien.
Ø El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.
Ø La única manera de ser feliz es que te guste sufrir.

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