domingo, marzo 07, 2010

An Education


El título es llamativo, empecemos por ahí. Cuando lo vi por primera vez y oí algunos trozos del trailer me prometí verla en cuanto la estrenaran. Después, cuando ya supe más de ella me pareció más prescindible (al final, me dije, solo va de devaneos adolescentes). Pero en cualquier caso, allá fuimos. Y estuvo bien. Aunque la educación no es el tema central, la roza y da algunas pinceladas, más sobre la moral que sobre la educación, que merecen la pena.

La película pretende ser la biografía novelada de la escritora inglesa Lynn Barber. Ella publicó sus memorias en una revista y ahora Lone Scherfig, director danés de la película, la ha llevado a la pantalla con un elenco de muy buenos actores como Alfred Molina (el padre), Emma Thompson (la directora del colegio), Meter Sarsgaard (el galán enamorador) y, sobre todo, la protagonista Carey Mulligan. La película ha sido nominada a tres Oscars: mejor película, mejor guión y mejor actriz principal.

La historia es sencilla. Una chica que se prepara para entrar en la universidad (de diez y seis años, según cuenta) se encuentra casualmente con un señor maduro que la galantea y del que acaba enamorándose. Y ahí se le plantea el gran dilema que muchos chicos y chicas de esa edad viven en su propia carne: ¿merece la pena tanto esfuerzo para hacer ir a la universidad (ella, o mejor, sus padres, estaban empeñados en que entrara en Oxford) y hacer una carrera? ¿Todo eso para qué? Ella se fija en el tipo de vida que llevan sus profesoras y no le parece estímulo suficiente. Desde luego es un tipo de vida que tiene poco que ver con el que le hace ver su nuevo amigo maduro: conciertos, restaurantes, viajes, etc.

La chica opta por el camino fácil. Y sus padres, al ver que el tipo que la agasaja parece tener dinero y tiene, desde luego, mucho mundo se tragan todos sus principios y se hacen cómplices de la relación. Ceden pronto si les plantean cuestiones que días atrás no aceptarían de forma alguna: que la chica llegue tarde a casa o que duerma fuera o que se vaya de viaje con él, con todo lo que en su imaginario eso conlleva. Pero la historia sale mal y todo el castillo de naipes que había construido se viene abajo.

Ella vuelve al dilema original (estudio o buena vida) y se da cuenta de que había tomado el camino errado. Fue un buen aprendizaje para ella. Tuvo suerte. La vida le concedió lo que se ha venido en llamar una “segunda oportunidad”. No todos/as la tienen. Probablemente, la normal hubiera sido que el destino hubiera sido mucho más cruel con ella: que hubiera acabado embarazada, maltratada, abandonada en cualquier parte.

Esa historia de dejar los estudios en momentos clave es el pan nuestro de cada día. En la mente de los jóvenes, efectivamente, el panorama que se les abre ante una expectativa de tantos años de trabajo intelectual y dependencia de sus padres es penosa. Incluso mucho más que ponerse a trabajar. Y no digamos nada, si se compara con otros señuelos mucho más fáciles y atractivos. Nada que ver. Supongo que los chavales tienen que poner en juego toda su capacidad de automotivación y disciplina para poder seguir adelante. Y que la familia apoye y presione en esa misma dirección.

Ha estado bien que la película reivindique, al final, que incluso esa vida aparentemente monótona y triste no lo es tanto. Y que la profesora que parecía una fracasada y triste tiene un piso precioso, tiene cuadros que son suyos, disfruta de la lectura, de la música.

Dos cosas me dejaron especialmente impresionado. La primera, la frialdad de la directora del colegio. Su distanciamiento de la estudiante y sus problemas. Ela es perspicaz al identificarlos pero los vive como algo ajeno. Más que ver a la niña como una potencial enemiga de sí misma a la que conviene proteger, lo que ve son los peligros que de la situación se podrían derivar para la institución. Y al final la abandona. ¡Muy mal!

Y en la parte positiva, el gran interés con que tanto la joven como su familia viven el ir a la universidad. Ir a una buena universidad requiere valor y mérito. Es algo que hay que currarse. No algo que viene dado, como la consecuencia natural de que se ha acabado una fase y se pasa a la siguiente. ¡Quién nos diera que las cosas fueran así aquí! Que pudiéramos sentir que nuestros estudiantes se sienten afortunados por poder realizar estudios universitarios. Que lucharan por ello. Que vivieran su aventura universitaria como algo valioso para sus vidas. Afortunadamente, aquello de ir a la universidad para buscar novio o novia, ya se ha pasado de moda. O no, vete a saber.

jueves, marzo 04, 2010

UN HOMBRE SOLTERO


Nuevamente una película de profesores maduros que se enamoran de jóvenes. Y el protagonista es, por supuesto, un profesor de literatura. ¿Qué tendrán estos puñeteros colegas para que siempre los elijan a ellos? Debe ser que la Literatura da carisma, que te pones a hablar en plan místico en la tarima y vas seduciendo al auditorio. Las bellas palabras como narcótico. Deberían venderlas en píldoras así la cosa sería más justa. En fin, no queda más que resignarse. O no. Uno también es de Filosofía y Letras y, vamos, algo nos debería tocar.
En este caso, el profe (Colin Firth, que ha sido nominado al Oscar por este papel) es gay. Y ha perdido al amor de su vida (un poco más joven que él pero dentro de un umbral aceptable) en un accidente de tráfico. Y no logra sacárselo de la cabeza. Sueña con él, revive momentos felices de estar juntos y acaba decidiendo que la vida ya carece de sentido. Así que planea suicidarse y ensaya la manera más chic de hacerlo. Al fin y al cabo es un gay de manual, con una sensibilidad estética hipertrofiada y no podría soportar que en esos momentos tan cruciales del suicidio algo estuviera fuera de lugar. No puede fallar ni el más mínimo detalle. Un psicoanalista de oficio le diría que, en el fondo, lo que no quería era suicidarse.
Afortunadamente para él, y para su apartamento que así se libra del engorro de unas manchas repugnantes de sangre y vísceras, el destino tampoco está por la tarea de que estropee su vida. Para eso está una antigua amiga de la Facultad (Julianne Moore) que sigue enamorada de él y dispuesta a consolarlo. Pero él, todo cortesía y amabilidad, no puede aceptar. No está por enredarse con una mujer a estas alturas de su vida. Así que los planes de suicidio siguen abiertos. Solo que hay un alumno de su clase (ahí entra el jovencito de la historia, Nicholas Hoult) que tampoco está dispuesto a renunciar al océano de placeres que ha podido imaginar tras sus ojos melancólicos y sus palabras cautivadoras. Y le busca una y otra vez en plan “lolita” masculina. Y al final, cómo no, lo consigue.
La película está basada en la novela A single man de Christopher Isherwood. Es la opera prima del director Tom Ford que, antes de hacerse director de cine, había trabajado como diseñador de moda vinculado a Gucci. Y eso se nota. La película es una obra maestra de los detalles. Cada escena es como una postal o un cuadro: una coreografía de detalles perfectamente articulados. El propio protagonista, al que se le atribuye un amaneramiento que de tan exagerado se hace gracioso, va siempre como un pincel, elegantísimo. Por eso le cuesta tanto decidirse por una forma de suicidio. Debe ser estéticamente impecable. Y limpia. ¡Por favor, cualquier otra opción resultaría muy desagradable!
Así que todo está medido, controlado, ordenado. Desde el lenguaje hasta los gestos, desde el mobiliario hasta la ropa de vestir. Es una película hermosa. Y erótica. Me va poco el rollo gay, pero he de reconocer que las imágenes de los cuerpos desnudos sumergidos en el agua, moviéndose como en una danza de cortejo, te ponen los pelos de punta. Y no sólo eso. También las miradas de deseo, los silencios, los retruécanos de la conversación siempre buscando la manera de llegar al cuerpo a cuerpo. Muy sugerente.
No da para identificarse con el profe de literatura, pero no puedes dejar de preguntarte qué demonios tienen ellos que no tengamos los demás. ¡Demonios!.