lunes, abril 23, 2007

Comenzando la semana.

Comenzar una nueva semana es, objetivamente, pasar la hoja y abrir un nuevo espacio del calendario. Pero para mí, la cosa es aún más importante, algo así como iniciar una nueva etapa de una aventura. Los lunes traen consigo momentos inciertos que pueden provocar movimientos erráticos. Cada semana es como una nueva pieza de baile, por eso es importante empezarla con buen ritmo. Como pierdas el paso desde el lunes, las cosas se pueden torcer seriamente. Si lo pierdes el jueves o el viernes por la mañana, la cosa es menos grave. Pero ya desde el lunes… Por eso suelo entrar en los lunes con ganas y “a la expectativa”. Por lo menos, que si algo sale mal no sea por falta de buenos propósitos.

Además, esta semana pasada ha sido una semana un tanto especial. Me he quedado solo en el despacho y me ha dado una crisis de limpieza. Yo creía que lo que hacía era simplemente tirar papeles antiguos y desprenderme de libros que no utilizo. Pero una amiga me ha señalado que, probablemente, lo que estaba haciendo, simultáneamente, era una limpieza interior. Que debía desear mucho desprenderme de lastres personales y que ese proceso interior lo visibilizaba a través de la limpieza del despacho. Me pareció una explicación bien intencionada pero demasiado sofisticada. En todo caso, no sabría decir de qué “sobrantes” personales me he desprendido, pero puedo asegurar que salieron del despacho en torno a los 200 kilos de papel y libros.

Y eso que es bien difícil desprenderse de libros. Los papeles y documentos también siento perderlos, pero con los libros es un dolor particular. Una becaría que pasó por el despacho me miraba horrorizada diciéndome :”¿pero cómo es posible que puedas tirar libros?”. “Con un gran dolor de corazón, le dije. Y solo me consuela pensar que, en el fondo, no los tiro, se los paso a la biblioteca o a vosotras para que podáis aprovecharlos. Sólo los socializo y, dentro de la amargura de perderlos, encuentro el consuelo de que para ellos es sólo como cambiar de domicilio”.

Pues así entro en este nuevo lunes: con menos lastre personal (ojalá), con muchos menos papeles y libros en el despacho (aunque, la verdad, aún se nota poco, es como cuando uno comienza un régimen y le parece que ya ha bajado mucho de peso pero los otros le dicen que apenas se le nota), con el despacho remozado (finalmente María tiene una mesa decente) y, a lo que se ve, con buen tiempo.
Mucho se me tienen que torcer las cosas para que esta semana no resulte estupenda.

martes, abril 17, 2007

Bodas y aniversarios

Si dejas pasar días sin escribir en el blog, luego todo se hace más difícil. Tienes demasiadas cosas que contar y se va diluyendo esa combinación de hechos y emociones que constituye lo más atractivo de esta especie de diario abierto. También es lo que hace más riesgoso el escribir, saber que tus emociones pueden colarse entre los entresijos de las frases y en el color de los adjetivos y otros elementos connotativos que van surgiendo. Al final quedas medio desnudo. Un riesgo.

Ha sido una semana llena de picos y de valles. Todos muy saturados de emociones, lo que quiere decir que lo he pasado muy bien y muy mal. Y en ambos casos con intensidades semejantes. Y así, en esa montaña rusa emocional, han pasado cosas importantes: un viaje intenso a Málaga, la boda de la hija de un amigo íntimo (gemelos, nos creían de estudiantes), mi aniversario de boda (33 años, quién lo diría!) y, por supuesto en un tono menor, la película del domingo.

La boda de Sandra el día 14, en el mismo día en que fue la mía hace 33 años, fue una especie de lugar de reencuentro de viejos compañeros. Con algunos de ellos hacía más de 30 años que no nos veíamos. Nada que ver con aquellos tiempos los actuales. Así que no sé si fueron emociones agradables o desagradables las primeras. Luego, por supuesto, cuando uno penetra en los recuerdos enseguida se encuentra la zona común de experiencias y afectos. Y entonces enseguida se reavivan las llamas de las viejas amistades. Lo pasamos muy bien. Fue doloroso saber que habíamos perdido por el camino a algunos compañeros, pero se compensó con la alegría inmensa de abrazar de nuevo a gente que querías mucho. Luis, el padre de la novia, hizo la homilía en mi mejor estilo y chorreando sentimientos como debe ser.

Bailamos toda la noche (empieza a notarse la nueva seguridad que te dan las clases de baile de salón; al menos vas cogiendo el ritmo, contando los pasos y repasando movimientos) y lo pasamos muy bien.

Al final de la ceremonia, la coral que cantó en la Misa ofreció un pequeño concierto de 4 piezas. Una de ellas un bolero que me dejó enloquecido. Cuando acabaron fui a pedirles la letra. Se quedaron un poco extrañado pero me la dieron. Mirad qué letra maravillosa:

Quiero estar, mi amor, contigo a solas / contigo a solas, solos tú y yo/ esta noche tibia que provoca/ la noche loca de amor.
Quiero sentirte muy cerca / quiero beber tus suspiros /emborracharme de besos/ de tus besos amor mío.
Y así estrecharte en mis brazos/ cuando esté a solas contigo.
Quiero estar contigo a solas/ te lo juro por los dos/ ser esclavo de tus ojos, de tus besos, de tu amor.

Suena un poco cursi así a pelo. Pero fue un bolero que te ponía los pelos de punta. Y más en aquel contexto y en aquella fecha.

Del aniversario de boda no hablaré hoy. Aunque el referente es un día concreto, eso dura todo el año. Pero es hermoso haber llegado, sin grandes tropezones, a esa madurez afectiva y personal que te permite mantener un proyecto de vida común durante tantos años. Seguir queriéndose, deseándose, buscándose… mantener la misma complicidad (ahora mejorada con un repertorio mucho más amplio de signos cuyo significado solo nosotros sabemos), seguir aceptándose como cada uno es incluso en lo que menos te agrada… En fin, son treinta y pico años.¡Quién nos lo iba a decir cuando comenzamos! Y lo más gracioso es que los padres de la novia se habían casado un año antes, nuestros amigos a la izquierda (compañeros de curso a los que nos sentaron en la misma mesa) un mes antes que nosotros, los otros amigos de la derecha un año después. Así que éramos un compendio de matrimonios duraderos. Muy raros ya. Quizás por eso nos pusieron juntos. Como haciendo un grupo de autoayuda.

De la película del domingo (Seduciendo a un extraño) poco puedo rescatar, salvo un guión magnífico que te tiene en vilo hasta el final donde se desencuadernan todas tus hipótesis. Y tratándose de seducción y relaciones no podía dejar de verla. Rescato de ella una perla. Lo dice Bruce Willis : “en las relaciones lo más importante es la sinceridad; en cuanto aprenden a fingirla, lo demás es ya fácil”.

domingo, abril 08, 2007

Cosas y cositas.

Como he pasado los últimos días en una aldea, no he tenido la oportunidad de ir manteniendo abierto el blog. Y eso que la paz del campo invita e incita a pensar mucho y en muchas cosas. Me habían dicho que teníamos WIFI (la Xunta quiere que haya Internet en todas las aldeas) pero el proceso es un poco complicado y todavía no estaba listo. Así que los pensamientos tendrán que esperar un poco para ir saliendo en orden. Espero que no pierdan nitidez ni actualidad.

1. Lo escuché en la radio. Los locutores habían planteado a la gente que contaran cómo pensaban pasar sus vacaciones de Semana Santa. Y para darle morbo, daban prioridad a aquellos que en su terminología temían que sus vacaciones serían un "full". Yo creí que full era algo bueno: significa lleno y en los naipes es una buenísima jugada. Pero para ellos debía ser todo lo contrario: unas vacaciones de lo peor. Y se iban sucediendo llamadas con vacaciones chungas de veras. En eso llamó un chico joven (supongo). Contó que su novia le había dicho que los padres de ella se iban a Alicante desde el jueves y que iban a poder pasar juntos, en la casa de ella, todo el fin de semana. ¡Guai, pensé yo, tiene suerte el puñetero! Pero qué va, el lo decía quejándose. Los locutores se lo tomaron a guasa: ¡tú quieres darnos envidia, cabroncete!. No, no, decía él, yo a mi novia la quiero mucho. Pero no aguanto más de un día o, como mucho, dos con ella. Así que la perspectiva de todo el fin de semana juntos le parecía, efectivamente, un "full" en plan fatal.
Me hizo gracia, por lo patético de la situación.

2 He vuelto de las vacaciones con tendinitis. De pintar. La aldea exige tener una rutina estable. Si te descuidas se te pasan los días sin que te des cuenta. No te cunde nada. Yo me había propuesto que por las mañanas haría trabajo físico y por las tardes el intelectual (leer, escribir y corregir unos exámenes que tenía pendientes). El trabajo de las mañanas salió bien. Los hórreos han quedado preciosos. He consumido 8 kilos de pintura verde pero ha merecido la pena. Tenemos el conjunto de hórreos más largo de Galicia (sólo que en lugar de ser uno solo son dos), o uno de los mayores. Tampoco importa. Pero verlos ahora es un placer. Caro que como uno no pasa de ser un simple aficionado tengo pintura hasta en el velo del paladar.

3. Y en una de esas (yo subido a una escalera de hierro de 4 metros, con un pañuelo con nudos en las puntas como sombrero y un chandal que ya no se sabía si era negro, como de limpio, o verde como las miles de manchas de pintura que lo embadurnaban) llegó una chica jovencita a la era. Me preguntó por mi cuñada y le dije que habían ido a tomar un café a la taberna. Venía a hacer un reportaje audiovisual sobre nuestra casa como trabajo de fin de carrera. Y allí se fue en su búsqueda. Cuando se la encontró le dijo: ya me dijo el obrero que tienen en la finca que podía encontrarla aquí. Ellas se partieron de risa y a mí me encantó. Al final, eso es lo que he sido durante las mañanas, un resignado obrero que ha acabado con tendinitis.

4. La aldea también tiene sus inconvenientes. Sobre todo para los alérgicos. Ha sido una semana de inmenso polen en el aire. El coche se cubría a cada poco con una capa verde de polen. A ratos, lo he pasado realmente mal, con los ojos hinchados, dolor de cabeza, estornudos constantes y unas taquicardias poco tranquilizadoras. Menos mal que por las noches llovía un poco y la cosa se relajaba.
5. Otra maravilla de las aldeas es el fuego. Igual que el mar, el fuego es todo música. Parecería que las llamas llevan su propio compás y te cautivan en su armonía. Parece que te acarician. Quedarse mirando la chimenea es un auténtico placer. Estético, térmico (porque hacía frasquete, por la noche incluso frío, y se agradecía el calor) y, si estás acompañado, incluso más.

6. La noche de sábado santo fuimos a los oficios. Un peñazo, Dios me perdone. Casi dos horas de lecturas interminables, de ritos antiguos y de escaso significado hoy en día. Yo comprendo que a esas cosas se va por que uno quiere y cree en ellas. Y, efectivamente, por eso fuimos. Pero salimos casi todos desesperados. Y el problema es que el sacerdote que los ofició ni se dio cuenta y, por supuesto, para nada se va a plantear revisarlos para el próximo año. Otro día me referiré a este tema, pero cada vez me parecen más alejados los ritos que la Iglesia católica mantiene en sus celebraciones estrella.

7. Y hoy, ya de regreso. Después de unas vacaciones aceptables. Pude ver a amigos que hace tiempo no veía. Tuvimos una comida con la gente joven de la familia (incluida la tercera generación que ya va llegando). Trabajé (y tuve así la oportunidad de cambiar un poco de canal a mi neurona), leí, escribí, paseé (menos de lo que debería y, por eso, no seguí la regla de oro que le recomendaba su médico a un amigo portugués: “menos plato y más zapato”) y hablamos mucho. No está mal.

8. Y ya en Santiago, hemos ido a ver “Días de Gloria”. Un peliculón. Pero eso es ya otra historia y se merece su propia entrada.

miércoles, abril 04, 2007

La Semana Santa

Ya no es lo que era. Recuerdo, es este caso sin nostalgia alguna, aquellas semanas santas peñazo en las que no se podía hacer nada. Todo parecía atrapado tras el velo cultural de una tristeza impuesta oficialmente. Solo quedaban los oficios a los que, obviamente, no se podía faltar. Desaparecía la música, en la televisión solo se podían ver programas religiosos y películas catequéticas (quién no recuerda haber visto infinidad de veces Moisés, Los Diez Mandamientos, Marcelino pan y vino, alguna de la Pasión, etc.). En fin, debió ser de entonces cuando la gente comenzó a preferir marchar unos días a la playa, a pesar de las caravanas, a quedarse en casa.

Es más divertido ahora en que cada uno se lo monta como puede para hacer lo que más le gusta. De todas formas, más que envidia, me dan pena esos millones de personas que cogen su coche para soportar inmensas caravanas hasta la playa, donde seguramente no se podrán bañar porque hace frío. Yo creo que es el moderno Via Crucis, con sus paradas, sus tensiones, los accidentes, en fin, la penitencia cuaresmal.

También tiene sus encantos, desde luego. Tengo recuerdos imborrables de algunas Semanas Santas en Sevilla o en Priego de Córdoba. Lo que yo creía que era un mero espectáculo acabó atrapándome y me hizo sentir emociones difíciles de explicar. También han sido hermosas otras Semanas Santas de excursiones y viajes.

Últimamente nos quedamos en la casa de la aldea. Si viene un poco atrasada, pasar la Semana Santa en Orazo es una delicia. Siempre tienes mucho que hacer porque es la época de remozar los jardines y las plantas. Los días comienzan a alargarse y las tertulias a la caída de la tarde resultan jugosas. Yo ya tengo claro cuáles serán mis tareas para estos días: pintar los dos hórreos, cerrar los primeros capítulos de un nuevo libro, pasear y leer mucho. Y hasta me han dicho que han puesto WIFI en el cine-club de la aldea. Así que ya no nos falta de nada.

martes, abril 03, 2007

Enamorarse.

Ayer tarde fuimos a ver "Atlas de Geografía Humana", la versión cinematográfica (tardía) de la obra de Almudena Grandes. La crítica que aparecía en la prensa de la mañana, aunque le reconocía ciertos méritos estéticos, no la ponía bien, pero la autora del texto reconocía que a ella no le gustaba la literatura de Almudena Grandes. Pero a mí me encanta por su desenfado, por los temas que aborda, por lo bien que escribe.
Poca gente en el cine.Unas 20 personas. Todas mujeres, menos yo, claro.
Comenzó la proyección y allí se fueron desarrollando las historias de 4 mujeres con perfiles personales muy definidos. Quizás en exceso, para hacer realmente creibles sus avatares. En realidad, como casi siempre en la literatura de Almudena, las cosas que pasan son simples encuadres para narrar historias de amor, o de sexo sin más. En esta hay más amor (amores complicados todos ellos, quizás esa fuera su tesis, que a una cierta edad todos los amores son muy complicados). Salvo una soltera (¿por qué tiene que ser la tartamuda, la menos agraciada?), las otras tres tienes serios problemas matrimoniales: una separada, otra apática y consciente de que su marido sale con otras y la tercera resignada pero agobiada y deseosa de algún estímulo extramatrimonial que reavive sus brasas. Y todas ellas vuelven a "reenamorarse" (¿es eso lo que hay que hacer a los 40?) y a pasar por ese proceso difícil de búsquedas, ansias, expectativas, desvelos. Como en el caso de las familias de que hablaba Tolstoi todos los enamoramientos buenos son diferentes y todos los malos tienen mucho en común. "Enamorarse no es eso (pasar una noche con alguien y quedar prendada), dice una de las protagonistas, es algo cerebral. Una reinterpreta la realidad, la reconstruye. Y eso lleva tiempo". "Pues a mí me llego follando, le dice la otra". Tristemente, a la cerebral es a la que le salió mal, mientras a la más vital acabó saliéndole bien (¿otra moraleja de Almudena?). Interesante el proceso de una de las casadas para recuperar su matrimonio. También el seguido por la soltera para ajustar sus expectativas a las condiciones de su pretendiente. En una de las ocasiones ella rechaza una invitación del Forito para irse a la playa con él diciéndole que tenía que pensárselo. Pero luego se arrepiente y ella misma se pregunta "¿y qué es lo que me tengo que pensar?"."¡Eso digo yo!", le oí comentar a media voz a la chica que tenía en la fila de delante".
En fín, una película sin grandes pretensiones y en la que se pasa bien. Como sucede siempre con las versiones de la vida que da Almudena Grandes, se suscitan discusiones interesantes sobre todo este mundo de los amores, las relaciones, los matrimonios y esas cosas de la vida que nos envuelven. Y la verdad es que lo que llama más la atención es la enorme policromía con que todos estos procesos aparecen: las relaciones acaban siendo tan distintas como lo somos las personas, y lo mismo los amores y las formas en que se concretan. La vieja rigidez de una cultura tan asentada en la religión como la nuestra donde todo estaba normativizado y las cosas tenían que ser (y parecer) de una determinada manera, se ha roto afortunadamente. Hoy todo es mucho más variable, más transitorio. No sé si más sincero, creo que no. Y desde luego, sigue provocando los mismos sufrimientos y dependencias de siempre.
Todo un atlas de la nueva geografía humana, al menos en lo que a las relaciones se refiere.