domingo, febrero 16, 2014

Vivir es fácil con los ojos cerrados




Después de los buenos resultados obtenidos en los Goya parecía de cajón hacer algún esfuerzo por ver este film de Trueba que pasó sin pena ni gloria por las pantallas. En Santiago de Compostela apenas si duró dos semanas en cartel. Con todo, ni siquiera ese aval festivalero parecía suficiente. Teníamos dos opciones para esa tarde de viernes fría y desangelada (los viernes no toca cine, pero era San Valentín y teníamos que hacer algo especial): Vivir es fácil y Nebraska. Nosotros dudábamos sobre qué sería más interesante. Al final nos decidimos por Nebraska ante el temor de que la sacaran de pantalla. Fue curioso porque a la entrada del cine nos encontramos por separado con varios amigos cinéfilos. Les preguntamos qué iban a ver y todos ellos, en una muy extraña coincidencia, nos respondieron lo mismo: veníamos a ver Nebraska pero resulta que, aunque estaba anunciada, no la ponen (luego nos dijeron que era porque se había estropeado la máquina); así que hemos sacado entradas para la peli de Trueba. Y eso hicimos, también, nosotros. Hay que reconocer que el cine estaba prácticamente lleno, cosa milagrosa. Probablemente, el mérito lo tuvo San Valentín.
La película, de la factoría Trueba y con excelentes trabajos de los actores Javier Cámara, Natalia de Molina y Francesc Colomer es entretenida. Cuenta la historia real de un maestro de inglés (Javier Cámara) que utiliza la letra de las canciones de los Beatles para hacer sus clases más atractivas. Aprovecha que John Lennon rodaba una película en Almería para viajar hasta allí y, así, conocer a su ídolo y entrevistarse con él. Por casualidades del destino, tropieza en el camino con dos adolescentes fugitivos: una muchacha (Natalia de Molina) que se escapa de una residencia de monjas donde la han recluido porque se ha quedado embarazada y un chaval (Francesc Colomer) que se niega a que su padre le obligue a cortarse el pelo. Así que los tres  se embarcan en la aventura de recorrer el largo camino hasta Almería (en realidad, los jóvenes van a ninguna parte pues lo único que quieren es escapar). Curiosamente, llegan a Almería en un abrir y cerrar de ojos, de manera que lo que parecía se iba a convertir en una película de carretera no lo es. Transitan por parajes paradisíacos (unas veces desérticos, otras llenos de acantilados y playas difíciles de situar en su trayectoria) y llegan, antes de lo previsible, a un caserío cutre cutre que se supone está próximo a Almería. Y allí viven la aventura de colarse en el rodaje y conocer a Lennon.
La película se llevó 6 Goyas: mejor película, mejor director, mejor autor, mejor guion original, mejor actriz revelación, mejor música original. Excesivo palmarés para una película agradable pero no extraordinaria. Es una historia sencilla y bien contada. Quizás eso sea ya un mérito, pero no sé…me ha sabido a poco. Los papeles a desempeñar por los actores son simples y no requieren de grandes dotes dramáticas. Puestos a hacer un papel difícil, el del niño con parálisis cerebral del bar. Él sí, bordó su papel.
Si entramos en la historia, le sucede un poco lo mismo. Resulta una anécdota divertida. No se trata de una historia con moraleja, de las que te hacen pensar. Trueba (autor, también del guion) nos quiere situar en la España de finales de los 60 a través de los coches (el viaje a Almería lo hacen en un Seat 850), de una educación basada en el bofetón y, a través de los ambientes cutres de postguerra. Un poco exagerado todo, para mi gusto. Ni las cosas eran así, ni la historia que quiere contar lo necesitaba.
El núcleo central de la historia es real. El maestro al que se refieren (Juan Carrión, maestro en Cartagena) existió y, de hecho, asistió con el equipo a la entrega de los Goyas. Y todos los agraciados se refirieron a él con mucho cariño. No me extraña. Que un maestro de inglés enseñara a sus alumnos con letras de los Beatles, debía ser en aquel entonces, todo un descubrimiento. Que asumiera el desafío de ir al encuentro de Lennon (también en real que Lennon estuvo en Almería rodando una película con Richard Lester que se tituló "Cómo gané la guerra" y se estrenó en 1967)  para hablar con él y plantearle sus peticiones (que las letras acompañaran a los discos para evitarle tener que sacarlas de oído y con defectos) todo una maravilla de vocación docente. Cámara lo hace bien. Sin aspavientos. El personaje tampoco lo requería.

Dice Trueba que lo que quiere transmitir la película es el optimismo de la vida. Que ya tenemos suficientes problemas como para ir al cine a vivir otros. Tiene toda la razón. Puede que suceda como lo que se dice de la prensa, que las buenas noticias no son noticias. Quizás las películas de buenos son menos cine que aquellas donde hay buenos y malos que luchan entre sí, donde la gente sufre. Desde luego es un cine que te golpea menos, pero lo agradeces. Y ahora que hay tantas cosas que te llevan a la depresión, incluido el tiempo, aún más. Lo cierto es que Vivir es fácil es una película de buena gente. Las situaciones por las que van pasando los personajes tenían mal pronóstico en un mundo de gente mala (una chica que se mete en el coche con un señor mayor y se escapa con él; un adolescente que se añade al grupo y está dispuesto a quedarse solo en un garito en medio de la carretera para ayudar en el bar a un tipo al que no conoce de nada y que bien podría explotarlo), pero aquí todos los personajes son buena gente y se ayudan entre sí, salvo el bruto del pueblo que hace de contrapunto y recibe su castigo. Buena gente en la que puedes confiar. Te relaja el ánimo.
Y al final es eso, sales del cine con una sonrisa. Has pasado un buen rato. Te has maravillado de la tenacidad de un profesor y de su buen criterio pedagógico (incluida su bonhomía con los jóvenes a los que sabe tratar y respetar), has disfrutado de unos paisajes andaluces preciosos y te has emocionado con el recuerdo melancólico de algunas canciones de Lennon. Y todo eso en San Valentín. Quizás sobre algún Goya, pero no ha estado mal.

domingo, febrero 02, 2014

La gran estafa americana


Definitivamente, una buena película, de esas que se agradecen en un fin de semana húmedo y frío. No me extraña que haya tenido tantas nominaciones a los óscar de este año y que se vaya llenando de premios desde que se estrenó. Es curioso que haya gustado tan poco a los críticos y a los tertulianos. En fin, eso depende de qué busque cada quien en un film. Quizás es que las expectativas con las que se acude al cine, sabiendo los muchos premios recibidos, son muy altas. A mí en todo caso, me encantó. Algunas de las quejas de los entendidos vienen a decir que esperaban más del director Russell. Puede ser, pero a mí me parece que va in crescendo en sus últimos trabajos., todos ellos de una calidad razonable.  
El elenco de actores es magnífico comenzando por el protagonista Christian Bale al que resulta difícil reconocer en el tipo medio calvo y barrigudo el personaje que encarna (divertidísima la escena con la que se inicia el film en la que el personaje de Bale intenta neutralizar su calvicie recomponiéndose el cabello a través de guatas y pegamento; también su postura de macarra gordinflón despatarrado en su silla tratando de seducir a la coprotagonista Amy Adams). 

Y qué decir de ella, la Adams, tan atractiva y estimulante con esos labios húmedos y brillantes y sus pechos semidesnudos que te atrapan cada vez que aparece en pantalla. También Jennifer Lawrence, menos descocada aunque luciendo palmito, está bien,; su papel pasa por momentos de dramatismo que ella borda, buen testimonio de que se trata de una enorme actriz. Bradley Cooper está en lo suyo, creíble en su papel aunque a veces sobreactúe un poco. Y los pocos momentos en que uno puede disfrutar de Robert de Niro, son estupendos. En general todo el elenco de actores llevan a cabo un trabajo extraordinario. Y esa es la primera columna del éxito.
También la historia que se cuenta es interesante y te mantiene en vilo las dos horas y media que dura el film. Puede que no sea un tema novedoso, ni lo sea la forma de enfrentarlo (al final, me quedó un cierto regusto a El Golpe, la película de Roy Hill en la que actuaban Paul Newman y Robert Redford, película que, por cierto, pasaron hace unos días por televisión). Pero, original o no en la temática, sí lo es en su desarrollo, sobre todo por el enorme cúmulo de detalles y guiños que se van introduciendo: escenas fantásticas, cambios de ritmo,  nuevos personajes. Se me paso volando el tiempo. El tema de la corrupción, grande y pequeña, es desde luego un tema manido en el cine (porque lo es en la vida, basta ver lo que está sucediendo en España), pero se puede abordar en plan documental, en plan dramático o en plan de comedia, como en este caso. Haciéndolo, incluso como comedia, no deja de tener su moraleja y la triple perspectiva desde la que Rossell trata de plantearla: nos vamos reinventando para sobrevivir (y por eso, las pequeñas estafas), aprovechamos las oportunidades para beneficiar a nuestros ciudadanos (el caso intermedio, la estafa venial); nos aprovechamos de nuestra posición (la gran estafa).
Pero más que la historia, lo que seduce de esta gran cinta es la perfecta recreación de los ambientes de los años 70; el manejo de la cámara que te acosa, te rodea y logra meterte de lleno en la situación; el guión y la música (ah!, qué música).Me impresionó la importancia que adquiere la música en los momentos clave del film, momentos dramáticos y, sobre todo, momentos románticos. Y también en el simple divertimento del bailar. Se le iban a uno los pies en algunos pasajes del film (tenía delante de mí en el cine a un grupo de chicos jóvenes que a punto estuvieron de ponerse a bailar entre las butacas, y eso que era música de los 70; y, desde luego, éramos bastantes los que tatareábamos entre susurros algunas de las canciones que iban sonando). Muy emocionante. Y luego, todos esos guiños que los buenos directores saben ir incorporando a la historia para hacerla amable: la peluca y la barriga de Bale, los pechos seductores de la Adams, el tipazo pijo de Cooper, la expresión plana del jeque, la escena de miradas fijas y apasionadas entre Adams y Cooper, en fin, muchos detalles que te meten dentro de la historia como un personaje más.

Y luego esas otras cosas que nunca faltan en una buena peli: la amistad como valor más allá de los avatares circunstanciales de la vida de cada uno; la complejidad del amor y el deseo cuando se encarna en personas y situaciones concretas; los sutiles disfraces de la corrupción y el apego al dinero. Muchos mensajes implícitos para poner en marcha, si se desea, las neuronas de la reflexión y el contraste con nuestras vidas.
Una buena tarde de cine, que no es poco.