viernes, septiembre 10, 2021

ANETTE



No ha sido pequeña alegría el poder recuperar el cine. Llevamos tanto tiempo de lejanía con el séptimo arte que comenzó a hacerse real aquello de que “la distancia hace el olvido”. Una distancia que se justificó primero en la prudencia sanitaria pero que se ha prolongado mucho más debido a la pobre oferta que las salas nos han venido haciendo desde su reapertura. Seguramente las compañías no se quisieron arriesgar a contratar películas de calidad por razones de rentabilidad, pero la verdad es que en estos últimos meses hubo poca cosa interesante que poder ver en el cine.

Con Anette, el film francés de Leos Carax, cambió el panorama. Al final, algo interesante y retador. Y así, pese a que ese día el pase estaba programado para las 15:35 (una hora horrible que te destroza la rutina de la siesta y te lleva a estar luchando con el sueño durante toda la sesión), no perdí la ocasión.

Anette es una peli rara (no si pensamos en su director). La han calificado como musical y esa es su estructura, pero más bien es una original mezcla de lo cómico, lo dramático y lo musical. El adjetivo que más repiten las críticas es el de producto “bizarro”. Efectivamente, esa es la principal sensación que uno saca al concluir: todo es exagerado desde la historia a los personajes, desde la música hasta los contrastes de sonido e imágenes. De todas formas, no le falta coherencia y continuidad. El conjunto tiene su lógica y su hermosura.

Siendo un musical, podríamos decir que es la música el principal protagonista, pero no es así. Los personajes son tan fuertes, sobre todo Adam Driver cuya enorme humanidad y comportamiento hipertrófico lo ocupa todo. Marion Cotillard es más sutil, su presencia es más espiritual y acogedora: ella canta ópera. Y luego está Anette, cuya naturaleza incierta va ganando protagonismo a medida que avanza el film. De todas formas la música acompaña y dirige la historia, te aprisiona a base de repeticiones, te agobia…

En realidad, Anette es una historia de amor exagerada. Intensa y fusional en sus inicios (dicen que la escena de sexo de la pareja es de las más realistas del cine no porno), trágica y vengativa en su final (la previsible muerte de ella es tan agobiante que dan ganas de subirte a la pantalla para advertirle de dónde se está metiendo). Una tragedia griega musicada al moderno estilo (exagerado, también). Pero, una vez que te vas metiendo en la historia y en el film (las formas acaban siendo tan importantes como el relato) te vas integrando en el mundo onírico que el film propone y apuras pasiones y tormentas, percibes el abismo al que te lleva la corriente y respiras, al final, comprobando que el destino, aunque tarde, acaba restableciendo un cierto equilibrio.

No podría decir que sea un film de esos que sales relajado y con una sonrisa de satisfacción en los labios. Anette no juega en esa liga, lo suyo es electrizarte con las luces, las imágenes, los planos, los personajes, la historia. Y así sales, excitado y sin pensar demasiado para que las sensaciones se vayan calmando. De hecho, fue curioso que al acabar la película (dos horas y media de paliza sensorial) nadie se movió. Todos nos quedamos, cada uno en su asiento, tomándonos unos minutos de relax hasta que el sistema nervioso (y hasta el vago) volvieran a restablecerse.

De todas maneras, nadie pone en duda de que estamos ante una gran película. Al estilo Carax, pero que merece la pena. Buen comienzo de temporada.