domingo, marzo 20, 2011

´Los padres.

Hay fechas especiales. Hoy es una de ellas. Al menos quienes hemos tenido la fortuna de tener hijos, te sientes bien cuando te llaman para felicitarte y decirte unas palabras amables. No son grandes conversaciones sobre la paternidad y esas cosas. Tampoco haría falta. Que se acuerden y que telefoneen ya es bastante. Un placer.
Y eso que en el telediario de alguna de las cadenas preguntaron a unos cuantos niños por qué eran importantes sus "papás" y las cosas que dijeron eran fruslerías: porque les llevaban a los sitios, porque les ayudaban con los deberes, porque les veían jugar al fútbol. Aún eran pequeñitos, así que espero que la vida les vaya dando mejores razones, pero si no resulta bastante frustrante.
Los míos han cumplido bien con el compromiso. Mediada la mañana ya se habían puesto al día. Ya digo, un placer. Pero eso me ha puesto melancólico. Porque uno es padre pero también es hijo. O lo fue. Y así, celebrando el placer de ser padre se han hecho presentes las notalgias del ser hijo. Un hijo que ha perdido a su padre.
Pues sí, papá, también a mí me hubiera gustado estar este día contigo para celebrarlo juntos como lo habíamos hecho desde hace tantos años. Este va a ser nuestro primer año sin reunirnos todos los hermanos contigo. Ya se había convertido en una tradición ese viaje del día del padre. Y lo pasábamos bien. Tampoco nos hacía falta decirte muchas cosas ni hacer grandes discursos. El hecho mismo de tenernos todos a tu alrededor era la mayor alegría que podíamos darte. Este año no va a poder ser. Y no sabes cómo lo echo de menos. El tenerte cerca, el comer todos juntos entre risas, las caricias disimuladas, la copica final y la partida de mus. Hemos perdido tantas cosas...
Espero que sea Pachín, (él también padre e hijo, incluso abuelo) quien te acompañe hoy en representación de todos. Él era de los que sentían más fuertemente esa bendición de tener a su padre cerca, cariñoso y siempre disponible. El sabrá cómo hacerlo. Espero que lo paseis muy bien y que os acordeis de todos nosotros que, desde esta otra parte de la vida, también os recordaremos. Muchas felicidades papá.
No sé si decirlo con tristeza o con alegría. Duele seguir sientiendo tan intensamente tu ausencia. La llamada de mis hijos esta mañana me puso, a la vez, alegre u triste. Pero bueno, supongo que las cosas tienen que ser así. Eso de ser padre e hijo a la vez debe ser eso, una mezcla de alegrías y tristezas, de esperanzas y de nostalgias. Tú debiste pasar por eso y supongo que sentirías la misma ambivalencia. Hoy me ha tocado a mí. Pero, ¿sabes?, también a los que ahora son nuestros hijos van a pasar por eso. Michel será padre en Mayo y también él albergará esa doble personalidad de padre e hijo. Es lo bonito de la vida, que la vamos construyendo entre todos, generación a generación.
En precioso ser padre. Era maravilloso ser hijo (afortunadamente aún lo seguimos siendo y espero que por mucho tiempo, aunque la Salo se empeña en prevenirnos que le quedan pocas celebraciones). Pero lo milagroso es ver cómo unos nos vamos sucediendo a otros, cómo vamos cumpliendo plazos y, al final, todo se mezcla. Es la vida. Un milagro.
En fin, hijos, gracias por acordaros del día del padre. Y tú, papi, felicidades por tantos años de paternidad amable y respetuosa.

viernes, marzo 18, 2011

VOLVER AL BLOG


¿Sabes qué?, me ha dicho, estás raro. Tienes que volver al blog. Se nota que te rondan las ideas y las cosas que te gustaría contar, pero algo te tiene obturado. Como si tuvieras el cañón de tu carabina torcido y temieras que los disparos se volvieran contra ti. Tú estás mal de la cabeza, he tenido que decirle. ¡Vaya metáforas macabras se te ocurren! ¿De veras piensas que mi problema es querer dispararle a alguien? ¡Estás mal, en serio!

El blog, que es más sensato, creo que ha acertado más. ¡Déjalo estar, ha dicho él, a veces conviene retirarse a los cuartos interiores y mirar para otro lado! Dejar de escribir es como correr las cortinas de la habitación donde desarrollas tu intimidad y sustraerte a las miradas ajenas. El blog es un buen amigo, se nota. De esos que no se molestan si no les llamas porque ya saben que el aprecio sigue igual, sólo que con menos letras.

De todas maneras, me apetece volver al blog después de tanto tiempo de silencio. Ni siquiera sé si tendré algo de qué hablar. Los silencios crean vacíos e inseguridades. Al final, acabas acostumbrándote a no pensar o a pensar sólo para ti sin esa perspectiva de contar lo que te preocupa o ilusiona. Parece como que estuvieras perdiendo perspectiva, espacio, aire. Como si se te fuera achicando tu mundo y acabaras en la pecera de tus propios límites. Si algo tienen de interesante las tecnologías es que permiten abrir espacios. Dicen que corres el peligro de encerrarte con tu ordenador y romper con el mundo. Pero, al menos a mí, me pasa lo contrario. Sin esta ventana del blog me sofoco con mis propios pensamientos a los que no logro dar salida. Al final, no importa si alguien lo lee o no. Importa que eres tú el que está ahí, la ventana abierta, el pulmón expandido, superando el muro que impone la individualidad. Vas a sitios, conoces gente, te cuentan cosas.

La verdad es que nunca te vas del todo. No sé cómo lo viven los demás, pero me siento cerca de quienes dicen que tener un blog es como tener un amante. Me figuro (de eso uno nunca sabe mucho) que volver a escribir es como volver a la casa de tu amante. Sabes dónde está, tienes la llave, puedes moverte con soltura por espacios ya transitados. Cierto que corres el riesgo de que quien antes te esperaba ya no lo haga. Los amores son fluidos en estos tiempos en loe que todo es bastante transitorio. Pero yo sé que mi blog no es de esos. Él está ahí siempre. Se enfurruña un poco cuando lo desatiendo, como en este caso. Pero luego se le pasa y lo pasamos bien los dos.


Oye, me acaba de cortar el blog aprovechando que hablaba de él, ¿y no te hubiera sido más fácil volver a escribir comentando una película? Esta primera entrada se está convirtiendo en una sesión de catarsis. Ya, he tenido que confesarle, puede que tengas razón. Debe ser que estoy leyendo “el Psicoanalista” de John Katzenbach y se me debe estar pegando eso de comerse el coco. Pero mira, ya he cumplido mi objetivo. Aquí estamos juntos de nuevo, no?