miércoles, mayo 07, 2014

CRUCERO 3- Katakolon, Grecia




Esta noche nos hemos ido adentrando en territorio Griego. Y la primera sorpresa es lo bien que hemos dormido. Nos hemos despertado casi a las 10 de la mañana, cosa bien rara en nosotros. Así que ya estábamos entrando en el puerto de Katakolon. Ducha rápida y desayuno a toda leche pensando que íbamos a llegar tarde al desembarco. Fallo de novatos. Aquí las cosas van lentas y los desembarcos son procesos complejos con muchos controles. Así que aún nos tocó esperar lo suyo para poder desembarcar. Y como no habíamos contratado ninguna excursión, tuvimos que  hacer otra cola enorme para sacar los tickets para el autobús que nos llevaría a Olympia, verdadero objetivo de este viaje.
Las ruinas de Olympia están a 40 kilómetros del puerto. Y son eso, unas ruinas.  Espectaculares, desde luego. Parecidas a las que se pueden encontrar en Roma en el Foro. Buena ocasión para poder recordar nuestras clases de Arte de los comunes en la Universidad. Elvira se acordó de su profesor compostelano Moralejo y yo del mío en Zaragoza, que creo que se llamaba Abad. Allí estaban los capiteles dóricos(los intermedios entre los jónicos y los corintios). Allí las columnas estriadas de los templos. Luego en el Museo (muy interesante) pudimos admirarnos de nuevo de la belleza de las estrías en los vestidos. La ciudad de Olympia (difícil de reconstruir mentalmente a partir de las ruinas) debió ser enorme y maravillosa. Desde el templo de Zeus, hasta los diversos edificios (todos de ricos, claro; a saber dónde vivían los pobres de entonces), el estadio para 45.000 espectadores. Ya digo, un repaso de nuestras clases de arte e historia (aquellos temas sobre los griegos en los que siempre nos deteníamos muchos… lo que significaba que nunca llegábamos ni al arte ni a la historia contemporánea).
 Regresamos a la hora prevista (mal que bien la gente es correcta, todos procuramos estar en el autobús a la hora marcada, quizás porque a todos nos apetece volver al barco). Nuestro autobús fue el primero en regresar. Se diría que el conductor tenía prisa porque, a pesar de que la carretera esa estrecha, iba a toda leche. Nuevos controles para entrar en el barco (tenemos una tarjeta personalizada que nos entregaron en el check-in con un código de barras que reproduce nuestra fotografía), así que no hay forma de escaquearse. Con todo siempre pasan cosas curiosas.








Hoy ya habíamos embarcado, ya habían retirado las escalas para acceder al barco y ya habíamos desatracado y comenzado el viaje (la verdad que con unos minutos de adelanto sobre el horario previsto) cuando apareció en el puerto una señora haciendo gestos. Yo estaba en mi balconcito siguiendo la operación y me pareció que se despedía de alguien, pero qué va. Había llegado con retraso. El barco, esta mole inmensa, ya se había apartado como unos 20 metros agua adentro y comenzó de nuevo la operación de atraque. Cambiaron de sentido los motores, el barco comenzó a acercarse nuevamente a tierra hasta alinearse completamente con el puerto, abrieron una esclusa y por ella subieron a la señora. Supongo que le caería un buen chorreo, pero no dejó de ser una muestra de amabilidad grande por parte de la tripulación.
Hoy es el día del capitán. Ya nos lo avisaron ayer. Es el día de gala. El capitán nos presentará a la tripulación (a los jefes, claro), nos dirigirá unas palabras, tendremos la cena de gala (todo el mundo vestido de gala, y qué galas, señor! Había gente que ni en su boda se habría puesto tan elegante: ganaban por mucha las japonesas, preciosas, con esos trajes impresionantes que suelen ponerse en los días grandes), dedicará un tiempo para que quien lo desee pueda fotografiarse con él (el negocio de las fotografías es uno de los más potentes en el crucero; los encuentras en todas partes) y en el colmo del convencionalismo ( o narcisismo, no sé) se ha anunciado a bombo y platillo que a partir de las 23 horas todos los oficiales se pondrán a nuestra disposición para que quienes quieran puedan bailar con ellos. Será la única oportunidad que tendrán ustedes de poder bailar con nuestros oficiales repetía una y otra vez la presentadora. No sé si es un gesto de sacrificio por parte de los oficiales o ganas de ligar para el resto del crucero.
La presentadora fue llamando uno por uno a los jefecillos de los diversos departamentos del barco. Esto es, efectivamente, como una ciudad enorme que hay que saber dirigir. Allí nos enteramos, por ejemplo, de que hay 270 cocineros y más de 300 camareros.  Que se sirven al día más de 35.000 raciones. No pude entender el número de personas que se dedican a la limpieza de las habitaciones pero era otra multitud. Me encantó que muchos de los jefes eran, en realidad jefas y, además, muy jóvenes. Tras el pobre speech del capitán, simpático pero sin mucha facilidad de palabra (todo lo contrario de la presentadora del acto, una hermosísima señora que hablaba con una facilidad pasmosa multitud de idiomas, sabiéndole dar a cada uno, incluso, el tonillo particular que le dan los que lo tienen como lengua madre), comenzó el espectáculo de ese día (arias de ópera y canciones de esas super conocidas). Las interpretaba un tenor con un vozarrón enorme y una mezzosoprano mucho más ajustada en sus tonos. La verdad es que lo pasamos muy bien. Tenían un cuerpo de baile de 9 personas que lo hacían muy bien. Por supuesto, también cantaron Granada y alguna otra española más y allí salieron a relucir todos los tópicos del toreo. Bah!, pese a todo estuvo muy bien.
Del teatro corriendo a la clase de baile de hoy: la rumba. Ya estaba empezada pero nos integramos enseguida. Ya habíamos tenido clases de rumba hace algunos años. Te cuesta cogerlo de nuevo pero ya no es lo mismo que empezar de nuevo. Muy bien. No ganaremos “Mira quién baila”, pero da para entretenerse y hacer un poco de ejercicio (que esa es otra, aquí no hace uno sino comer y eso es una desgracia).
La cena de gala fue realmente de gala. Ver entrar a la gente en el comedor era como si paseara por la alfombra roja de Cannes. Todos muy señores y señoras. Luciendo palmito. Y la cena bien. No hay mucho donde escoger pero tampoco faltan opciones y, la verdad, viene todo muy bien preparado.
Al final, resultó un día agotador. Así que tras cenar (que ya eran las 11,30), a la cama. Mañana hay que levantarse a las 7 porque a las 9 estamos ya desembarcando en Santorini.
Y lo mejor de todo sigue siendo el mar, este bendito y ondulante Adriático. Hoy un poco más movido, aunque desde este piso 12 apenas si se siente.

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