lunes, febrero 02, 2009

La clase.



Obviamente, con ese título, no podía dejar de verla. Ni dejar de darle vueltas, una vez vista, porque deja muchos dilemas abiertos. Mi primera conclusión: también nosotros los profesores (incluso los buenos) somos humanos. Y nuestra vida profesional (la personal pertenece a otro negociado) se construye así, sobre aciertos y errores. El otro día oí que “tener fe es ser capaz de soportar las dudas”. Ser profesor es algo muy parecido a eso. Olvídate de tener las ideas claras, de saber en cada caso cuál es el camino cierto. Y prepárate para soportar esa ácida sensación de no saber si lo estás haciendo bien o mal, de no saber distinguir sobre si lo que haces responde más a si tus deseos y necesidades que a lo que necesitan o desean tus alumnos.
Es una hermosa película, comencemos por ahí. No en vano se hizo acreedora de la Palma de Oro de Cannes. Algunos la han categorizado como docudrama y posiblemente ése sea el formato técnico (filmada en un contexto real, con actores que no lo parecen, con cámaras que se mueven, con imágenes que te sitúan enfrente de quien habla como si estuvieras manteniendo una conversación con él/ella) pero, en mi opinión no es esa dimensión lo mejor de la película. No niego que pueda haber clases de ese tipo en Francia, pero resulta poco creíble. En mi opinión lo interesante es la historia que cuenta, los personajes que describe, los dilemas que afronta. Lo bien que te mete en la situación. A fuerza de machacarte con escenas largas en el mismo lugar acabas entrando en la clase, convirtiéndote en un personaje más de la historia (a veces te vienen ganas de intervenir en la discusión, de pedir sosiego tanto a los chicos como al profesor, de soltar un “carallo” y pedir orden).
La película, dirigida por Laurent Cantent está basada en la novela de un profesor francés de liceo (“Entre les murs”) Curioso título que ya previene del sentido que atribuye a la escuela como algo cerrado, presionante. Ése papel está representado por François Bégaudeau. Y muy bien, por cierto. Le da una autenticidad espléndida, aunque dudo mucho que un profesor con tablas, como debía ser él, actuara con tanto desparpajo (sus conversaciones con los chicos son duras y no rehuye el enfrentamiento ni la descalificación) y fuera tan poco políticamente correcto. Tampoco que cayera en el tremendo error de llamar “fulanas” a las dos representantes de los estudiantes.
Hay muchas cosas en la película que llaman la atención, sobre todo para alguien como yo que la mira con ojos de educador. En primer lugar, el tipo de muchachos que frecuentan la clase. En eso, con seguridad, la película resulta muy realista. Las clases, más en Francia que aquí, pueden ser así. Y quizás eso es lo que más extraña a quienes piensan que la escuela sigue siendo ese lugar tranquilo y silencioso al que acuden muchachos y muchachas de clase media y deseosos de aprender. Las clases son ese batiburrillo de étnias, caracteres, deseos y necesidades que allí se ve. Esa mezcla resulta estimulante pero asusta. Por eso cada profesor utiliza sus propios mecanismos de supervivencia. Y también lo hace la escuela a través de sus normas. Tanto ellos como la institución desean obtener buenos resultados de aprendizaje pero también sin dejar, por ello, de generar sus propias trincheras autodefensivas (no se puede tutear, existen sistemas de control a través de anotaciones en la libreta y llamadas a dirección, está la espada de Damocles de la Comisión de disciplina y su consiguiente expulsión, etc.). Es un juego de adulto-protector-amigo y juez-controlador-punitivo que nunca deja de generar dilemas educativos de difícil solución.
Otra cosa que llama mucho la atención es lo que se trabaja en clase. En eso, esta película resulta similar a otras americanas donde parece que los profesores no tienen un programa y se dedican a plantear cuestiones demasiado simples a sus estudiantes. El protagonista es un profesor de lenguaje pero las cosas que trabaja más parecen de primeros cursos de Primaria que de un Liceo. Aquí nos echarían a una hoguera y nos llamarían de todo si hiciéramos algo así. Ya verás cómo más de uno ha de comparar ese tipo de clases con nuestra LOGSE: “veis, dirán, en algo así convirtió la LOGSE nuestras escuelas”. Nuestros programas de Lengua no tienen nada que ver con eso. Quizás sean más aburridos pero están a otro nivel.
Pero lo más interesante de todo es el guión. Esas conversaciones que mantienen el profesor y sus estudiantes, con escaladas simétricas constantes. Por veces son más respetuosas las intervenciones de los estudiantes que las del propio profesor. Queriendo desafiarlos y estimularlos se pone a su nivel, los provoca. Y, cosas del film por supuesto, al final acaba hablando solo con los habladores. Un buen grupo de los estudiantes acaba haciéndose invisibles. Supongo que estarían allí como “extras”.
Mi gustó mucho la parte de los profesores. Los vi tan humanos, con tantas dudas, tan vulnerables… Pero muy buena gente. La fiesta de inicio de curso estuvo bien, les dio pie a conocerse y a acoger a los nuevos profesores. Luego se notaban las distintas mentalidades, pero fueron siempre respetuosos unos con otros. Incluso el director, que en algunos films franceses aparece como un personaje autoritario y repelente, es aquí una persona sosegada y amable. Todos ellos sufren con los problemas de los estudiantes, buscan alternativas, debaten buscando compaginar lo mejor para cada individuo con lo mejor para el colegio. Y al final, deciden lo que les parece más justo. Quizás se equivoquen, pero se les nota vocación y placer en lo que hacen.
En fin, una película que recomendaré a mis estudiantes que vean y haremos un debate sobre ella. Tiene muchos temas interesantísimos. ¡Qué buen cine educativo hacen los franceses!