viernes, marzo 30, 2007

El Orfeón pamplonés


Fue una experiencia maravillosa acudir al concierto de ayer. La Real Filarmonía de Galicia, con Ros Marbá de director, interpretaba “Un réquiem alemán” de Brahms. Pero lo más sugestivo para mí era que actuaba el orfeón pamplonés. Es en estos casos cuando salen a relucir las esencias navarras que llevo dentro y sientes el orgullo de ser pamplonica. Bueno pues las expectativas se cumplieron por todo lo alto. Fue un concierto de esos que resulta difícil olvidar.
Todo el concierto fue espectacular, pero hubo momentos de auténtico orgasmo musical, esas sensaciones en que te sientes totalmente mecido por una melodía cautivadora que te envuelve y te absorbe y acaba adueñándose de ti. Cien voces entonando los “vivace” y “allegro” de algunas partes del réquiem producen sensaciones difíciles de narrar.
Aunque pudiera parecer que un réquiem tiene que ser algo pesado y aburrido (más aún si es en alemán), nada de eso sucede con esta pieza. Si siquiera tuvimos intermedio. Hora y media de placer continuado.Al final me crucé con algunos otros amigos navarros, fieles también ellos a los conciertos. Y bastó con un guiño cómplice para saber cómo habíamos disfrutado y como nos sentíamos satisfechos con la visita del Orfeón pamplonés.

jueves, marzo 29, 2007

La asertividad (2)


Comentaba el otro día la grata sorpresa que había tenido al descubrir que el tema de la asertividad era mucho más complejo de lo que yo pensaba. Una sorpresa agradable, porque aunque fui educado para hacer lo contrario (evitar decir nada que pueda molestar a quien te escucha, callarte tus sentimientos, evitar los conflictos y tratar de buscar puntos intermedios cuando los haya), últimamente voy perdiendo esos límites, sobre todo en algunos temas y con algunas personas. Pero siempre he vivido con mucho agobio las situaciones en las que los demás se permitían el lujo de protestar y ser francos consigo mismos y los demás mientras yo me sentía incapaz de hacerlo. Me han hecho sentir siempre una secreta envidia, sobre todo por la alta autoestima que esa postura refleja. Y es eso, justamente, lo que vienen a señalar los defensores de la asertividad: que está muy relacionada con la autoestima. Y con la propia salud mental. También por eso se justifica la envidia.

Me ha encantado ver, además, que con toda esta historia se han ido estableciendo toda una serie de derechos de las personas. La enciclopedia virtual Wikipedia habla de 25 derechos todos ellos muy interesantes:
Derecho a ser tratado con respeto y dignidad.
Derecho a equivocarse y a hacerse responsable de sus propios errores.
Derecho a tener sus propios valores y opiniones.
Derecho a tener sus propias necesidades y que éstas sean tan importantes como las de los demás.
Derecho a ser uno el único juez de sí mismo, a experimentar y a expresar los propios sentimientos.
Derecho a cambiar de opinión, idea o línea de acción.
Derecho a protestar cuando se es tratado de una manera injusta.
Derecho a cambiar lo que no nos es satisfactorio.
Derecho a detenerse y pensar antes de actuar.
Derecho a pedir lo que se quiere.
Derecho a ser independiente.
Derecho a decidir qué hacer con el propio cuerpo y con el propio tiempo y las propias propiedades.
Derecho a hacer menos de lo que humanamente se es capaz de hacer.
Derecho a ignorar los consejos de los demás.
Derecho a rechazar peticiones sin sentirse culpable o egoísta.
Derecho a estar solo aún cuando deseen la compañía de uno.
Derecho a no justificarse ante los demás.
Derecho a decidir si uno quiere o no responsabilizarse de los problemas de otros.
Derecho a no anticiparse a las necesidades y deseos de los demás.
Derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás.
Derecho a elegir entre responder o no hacerlo.
Derecho a hacer cualquier cosa mientras no se violen los derechos de otra persona.
Derecho a sentir y expresar el dolor.
Derecho a hablar sobre un problema con la persona implicada y en los casos límites en los que los derechos de cada uno no están del todo claro, llegar a un compromiso viable.
Derecho a escoger no comportarse de una forma asertiva.

Algunos de esos derechos son obvios, con asertividad o sin ella. Pero otros son interesantes de veras: protestar cuando te sientes mal tratado; a decidir sobre tu cuerpo, tu tiempo, tus propiedades; a hacer menos de lo que eres capaz de hacer (¡qué relajante derecho!); a ignorar os consejos de los otros; a decir que no;a estar solo; a no tener que justificarse a cada paso (para mí, ya con este era suficiente para mejorar mi vida); a no tener que responsabilizarse de los problemas de los otros; a elegir entre responder o no (¿no es maravilloso?; a no tener que anticiparse a las necesidades de los demás (¡uff, qué descanso!). E incluso el último es magnífico: el derecho a no ser asertivo.
Esta bien todo esto. Seguramente mejora la vida de las personas asertivas. La cuestión está en qué pasará con los que en ese juego hacen el papel de “los otros” o “los demás”. Vamos, yo mismo.

lunes, marzo 26, 2007

El velo pintado

Antes de que se disipen las emociones del fin de semana tengo que comentar este hermoso y extraño film de John Curran, a lo que parece, basado en una novela de Somerset Maugham.
No se entiende muy bien el título (quizás en la novela) de velo pintado. Se llevó un Globo de oro a la mejor música y se merecería otro a la fotografía, sobre todo cuando recoge los paisajes estremecedores de la China montañosa.
Pero como es fácil de entender para quien me conozca, lo que más me ha interesado es el guión y la temática que aborda: las relaciones de pareja, la forma en que dos personas construyen (o destruyen) su relación. No lo recuerdo literalmente, pero me llamó la atención el subtítulo que figura en los carteles: “a veces la distancia más larga entre dos puntos es la que separa a dos personas que viven juntas”. Si no es ése el texto, ése es su significado. Y qué bien lo refleja el film.

Ambientado en la Inglaterra de los años 20, la historia es sencilla. Una pareja que se casa para huir (ella, Naomi Watts) de su familia y él (médico bacteriólogo, Edgard Norton) para huir de la soledad de su trabajo en Shangai. Una infidelidad prematura (de ella) y el terrible recorrido para reconstruir lo que él vivió como un auténtico desastre. En esa desesperación fuerza (él) un cambio de destino, yéndose a una zona interior de China donde se ha extendido una plaga de cólera. Es como si se condenara a muerte y quisiera llevarse en ese trágico proceso a su esposa infiel. O sería todo un planteamiento estratégico para tratar de reconquistarla en un marco de máxima tensión.

Es impresionante ver la tensión que se crea entre ambos, el desprecio mutuo, la distancia que los separa. Parece mentira que una persona como él que arriesga gozoso su vida por salvar a enfermos del cólera es capaz, en sus relaciones personales, mantener esa dureza y desprecio. Pero la situación los va sometiendo a ambos a tensiones excesivamente fuertes como para poder sobrevivir aislados. Acaban necesitándose, haciéndose visibles el uno para el otro, buscándose y, finalmente deseándose. Quizás, incluso, amándose.¡Pero qué terrible recorrido para ambos!

Ya es difícil de por sí vivir en pareja, pero vivir así, despreciándose mutuamente, agrediéndose (aunque sea una agresión sin golpes), ninguneándose, debe ser terrible. No consigo entenderlo, la verdad. No creo que haya mayor castigo posible. La indiferencia aún podría ser soportable pero esa agresión permanente tiene que desgastar tanto que uno debe casi desear la muerte.

La moraleja me vino bien. Como viajo tanto, trato de convencer a Elvira (con poco éxito, la verdad) que lo nuestro es la “presencia ausente”, seguimos juntos aunque estemos lejos. Ayer volvimos sobre el tema.¡Ves, le decía, ellos estaban juntos pero seguían a miles de kilómetros de distancia! Lo suyo era la “ausencia presente”. Pero no quiso entrar en disquisiciones.

Y fuera de la tensión del film, me encantó la monja anciana que describía su relación con Dios también en términos de pareja. Me casé muy enamorada de jovencita, decía, pero luego mi amor se fue disipando a base de frustraciones. Hoy seguimos juntos pero sin emoción, como un matrimonio de ancianos que se sientan juntos en el sofá para ver el televisor pero ya no se hablan. Y eso que ella se dejaba la vida salvando enfermos y huérfanos. Me encantó.

La asertividad.

La interacción asertiva ideal es aquella en la que
los participantes acaban sintiéndose mejor que antes.

S. Neiger y E. Fullerton

Suele decirse que nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo. Eso me ha pasado a mí. Estaba equivocado (lo cual es un poco humillante siendo uno psicólogo) sobre lo que significa asertividad y conductas asertivas. Yo creía que la asertividad tenía que ver con el “ser positivo”. Tratar de ver en uno mismo y en los demás las cosas positivas. Pero, por lo visto, no se trata de eso. Ya me había pasado alguna vez que, discutiendo con alguien, él o ella me decían que trataban de ser asertivos. Y yo pensaba para mí, “leche, con tu asertividad, si llevas media hora poniéndome a parir…” Pues sí, por ahí van los tiros: “consiste en saber expresar nuestras necesidades y puntos de vista, respetando los ajenos”. Y con ese orden de prioridad, calculo: primero lo mío y luego lo ajeno. Tiene que ver, a lo que veo, con la comunicación: “ un comportamiento comunicacional maduro en el que la persona ni agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que expresa sus convicciones y defiende sus derechos”.
Tengo que confesar que mi fuente inicial de información fue una de esas revistas femeninas que nos regalan con los diarios del fin de semana. Allí, en las habituales páginas de psicología aparecía la consigna de “aprende a ser una persona asertiva”. Y como era un texto corto, lo leí. Con la sorpresa que acabo de contar. Me interesó, aún más, cuando comprobé que una de las preguntas clave para saber si eres o no asertivo es preguntarte si “sabes decir que no”. Vaya, me dije, esto me va a interesar.
Cuando me he ido a fuentes más fiables ya he podido comprobar que efectivamente se trata de un tema al que últimamente se le ha concedido una notable relevancia como una de las habilidades sociales importantes en nuestro tiempo. ¡Que me lo digan a mí! Tiene mucho que ver con la autoestima y te capacita para actuar, pensar o decir lo que consideres más apropiado para ti mismo, lo que responda mejor a tus necesidades, intereses o derechos (¿no parece magnífico?) sin tener que agredir a nadie ni (eso está bien) permitir que nadie te agreda. Y los manuales suelen incluir otro matiz más: poder decir la propia opinión aunque uno se equivoque, porque también equivocarse es un derecho.
Supongo que esto es el fin de lo “políticamente correcto”, de las “mentiras piadosas”, del tratar de decir siempre aquello que supones que el otro quiere oír, de tratar de ser complaciente a toda costa para propiciar una relación calma y harmónica, sin sobresaltos.
O sea, ha resultado que esto de la asertividad es todo un mundo que tiene sus regla, sus tests, su proceso de formación… Y sus derechos.
Pero se ha hecho largo para hoy. Los repasaré otro día.

Me ha encantado esto de la asertividad. Y me viene como anillo al dedo.

lunes, marzo 19, 2007

La vida de los otros


Los fines de semana traen consigo muchas cosas, pero cuando entre ellas está el cine, cine del bueno, ya puedo decir que ha sido un buen fin de semana. Este lo ha sido por muchas razones y, entre ellas, porque he podido ver “La vida de los otros”, ese hermoso film de Florian Henckel. Creo que fue muy merecido su Oscar a la mejor película extranjera.

No tengo nada que decir de los aspectos técnicos, salvo que se trata de una maravillosa recreación de la Alemania comunista de los años 70. Tiene un ritmo muy bien ajustado que hace que no pierdas el interés durante todo el tiempo que dura. Y un tono amable muy de agradecer pues te libera de la enorme presión de lo que va sucediendo en la historia. Y los actores, chapó.

Lo que me ha interesado más, desde luego, es la temática que ha abordado. Y como sucede con las buenas películas, da para hacer de ellas múltiples lecturas. Porque la historia del film tiene mucho que ver con la represión, con el arte, con el amor, con el patrioterismo, con las amistad. Pero tiene que ver sobre todo con el poder y la libertad.

Las últimas películas que he visto hundían sus raíces en la misma cuestión: la pequeñez y la indefensión de los individuos frente al poder y a quienes lo detentan. Ellos pueden controlarte, decidir sobre lo que puedes pensar, sobre como puedes vivir. Son reflexiones terribles sobre la alienación de los sujetos. En “La vida de los otros” es el poder del Estado (aunque al final el Estado es una entelequia y son sujetos concretos los que imponen sus caprichos) a través de sus policías. Pero sucedía lo mismo en “Teresa, el cuerpo de Cristo”; allí era la inquisición y su energúmenos quienes imponían sus leyes. La cuestión es que los individuos viven desasosegados. Su vida no les pertenece. No tienen libertad porque el sistema se la arrebata. Y, al final, solo si aceptas sus normas puedes sobrevivir, pero eso ni siquiera es sobrevivir porque, al final, o te rebelas o eres un muerto vivo.

Especialmente dramático, por absurda, es el primer interrogatorio del policía al detenido. -¿Sabe usted por qué está aquí detenido?; -“No señor”; -“O sea, que está diciendo que nosotros podemos detener a cualquiera caprichosamente; ya solo por eso podríamos detenerle como difamador del sistema”. ¡Perfecto! Lo curioso es que la inquisición hacía lo mismo:”¡usted ha pecado!”; -“No señor, yo no he hecho nada”; “Usted ha pecado y sólo si confiesa podrá quedar libre”. Y obviamente, cualquier cosa que confesara servía para inculparlos.

Tremenda la sensación de control policial durante toda la película. Es como un “voiyeurismo” total sobre la vida y el pensamiento de las personas. Es como sentirte aniquilado personal y socialmente.

El otro aspecto que me ha impactado en este film es la debilidad humana. Incluso cuando la gente se quiere bien, el sistema es capaz de destruirnos hasta el punto de hacernos actuar contra lo que más queremos. Una relación amorosa que comenzó débil y herida (de nuevo el poder que se impone y obliga a la chica a entregarse al poderoso) y que parecía que se iba fortaleciendo, acaba siendo todo un mundo de traiciones forzadas. Hasta lo más íntimo, lo más personal resulta moneda de transacción para sobrevivir. Es decir, al final, el sistema consigue que te sientas sólo ante su enorme poder y que busques tu propia supervivencia por encima de cualquier otro valor.

Acaba uno con una sensación terrible. Pero como se decía en otro blog: :
“la película es una película para sentirla, saborearla minuto a minuto, plano a plano, hacia ese final antes comentado, absolutamente genial, que nos devuelve un poco de esperanza bañada en amargura” (blogdecine).

viernes, marzo 16, 2007

Querida T4

Amiga T4, ya estoy de nuevo aquí. No han pasado muchos días pero ya te echaba de menos, mi adorada terminal de aeropuerto. Ya sé que dicen de tí que eres demasiado grande, demasiado caótica, demasiado compleja. Que resulta difícil quererte. Pero qué quieres, a mí me gustas. Me siento bien aquí. Eres una compañera acogedora. No sé qué tal tratas a los demás, pero yo no me puedo quejar. Me sorprendes cada vez que nos encontramos (hoy, por ejemplo, me han mandado a la terminal satélite para volar a Santiago de Compostela; menos mal que había llegado con tiempo). Y cuando entro en la sala VIP me haces sentir como alguien importante para tí. Tal como están los tiempos, es como un chute de autoestima. Ni te imaginas lo que te lo agradezco.
Por fuera eres fría y un poco distante. Es difícil saber lo que quieres y descubrir tu lógica. Pero con un poco de tiempo y algo de resistencia a la frustración se consigue. Al final uno acaba conociéndote bien y tomándote cariño. A mí, ya te digo, me gustas mucho. No es que no haya habido momentos difíciles en nuestra relación. Más de una vez he debido recorrer ansioso y desorientado tu cuerpo y perder el aliento para llegar a nuestra cita y, a veces, ni caso has hecho a mi ruego de que retrasaras la salida del avión (quizás querías retenerme un poco más junto a tí). Pero también he vivido aquí momentos hermosos de pasión, de afectos, de sueños. Algunos inenarrables. Y eso es lo que queda, al final, esa complicidad para hacer que lo que parecía imposible se cumpla.
No me importa nada lo que digan de ti. Yo te adoro y quiero que lo sepas. Una vez más.

miércoles, marzo 14, 2007

Lo urgente y lo importante

He discutido estos días sobre agobios. Tengo un almacen de ellos en mi despacho. Y se reproducen permanentemente, hasta que llega un momento en que adquieren las características habituales de una plaga o una inundación. Y entonces uno comienza a perder el control de la situación. Es como si te derrapara el coche y te pusieras a dar bandazos en cualquier dirección.
María, mi querida compañera de fatigas (y nunca mejor dicho), dice que lo urgente me hace perder el control de lo importante. Y es verdad. No acabamos de apagar fuegos y cuando no es una cosa es otra.
Yo veo a otra gente tan feliz, tan relajada. Entras en su despacho y lo tienen como una patena. Te cuentan y ves que están muy centrados en una o dos cosas. ¿Cómo lo harán, me pregunto siempre? ¿Será una cosa genética o es algo que se aprende? ¡Cómo agradecería algún tipo de sugerencia viable para salir del caos!
Creí que el primer paso importante era concienciarse. Y me compré un azulejo cordobés que coloqué bien a la vista para que en mi nombre hiciera visible mi propósito de que "un día de estos voy a organizarme". Pero su efecto está siendo limitado. La gente lo ve, lo mira y luego vueltos hacia mí me ofrecen una sonrisa de apoyo-reconvención como diciendo "de veras, no te lo tomes a broma".

Leí en una ocasión que la mejor solución para resolver esta situación es hacerse el tonto. Lo recomendaban a todos los que sufrían, como yo, el principio de Peters al haber alcanzado su máximo nivel de incompetencia. Decía el libro de autoayuda que si comenzabas a hacerte el tonto, la gente ya se daba cuenta de que no estabas en condiciones de cumplir sus expectativas y te encomendaban menos cosas. Y así poco a poco bajaba la tensión, se recuperaba el sosiego y podía recomenzarse el proceso. No es mala idea, pero tampoco es tan fácil hacerse el tonto y hacerlo con gracia y, sobre todo, de forma provisional. Además el Ego debe sufrir mucho.

En fin, en esas estamos. Intentando navegar en este proceloso mar de la vida universitaria sin naufragar. Y tratando de rescatar lo importante de lo urgente. Sin conseguirlo del todo. Está claro que se va haciendo necesario contar con un año sabático.

domingo, marzo 11, 2007

De pelis: Teresa e Isabel

Fin de semana con cine. Por partida doble. Daba pena meterse en una sala con el buen tiempo reinante, sobre todo en este precioso domingo que hemos disfrutado, pero hay que aprovechar las oportunidades. Y nos fuimos a ver “Teresa, el cuerpo de Cristo”. Desde luego, el título es provocador y supongo que Ray Loriga, su director, lo ha escogido por eso, para provocar. Pero no es una película escandalosa y, si lo es, la causa del escándalo viene más por el terrible papel que juega la iglesia oficial basando su discurso en el miedo indiscriminado. Y ése es el gran mérito de la Teresa del film (y supongo que de la Teresa real), saber escapar del círculo vicioso del miedo: todos tienen miedo y actúan por miedo. Y entienden que así deben funcionar las cosas, por miedo. Su dios es un dios de miedo. Por eso, el cambio de tornas que introduce Teresa hace que todo el discurso se caiga: no se puede temer a quien se ama. ¿Qué clase de amor sería ése? Paz Vega está bien, encarna (y nunca mejor dicho) con garra su personaje, y le dota de esa pasión que seguramente también Teresa sentía pero sublimaba a través del lenguaje. Hermosos textos de la santa y otros de cosecha propia. Magnífico aquello de “estoy engolfada de dios”. Exagerados los cilicios (aunque le dan ese toque masoquista y perverso que las relaciones intensas suelen tener). Muy logrados algunos ambientes. Y, cómo no decirlo, me encantó la Watling (siempre me gusta), incluso en este papel un poco ñoño.

Y hoy fuimos a ver “The Queen”. Ya lleva mucho tiempo en cartelera tuve miedo de que la sacaran. No quería dejar de verla. Como no me había fijado en la ficha técnica, me he estado preguntando durante todo el film de qué nacionalidad sería. Me parecía imposible que fuera inglesa y que dijera las cosas que dice. Quizás es que nosotros no estamos acostumbrados a desmitificar así a nuestras instituciones y a sus representantes. Pero, la verdad, es demoledora con la monarquía, con el gobierno, con la sociedad inglesa en general. Pero sobre todo con la monarquía. Y complaciente, ¡cómo no!, con Lady Di. ¡Qué increíble mujer esta que nos conquistó a todos incluso siendo conscientes de sus enormes defectos!. Era rica, guapa, poderosa, con una sonrisa irresistible. Quizás es que se reflejaban en ella muchos de los deseos que todos llevamos dentro. Por eso la quisimos tanto, porque nos gustaría parecernos a ella y tener su suerte (aunque no su destino fatal, por supuesto). Pero, obviamente, la película está hecha a la medida de su protagonista, la reina Helen Mirren, que está soberbia: contenida, elegante, con esa carga de prepotencia de quien se sabe poderosa y, a la vez, lo suficientemente consciente de su debilidad fundamental. No todos los personajes están bien conseguidos. Es lo malo de este tipo de películas. Fantástica la protagonista pero muy deficiente su marido y su hijo, el príncipe Carlos. Bien en cuanto al carácter Blair pero deficiente en cuanto al parecido. Y magnífica su esposa Cherie.

Dos películas sobre dos mujeres. Y qué distintas ambas. Una, Teresa, llena de energía, de calor, de cuerpo, de pasiones, dolorosamente segura en su inseguridad. La otra huyendo de cualquier expresión de emociones (“yo creía, dice ella, que el pueblo esperaba de su reina que no mostrara emociones”), sin cuerpo, dolorosamente insegura en su seguridad, sin apoyo en su entorno. Una entregada a un dios que siente pero no ve y la otra entregada, a su manera, a un pueblo que ve pero que no es capaz de sentir.

sábado, marzo 10, 2007

Los paréntesis

Hace unos días discutía con una amiga el tema de los paréntesis. Comenzó por ser una discusión gramatical y acabó refiriéndose a las relaciones y la vida en general. La cosa comenzó analizando mis textos en los que según ella había demasiado paréntesis. Lo que, en su opinión, rompía mucho el discurso y distraía la atención. Ya lo he oído más veces, pero me gustan los paréntesis, me ayudan a matizar o a recordar cosas que tienen que ver con lo que se está hablando en ese momento. Pero, en fin, esa fase de la discusión fue menos interesante que la segunda a la que, probablemente, ambos queríamos llegar.

Mi tesis era sencilla (y discutible, por supuesto): la vida tiene una línea de discurso central y luego muchos paréntesis. La suya (más sensata, probablemente y, desde luego más acorde con la gramática) era que lo que viene dentro del paréntesis pierde valor. En los paréntesis sólo caben, me decía, incisos coyunturales.

Mi planteamiento era simple. Yo que viajo tanto necesito entender esos viajes como un paréntesis que se abre al salir y se cierra al regreso. Es cierto que los signos del paréntesis no son muros infranqueables sino una especie de mallas que dejan filtrar algunas de las cosas (experiencias, emociones, personas) del paréntesis a la corriente central del discurso. De algunos de esos paréntesis se derivan consecuencias que son importantes para el resto de tu vida (conoces a alguien, inicias un proyecto, tienes alguna experiencia que te afecta personalmente, etc.). Así que los paréntesis y el discurso se van configurando e influyendo mutuamente.

Leía el otro día en Brasil que el único amor al que somos fieles es el “amor propio”. Y es probable que la línea central del discurso de cada vida sea uno mismo. Y que todo lo demás no pase de ser una secuencia de paréntesis. O al menos todo comience (¿o acabe?) como un paréntesis. Unos un poco más grandes y otros más ligeros. Luego, como en las carreras de los espermatozoos, sólo algunas de las cosas (y personas) logra superar el paréntesis e instalarse en el discurso.

A veces los paréntesis se multiplican. Así sucede en las vidas complicadas, supongo. Construidas por muchos momentos aislados, muchas personas coyunturales, diversas dedicaciones, pero poco discurso. Como esos oradores que se van del discurso y enredan unas cosas con otras y al final pierdes el hilo de lo que están contando (a veces, hasta ellos mismos pierden el hilo y ni saben por donde están). Para algunos, ni siquiera los paréntesis son suficientes, pues como se van encabalgando unos con otros, acaban necesitando echar mano de los corchetes. Y, ahí sí, comienza el desmadre.

Otras vidas son más sencillas. Son todo discurso con poquitos paréntesis. Todo queda claro, todo tiene una continuidad. Disfrutan de la unicidad de su mensaje. Debe ser relajado. Pero no tengo claro que sea divertido.

Tengo claro que me aproximo bastante al primer grupo. No sé si por suerte o por desgracia. A veces, hecho de menos la tranquilidad y linearidad de los segundo, pero sólo en momentos de debilidad y por poco tiempo. Es sólo un paréntesis más entre mis paréntesis.
Pensándolo bien, daría pie a un jugoso autoanálisis el preguntarnos cada uno qué (y quiénes) está en la línea central de nuestro discurso y qué (y quiénes) en los paréntesis. Aunque tengo la sospecha de que, en el fondo, toda nuestra vida no es sino un conjunto de paréntesis entre dos corchetes.

miércoles, marzo 07, 2007

Lembranzas brasileiras.

Me encontré el otro día en la prensa brasileña (periódico Zero Hora del 28-02-07) la siguiente esquela:
(La escribe una madre en el aniversario de su hijo fallecido, con foto por supuesto):
Vai até o infinito,
E tenta encontrar alguém
Que te ame mais do que eu.
Se encontrares,
Então esqueça-me.

(Recorre el infinito y trata de encontrar a alguien que te quiera más que yo. Si lo encuentras, entonces, olvídame)
¿Qué tremendo, no?

Brasil es así, está lleno de contrastes y exageraciones. En las temperaturas, en las relaciones, en las enormes colas para todo, en los shopping infinitos, en los atascos, en el cariño y afectuosidad que te muestran. En casi todo.

Decía Lula el otro día que el eje vertebral de Brasil era la salud. Parece un chiste, pero es la verdad. No he visto ningún otro lugar donde se aprecie y cuide tanto el cuerpo. Quizás porque se sienten con unos cuerpos de lujo que precisan cuidados fuertes. Pero resulta impresionante ver y sentir su preocupación por la salud y la belleza. En Río de Janeiro, los domingos se cierran las enormes avenidas en torno a las playas (Copacabana, Ipanema, Leblon, etc.) para que la gente haga footing y ejercicio. En casi todas las ciudades ya avisan que los domingos y festivos las avenidas principales serán compartidas los domingos por coches y paseantes o ciclistas.

No he conocido ningún lugar donde se coma más ensaladas. Ni donde haya puestos de masaje en los supermercados, en los shoppings, en los aeropuertos.

También me ha llamado siempre la atención su paciencia. Salvo excepciones. Los brasileños son muy pacientes. Claro que, de otra manera, les sería casi imposible sobrevivir. Aguantan resignadamente cualquier cola, cualquier instrucción. Una vez comentábamos charlando en un grupo sobre lo pacífico que es Brasil siendo así que existen en él tantas diferencias de clases sociales y recursos. Un alumno ya mayor nos contestó: “es que nosotros no tenemos problemas de racismo, aquí los blancos saben que son blancos y los negros que son negros”. Y se quedó tan ancho.

lunes, marzo 05, 2007

El CID (Centro de Integración y Desarrollo)

Una de las cosas que le pueden alegrar la vida a un amante de la educación es conocer a la gente del CID (Centro de integración y desarrollo, creo). Es un centro educativo donde hacen integración de la buena.
Conocí a Lía, una de sus directoras en Manaos donde participamos juntos en un Congreso que organizó allí nuestra común amiga Maximila, de la ludoteca de la Ulbra. Luego he ido conociendo a las demás, a Sheila, la otra directora y al grupo de chicas jóvenes que dan vida a un experimento educativo de muchos kilates.
Fueron tan amables de invitarme a su 15 aniversario aprovechando uno de mis viajes a Porto Alegre. Y fue una de esas experiencias que resultan difíciles de olvidar. El evento tuvo una gran profundidad en los debates. Analizamos cosas muy interesantes en el trabajo inclusivo. Pero lo que me impactó más fue la carga de emoción que traslucía cada intervención. Allí habló mucha gente, desde las directoras a las profesoras, sin faltar la cocinera y los padres. Y todos transmitían esa emoción de quien se siente muy metido en el proyecto muy identificado con él.

Y eso que no pude participar en la gran fiesta que, fuera ya del ambiente académico y científico de las conferencias, organizaron después con toda la gente del colegio, incluidos los niños. Me mostraron ayer la grabación y, la verdad, sentí mucha envidia de no haber podido disfrutar con ellos de esa situación de alegría compartida. Ver a los niños bailar el vals con su pareja fue muy emocionante. La verdad es que son enormemente creativos y consiguen unas coreografías maravillosas que logran implicar a todo el mundo. No tienes opción, te enamoras de ellos sin remedio.

Esta vez he podido estar con ellos de nuevo. Pensé que estaban de vacaciones con sus familias y no me atreví a llamarlas los primeros días. Pero luego vinieron por el Congreso y allí nos encontramos. Y fue como retomar nuestra amistad, así simplemente, sin necesidad de interfaces.

Hay cosas que marcan las amistades verdaderas. Lía estaba preocupada porque, decía, que me encontraba triste. Es la clarividencia de la gente acostumbrada a trabajar en el tema de la diversidad. Esa empatía unida al cariño de la amistad es lo que las hace tan especiales. También me encantó su regalo con dibujos de los niños. Tengo un tocayo en el cole, un pequeñazo llamado Miguel que me ha hecho un dibujo (me ha dibujado junto a él sin que me falte nada, las gafas, la barriga, la calva: un malvado realista el migueliño). De Miguel para Miguel ha escrito en el dibujo. También eso es emocionante. Volvimos a visitar el centro y a ver las novedades. El refectorio que es el gran orgullo de Sheila. O el tejado de Uralita de una de las ampliaciones que han cubierto de tarros con plantas. Y salimos a cenar juntos y a disfrutar de ese encuentro con el que no contaba pero que siempre disfruto tanto.

No tienen muchos medios en el CID, pero derrochan imaginación y entusiasmo. En eso se parecen a los que la literatura ha definido como rasgo central de las escuelas de calidad: el fuerte sentimiento de pertenencia y de orgullo con lo que hacen. Se les nota en la cara alegre, en el gesto amable siempre, en la forma de hablar de los niños y de sus familias. Incluso los problemas, que no faltan (este año, por ejemplo, les ha bajado bastante la matrícula), los encaran con tranquilidad. Con la seguridad de quien sabe que lo está haciendo bien.

Me encantó verlas de nuevo. Y saber que las cosas que escribimos sobre la inclusión, sobre el trabajo en equipo, sobre los proyectos, sobre todo eso no son sólo elucubraciones mentales o ideas utópicas. Ellas lo están haciendo. Y muy bien.

Despidiendo Brasil

Aquí estoy, escribiendo en un aeropuerto, come di solito. Esta vez en el de Sao Paulo.
Estoy cerrando mi viaje a Brasil que comenzó el domingo pasado. Así que llevo ocho días brasileando aunque, esta vez, sin salir de Porto Alegre. Mucho tiempo, de todas maneras.

Ha sido un viaje extraño, difícil para mí. No me había pasado esto nunca en los 15 años que llevo viajando a este país. He sentido, desde el inicio, la vaga y amarga sensación de que se estaba cerrando mi etapa brasileña. O quizás fuera solo el estrés.

La verdad es que llegué muy cansado. Los últimos días en Santiago fueron terribles por la presión de los exámenes, el hacer las actas, el informar proyectos de investigación de varias agencias. Fue una locura. Y creí que el viaje me vendría bien como forma de desconectar de todo aquello. Así solía ser otras veces. Pero esta vez no.

Pasé los tres primeros días en el Hotel sin atreverme a pisar la calle. Hacía un calor horroroso con una humedad irrespirable. Y yo sé que si llego a un lugar y me encierro en el hotel es mi perdición. Se apodera de mí un muermo insoportable. Y eso fue. Tres días sin hablar con nadie, sin casi salir de la habitación, consumiéndome en mi propia amargura calentita.

Afortunadamente, las cosas fueron mejorando un poco los días siguientes. Comenzó a llegar la gente del Congreso y comenzaron a dar señales de vida mis amigos y amigas de Porto Alegre (quizás era su ausencia lo que más extrañaba).

El Congreso estuvo bien. Aunque, incluso eso se me hizo extrañamente pesado y cuesta arriba. ¿Será posible que a estas alturas del partido llegue a sentir “miedo escénico”? ¿Qué sienta como que no voy a saber qué decirles? Pues sí, esa sensación tuve. Claro que al final todo salió de maravilla. La primera conferencia sobre las emociones de los profesores fue excelente. Hasta yo mismo quedé satisfecho, cosa muy inusual. El taller de tres horas sobre la planificación de los contenidos en la educación infantil y series iniciales un poco más flojillo pero digno. Es decir, en lo que se refiere al Congreso no me puedo quejar.

El encuentro con los amigos tuvo de todo. Momentos deliciosos y otros bastante amargos. Pero tampoco se puede uno extrañar de eso cuando sólo te ves con ellos de año en año. La vida da muchas vueltas y cada uno va haciendo su camino como es lógico. Pero siempre es un placer encontrarlos y encontrarlas por aquí. Es una gente tan alegre, tan entusiasta, tan buena gente. Algunos son capaces de coger el avión, o hacer jornadas enteras de autobús o coche sólo por estar un rato contigo, por charlar y sofocar un poco sobre todo lo divino y lo humano. "Por matar la saudade", como dicen ellos. Y siempre con un cariño tan a flor de piel que te seduce. Muy brasileiro.

Y así nos fuimos a cenar a donde Betto. Nos fuimos a bailar al Clube da Saudade. Pudimos reir a gusto con una caipiriña en la mano. Tuve el honor de ser invitado del rector de la PUC junto con la plana mayor de la Facultad de Educación. En fin, a sentirme de nuevo como en el paraíso. Solo me faltó volver de nuevo a ver Tangos y Tragedias, pero resulta que estaban en una tournée en Portugal. Para compensarlo me regalaron un DVD con otra obra de ellos.

En fin, un viaje extraño, lleno de presagios e inseguridades, pero al que no han faltado sus momentos magníficos. Dignos de los grandes amigos con que tengo la suerte de contar por allí. Es verdad lo que decía otro de los amigos con quien más de cerca he compartido esta experiencia brasileña: Brasil es eso Miguel, una sobredosis de contradicciones que al final genera dependencia, y sólo deseas volver.