domingo, mayo 11, 2014

CRUCERO 7- DUBROVNIK




La entrada en Dubrovnik resulta un tanto anodina. Ves un puente enorme de esos soportados por grandes tirantes desde lo alto, pero ni siquiera entras por ese canal (que lleva al puerto antiguo). El barco atraca en un puerto nuevo en la otra parte de la bahía y donde te encuentras con unas casas modernas que te dicen poco de lo que es la ciudad.
Hoy nos hemos decido por prescindir de excursiones y paseo en manada y nos hemos ido por nuestra cuenta. Claro que como mucha gente ha decidido hacer lo mismo, se ha formado otra manada de los que no querían ir en manada. Además, como estamos en Croacia y la moneda no es el euro, hemos tenido que cambiar, al menos para tomar un café y pagar el autobús de línea que nos llevaría al centro de la ciudad.
 
Eso hemos hecho y la impresión que tienes al llegar a la ciudad antigua es maravillosa. Dubrovnik es un espectáculo. Entrar en la old city es como dar un salto en el pasado e irte a una ciudad renacentista, rica y culta. No es raro que le hayan denominado la “Perla del Adriático”, ni que la hayan declarado patrimonio de la humanidad. Realmente impresionante. Entras por una puerta abierta en la muralla (aún conserva el puente levadizo) que es todo un símbolo de cambio de época. Y una vez dentro todo empieza a tener otra perspectiva: callejuelitas medievales muy muy estrechas y que van a dar, muchas de ellas, a escaleras que te permiten ir calle arriba. Hay un enorme sabor italiano en las construcciones, quizás porque los venecianos la ocuparon o tuvieron mucha influencia sobre ella. Hay una enorme calle central, la Plaka,  de la que van saliendo en perpendicular muchas callejuelas estrechas y empinadas. Se llega a una gran plaza con la torre alta y espigada donde tienen el reloj. Allí están también todo un conjunto de monumentos arquitectónicos: iglesias, edificios administrativos renacentistas, la casa del Rector (curioso nombre, no sé si ese Rector sería el dirigente político o el académico de la universidad, supongo que lo primero). Lo dicho, un espectáculo para la vista y el disfrute.

Las murallas que rodean la ciudad son también espectaculares. Nos han dicho que se puede pasear sobre ellas y eso hubiéramos querido hacer aunque al final no ha podido ser. Por rácanos. Habíamos cambiado solo 20 euros porque todo el mundo decía que era suficiente y luego ha resultado que con eso no nos llegaba para nada. Y como no te aceptan dinero que no sean kunas (su moneda) ni había posibilidad de cambiar pues es sábado y están los bancos cerrados (la gente sacaba dinero de los cajeros automáticos pero yo ando con American Express y aquí no se lleva) pues se nos fue al carajo la experiencia de las murallas.
Con todo, incluso tuvimos suerte en esa desventura. Resulta que, de vuelta, a la plaza del reloj escuchamos que venía una banda. Y la seguimos. Y luego oímos que llegaba otra por otra calle. Y un grupo de niñas preparadas para bailar. Nos sentamos en un espacio en el centro de la plaza y resultó ser que estamos en “la semana de Europa”, iniciativa que celebran todos los años y que consiste en diversas actividades culturales. La de hoy era la actuación de las diversas bandas de música de la región. Asistimos a los primeros bailes sentados en ese pilar del centro de la plaza, una fortuna inesperada pues estábamos en primera fila. Después fueron interviniendo las bandas en una especie de palco y nos sentamos en una cafetería que estaba allí mismo. Nuevamente en primera fila. Así que hemos tenido una mañana muy musical y entretenida. Me ha gustado especialmente la cantidad de chicos y chicas jóvenes que formaban parte de las agrupaciones musicales. No es que fueran virgueros tocando pero el que estuvieran allí demuestra que la música forma parte de la vida de las escuelas y los barrios de la ciudad. Ha sido lindo, también, ver a niñitas de 5 a 14 o 15 años danzar con sus bastones de metal y hacer (o intentarlo) filigranas moviéndolas con las manos y tirándolas a lo alto. Al grupo de las mayores les salía muy bien pero a las pequeñitas era más complicado. Lo hemos pasado muy bien. Aún siendo las piedras de Dubrovnik espectaculares, me he divertido más con la gente, la vida, la música.
El regreso al barco (con la acostumbrada hora de margen para no andar apurado) ha sido un tanto accidentado. Nosotros que dejamos las excursiones organizadas porque nos horrorizan las multitudes actuando como borregos, nos hemos encontrado con una enorme masa esperando el autobús de línea que nos habría de traer de nuevo al puerto. Empujones, gritos, enfados y casi, hasta peleas porque todos querían entrar los primeros. Y eso que había muchos niños. Un desastre. Finalmente hemos entrado todos, pero es terrible cuando la gente se estresa. Somos capaces de pisotear a niños pequeños, de empujarles, de enfadarse.  
Ya en el barco, de nuevo a las rutinas. Hoy habrá que romperlas po
rque toca hacer las maletas. Ya nos han advertido que tendremos que dejarlas a la puerta de la habitación antes de la 1 de la madrugada y recogerlas mañana en el puerto de Venecia. O sea, que a dormir en pelotas (tampoco está mal como despedida).
El último espectáculo en el teatro, aunque divertido (han hecho intervenir a los niños del crucero en un numerito bastante tonto y que no parecía que hubieran preparado mucho, aunque ha estado verlos allí; también merecían su minuto de gloria porque, la verdad es que han sido muchos, desde bebés a adolescentes), no ha estado a la altura de los anteriores. Algunas canciones y bailes (incluido un poco de ballet y un casashot ruso, quizás lo mejor). Luego una nueva lección de baile, en esta ocasión un mix de baile caribeño que fue una decepción. Después del éxito de la bachata, hoy ha sido un desastre. Debe ser que a esas clases nosotros no asistimos.  Y, al final, la cena. Ya de despedida. Ha sido un momento bonito. Hemos pasado juntos 7 cenas y casi es como si nos conociéramos de toda la vida. Nos hemos intercambiado emails y hemos deseado que no sea la última vez que tengamos la oportunidad de encontrarnos. Lo hemos pasado bien, realmente.

sábado, mayo 10, 2014

CRUCERO 6: CORFÚ




La siguiente parada de nuestro viaje ha sido CORFÚ, una isla muy interesante y que, por lo visto, ha jugado un papel importante en la historia. Y que lo sigue jugando en la actualidad pero ya como centro de vacaciones para miles de personas. Frente a lo seca que era la isla de Santorini, ésta es muy verde y con mucha vegetación.
Corfú ciudad es una villa grande y muy bulliciosa. Eso nos ha parecido a nosotros, una gran ciudad, enormemente caótica en el tráfico, con callejuelas estrechas y, en la parte antigua, pensadas totalmente para los turistas que deben ser millares. Uno de nuestros paseos por la isla (siguiendo los consejos de “la web de coppi”, nuestro verdadero guía desde que la descubrimos) ha sido llegarnos en autobús de línea hasta Kanoni un rinconcito paradisíaco en una de las esquinas de la ciudad. Allí estaba el aeropuerto, una cosa chiquita con una pista que comenzaba en el mismo más y seguía la orilla de la bahía. Bueno pues en el tiempo de tomarnos un café han operado al menos 7 aviones (4 llegadas y tres salidas). Una cosa loca. Pareciera que estuviéramos en Frankfurt. Desde luego, quien le diera a Santiago de Compostela tener un tráfico aéreo parecido.
Por lo que cuentan y lo que he podido ver en las postales de los comercios, Corfú es una isla preciosa, con paisajes de una belleza extraordinaria. Probablemente, el habernos quedado en la ciudad, nos prive de esas maravillas, pero con el poco tiempo que uno tiene tampoco da para más. Como decía, nosotros nos decidimos por Kanoni que, la verdad, no ha sido una gran cosa. Es un mirador interesante, desde el que se puede ver el extremo de la península en la que está situada la ciudad. Allí está ubicado un monasterio, el de Panagia. Hay unas escaleras que bajan desde el mirador hasta el agua donde está el monasterio. Yo las bajé curioso por ver un monasterio griego, pero aquello no era nada. Una tiendita de souvenirs y una capillita con una imagen a la que podías encender una vela. De entrar al monasterio (una construcción pequeña que más parecía una casa andaluza) nada de nada.
El recorrido por la ciudad fue interesante, aunque tampoco había nada que admirar especialmente. Mucho comercio multinacional (Zara, H&M, etc.), mucho calzado y en las callejuelitas de la zona antigua (lo más bonito de la ciudad) mucho comercio de cositas para turistas. Y eso sí, miles de gentes caminando por las calles tras los cartelitos de los correspondientes guías. Ese desastre de las manadas. Cierto que la isla ofrecía otras alternativas: hay un castillo, el Achilleon, que era donde Sissi pasaba sus veranos (quizás por eso, ya se convirtió desde entonces en una isla para veranear los ricos, aunque hay que reconocer que, efectivamente, veranear o envejecer en Corfú tiene que ser toda una maravilla).
Nosotros nos cansamos pronto de ese deambular sin rumbo y, antes de entrar a ver tanto el nuevo como el viejo fuerte (Corfú es una ciudad con un castillo-fuerte amurallado en cada esquina, sus defensas frente a los muchos atacantes a los que hubo de hacer frente) preferimos sentarnos a tomar algo. Y fue una magnífica decisión. Nos sentamos en el listón, una zona porticada y llena de restaurantes que da al gran parque central de la ciudad, la Spianada, y probamos algunas de las comidas que teníamos pendientes de saborear antes de dejar Grecia: la ensalada griega (que no fue nada del otro mundo), la musaca (una combinación de berenjena y carne picada cubierta por bechamel y pasada por el horno que estaba riquísima) y, de entrante, una fusión de queso Feta con aceitunas y un chile no muy picante que estaba excelente. Probamos también una cerveza hecha en Corfú que tenía un sabor un poco raro al principio pero que luego resultó rica y muy sabrosa.
Y de allí al barco. Nos quejamos de que hay poco tiempo para visitar los lugares donde hace escala el barco pero la verdad es que siempre nos sobra una hora o más de las 4 o 5 de que disponemos. En el barco  tienes tu casa, tu cama y la  terracita al mar. Y frente a esa tranquilidad ni siquiera las probables bellezas del entorno exterior acaban seduciéndote. Así que una buena siesta (una buena-mala costumbre que aquí se está reforzando) y a comenzar las rutinas de las tardes de crucero. Hoy, además, con el interés que durante la tarde navegaremos frente a las costas de Albania.
Una de ellas es hacer este pequeño recuento de la jornada del día anterior. Y a partir de ahí, disfrute a fondo de este mar azul azul en la terraza de babor y popa en la que estamos instalados. A las 7 de la tarde solemos acercarnos a alguno de los bares con música del barco (son como una docena pero siempre recalamos en uno o dos que son los que más nos gustan). A las 7,45 comienza el espectáculo en el teatro. El de hoy se lo han dedicado a Mikel Jackson y ha estado precioso realmente. El equipo de baile y animación de este crucero es realmente extraordinario. Obviamente son los mismos en los distintos espectáculos pero se los curran de maravilla y, al final, consiguen auténticas obras de arte. Señal de que son muy buenos. Y graciosos, sobre todo los del equipo de animación. Cada día se les ocurre alguna chorradica simpática. Hoy 4 de ellos se pusieron a seguir a algunas personas por detrás (sin que ellas les vieran e imitándoles en sus andares). Fue gracioso. Claro que no siempre les salió bien. En una ocasión se pudieron a seguir a un padre que llevaba a su hijo a hombros. Ni cortos ni perezosos dos de ellos se subieron también a hombros de los otros dos y le fueron siguiendo así. Pero el padre se percató y decidió vengarse de ellos, así que comenzó a subir las escaleras de teatro una a una. Para él no era pesado pues su hijo era pequeñito pero para ellos fue una auténtica putada. Lo mismo les pasó con un matrimonio de gente mayor que avanzaba cogida del brazo. Ellos se pusieron detrás, se cogieron del brazo y les siguieron imitándoles los andares, pero la pareja debió darse cuenta y siguió como si nada hasta que llegó al centro del teatro, junto al escenario y allí se pararon y se dieron un beso. El corte de los animadores, todos hombres, fue fantástico y todo el salón se levantó en aplausos. El espectáculo como digo estuvo bien. Cada día se van superando. El de hoy con algunos toques ecologistas mientras combinaban proyecciones sobre la deforestación, las migraciones y las guerras con canciones de Jackson. Luego han montado una especie de despedida que nos ha dejado muy tristes a todos. Hoy ha sido un día muy de despedidas. Aún nos queda Dubrovnik pero ya nos van avisando de cómo será el desembarco, se van despidiendo…uff! Empieza el duelo.
Y en cuanto acaba el espectáculo, nosotros nos vamos lanzados a la clase de baile. Hoy tocaba bachata. Ya había empezado cuando llegamos, pero como nos sonaba no nos costó mucho incorporarnos. Y mira por donde, en un momento, el monitor que nos dirigía, me sacó al frente para ponerme como ejemplo de cómo hay que mover la cadera al final de cada movimiento. Así que tuve mi momento de gloria. Pero es divertido este rato de cada día. Te desperezas un poco y te preparas para la cena.
Hoy nos toca, además, cena de gala. Ya se sabe, traje y corbata en los hombres; vestido de gala en las mujeres. Hay algunas que se lo toman muy al pie de la letra y bajan al comedor realmente preparadas. Así que todo guapos nos fuimos a cenar. Las cenas están muy bien. Ofrecen muchos platos distintos y puedes pedirlos todos si quieres. Algunos lo hacen. Y la calidad no está mal. Yo tomé salmón de primero y tres enormes langostinos a la plancha de segundo. Y de postre sorbete. Pero hubo en la mesa quien cenó hasta 4 y 5 platos.
Al final, nos hubiera apetecido bailar un poco más pero hoy había concurso de artistas, al que se pueden presentar los pasajeros que crean hacer algo bien. La verdad es que asistimos a la actuación de una señora mayor que tocaba las castañuelas y lo hacía fantástico. Luego salió otro que imitaba a cantantes. Pensamos que era mejor irse a descansar. Y a despedirme de mi mar antes de dormir. Ya me quedan pocos días para sentirlo así de cerca.
Y mañana Dubrovnik.

viernes, mayo 09, 2014

CRUCERO 5: ATENAS




Bueno pues ya hemos llegado a Atenas. Como hemos llegado temprano todo ha ido más rápido hoy: hemos tenido que madrugar, desayunar pronto y a las 8 nos hemos puesto en camino hacia el Pireo, la zona portuaria de Atenas.
Hartos todos estos días de caminar en manada, hoy nos hemos decidido por irnos solos. Agobia bastante verse siempre en fila india, al ritmo que te van marcando los más lentos. Sabíamos a fuera del puerto se podía tomar el metro hasta el centro de Atenas, junto al Partenón y eso pensábamos hacer. Solo que las cosas suelen variar rápido. A la salida del puerto nos hemos encontrado con un taxista que nos ofrecía llevarnos al Partenón por 5 Euros. La excursión del crucero costaba 89€ por persona. Primero se lo ofreció a otros españoles que iban en grupo pero no aceptaron. Luego nos lo dijo a nosotros: abrió un plano de Atenas y nos señaló las cosas que allí se podrían ver. Nos ofreció a llevarnos a todas ellas por 60€. Ya era una rebaja interesante con respecto a los autobuses del crucero. Elvira le ofreció 50 y el hombre pareció dudar, pero, al final, aceptó. Así que cambiamos de plan y nos montamos con el taxista. Lo primero que me maravilló fue que llevaba música clásica en el taxi. Se lo dije (todo en inglés, claro) y a él le gustó. Nos contó que era profesor de música en una academia pero que ahora con la crisis habían bajado mucho los alumnos y tenía que compartir lecciones y taxi. Pero se le veía un hombre culto y muy amigable. Nos fue explicando (todo en ese inglés en el podíamos entendernos ambos) los principales mitos griegos para que entendiéramos mejor el Partenón. Nos dejó al pie de la colina del Partenón y quedamos en que volvería a buscarnos en hora y media. El primer gran gesto de confianza del día fue que no quiso que le pagáramos nada hasta que nos dejara en el barco (yo tengo que confiar en ustedes y ustedes tienen que confiar en mí, nos dijo, si no esto no funciona). Me gustó.

El Partenón es desde luego una visita inolvidable. Y eso pese a que está todo en obras y muchas cosas no las puedes ver. Muchas de las imágenes que allí ves ya las tienes en tu memoria de las clases de arte. Las columnas estriadas, los capiteles, los frisos y las metopas, la hermosura de los templos, la vista desde la colina del Partenón. Otras te sorprenden: por ejemplo, creía que eran más grandes las cariátides, esas imágenes femeninas que sostienen el templo. También echamos en falta la enorme estatua de Athenea cubierta de oro que debimos estudiar con pelos y señales. Al pasar junto a una guía que estaba explicando la cosa, nos enteramos que la habían robado (se pregunta uno cómo se puede robar una cosa tan enorme). Bueno, pese a todo, fueron cientos de fotografías en una visita relajada. Es la ventaja de ir en taxi. Cuando llegamos nosotros apenas si había gente (algunos grupos de niños escolares que iban con sus profesores a hacer algún trabajo) pero cuando ya salíamos estaban entrando los de nuestro crucero: miles de personas en grupos amontonados lo que hacía imposible tener perspectivas limpias para fotografiar los monumentos (siempre había alguien que se te ponía por delante). Afortunadamente nosotros ya nos íbamos (o sea que llegaron una hora y media después que nosotros). A la hora prevista apareció el taxista y nos fuimos con él al siguiente destino: el templo de Zeus en el centro de la ciudad. Otro monumento precioso y espectacular. De allí al cambio de Guardia frente al Parlamento. Bueno, es menos espectacular que la de Buckingham pero también tiene lo suyo de espectáculo: los pasos de caballo recuerdo de la guerra en que se luchó a caballo y la imitación arrastrando los pies (para que puedan hacerlo llevan unos zapatos que pesa cada uno 5 kilos por el metal que tienen en la suela para hacer el ruido de los cascos), el pompón de la punta del zapato que era para ocultar las facas que llevaban los soldados insertas en los zapatos para clavárselas a sus enemigos; una especie de coleta que les cae de la cabeza, símbolo de las lágrimas por los soldados perdido y así todo un muestrario de cosas  y significados que a uno se le escaparían si alguien no se lo cuenta.
Hermosa de veras la vieja universidad ateniense con un edificio neoclásico precioso. Y junto a ella la Academia con unos frescos magníficos y la biblioteca. Me encantó pasar por ese lugar. La última fase de nuestra mañana fue en la Plaka, la zona vieja y más animada de la ciudad. También tiene sus monumentos (que, por supuesto vimos, aunque a aquella altura de la mañana ya estábamos un poco saturados), en especial la torre de los vientos con sus relojes de sol (ya desaparecidos y los bajo-relieves de los dioses de los vientos. Pero lo más interesante de ese final de visita fue poder pasear por la zona antigua de la ciudad llena de vida, de restaurantes (a tope en aquellos momentos) y de comercios. En algunos momentos aquello parecía una Kashba marroquí o turca pues caminabas entre lunas y objetos expuestos. Claro que aquí lo que se veían eran muchos comercios de chinos. Aproveché un poco de tiempo para pasarme por un ciber y ponerme al día de mis compromisos con internet (parece mentira que un crucero tan bien organizado como éste no haya resuelto mejor el tema delas comunicaciones). Y ahí acabo nuestra jornada ateniense.
En fin, visitar Atenas ha sido un hermoso viaje de retorno a la antigüedad, a los orígenes de lo que nosotros somos. Sentirse en la cuna de Europa (pobres, ahora que les va un poco mal, han estado a punto de echarlos fuera), en un lugar que ha sido origen de tantas cosas. Poder hacerlo con un taxista que escucha música clásica es toda una evidencia de lo especial de este lugar. Y no solo fue el tema de la música sino la cordialidad que demostró a lo largo de toda la mañana. Al final, nos preguntó si conocíamos un postre típico griego y como le dijimos que no, se paró en la mejor dulcería de El Pireo para comprarnos una muestra y que la probáramos. Buena gente que encuentras por todas partes. En este caso, buenos él y nosotros. Él podía habernos dejados tirados en cualquiera de los intermedios. Nosotros pudimos hacer lo mismo y ahorrarnos el dinero que hasta ese momento le debíamos. Ni nosotros ni él tuvimos siquiera tentaciones de hacerlo. Disfrutamos de la confianza mutua.  Fue nuestro taxista, nuestro guía (se esmeró lo indecible para que entendiéramos tanto el arte como la situación del país) y, al final, nuestro amigo.  Se merece que cite aquí su nombre por si otros turistas desean contactarlo y disfrutar de sus servicios: se llama Michele (maikstil@yahoo.gr) y su tfno. es el +30 6944 521878. Quedarán encantados.

jueves, mayo 08, 2014

CRUCERO 4- SANTORINI




Santorini ha sido una sorpresa desde todos los puntos de vista. Apenas sabíamos nada de ella (salvo que todos nuestros amigos que ya han hecho este crucero decían que es preciosa). Y la verdad es que resulta de una belleza natural asombrosa. Responde muy bien a esa idea que uno se hace, a través de las películas, de lo que puede ser una isla griega.
El día comenzó temprano y nos hicieron madrugar. Además, en esta ocasión el barco no atracaba en puerto sino que anclaba en plena bahía con lo cual el desembarco lo haríamos a través de lanchas. Una emoción añadida. Así que para evitarnos riesgos, esta vez, nos apuntamos a la excursión oficial. Mejor llevarlo todo ya organizado. Y así fue, a la hora prevista (nosotros antes, aunque nos pesó) nos presentamos en el lugar de la cita (el salón de actos del barco) y allí tras algunos trámites en los que te asignan a un grupo y un autobús nos pidieron que esperásemos. Se hizo larga la espera. Y como suele pasar en estos actos, mientras los otros grupos (ingleses, alemanes, japoneses, etc.) estaban allí como clavos media hora antes, los italianos y españoles que íbamos juntos fueron llegando a cuentagotas. Total que fuimos los últimos en salir, pasada media hora de la prevista. Los controles consabidos y derechos al autobús (el 23  era el nuestro, de los que hablábamos español).
El trayecto hasta el puerto era corto pero, aun así, a algunos se les hizo muy cuesta arriba. Una mujer que iba con su hijita (de año y pico) se mareó y la pobre lo pasó fatal. Menos mal que entre la abuela y los que íbamos a su lado pudimos entretener a la niña y ayudarla a salir la primera. Una vez en el puerto, subimos al autobús y al ratos nos incorporamos a la fila enorme de autobuses que comenzaban la gira del día.
Santorini es una isla cortada casi en vertical. Las casas están en la cima. Así que salir del puerto es comenzar a avanzar en S subiendo todo el frente de la Isla. No sé si hablaban de 750 ms. De desnivel. Se puede subir (y bajar) a través de una escaleras (580 escalones, ya nos habían advertido que era una tarea solo para cachas), en funicular y en autobús, como nosotros. La verdad es que ya ese inicio de jornada fue espectacular porque vas zigzagueando con una vista cada vez más amplia y rica de la ensenada. A  parte de ese paisaje fantástico, Santorini (con 12.000 habitantes en toda la isla, aunque en el verano puede llegar a los 70.000) está compuesto por dos ciudades principales. La capital, Fira, que está justo en la mitad de la isla, encima del puerto de donde nosotros partíamos, y Oia es una de las puntas. El plan era llevarnos primero a Oia y regresar posteriormente a Fira.
Nos tocó una guía un poco pelma (a veces, querer hacerse la graciosa solo hace que resultes patética y eso le pasó a ella insistiendo en tópicos) pero de algunas cosas pudimos enterarnos con ella. Por ejemplo que lo más famoso de la isla son los vinos (la isla es volcánica y su forma de cultivar los vinos recuerda mucho a Lanzarote), los tomates (los probamos y no conseguimos descubrir cuál era su maravilla), las aceitunas (que, efectivamente, eran de esas un poco arrugadas y estaban muy sabrosas) y el queso Feta (nada del otro mundo para quienes amamos los quesos por encima de todas las cosas). También cantó las alabanzas, justas, de los lácteos griegos, sobre todo de sus yogures. Salvo estas cosas, no pudimos sacarle mucho más. Bueno sí, que no nos veía con capacidad para poder volver de vacaciones a la isla porque las habitaciones de los hoteles cuestan 2000 euros la noche (¡una exageración!, me pareció) y que, desde luego, por menos de 250 euros no se duerme ni en casetas de perro. Contó también que la gran erupción del volcán fue en 1956 en que quedó prácticamente destruida la isla. De hecho parte de ella desapareció. Y lo que hoy existe es fruto de los programas de reconstrucción que se llevaron a cabo a partir de ese momento. Tendré que consultar en fuentes más acreditadas de cómo fue la cosa.
Lo que resulta cierto de toda certeza es que Oia es un lugar espectacular. Casitas blancas colgadas unas sobre otras sobre el acantilado que da al mar. Construidas sobre terrenos calcáreos de roca volcánica clara. Como se verá en las fotos uno podía deleitarse con ricones realmente bonitos. Lo peor de todo era tener que ir casi en fila india porque las callejuelas estrechas estaban desbordadas con tanta gente que habíamos llegado del crucero, todos juntos. Y no solo estaba nuestro barco, también había llegado detrás nuestra otro crucero con sus miles de personas todas en grupos y caminando como rebaños. Comentaba después un mejicano que había querido ir a mear a un urinario y había tenido que hacer una cola de más de media hora (y ha tenido usted suerte, le dijo la guía, en verano habrían sido dos horas). No merece la pena ver cosas tan lindas en medio de tanta gente. No puedes saborearlo.
En el pueblo había una iglesia ortodoxa y fue una buena oportunidad para recordar otras iglesias de ese rito que había conocido en Helsinki. Todo muy distinto a nuestras iglesias, más recogido, con más rincones y más espacios como ocultos. Por cierto que otra de las gracias que nos contó la guía era que en el rito ortodoxo uno se puede casar hasta tres veces (con distintas mujeres u hombres, se entiende, y por la Iglesia, claro). Lo contaba porque alguien le había dicho que quería convertirse a ese rito para poder casarse de nuevo. Bueno, eso es fácil de entender: los curas ortodoxos se pueden casar y ellos ya ven desde dentro los vaivenes que dan los matrimonios (también los suyos) y, por la cuenta que les trae, son más flexibles. Digo yo que será por eso.
Bueno, tras Oia y encantados, regresamos a Fira pero pasando antes por una bodega de vino donde nos ofrecieron una degustación. Preparar una degustación para tantísima gente no es fácil. Los primeros que llegaron arramplaron con los pocos pinchos que pusieron para acompañar al vino. Y luego a medida que iban reponiendo algo, la gente se lanzaba hambrienta a pescar algo. Luego resultó que había para todos. Y hasta pudimos repetir, incluso vino, cuanto quisimos. El vino bebedeiro, sin una gran cosa. Había un blanco que yo no probé pero que tampoco recibió muchas alabanzas (aunque, de la gente de la excursión, yo creo que se podían contar con los dedos de la mano los que sabían algo de vino, y eso contándome yo). Parece ser que tienen, también lo ofrecieron pero yo no lo probé, una cosa que llaman “vino santo” (una especie de “vino de misa”, dijo la boba de la guía) que quiere ser una especie de jerez y que no estaba mal.
Fira, la capital de la isla, es algo parecido a Oia. Más grande y más tumultuosa. Todo organizado para el turismo, por supuesto. Las calles son comercios encadenados con souvenirs y cosas que los turistas puedan comprar (pero no se veía a nadie comprando, no sé si al final les será rentable). Y, claro, todo a precio de turista. El café a 3 euros, un yogur con frutas a 7 euros. Caro.
Ya he dicho que viajar produce mucho estrés. Más aún cuando se viaja en multitud. El regreso al puerto debíamos hacerlo bien bajando por los 580 escalones (cosa que yo pensaba hacer) bien en el funicular. Y nos habían advertido que el último bote para el barco saldría a las 4 de la tarde pues zarpábamos a las 4,30. Bueno pues fue llegar a Fira y hacerle una enorme cola para tomar el funicular. Faltaban casi hora y media para las 4 de la tarde pero ya estaba la mitad del grupo (cientos de personas) impacientándose por no perder el funicular y luego el barco. Puro estrés.
Aún nos dio tiempo a dar una nueva vuelta por la ciudad y sentarnos cómodos a tomarnos un cafecito y el yogur con frutas (caro, pero delicioso, hay que reconocerlo). Después nuevo paseo y aprovechando que pasábamos por cerca de las escaleras de bajada (me ahorré medio centenar) yo me animé a ir bajando los 550 escalones que me faltaban. Elvira se fue al funicular. Al poco me encontré con los burros (cientos de ellos, parados en los escalones a la espera de alguien que requiriera su servicio para bajar). Era llamativo ver tantísimos burros y mulas allí orillados. El olor, nauseabundo. Bueno pues resulta que también ellos suben y bajan por los escalones (son escalones, de esos de dar dos o tres pasos para pasar de uno a otro; no eran simples peldaños). Me tropecé con varios que no solo subían los escalones con gente en su grupa, sino que los subían trotando).Y se tienen tan aprendido el camino que ya van por la esquina (aunque los cabritos buscando siempre la mano corta al coger las curvas) y si ven que sube gente que va a tropezar con ellos, se paran un momento para dejarte pasar. Eso sí, un olor infame durante todo el trayecto (por otra parte, precioso, pues igual que había hecho el autobús para subir en zig-zag, lo mismo hacían los escalones). La verdad es que no resultó nada costoso bajarlos. Tardé diez minutos en llegar abajo. Y sin correr. Y me crucé con señoras que bajaban con un bebé en brazos y otro niño agarrado de la mano. Así que no era difícil.
Bueno, una vez abajo, nuevamente la lancha, llegada al crucero, más controles y tranquilamente a la habitación a descansar. Por la noche tuvimos un espectáculo musical muy entretenido, mitad música y baile, mitad acrobacias gimnásticas. Todo en torno a los piratas. Y de allí a clase de baile, esta vez merengue. Bueno, estuvo chupado porque el merengue ya lo tenemos asumido hace tiempo, pero siempre viene bien recordar. Y disfrutar un poco. Luego la cena con los compañeros de mesa (es curioso cómo en tres cenas que llevamos ya vamos haciéndonos amigos, sabiendo cada vez más unos de otros y pasándolo bien).  En el fondo somos buena gente.
Y aunque las ofertas seguían en las distintas salas y puentes del barco, lo que más te apetece a esas horas es ir a la piltra y leer un poco. O lo que sea.
Llevamos ya tres días y medio de crucero. Estamos en el ecuador. Hemos visto cosas realmente preciosas. Y, sin embargo, lo mejor de todo es el mar. Ese mar nocturno, perlado de las espumas que va dejando el barco, sinuoso y susurrante. Hermoso, el Adriático, oiga!.