jueves, enero 02, 2014

ADIÓS, jodido 2013





Se nos ha ido el año 2013. ¡Meigas fora! Bienido sea.
Cada uno tendrá su opinión, desde luego, pero por lo  que a mí se refiere ha sido un año nefasto. Claro que 365 días son demasiados para que todo sea tan negro. Siempre aparecen días de tonos más grises y amables. Incluso, hay algunos que son luminosos. Pero ni siquiera éstos logran quebrar ese tono sombrío y amenazador del conjunto.
Aunque se han mezclado problemas de todos los colores, los peores han sido los de salud. Parece mentira cómo pueden cambiar las cosas en unos pocos días. A traición. La cosa comenzó mal porque en las vacaciones navideñas a mi hijo le pareció digno de atención que yo le hablara de algunos mareitos que me daban cuando me ponía a andar. Algo no debía sonarle bien (es lo que tiene tener un hijo cardiólogo)  y arregló las cosas para que me hicieran una revisión cardiológica a fondo. Mala cosa que te empiecen a chequear los médicos. Es como llevar al coche al taller o a la ITV, sobre todo si el coche tiene sus añitos y los has utilizado de aquellas maneras.  Siempre aparece algo. El chequeo salió bien, pero no tan bien. Y aparecieron las arritmias y una sinfonía de extrasístoles. Nada grave, me dijeron. Un poco más de medicación y a cascarla. Ah, carajo, pero en el mes de Marzo llegó el síncope. No es que fuera nada, pero pudo serlo. Y de nuevo al hospital, esta vez, ya en serio y para quedarme. Me hicieron el tercer grado y me aplicaron toda la batería de pruebas disponibles: primero los fontaneros, después los electricistas, más tarde los técnicos de sonido y, al final, los mecánicos que me incrustaron una pieza nueva. Resultado: tablas. Algo hay pero no sabemos qué, ni por qué. Eso sí, tarjeta amarilla: ándese con cuidado. Obviamente salí del hospital lleno de malos presagios y buenos propósitos. De esos que ya sabes que no puedes cumplir o no serías tú: un mes sin hacer nada y dos más con viajes solo pequeños, sin salir de España. Y después, a modiño hasta alcanzar de nuevo la velocidad de crucero. Y así hasta hoy.
Antes de salir de mi propio agobio llegaron otros añadidos en la familia. La saña de la enfermedad resulta, a veces, incontrolable. Más aún cuando a los males objetivos se añade el poder destructivo de algunas palabras como “cáncer”. De nada sirve que te digan que los avances médicos han mejorado mucho los pronósticos. Siempre acabas temiendo lo peor. Fueron meses de lágrimas y sustos contenidos. Tiempos de hospital, de diagnósticos que esperabas con tanta ansiedad como temor, de operaciones, de mucha angustia contenida. Y así hemos vivido todos estos meses con un desenlace trágico en un caso y una esperanza contenida en el otro.

Esa ha sido la parte negra del 2013. Afortunadamente, también ha tenido su parte luminosa. Nuestros hijos nos han anunciado dos nuevas nietecitas para el 2014. La alegría que transmite ver a Berta crecer se va a ampliar este año con dos nuevas voces, Iria y Mar. Una en Madrid y la otra en Barcelona. Ésa es la parte del “…no ahoga” del refrán. Dos salvavidas para mantenerse a flote en este proceloso 2013.

Así que  a nadie le sorprenderá que nos alegremos de que haya concluido. Lo despediría con un desesperado “que te den…”. Pero, no quiero tentar a la suerte. Casi voy a preferir cruzarlos dedos, no vaya a ser…