miércoles, febrero 28, 2024

PERFECT DAYS

 



Ayer era un martes bastante desapacible y frío. Invitaba a ir al cine y aprovechamos para ver Perfect Days que, aunque ya lleva mucho tiempo en cartelera, se nos había ido quedando descolgada ante otras opciones. Aunque los comentarios oídos de la gente eran contradictorios, de manera alguna queríamos perderla. Y algo parecido debió pasar a bastante gente pues, cosa no frecuente, la sala estaba casi llena (cierto que era una sala pequeña pues la película está ya a punto caer de la cartelera). En cualquier caso, ver gente en la sala fue un buen inicio, porque siempre gusta ver cine en compañía.

Perfect Days es una película japonesa dirigida por Wim Wenders, prolífico cineasta alemán con una formación y una biografía muy especial. Y, aunque no es la primera vez que filma sobre ese país (en 1985, había hecho Tokio-Ga), ya es un primer mérito a reconocerle a un europeo, el haber sido capaz de recuperar de una forma tan creíble la vida japonesa y la dinámica de una ciudad como Tokio. Wenders es también el guionista del film junto a Takuma Takasaki. El elenco de actores es escaso y en él ocupa todo el espacio la enorme figura de Koji Yakusho que está fantástico. Mantiene el tipo durante todo el film y, pese a la parsimonia genérica de la historia y de su propio personaje, desarrolla toda una amplísima gama de expresiones, movimientos y modos de estar en pantalla. Junto a él, otras pocas figuras circunstanciales y con presencias solo marginales (Tokio Emoto, Arisa Nakano, Yumi Asou).

Técnicamente, la película es irreprochable. Es a través de la fotografía que se van presentando en el film las contradicciones que la película quiere destacar el la vida. Una fotografía de Tokio fantástica que trata de contraponer la complejidad amenazante del sistema viario de la ciudad frente a la simplicidad del itinerario y de la vida del protagonista. Un ecosistema simple, humano y rutinario inserto en el maremágnum de una ciudad monumental y llena de alternativas viarias. Es, por la otra parte, una fotografía que se centra, también, en la naturaleza, en los árboles, en los detalles. Los planos abiertos (de la ciudad, de los scalextris viarios, de los monumentos, del parque), frente a los detalles mínimos de la habitación y el hall de la casa; de las piezas de los baños, de los bares que visita.

Otro acierto es la música, una música en cassettes de los años 60-70, sencilla, melódica, con letras expresivas y basadas en sentimientos y vivencias personales. Unas músicas preciosas, aunque ya entiendo que lo son para mí, como lo eran para el protagonista, porque pertenezco a esa época y las hice mías en su momento. Pero suenan bien en su coche y hasta llega a emocionar a la gente joven que se monta en él. 

 Siendo los méritos técnicos muchos, lo que más me ha impresionado del film es la historia que nos cuenta y la moraleja que de ella se puede extraer. La idea de la simplicidad frente a la complejidad en la vida de las personas. Quizás resulte excesivamente superficial vincular la simplicidad a la felicidad o la satisfacción vital frente a una visión de lo complejo vinculado a lo insatisfactorio y deshumanizado. No cabe extrapolar la historia que nos cuenta el film a la vida, sin más. Pero lo bonito de la historia que nos cuenta Wim Wenders es que su protagonista sí que lo vive de esa manera. No se nos cuenta cómo fue que él llegó a esa situación, pero sí deja claro que él se siente bien así. Su vida son sus rutinas, sus días enmarcados en una serie de secuencias que se repiten día a día. Él siempre está con una sonrisa en los labios (salvo cuando se tropieza con la vida compleja de los otros).

El protagonista de Perfect Days hace bueno aquella idea de poner el acento en “querer lo que se tiene” mejor que en buscar lo que se quiere, aunque es posible que en él no tenga sentido esa dicotomía: no quiere más de lo que tiene. El hace con amor e implicación todo lo que tiene que hacer y disfruta haciéndolo. Esa es la maravilla, su secreto. Asusta un poco la soledad y el silencio permanente en que se desarrolla toda la historia.  No estamos acostumbrados a una vida así. Pero en el film, eso es algo que casi se agradece pues te permite centrar la atención en lo que ves: la vida real no tiene oportunidad de esconderse tras el discurso y las palabras. Por eso en el film juegan un papel tan importante los detalles.

A mí me ha enamorado, sobre todo, la forma de mirar del protagonista. Es fantástico observar su mirada. Cada día mira lo mismo, pero es como si le sorprendiera, como si aquello que ve le serenara y diera sentido a lo que hace: el descubrir el día cuando sale de casa por la mañana, la torre de telecomunicaciones mientras conduce; los árboles del parque, las personas con las que se cruza, los objetos que limpia, la comida que le ofrecen.  Supongo que cuando no hay palabras, como cuando no hay ruido, las cosas se ven mejor, se ven en su contexto, uno no desliza la vista de un lado para otro, sino que se detiene en ellas, las descubre (dicen que eso sucede cuando uno asciende en la montaña o se encuentra en un bosque). Quizás hasta llegue a amarlas, que es cuando el ver repetidamente lo mismo no te cansa, sino que te relaja, te da seguridad.

Mal analizado, el personaje que dibuja Yakusho podría categorizarse como una persona con TOC (trastorno obsesivo compulsivo), pero no es cierto. No parece que esas rutinas y esas conductas rituales le dominen. Él es quien las domina, quien las ha convertido en una herramienta para configurar un mundo que le pertenece y controla, pero, además, un mundo en el que él disfruta. No necesita más, no precisa luchar con expectativas exigentes: tiene su casa y su trabajo; tiene su coche y su bicicleta; tiene sus libros y su música; tiene sus plantas y el pequeño bosque en el que se relaja del trabajo y come; hasta tiene su propio amor platónico en el bar que frecuenta. Tiene poco, la verdad, pero tampoco parece que necesite más. Y cuando alguna novedad rompe sus rutinas y distorsiona su secuencia diaria, tampoco es que eso rompa su zona de confort, ni reduzca su bienestar. Probablemente porque el sentirse bien no proviene de lo que hace o lo que hay fuera, sino que depende de lo que él es y del espíritu con el que afronta la vida. Y, de todas maneras, aquellos de su entorno que tienen más, tampoco parece que lo estén pasando mejor que él.

En cualquier caso, buen cine.

 

viernes, febrero 09, 2024

POBRES CRIATURAS

 



No es un título que en sí mismo resulte demasiado atractivo, pero la verdad es que me sorprendió tropezarme con conversaciones entre gentes diferentes que la recomendaban encarecidamente. Y allí fui, con algunas dudas que enseguida se disiparon.

Pobres criaturas es una película irlandesa dirigida en 2023 por el griego Yorgos Lanthimos que ya había hecho antes otros films notables como “Canino” o “Langosta”. Su cine tiene ese toque de irrealismo y distopía que le permite presentar historias diferentes. También en “Pobres criaturas” aplica ese esquema de un cine imaginativo y perfeccionista. La protagonista absoluta del fil es Emma Stoen, bien acompañada, aunque en papeles menos espectaculares, por Willem Dafoe y Mark Ruffalo.

La parte técnica es espectacular, sobre todo por el preciosismo con el que caracteriza a cada una de las escenas. Espacios interiores combados como si les estuvieras viendo a través de una mirilla, espacios exteriores coloristas donde lo natural desaparece porque todo (especialmente el color, mezclando escenas en color y otras en blanco y negro) se pone al servicio de las emociones que se pretende causar. A veces da la impresión de estar viendo un cuadro de pintura en lugar de un espacio natural. Cada escena está diseñada al milímetro tanto en las formas como en los colores, las posiciones, el atrezzo, todo. Debió ser un calvario para quienes participaron en la filmación. La música pasa un poco desapercibida, aunque se deja notar en aquellos momentos especiales de la historia. Cine puro, la verdad.

 La película está basada en la novela del mismo título (Poor Things) de Alasdai Gray. La historia es original y más que fantástica, fantasiosa. Lo cual, estando en el cine, tampoco es para renegar. A una mujer joven que se suicida le sustituyen su cerebro por el del hijo del que estaba embarazada. Vuelta a la vida con esa carga, ella tiene que reconstruir su existencia con un cuerpo de adulta y un cerebro de niña. Y eso da lugar a enredos múltiples como cabe suponer. Y es ese recorrido, desde una infancia sobrevenida a una adultez de mujer libre, lo que trata de contar la película. Avanzar desde la ausencia de filtros sociales iniciales al estado de una mujer empoderada y libre es un largo camino de socialización y de experiencias personales. Se precisa experimentar, arriesgarse, aprender, romper barreras. Lógicamente, Lanthinos (y MacNamara, que es el guionista) han buscado construir un relato feminista acorde con el momento y asimilan el proceso de liberación con la experimentación sexual. Los hombres, por supuesto, o no están cuerdos; o son estúpidos, ingenuos y tóxicos; o sirven para lo que sirven (en este caso echar un polvo) y nada más. Eso da morbo a la película y, supongo, asegura un buen rédito comercial.

Con todo, más allá del argumentario feminista, es una buena película. Muy trabajada, muy preciosista, con una construcción de ambientes muy lograda y una fotografía excelente. También los diálogos me han gustado mucho, llenos de frescura y humor. Buen cine. Ya fue premio en Venecia y estará muy arriba, seguro, en los Oscars. Emma Stone se lo merece.

 

 

 

 

jueves, febrero 01, 2024

LA ZONA DE INTERÉS

 



Interesante película tanto por lo que tiene de original (abordar una temática sin necesidad de visibilizarla), como por lo que tiene de experimental (multiplicar el impacto del lenguaje cinematográfico más allá de la vista, a través del oído y de las sensaciones).

Película británica (aunque en coproducción con EEUU y Polonia), dirigida por Jonathan Glazer y estrenada en el 2023. Es la adaptación cinematográfica de una novela con el mismo título, The Zone of Interest, escrita por Martin Amis. Muy de resaltar es la música del film de la mano de Mica Levi. Muy interesante también la fotografía, no tanto por las imágenes en sí, sino por su capacidad para contrastar la luminosidad de un escenario con la opacidad y peligrosidad sentida del otro. La combinación (en realidad, contraste) entre música-sonido y fotografía en el gran acierto de este film.

La historia en que entras se hace tan fuerte en sí misma, como conjunto, que los actores acaban pasando desapercibidos. Estás tan pendiente de lo que no ves, que lo que ves lo vives como una subhistoria. Quizás por eso resultan poco llamativos los autores. También porque sus papeles son bastante hieráticos, con escasos matices.

Sobre el holocausto se han hecho muchas películas, casi todas terribles. Por eso mismo, ésta tenía que buscar otra fórmula narrativa. Y, la verdad, es que ha sido un acierto notable y sorprendente. Buena muestra de su calidad es la gran cantidad de nominaciones a premios de los que se ha hecho merecedora.

 Siguiendo la reflexión de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal, Glazer pone el foco de su historia en cómo era la vida de quienes dirigían la insoportable demencia del genocidio nazi. Y resulta que en su historia su vida, la de los verdugos, era absolutamente normal. Incluso insertos en un contexto de terror (el sonido machacón de las calderas y chimeneas funcionando; los disparos constantes, los gritos, el humo, el terror invisible del escenario) ellos vivían, o así lo describe el film, en un micro-ambiente totalmente higiénico y banal. Sus preocupaciones son las de cualquier familia burguesa: la casa, el cole de los niños, el disfrute del entorno bucólico donde viven, la piscina, los paseos, etc .

El contraste entre los dos mundos es tan patente que es lo que produce terror. La dimensión humana que protagoniza la vida fuera del campo de exterminio, desaparece dentro de él. Allí no hay personas sino una carga que destruir (o utilizar como mano de obra sin coste). Es como uno de esos almacenes de desguace de coches que se ven por nuestra carreteras. El problema técnico a resolver es cómo hacer rentables los mecanismos de destrucción de que disponemos y cómo ir aumentando cada vez más su eficacia.

Pese a todo, el ambiente es tan pesado emocionalmente que, de una manera u otra, a todos se les va pegando algo de esa epidemia de maldad vírica en la que viven envueltos. La señora maltrata y desprecia al servicio; el hermano mayor se ensaña con su hermano pequeño; el ambiente tan natural y amigable se ve turbado por inquietudes inciertas que se superan a base de whisky y miradas al vacío.  Y, claro, luego están los espíritus más sensibles que tampoco pueden soportar esa sensación machacona de un ambiente macabro.

En definitiva, estamos ante una gran película. Voluntariamente engañosa, describe un paisaje físico y humano luminoso y aparentemente feliz para que tú te fijes no en lo que estás viendo, sino en lo que estás sintiendo a través de indicios y sonidos. Se me ocurrió pensar que si en algún momento hubieran dispersado por la sala esos olores a quemado fáciles de simular, la sensación de los espectadores hubiera sido completa, terrorífica. O sea, un cine capaz de impresionarte y de llevarte a un mundo de sensaciones más allá de lo que ves, penetrando en ti a través del oído, el olfato, e incluso de las sensaciones táctiles que acabas sintiendo. Bastan los 5 primeros minutos de la película para hacerte sentir que vas a vivir una película diferente. Vayan a verla y verán.