Sigue este correcalles setembrino y, si no he calculado mal el orden de los días, hoy es miércoles y esto debe ser Zaragoza. La Zaragoza de mis buenos primeros momentos como estudiante. La Zaragoza de los múltiples viajes para dar cursos de formación de profesores. La Zaragoza reciente de la Expo (de la que, por cierto, aún no he escrito; espero hacerlo uno de estos días porque nos van a llevar de nuevo a visitarla).
Esta tarde ha comenzado el XIV Congreso Nacional de Pedagogía que organiza la Sociedad Española de Pedagogía de cuyo Consejo Ejecutivo formo parte. Hasta pasado mañana en que concluye mi periodo y elegiremos a nuestros sustitutos. Una cosa menos de la que preocuparse.
Bueno, pues eso, ya estoy en Zaragoza. Esta mañana tuve mi intervención en la Autónoma de Barcelona sobre la tutoría en la universidad. Quedó muy bien. Salí contento. Creo que ellos también. Y mañana me toca intervenir en el Congreso de Pedagogía. Con un tema difícil: la controvertida Educación para la Ciudadanía. Será una mesa redonda con gentes a favor y en contra. Yo, a favor, por supuesto. Espero no sulfurarme mucho si la polémica se aviva. Ya veremos.
No me gustan estos viajes tan rápidos. No disfrutas de las ciudades ni de las personas con las que te encuentras. No puedes asistir a las sesiones de los congresos en los que participas (cosa que me revienta porque parece un gesto de prepotencia, como si pensaras que los demás deben oírte porque eres importante y tú, en cambio, no tienes por qué escuchar lo que digan los demás). En fin, siempre he estado en contra de esos conferenciantes “gurú” que llegan, sueltan su rollo y se van. Me parece fatal. Y eso es lo que estoy empezando a hacer yo. Menos mal que ahora en Zaragoza voy a quedarme los tres días del congreso. Hasta he podido, por fin, sacar la ropa de la maleta porque hacerlo por una noche ni te compensa.
En este marco de idas y venidas hay momentos de agobio (no sabes por qué decidirte entre las muchas cosas que deberías hacer) en los que necesitas buscar una salida aunque sea paradójica. Una especie de huida de la situación para recuperar el ánimo. Eso me ha pasado hoy. Tendría que haber estado en la inauguración (de hecho han preguntado por mí) pero llegué tarde y me pareció mal incorporarme al vino español final. Después había una cena en la que me esperaban pero tampoco me apetecía demasiado cenar. Y he huido. Al cine, por supuesto.
Esta tarde ha comenzado el XIV Congreso Nacional de Pedagogía que organiza la Sociedad Española de Pedagogía de cuyo Consejo Ejecutivo formo parte. Hasta pasado mañana en que concluye mi periodo y elegiremos a nuestros sustitutos. Una cosa menos de la que preocuparse.
Bueno, pues eso, ya estoy en Zaragoza. Esta mañana tuve mi intervención en la Autónoma de Barcelona sobre la tutoría en la universidad. Quedó muy bien. Salí contento. Creo que ellos también. Y mañana me toca intervenir en el Congreso de Pedagogía. Con un tema difícil: la controvertida Educación para la Ciudadanía. Será una mesa redonda con gentes a favor y en contra. Yo, a favor, por supuesto. Espero no sulfurarme mucho si la polémica se aviva. Ya veremos.
No me gustan estos viajes tan rápidos. No disfrutas de las ciudades ni de las personas con las que te encuentras. No puedes asistir a las sesiones de los congresos en los que participas (cosa que me revienta porque parece un gesto de prepotencia, como si pensaras que los demás deben oírte porque eres importante y tú, en cambio, no tienes por qué escuchar lo que digan los demás). En fin, siempre he estado en contra de esos conferenciantes “gurú” que llegan, sueltan su rollo y se van. Me parece fatal. Y eso es lo que estoy empezando a hacer yo. Menos mal que ahora en Zaragoza voy a quedarme los tres días del congreso. Hasta he podido, por fin, sacar la ropa de la maleta porque hacerlo por una noche ni te compensa.
En este marco de idas y venidas hay momentos de agobio (no sabes por qué decidirte entre las muchas cosas que deberías hacer) en los que necesitas buscar una salida aunque sea paradójica. Una especie de huida de la situación para recuperar el ánimo. Eso me ha pasado hoy. Tendría que haber estado en la inauguración (de hecho han preguntado por mí) pero llegué tarde y me pareció mal incorporarme al vino español final. Después había una cena en la que me esperaban pero tampoco me apetecía demasiado cenar. Y he huido. Al cine, por supuesto.
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