lunes, marzo 26, 2007

El velo pintado

Antes de que se disipen las emociones del fin de semana tengo que comentar este hermoso y extraño film de John Curran, a lo que parece, basado en una novela de Somerset Maugham.
No se entiende muy bien el título (quizás en la novela) de velo pintado. Se llevó un Globo de oro a la mejor música y se merecería otro a la fotografía, sobre todo cuando recoge los paisajes estremecedores de la China montañosa.
Pero como es fácil de entender para quien me conozca, lo que más me ha interesado es el guión y la temática que aborda: las relaciones de pareja, la forma en que dos personas construyen (o destruyen) su relación. No lo recuerdo literalmente, pero me llamó la atención el subtítulo que figura en los carteles: “a veces la distancia más larga entre dos puntos es la que separa a dos personas que viven juntas”. Si no es ése el texto, ése es su significado. Y qué bien lo refleja el film.

Ambientado en la Inglaterra de los años 20, la historia es sencilla. Una pareja que se casa para huir (ella, Naomi Watts) de su familia y él (médico bacteriólogo, Edgard Norton) para huir de la soledad de su trabajo en Shangai. Una infidelidad prematura (de ella) y el terrible recorrido para reconstruir lo que él vivió como un auténtico desastre. En esa desesperación fuerza (él) un cambio de destino, yéndose a una zona interior de China donde se ha extendido una plaga de cólera. Es como si se condenara a muerte y quisiera llevarse en ese trágico proceso a su esposa infiel. O sería todo un planteamiento estratégico para tratar de reconquistarla en un marco de máxima tensión.

Es impresionante ver la tensión que se crea entre ambos, el desprecio mutuo, la distancia que los separa. Parece mentira que una persona como él que arriesga gozoso su vida por salvar a enfermos del cólera es capaz, en sus relaciones personales, mantener esa dureza y desprecio. Pero la situación los va sometiendo a ambos a tensiones excesivamente fuertes como para poder sobrevivir aislados. Acaban necesitándose, haciéndose visibles el uno para el otro, buscándose y, finalmente deseándose. Quizás, incluso, amándose.¡Pero qué terrible recorrido para ambos!

Ya es difícil de por sí vivir en pareja, pero vivir así, despreciándose mutuamente, agrediéndose (aunque sea una agresión sin golpes), ninguneándose, debe ser terrible. No consigo entenderlo, la verdad. No creo que haya mayor castigo posible. La indiferencia aún podría ser soportable pero esa agresión permanente tiene que desgastar tanto que uno debe casi desear la muerte.

La moraleja me vino bien. Como viajo tanto, trato de convencer a Elvira (con poco éxito, la verdad) que lo nuestro es la “presencia ausente”, seguimos juntos aunque estemos lejos. Ayer volvimos sobre el tema.¡Ves, le decía, ellos estaban juntos pero seguían a miles de kilómetros de distancia! Lo suyo era la “ausencia presente”. Pero no quiso entrar en disquisiciones.

Y fuera de la tensión del film, me encantó la monja anciana que describía su relación con Dios también en términos de pareja. Me casé muy enamorada de jovencita, decía, pero luego mi amor se fue disipando a base de frustraciones. Hoy seguimos juntos pero sin emoción, como un matrimonio de ancianos que se sientan juntos en el sofá para ver el televisor pero ya no se hablan. Y eso que ella se dejaba la vida salvando enfermos y huérfanos. Me encantó.

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