martes, octubre 30, 2007

O Courel


Ya teníamos ganas, desde hace tiempo, de hacer una camiñada por el Caurel, la zona más recóndita de las montañas luguesas. Elproblema, como siempre, la falta de tiempo. No sé cómo ha sucedido pero en la misma semana hemos tenido dos oportunidades para cumplir ese deseo antíguo. La delegación de Deportes de la Universidad ha organizado un fin de semana de senderismo. Y unos amigos nos proponen hacer un fin de semana de amigos en una casa rural de la zona con caminadas incluidas. Cualquiera de las dos eran propuestas muy atractivas pero, obviamente, aceptamos la segunda. Y allí nos fuimos 4 matrimonios amigos a los que ya hacía tiempo que no veíamos. Una gozada.

La casa rural donde nos quedamos esa noche fue otro puntazo. Al final, estábamos nosotros solos y nos aprovechamos de esa disponibilidad. A la luz de una buena lumbre (fuera hacía yaun frío del carajo), armamos un follón considerable entre roncito y roncito.

O Caurel es, sobre todo, la Galicia profunda. Una zona silvestre, llena de mágia y de encantos naturales. El sitio ideal para encontrarte con una naturaleza exhuberante y, por momentos, absolutamente cautivadora. El cruzarte con riachuelos salvajes, con soutos de robles centenarios, con plantas autóctonas de diversos tipos resulta muy atractivo. Vas de sorpresa en sorpresa y, a medida que te van internando cada vez más en el juego de valles y sombras se va serenando tu espíritu y te sientes cada vez más integrado en el ecosistema. Para quienes hemos nacido o vivido en zonas rurales con mucho monte es como recuperar esa parte bucólica y ecológica que uno lleva dentro.

Y lo que son las cosas. Durante todo el sábado estuvimos prácticamente sin cobertura telefónica. Los móviles no funcionaban. Comenzaron a funcionar al anochecer, una vez ya en Triacastela. Y comenzaron a llegar las malas noticias. A uno de los amigos le murió una tía esa tarde. Y a nosotros una prima de Elvira. Así que fue visto y no visto. El domingo, otra vez a volver a la realidad, a la más cruda de todas. Así que, por esta vez, el sabor del Caurel va a ser sólo agridulce.

viernes, octubre 26, 2007

Palabras con eco.


Es curioso esto del blog. Uno no tiene un listado de temas sobre los que escribir pero, de pronto, te aparece en la cabeza una idea que te va rondando durante un tiempo. Y, a veces, se instala allí como esperando que tengas la oportunidad y las ganas de sacarla a la luz. A veces no te apetece porque resulta inoportuna o fácil de malinterpretar o difícil de contar. Pero da lo mismo, se queda ahí echando raíces y protestando por salir, como si fueran las contracciones para el parto. Una lata.
Una de esas ideas latosas que lleva un tiempo en mi cabeza, tiene que ver con este asunto del eco de las palabras. Porque, efectivamente, hay palabras, situaciones, conversaciones que no pasan, se quedan. Eso de que “las palabras vuelan” (verba volant, que decían los latinos), al menos en mí, no funciona. Y tampoco en otras personas, por lo que he podido ver. Algunas sí que vuelan. Duran lo que dura la conversación. Pero otras quedan ahí, dando vueltas, como si fuera una mala digestión y la mente tuviera dificultades para digerirlas.
Es cierto que eso sucede tanto con momentos felices como infelices. También recurrimos una y otra vez a regodearnos en las satisfacciones vividas. Para disfrutarlas repetidamente. Es una forma de alimentar los sentimientos positivos, las ganas de volver a estar con la gente con que los viviste. Eso es magnífico y creo que sea un indicador de felicidad.
Pero lo jorobado es cuando se te instalan ahí ecos negativos: palabras que no debiste decir o palabras que te hirieron, situaciones que fueron mal, momentos dolorosos. Son como gremlins malos que van hurgando las heridas y pervirtiéndolo todo (algún día hablaré de los gremlis, se la tengo jurada) y si dejas pasar el tiempo sin hacer nada las cosas no hacen sino empeorar. Son como moscas cojoneras que no dejan de jorobar. Incluso los momentos felices se convierten en infelices. Y las heridas no cicatrizan.
Son los ecos. Es curioso cómo lo que eran sólo palabras acaban convirtiéndose en lanzas. ¡Qué suerte tiene la gente invulnerable a esas perturbaciones! Cada día (o cada noche) resetean su espíritu y amanecen felices. Dispuestos a pasar página y a afrontar cada momento como si fuera un nuevo episodio. Yo los envidio. Pero, claro, solo si les pasa eso con los ecos negativos. Por nada del mundo quisiera perder los ecos positivos. De hecho, ellos son los que me mantiene vivo.

lunes, octubre 22, 2007

La Salo

Ya es 22 de Octubre (y no 19 ó 20, que hay que ver cómo sois, queno es lo mismo). Santa Salomé en el calendario. Y fiesta grande en casa de los zabalza-beraza, aunque la mayor parte de nosotros tengamos que celebrarlo desde lejos. Pues nada, mami, muchas felicidades. De mi parte y de la de los que no podrán pasarse por casa, aunque todos te llamaremos por teléfono, por supuesto.
79 años (quisimos quitarle 10, así por arte de magia pero ella no quiso). Dice que al calendario no se le engaña. A ella le gusta decir que bastante bien está para los trajines que se ha traído desde siempre. Y tiene que ser verdad a la fuerza. Criar a 7 hijos en tiempos difíciles sólo es tarea que podían asumir las madres de antes. Porque le echaban mucha fe y muchos huevos. Ahora nos desbordaría una décima parte de aquello.
Y es verdad. Yo que soy el mayor la recuerdo bien yendo a lavar la ropa al río (no me extraña que luego nos riñera tanto cada vez que nos manchábamos, cosa que sucedía irremediablemente), atendiendo las mil tareas de la casa y los animales de los que nos alimentábamos. Y pariendo. Tarea a la que se entregaba con una regularidad bianual pasmosa (aunque yo estaba convencido de que mis hermanos llegaban en el pico de las cigüeñas; y hasta hubiera jurado que vi una de ellas merodeando por el pueblo cuando nació en casa mi hermano Ramón). Por aquella época no hacían mucha falta los gimnasios ni los spa para mantenerse en forma. Ya nos encargábamos los hijos de que hicieran ejercicio y de que no les quedara ni un solo músculo en reposo.
De todas formas la Salo es Beraza y, por tanto, tozuda. Eso la ha ido manteniendo siempre en una línea muy suya de hacer las cosas. Así pudo sobrevivir a los tiempos difíciles y acomodarse a a tiempos de mayor bonanza. Y ahí sigue, ejerciendo de madre y de punto de apoyo para todos. Ahora con trabajos duplicados con hijos y nietos y bisnietos. Pero ni siquiera con tantos años y con tanto árbol genealógico a sus pies ha perdido su coraje ni ha disminuido su presencia. Sigue siendo generosa hasta el extremo (menos en el chinchón, claro). A ella acudimos para que nos informe de los cumpleaños, ella nos da instrucciones sobre trucos domésticos y sigue ofreciéndonos su particular forma de ver la vida y las relaciones por si nos puede servir. Aunque quizás ahora se le escapen más los matices, sigue siendo una extraordinaria cocinera y es dicícil encontrar una ensalada mejor que la que ella nos prepara, o un guiso más gustoso o un postre que dure menos sobre la mesa. El papá tiene razón cuando dice que no come en ningún lado como en casa. Eso sí, hace trampa con la sal y el vinagre. Y además, nos gana a las cartas.
Bueno mami, muchas felicidades. Que pases un día estupendo. Tus hijos, los de ahí y los de fuera, aunque ya lo celebramos el sábado, volveremos hoy a pensar en ti y a emocionarnos pensando lo mucho que hemos vivido juntos, lo mucho que te debemos y lo mucho que te necesitamos. Y te repetiremos, cada uno a su manera, lo mucho que te queremos. Un beso muy fuerte., mamá.

Los celos de nuevo.


No conozco mejor sistema de ir relajando la mente que escribir. Es como cuando se abre el pichorrito de las ollas exprés y comienza a salir el vapor contenido en su interior. Y lo va haciendo poco a poco. De forma ruidosa a veces, pero poco a poco. Claro que hay otras formas interesantes para relajarse, pero me refiero a la cabeza y sus torbellinos. Por eso inicié este blog con el doble objetivo de disfrutar escribiendo y de abrir un pequeño aliviadero a las muchas tensiones que mi cabeza acumula. Lo estoy logrando solo a medias. No es fácil encontrar tiempos libres para escribir, ni es posible escribir sobre todo lo que uno quisiera. Pero algo es algo. Y cuando pasan días sin poder hacer una entrada (esta semana, por ejemplo), lo noto.

Ha sido un fin de semana viajero (1600 kms. en dos días) pero muy intenso. Viajar a Pamplona y reunirse con la familia se va convirtiendo en una necesidad vital. Como un chute de “sentimiento de pertenencia”. Y cuando uno vive lejos, la necesidad se hace aún mayor. El caso que nos fuimos a Pamplona y allí reviví, una vez más, el rito mágico de abrazar a mis padres y hermanos, compartir con ellos una comida y perder al mus. Y eso alimenta el espíritu. Y te da energías como para continuar otro mes en los trajines académicos y otras peleas interiores.

De regreso, aún nos dio tiempo a recalar en los restos del San Froilán lugués y saborear el pulpo en las casetas. Y, ya en Santiago, no perdernos el cine semanal.

Esta semana, la opción natural era ver Orfanato, pero ante las dudas, optamos al final por Fracture de Gregory Hoblit. Ya había oído y leído algunos comentarios y, en todo caso, entendí que Hopkins (al que por cierto encontramos muy mayor) no aceptaría participar en una película mediocre. Y así fué. La peli está muy bien. El guión es magnífico y tanto Hopkins como Gosling hacen un trabajo magnífico.

De todas formas, la temática y la estructura de la película es muy similar a la que comentaba la semana pasado (La Huella). También en esta ocasión es un gran duelo de inteligencias entre dos actores. También estamos ante un tema de celos (señor mayor casado con señora joven que le engaña con otro señor joven, situación que destruye internamente al primero que se intenta vengar destruyendo físicamente a los amantes). Si en La Huella, Michael Caine no deja traslucir su batalla interior porque la oculta tras el telón de un lenguaje muy racional, en Fracture es la pose de seguridad perversa tras la que se parapeta Hopkins la que sitúa en zona de sombra todo su mundo interior. Una pena en ambos casos. Una gran película, en todo caso. Demasiado americana en su concepción pero te hace pasar un rato agradable. Y además gana el bueno.
Y como estamos en la semana de la caza todo acabó frente a una, sólo regular, perdiz a la cazadora.

domingo, octubre 14, 2007

De celos y huellas.


Pasar de Nueva York a Orazo en solo 4 días es, a todas luces, un salto excesivo. Pero ha resultado muy tranquilizador. El puente del Pilar ha significado una transición amable entre el vértigo de sensaciones y la relajación higiénica de una casa rural gallega. Creo que las casas rurales de esta zona estaban casi llenas de gente que buscaban esa misma paz. Con la ventaja añadida de liberarnos del nefasto botellón (6.000 chavales desmadrándose debajo justo de casa, ¡imposible de soportar!).
Bueno, pues eso, un estupendo fin de semana, muy paseado, generoso en afectos y otros disfrutes. Y mañana a comenzar de nuevo. Un nuevo ciclo. Hasta que llegue el siguiente puente que se anuncia estupendo.
Claro, que con puente o sin él, las buenas tradiciones no deben decaer. Y hoy hemos ido al cine. Para ver La Huella de Kenneth Branagh, una réplica de la famosa película del mismo nombre dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1972. En realidad es un duelo entre dos actores, uno mayor y uno joven. En la versión de Mankiewicz actuaban Lawrence Oliver que hacía de mayor y Michael Caine que hacía de joven. En la versión actual, es Caine quien hace de mayor y Jude Law que hace de joven. El nuevo guión se lo han encomendado al premio nobel Harold Pinter, quien según parece ha introducido modificaciones importantes sobre la versión original (el juego final en torno a la homosexualidad).
En fin, la película es muy interesante en todos sus apartados. El movimiento de las cámaras sorprende mucho al principio pues se llena de picados y contrapicados, de planos imposibles. En realidad, es como si hubiera muchas cámaras (de hecho todo sucede en una casa con infinitas cámaras vigilándolo todo) y las imágenes fueran saltando de una a otra. Pero lo mejor de todo es el guión. Un guión perfecto, chocante, violento a veces y suave otras. No siempre resulta convincente (Law sobreactúa mucho) pero te atrapa. Se nota que proviene de una obra de teatro. Sólo aparecen los dos actores pero está todo tan bien trenzado que no decae la tensión nunca.
Y el tema, los celos. Los celos de una persona mayor que pierde a su mujer (no se dice, pero todo hace suponer que ella es joven). La pierde porque ella se lía con un chico joven. Y eso lo mata de celos. Ni siquiera su fama, su dinero, su status privilegiado o su inteligencia superior le libra de sentir esa pérdida como algo que lo destruye por dentro. Por eso cuando el nuevo lío de su esposa (todo lo contrario que él, pobre, sin trabajo fijo, sin futuro, pero joven) viene a pedirle que le conceda a ésta el divorcio se inicia una lucha interior en él por conquistarla. Para eso tiene que destruir al nuevo amante y cree que con su inteligencia no le será difícil. Y ahí está el duelo donde cada uno va ganando diversos sets.
La trama es tan compleja, tan basada en juegos de destrucción, que uno se queda pendiente de lo que se dice y de lo que sucede, del cruce de flechas entre los contendientes. Al final, pendiente de lo visible. Pero se pierde la parte interior, el drama personal que el esposo abandonado vive. Los celos son siempre un drama interior, algo que te consume por dentro y te va destruyendo y ahí es donde se produce la batalla intensa. Durante las peleas verbales las armas del joven van a atacar donde más duele: tu esposa me ha dicho que eres nulo en la cama; que eres absorbente, cruel, inmaduro; que prefiere estar conmigo… Pero, el escritor Caine maduro y abandonado, demasiado volcado en su oratoria simula no recibir los golpes. En la vida no sería así. Vamos, creo yo. Sólo los celosos saben lo puñeteros que son los celos. Que me lo digan a mi.

viernes, octubre 12, 2007

Los regresos

Ya me doy cuenta que este blog parece, a veces, un diario de viajes. Muchas entradas están hechas en los aeropuertos. Eso me dice mi hermana, “sabemos dónde estás por el blog, porque ya ni te da tiempo de contarnos tus planes”. ¡Qué le vamos a hacer!, así es esta vida ajetreada.
Bueno, pues ya estoy de nuevo en casa.
Hoy me apetece hablar, justamente, de eso, del regreso, de los que te esperan y te acogen una y otra vez con indescriptible paciencia. Porque yo sé por experiencia lo duro que es viajar (¡que me lo cuenten a mí!) pero calculo que todavía es mucho más difícil quedarse y aceptar con resignación que tu pareja, tu padre o tu amigo se vaya. Y si eso se repite mucho, la cosa se debe poner aún más difícil.Yo creo que llevaría bastante peor el quedarme que el viajar.
Me imagino que quienes se quedan deben vivir con intensidad las ausencias. Y necesitarán elaborar sus propias hipótesis mentales de por qué el otro o la otra sale tanto. Tendrán dudas, celos, ansiedad de no saber de ti, frustración por la ausencia. “No te entiendo, papá, suele decirme mi hija, ¿qué necesidad tienes tú de viajar tanto? ¿Qué sacas en limpio de tanto viaje?” Recuerdo que hace ya años, cuando ella debía tener 12 ó 13, yo estaba haciendo un curso en Inglaterra y me escribió una carta tremenda recriminándome por una ausencia tan larga. Me pasé la tarde llorando. A la soledad y desconsuelo que uno siente cuando viaja se añade así el pensar en las personas que “abandonas”.
Pero esta entrada no quiere ser en absoluto triste. Todo lo contrario. No sé qué les pasa a los demás y cómo viven los regresos. Calculo que cada pareja o cada familia lo hará a su manera. Yo he tenido mucha suerte, la verdad. Es una felicidad que te echen de menos cuando estás fuera y llegar a casa y que te estén esperando con ganas de estar contigo, de vivir intensamente la presencia recuperada. Es como ese referente estable y acogedor al que uno siempre regresa. Vas de unos lugares a otros, vives sensaciones muy diferentes, lo pasas bien y lo pasas mal, conoces a gentes, haces cosas, te ries o lloras, pero al final siempre regresas. Y, cuando eso sucede, sientes que has llegado de nuevo a tu espacio, a tu casa, a tu gente. Y aunque el jet lag te amargue los primeros días, te sientes bien. ¿No es magnífico? Toda el sentimiento de provisionalidad que introduce en tu espíritu el viajar, el andar de un lado para otro, el depender de tantos factores imprevisibles encuentra sosiego en el regreso. Y eso solo es posible porque ahí están, pacientes y generosos, los que esperan. Gracias, Elvira.

La noche es nuestra

Fin de semana sin mucho que comentar (salvo que ganó el Osasuna y, eso, a estas alturas es casi como que te toque la lotería). No sabría decir si eso es bueno o malo (lo de que haya poco que comentar, lo del fútbol, por supuesto, es magnífico). Como tuvimos visita de la señora migraña (la puñetera le da por presentarse los sábados, sólo por joder), hubimos de reconfigurar nuestros planes y disponernos a un par de días hogareños. Por otra parte, también apetecía algo así pues al otro lado de la ventana caía el diluvio universal. ¡Qué granizada espectacular, el domingo por la mañana!. En 10 minutos quedó la calle blanca como si hubiera nevado, y los coches aparcados en la acera no gritaban por puro pundonor ante la pedregada que se les vino encima. Hasta las gaviotas se fueron a refugiar en los aleros y los portales.
Pues eso.Un fin de semana un poco atípico, pero agradable. Eso sí, yo que era el sobreviviente no prescindí de mi paseo a la veira del mar: extraordinario de puro salvaje estaba el sábado. Y, por supuesto, me di una panzada de cine doméstico. Aproveché para ver “La muerte de Jesse James” (que estuvo bien, pero pertenece a ese estilo de cine lento y duro que te deja desazonado) y “Juegos Secretos”, película muy interesante y actual (sobre el tema de la pederastia, lo que quedaba bien reflejado en el título inglés: “Little Children” y muy confuso en el español) y que te mantiene en tensión. Además trata muy bien el tema, mostrando cuanto tiene de tópico y de contradicciones.

Pero la peli del fin de semana, la oficial, ésa de ir al cine y sentarte en tu butacón y tragarte tres o cuatro juramentos contra los indeseables de las filas de al lado que comen ruidosamente sus palomitas, ésa fue “La noche es nuestra”. Hacía sólo dos días que se había estrenado en España. Creo que nunca había estado tan actualizado en cuanto al cine. Además, eso de comprobar que ya has visto todas las buenas películas en cartel (las que tenemos en Santiago, que tampoco es para echar las campanas al vuelo) te sube la moral.

Pues lo dicho, allá nos fuimos a “La noche es nuestra”, peli de James Gray que cuenta una historia policíaca relacionada con la droga y las mafias rusas. La protagonizan dos hermanos, uno de ellos policía de prestigio Joseph (Mark Wahlberg) y el otro Bobby (Joaquin Phoenix) una especie de vivalavirgen que dirige una sala de fiestas de moda en la que corre la coca y otras diversiones poco legales a discreción. Ambos constituyen una especie de dicotomía fraterna (el bueno y el malo), que su padre, otro policía al mando de la Comisaría, se esfuerza en resaltar siempre que puede. Lo que pasa es que como es habitual el malo tiene una novia espectacular (y aquí cualquier adjetivo que pudiera utilizar se quedaría corto, ¡qué tía!). Pues nada, entre ellos 4 y unos cuantos malos de las mafias rusas de la droga, se construye una historia con muchos frentes y con lecturas muy diversas. Según me he podido enterar ése es el estilo que le gusta emplear a Gray cuando construye sus thriller: bucear dentro de los personajes para intentar explorar sus emociones. Así se combina bien la acción externa propia de estas películas con la movida interna que vive cada uno de sus personajes. Y, en ese sentido, es una película memorable. Y te mete mucho en la historia.

Al final, con lo que te quedas es con una hermosa y dramática historia de amor fraterno. Daba la impresión al inicio de la historia que ambos estaban en posiciones irreconciliables, que se despreciaban como hermanos y que no tenían nada en común. La situación era aún más dramática para Bobby pues, en su caso, incluso tenía en contra a su padre. Pero los acontecimiento se precipitan y los sentimientos, los más profundos van apareciendo. Y los hermanos son hermanos y acaban en perfecta comunión. Y el padre es el padre. Y ese cariño (con momentos verdaderamente dramáticos, en los que resulta imposible evitar las lágrimas) acaba impregnándolo todo.

Lo dicho, un canto a la familia y al poder transformador de sus vínculos. Un canto a Nueva York, sobre todo en sus barrios bajos pero también en sus zonas de lujo (creo que el equipo de la película pasó los 10 meses del rodaje en los barrios más conflictivos para contagiarse del particular elan vital que transmiten esas zonas). Mucha lucha entre buenos y malos (los malos que, con frecuencia, además de malos son bastante tontos pues los sorprenden con facilidad). Y en medio de todo ese fregao de sentimientos y tiros, las curvas infinitas de Amanda (Eva Mendes) que, ya desde el inicio del film (por cierto, vaya comienzo en plan “chicos pónganse las pilas que esto va a ponerse duro”) te transportan a otros sueños menos agresivos pero no menos intensos.

jueves, octubre 11, 2007


Y tras Nueva York, Pensacola. Aprovecho que estoy en el aeropuerto JFK de NY (aqui me he tenido que chupar casi toda la tarde por una mala combinacion de vuelos) y tratare de contar el decurso de estos dias (con un ordenador ingles, como se puede ver, sin acentos). Bueno, ya se que deje pendiente la parte personal del viaje a NY pero resulta demasiado complicado para un blog. Quizas otro dia hable de ello.
El caso es que, tras NY, mi destino era Pensacola, una pequena ciudad de Florida. Creo que me dijeron que fue la primera ciudad que se fundo en EEUU cuando los espanoles pasaron desde la Republica Dominicada a territorio americano. Pero fue destruida varias veces por los huracanes (esta en pleno territorio de huracanes y ede facto le afecto muchisimo el Katrina) y ha quedado como una ciudad pequena y muy especializada en cuestiones militares. Pequena y aburrida pero preciosa. El lugar es realmente paradisiaco, en pleno golfo de Mejico, lleno de mar y playas y con un juego de bahias espectacular. Visto desde el avion resulta alucinante.
He venido a Pensacola de visita a un Instituto de Investigacion IHMC (Institute of Human and Machine Cognition), los mayores especialistas en mapas conceptuales que colaboran con nosotros en un proyecto de investigacion. Esta aqui haciendo un stage de trabajo Maria Muradas y ello ha sido motivo mas que suficiente para aprovechar la oportunidad de conocer el instituto y la zona con su ayuda.
Tan mal organizado lo tenia todo (sigue siendo mi viaje desastre) que uno de los dias previstos para la visita era fiesta oficial (por algo relacionado con Colon, justamente). Pero como no hay mal que por bien no venga, Maria me llevo a Nueva Orleans. Dos horas y pico de viaje en coche para visitar la ciudad mitica del jazz y de los desastres de los ultimos huracanes y tsunamis. Me gusto mucho la ciudad (el barrio frances, que es lo que vimos). Muchisimas antiguedades, casas preciosas de estilo frances (que yo discutia que tenian mas de estilo andaluz, por los balcones y las flores) y una ciudad convaleciente, en la que se notan mucho los esfuerzos, todavia incipientes, por recuperarse de la ultima tragedia.
Ayer fue el dia de trabajo en el Instituto. Dia de conocer los diversos ambitos en los que alli se investiga y se elaboran productos. Fue agotador (eso de mantener reuniones en ingles americano es duro) pero interesantisimo. La verdad es que para quienes estamos acostumbrados a las universidades publicas espanolas, es como entrar en otro mundo. Alli se trabaja por objetivos, la gente tiene que elaborar productos que tengan un valor de mercado y todos estan sujetos a un proceso que debe resultar efectivo. Me parece realmente interesante. Y, mas aun, pudiendo constatar que son muy buenos.
Y hoy de nuevo de viaje. Sigo el guion del "desastre" con un plan de viaje desquiciado: tuve que levantarme a las 4 de la manana para tomar el vuelo a NY y he perdido toda la santa tarde en el aeropuerto JFK a la espera de que a las 21 salga el vuelo a Espana (y eso que yo estaba aqui a las tres de la tarde y salia un avion a Madrid a las 6, pero no, el mio no sale hasta las 9, que desastre!).
Dare por bueno todo cuando tome el avion. No recuerdo un viaje en el que hubiera tenido tantas ganas de regresar. Espero que el avion no venga con retraso.

lunes, octubre 08, 2007

New York


Ya había bautizado a este viaje, antes de iniciarlo, como viaje “desastre” y no hay peor cosa que hacer una cosa así porque después la profecía se cumple. Pero en fín llegué a Nueva York con muchas ilusiones y con un ansia enorme de vivir mi estancia allí “a tope”. Y me encontré a Nueva York. Y me encontré conmigo mismo. Mucho encuentro para tres días intensos.

Ya sé que al regreso todo el mundo me va a preguntar qué me ha parecido NY. La pregunta correcta, en mi caso, no sería esa sino cómo he vivido Nueva York, pero claro, eso a los demás les importa un carajo.

Mi sensación más fuerte de NY es que es una ciudad inmensa construida en vertical. Estás siempre mirando hacia arriba. Supongo que para los ideólogos medievales de las construcciones religiosas sería una ciudad ideal. Pasarse el día entero mirando hacia el cielo, admirando las enormes construcciones que son capaces de hacer los hombres y su técnica (ayudados por Dios, añadirían ellos, supongo). Y la verdad es que vas de oh! en oh! porque cada una es más arriesgada, más alta, más esbelta. Así que hay una NY hacia arriba de la que no puedes sino admirarte. Pero, al final es siempre lo mismo y ya te cansas y te duele el cuello. Y eso, que esa NY de las alturas tiene diversas lecturas. A míme habría gustado oir los comentarios de algún arquitecto o urbanista que seguramente me habría hecho descubrir cosas en las que yo ni me fijaba. Pero mi mala suerte fue que el guía que llevábamos sólo estaba interesado en qué famoso vivía en cada torre y cuánto costaban los apartamentos que tenían. Así que nos pasamos el tour enterándonos de las direcciones de los famosos y de las enormes cantidades que gastaban en vivienda. Daba la impresión que sus fuentes bibliográficas no superaban la versión americana del Hola.

La NY de abajo, de a pie de calle es más admirable. Aunque a veces vamos a los sitios más por los edificios que por la gente, sigo prefiriendo más ver gente que edificios.Y en eso NY es espectacular. Mi hotel estaba tocando al Rockefeller Center, en plena 5ª avenida, así que la gente con la que tropezaba era casi siempre gente guapa. Pero como también anduve mucho por toda la ciudad (una de las tardes recorrí a pie la calle Broadway de abajo arriba y eso debe ser muchísimo) la imagen que tengo es bastante polícroma. Claro que la zona del hotel estaba lena de limusinas impresionantes. A veces tres y cuatro aparcadas en la salida de algún hotel de la zona. Otras veces circulando por las calles casi en caravana. Una pasada. Y junto a eso mucha policía. La primera noche fue todo un espectáculo ver unos treinta coches de policía todos con las luces y las sirenas dadas ocupando toda una calle lateral del Empire State. La quinta avenida y las tiendas esas de ricos estaban preciosas y sugerentes, aunque uno las veía tan lejos de su mundo que solo entré en varias de ellas (Tiffanys, Cartiers, las tiendas de moda, etc) para mejorar mi nivel de humildad. Cruzar el Soho, Chinatown, la zona judía o la pequeña italia, fue menos espectacular, pero también muy interesante.
Me defraudó la zona cero. Quizás porque está en obras y la tienen cerrada. Pero han dado tanta importancia a esa fecha, fue un desastre humano tan grande que llama la atención lo poco expresivos que han sido a la hora de construir un memorial de recuerdo,aunque sea provisional. Creo que los edificios que están construyendo van a ser espectaculares. ¡Qué diferencia con el estilo de recuerdo de los ingleses con Lady Di, y eso que ella fue solo una persona.
Bueno pues esto fue mi NY físico. Mañana me referiré al personal. A las vivencias.

jueves, octubre 04, 2007

Las conversaciones


Mientras espero, otra vez, en la T4 a que llamen para embarcar, voy a aprovechar para dar continuidad al blog. Entre unas cosas y otras, se hace difícil encontrar esos huecos propicios que te permitan iniciar la tarea. Y luego, que coincida con que en ese momento tienes algo que decir. La inspiración se lleva mal con la gripe y los agobios de inicio de curso. Pero en esto de los vuelos he encontrado una terapia estupenda. Da lo mismo lo que tú te apures o la prisa que tengas. Los bloques de tiempo son lo que son y los aviones no han de salir antes de lo programado. Más bien lo contrario, tienden a retrasarse (el de hoy algo más de media hora). Así que lo mejor es armarse de paciencia y disfrutar, si puedes. Y en eso el blog me echa una manita.


He titulado esta entrada como "las conversaciones", porque de un tiempo a esta parte estoy asombrado de los particulares giros que dan las conversaciones. No sé qué me pasa, quizás sea la edad, pero cada vez me veo más metido en procesos de comunicación que se sorprender por los derroteros que acaban tomando. Casi siempre muy lejos de donde a mí me hubiera gustado llegar y sin nada que ver con los propósitos que uno tenía cuando comenzó. Y es terrible, la verdad. Desespera ver que siendo que tú querías agradecer algo a alguien o mostrarle tu aprecio, la puñetera conversación vaya tomando curvas inesperadas y acabes, al final, discutiendo.

Yo les explico a mis alumnos, al hablar de comunicación, que esos procesos se ven afectados por el principio de la "equifinalidad". Se sabe por donde se empieza pero es difícil anticipar cómo va a acabar. Y que la forma en que un proceso comunicacional acaba no suele tener mucho que ver con cómo empezó. Esa indefinición es especialmente observable en las conversaciones. Uno empieza la conversación en un tono particular, pero a medida que va avanzando la interacción todo va modificándose y puedes acabar en posiciones absolutamente inesperadas. Y no queridas, por supuesto.


Por supuesto, eso es algo fácil de entender desde el punto de vista teórico, pero es asombroso poderlo ver en la práctica. Y sobre todo si aparece en tu propia práctica. Personalmente estoy asombrado del descubrimiento. Al principio lo vivía como un imponderable. De pronto te veías, sin saber cómo, en medio de una discusión que había nacido de una conversación cariñosa. Era como si la conversación tuviera vida propia y siguiera un curso errático al margen de la voluntad de quienes hablan. Lo que me llama la atención ahora es que soy capaz de ver cuándo el proceso está tomando otro giro y va variando el contenido y el tono del intercambio. No sé si es malo o bueno. Al final te agobia el darte cuenta por anticipado de por dónde van a ir las cosas, sobre todo cuando no puedes hacer nada para evitarlo. Es como si salieras de tí mismo, te elevaras un poco y fueras capaz de analizar desde arriba el particular intercambio que se está produciendo entre tu mismo y la otra persona con la que hablas.


Es realmente curioso y tiene que ver, creo yo, con los distintos componentes (descripticos, conativos, emocionales) que en cada momento de la conversación están presentes en el intercambio. Si cada uno de ellos pudiera representarse por un color (como suele suceder con las intensidades en los aparatos de sonido) sería fácil de observar cuando una conversación que era solo descriptiva (se intercambiaba información) cambia progresivamente de color y empieza a tomar un cariz mucho más emocional. Va cambiando el tono, la actitud de quienes dialogan y hasta los propios contenidos de la conversación. Y lo que comenzó en un contexto neutral va cargándose de emociones, con todo lo que eso trae consigo de pérdida de la racionalidad, de emergencia de demandas o reproches. En fin, la discusión clásica.


Lo dicho, estaría muy bien poder patentar algún tipo de scanner de conversaciones que no sólo las grabara (eso está chupado) sino que hiciera sonar una especie de pitido suave cuando la conversación comenzara a cambiar de tono para encaminarse hacia barrancos peligrosos. El problema sería que haces cuando escuchas el pitillo, porque como se te ocurra decir que "bueno, ya vale, cambiemos de tema", la has jorobado. Entonces sí que tienes la discusión asegurada.

martes, octubre 02, 2007

The last kiss


Un fin de semana tranquilo, pasado por agua. Intenso de emociones (por aquello de San Miguel) y con algunas ansiedades anticipadas pues el lunes ha comenzado el curso y el jueves viajo por primera vez a los USA. Pero, con todo y con eso, no hemos dejado nuestra rutina cinéfila y allá nos fuimos a ver The last kiss.
Por lo que he podido saber después, esta película de Tony Goldwin es un remake de otra italiana L’último bacio y según algunos comentaristas bastante peor que el original, aunque el guión esté firmado por Paul Haggis el de “Million Dollar Baby”.. Pero a mí me da lo mismo porque no vi la primera y porque la segunda, con todos sus defectos, se deja ver. Y como trata de relaciones de pareja y de psicología, pues miel sobre ojuelas.
La verdad es que se trata de una película curiosa en la que el tema o la historia que cuenta desborda, con mucho, la propia película.Te pasas los 90 minutos identificándote y desidentificándote con los actores y actrices. Leyendo tu propia vida a la luz de los comportamientos y elucubraciones que van apareciendo en pantalla.
En realidad, este último beso tiene que ver con cómo los hombres viven su relación de pareja (6 parejas aparecen en el film). Parejas que se encuentran en diversos momentos de su desarrollo. Y la primera conclusión es que todos lo hacen mal. De ahí, seguramente, el título. Uno no consigue superar el sexo por el sexo en sus relaciones, otro anda enloquecido desde que rompió con su chica, otro está desbordado por el mal humor y las exigencias de su esposa tras tener el primer hijo y otro, que casi pasa desapercibido, simplemente se casa. El protagonista que tiene, y él lo cree, una novia maravillosa no consigue superar su miedos y acaba sucumbiendo a la seducción de una lolita morena y desinhibida para redimirse de lo cual ha de pasar más trabajos y penalidades que Hércules.
Un periodista americano del Empire que comenta la película en los foros de internet (le da 4 puntos sobre 5) dice de ella que está "Dirigida a una audiencia con inteligencia emocional, se eleva muy por encima de las usuales comedias-dramas románticos. Pero si tiene previsto verla con su pareja, un aviso: el film puede que les invite a incómodas discusiones tras su visión...” Lo de la inteligencia emocional superior, da un poco de risa. Pero lo de las discusiones de pareja es verdad.
A mí me llamó mucho la atención cómo sobre estos jóvenes treintañeros se cernía un temor inconcreto (son los que más daño hacen) con respecto al futuro. El protagonista del film (Zach Braff) lo tiene clavado en el pecho, no puede aceptar que su vida esté ya guionizada, que una vez que entra en la rueda (trabajo, casamiento, hijos, vacaciones familiares, etc.) todo sea previsible en su vida. Ya no habrá novedades, ya no hay cambios posibles. He visto ese mismo sentimiento en muchos jóvenes, incluidos mis propios hijos. Es como si sintieran la necesidad de hacer cosas, muchas cosas, antes de que su vida se cierre en el círculo de la cotidianeidad. De hecho, dos de los protagonistas hacen esa huida hacia delante y se van en una caravana a tierra del fuego (“si no lo haces ahora, ya no podrás hacerlo nunca”, le dice uno de ellos al otro)
Yo creo que mi generación no sentía ese temor. Al menos a esa edad. Éramos más decididos, más seguros en nuestras propias fuerzas. La crisis venía después, a medida que ibas cumpliendo años. A los 45 ó 50 sí comienzan las dudas: si no me separo ahora ya no podré hacerlo, será tarde; si no cambio de trabajo pronto ya me veo condenado a seguir siempre aquí; si no hago algo novedoso y distinto se me va a comer la rutina. Algunos, sienten tanta presión en esa fase que rompen con todo y buscan iniciar otra nueva vida. Quizás como una fantasía de rejuvenecimiento.
Es curioso ese miedo generacional a que el guión de tu vida esté ya escrito. Es como si te pusieran una esposas (justamente eso es lo que algunos de ellos sentían con sus mujeres, que dejaran de ser sus chicas para convertirse en sus esposas). A veces pensamos que esta condición de provisionalidad que marca hoy en día todo, es como una espada de Damocles que pende sobre las biografías de nuestros jóvenes. Pero se ha hechoalgo cultural, ha entrado dentro de ellos. Se han acostumbrado tanto a lo provisional que se acaba teniendo pánico a lo estable y permanente.

Por lo demás, me pareció mejor dibujado el papel de los hombres que el de las mujeres (o vacías, o histéricas o excesivamente justicieras). Y, por supuesto, no podía faltar la moralina americana: echar un polvo desregulado es un delito de lesa traición y con un castigo desmesurado. Curiosamente, dio mucha menos importancia el padre a la aventura sexual de su esposa que la hija a la de su novio. Mérito de la experiencia, supongo.