miércoles, marzo 14, 2007

Lo urgente y lo importante

He discutido estos días sobre agobios. Tengo un almacen de ellos en mi despacho. Y se reproducen permanentemente, hasta que llega un momento en que adquieren las características habituales de una plaga o una inundación. Y entonces uno comienza a perder el control de la situación. Es como si te derrapara el coche y te pusieras a dar bandazos en cualquier dirección.
María, mi querida compañera de fatigas (y nunca mejor dicho), dice que lo urgente me hace perder el control de lo importante. Y es verdad. No acabamos de apagar fuegos y cuando no es una cosa es otra.
Yo veo a otra gente tan feliz, tan relajada. Entras en su despacho y lo tienen como una patena. Te cuentan y ves que están muy centrados en una o dos cosas. ¿Cómo lo harán, me pregunto siempre? ¿Será una cosa genética o es algo que se aprende? ¡Cómo agradecería algún tipo de sugerencia viable para salir del caos!
Creí que el primer paso importante era concienciarse. Y me compré un azulejo cordobés que coloqué bien a la vista para que en mi nombre hiciera visible mi propósito de que "un día de estos voy a organizarme". Pero su efecto está siendo limitado. La gente lo ve, lo mira y luego vueltos hacia mí me ofrecen una sonrisa de apoyo-reconvención como diciendo "de veras, no te lo tomes a broma".

Leí en una ocasión que la mejor solución para resolver esta situación es hacerse el tonto. Lo recomendaban a todos los que sufrían, como yo, el principio de Peters al haber alcanzado su máximo nivel de incompetencia. Decía el libro de autoayuda que si comenzabas a hacerte el tonto, la gente ya se daba cuenta de que no estabas en condiciones de cumplir sus expectativas y te encomendaban menos cosas. Y así poco a poco bajaba la tensión, se recuperaba el sosiego y podía recomenzarse el proceso. No es mala idea, pero tampoco es tan fácil hacerse el tonto y hacerlo con gracia y, sobre todo, de forma provisional. Además el Ego debe sufrir mucho.

En fin, en esas estamos. Intentando navegar en este proceloso mar de la vida universitaria sin naufragar. Y tratando de rescatar lo importante de lo urgente. Sin conseguirlo del todo. Está claro que se va haciendo necesario contar con un año sabático.

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