jueves, octubre 04, 2007

Las conversaciones


Mientras espero, otra vez, en la T4 a que llamen para embarcar, voy a aprovechar para dar continuidad al blog. Entre unas cosas y otras, se hace difícil encontrar esos huecos propicios que te permitan iniciar la tarea. Y luego, que coincida con que en ese momento tienes algo que decir. La inspiración se lleva mal con la gripe y los agobios de inicio de curso. Pero en esto de los vuelos he encontrado una terapia estupenda. Da lo mismo lo que tú te apures o la prisa que tengas. Los bloques de tiempo son lo que son y los aviones no han de salir antes de lo programado. Más bien lo contrario, tienden a retrasarse (el de hoy algo más de media hora). Así que lo mejor es armarse de paciencia y disfrutar, si puedes. Y en eso el blog me echa una manita.


He titulado esta entrada como "las conversaciones", porque de un tiempo a esta parte estoy asombrado de los particulares giros que dan las conversaciones. No sé qué me pasa, quizás sea la edad, pero cada vez me veo más metido en procesos de comunicación que se sorprender por los derroteros que acaban tomando. Casi siempre muy lejos de donde a mí me hubiera gustado llegar y sin nada que ver con los propósitos que uno tenía cuando comenzó. Y es terrible, la verdad. Desespera ver que siendo que tú querías agradecer algo a alguien o mostrarle tu aprecio, la puñetera conversación vaya tomando curvas inesperadas y acabes, al final, discutiendo.

Yo les explico a mis alumnos, al hablar de comunicación, que esos procesos se ven afectados por el principio de la "equifinalidad". Se sabe por donde se empieza pero es difícil anticipar cómo va a acabar. Y que la forma en que un proceso comunicacional acaba no suele tener mucho que ver con cómo empezó. Esa indefinición es especialmente observable en las conversaciones. Uno empieza la conversación en un tono particular, pero a medida que va avanzando la interacción todo va modificándose y puedes acabar en posiciones absolutamente inesperadas. Y no queridas, por supuesto.


Por supuesto, eso es algo fácil de entender desde el punto de vista teórico, pero es asombroso poderlo ver en la práctica. Y sobre todo si aparece en tu propia práctica. Personalmente estoy asombrado del descubrimiento. Al principio lo vivía como un imponderable. De pronto te veías, sin saber cómo, en medio de una discusión que había nacido de una conversación cariñosa. Era como si la conversación tuviera vida propia y siguiera un curso errático al margen de la voluntad de quienes hablan. Lo que me llama la atención ahora es que soy capaz de ver cuándo el proceso está tomando otro giro y va variando el contenido y el tono del intercambio. No sé si es malo o bueno. Al final te agobia el darte cuenta por anticipado de por dónde van a ir las cosas, sobre todo cuando no puedes hacer nada para evitarlo. Es como si salieras de tí mismo, te elevaras un poco y fueras capaz de analizar desde arriba el particular intercambio que se está produciendo entre tu mismo y la otra persona con la que hablas.


Es realmente curioso y tiene que ver, creo yo, con los distintos componentes (descripticos, conativos, emocionales) que en cada momento de la conversación están presentes en el intercambio. Si cada uno de ellos pudiera representarse por un color (como suele suceder con las intensidades en los aparatos de sonido) sería fácil de observar cuando una conversación que era solo descriptiva (se intercambiaba información) cambia progresivamente de color y empieza a tomar un cariz mucho más emocional. Va cambiando el tono, la actitud de quienes dialogan y hasta los propios contenidos de la conversación. Y lo que comenzó en un contexto neutral va cargándose de emociones, con todo lo que eso trae consigo de pérdida de la racionalidad, de emergencia de demandas o reproches. En fin, la discusión clásica.


Lo dicho, estaría muy bien poder patentar algún tipo de scanner de conversaciones que no sólo las grabara (eso está chupado) sino que hiciera sonar una especie de pitido suave cuando la conversación comenzara a cambiar de tono para encaminarse hacia barrancos peligrosos. El problema sería que haces cuando escuchas el pitillo, porque como se te ocurra decir que "bueno, ya vale, cambiemos de tema", la has jorobado. Entonces sí que tienes la discusión asegurada.

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