lunes, diciembre 29, 2008

Fuerteventura


He de confesar que inicié esta aventura de irse de vacaciones en navidades lleno de reticencias. No era la primera vez, hace dos años nos fuimos a Estambul, pero esta vez más que de turismo (ese turismo agotador de tantas cosas que ver, es decir, como en la vida diaria) parece que venimos de ejercicios espirituales. O tántricos cuando menos. Todo el mundo que conoce esto me ha advertido que aquí no hay nada que hacer, salvo ir a la playa y relajarse. Quizás sea un cambio demasiado brusco para mí, me he ido repitiendo estas últimas semanas. Pero me apetecía mucho romper el invierno con una semanita de sol y playa. Otras veces lo he hecho en Brasil y molaba. Algo así esperaba yo de Fuerteventura.
Y en esas estamos. Sólo que lo de romper el invierno hay que relativizarlo porque aquí hace frío. Los termómetros marcan 20 grados pero hasta la gente más fornida va con su chaquetica. Así que de playa, salvo pasear y, como mucho, mojarte los pies, nada de nada.
Fuerteventura es un gran arenal. Al menos en lo que hemos visto hasta ahora. Las vistas son espectaculares, desde luego. Estamos en Morro Jable, en un hotel a pie de playa, disfrutando de ese soniquete ininterrumpido de las olas y con una terracita a la que no llega la arena de milagro. Con una vista impresionante de una playa que no acaba nunca. Todo un privilegio. No me extraña que la gente de tierra adentro sienta que esto es una maravilla. Lo es, desde luego, aunque para quienes podemos disfrutar de los mares gallegos a pie de casa resulta menos novedoso.
En todo caso se está bien. Un poco aburrido eso sí, porque, a falta de un sol playero, hay pocas alternativas. Aparte de que, calculo, los primeros días son los peores, pues uno ha de pasar por la desintoxicación necesaria de sus barullos cotidianos. Se te cae el mundo encima cuando te ves a las 5 de la tarde y sin una programación por delante. Has de reconstruir todas tus rutinas. Son las 6 y yo ya he abierto dos veces mi correo, he entrado en la web de la Universidad y hasta me he comprado por Internet un billete de avión para final de mes. Tengo todos los síntomas de que he iniciado mi particular “mono”. No me quejo, todavía es lunes y uno ha de darse su tiempo.
Tengo la ventaja de que nos hemos venido con mi amigo Luis, el psicoanalista. Así que si me da un ataque de ansiedad me bajaré al sofá de su habitación para que me reajuste los anclajes.
Pues eso. A falta de sol tendremos paseos por la playa. Y a falta de otra cosa que hacer (volver a los trabajos convencionales me parecería muy poco adecuado y hasta de mal gusto) aprovecharé para leer y disfrutar de la compañía.
Y, como no hay mal que por bien no venga, puede que hasta el blog se beneficie de este superávit de tiempo y energía desaprovechada.

sábado, diciembre 27, 2008

Australia


Esta vez no teníamos escusas y nos fuimos al estreno de Australia, la nueva peli de Baz Luhrmann. Ya la venían anunciando desde hace meses y los “traillers” resultaban prometedores. Y con el frío que hacía en Santiago, no había opción (honesta) comparable. Pues allá nos fuimos, a disfrutar casi tres horas de los amores y sinsabores de Nikole Kidman y de Hugh Jackman en un escenario maravilloso y en el marco de la visión épica de unos guionistas que tratan de reconstruir los difíciles momentos que anteceden a los bombardeos de la segunda guerra mundial en Darwin.
La historia viene contada por un pequeño y simpático indígena mestizo (que no es blanco ni es negro, quizás por eso le llaman Nullah, "Nada", y a quien la sociedad bien pensante del lugar se siente en la obligación de internar en centros para reeducarlos de forma que pierdan esa parte negra de su herencia biológica). Pero, de todas formas es una historia compleja, muy construida ad hoc. Uno tiene la impresión de que los guionistas hicieron primero una especie de torbellino de ideas para ver qué tipo de cosas deberían entrar en una historia que quiere ser una representación condensada de la “historia global” de Australia e, incluso, de la humanidad. Tiene que haber de todo, se dijeron: gente buena y genta mala (y que se les distinga con facilidad); indígenas y extranjeros; curas y militares, ricos y pobres, paisajes de ensueño; amores y guerras, comedia y tragedia; realismo y magia. Alguien ha dicho que el film Australia quería ser como “Lo que el viento se llevó" del S.XXI. Eso debieron pensar los guionistas cuando se pusieron a la tarea. Después sólo había que encajar las diversas piezas del puzle. Lo han logrado sólo a medias. Se notan en exceso las costuras. Y al final resulta una historia excesivamente abigarrada. No tanto por los personajes que son muy lineales y previsibles cuanto por la historia en sí.
Con todo, Kidman y, sobre todo, Jackman están impresionantes. Ella un poco más rígida en su papel. Él derrochando humanidad y poderío. Muy natural y creíble el pequeño indígena Brandon Walters. Los paisajes, como era de suponer, impresionantes: cañones, desiertos que se convierten en grandes pastizales verdes, secarrales que acaban siendo lagos en la época de las lluvias, diluvios que hacen renacer la vida. Y en medio de esas maravillas de la naturaleza, las maravillas de la vida: el ganado y sus desplazamientos; los peligros constantes de la vida en el campo, los contrastes entre la vida indígena y la occidental, entre ricos pijos y pobres, entre la buena sociedad y la masa.
No se hacen largas las dos horas y tres cuartos que pasas a oscuras. La historia está bien trabada y con su punto de suspense en cada secuencia. Técnicamente, el film es muy bueno y posee una estructura narrativa muy bien diseñada. Lo que menos me gustó fueron las escenas de guerra, aunque entiendo bien que para un director como Luhrmann era todo un desafío. En cambio, la estampida del ganado y la cabalgada para evitar que se fueran por el precipicio fue un auténtico placer estético.
Pude conocer Australia hace unos años, aunque menos de lo que me gustaría. Me gustó tanto (Sydney sigue siendo para mí la ciudad más bella del mundo) que todo lo que tiene el film de documental de aquel continente me parece maravilloso. Casi seguro que va a provocar toda una oleada de turistas hacia allí. Al margen de sus bellezas, por razones profesionales, he ido siguiendo, también, en los últimos años el gran esfuerzo de aquel país por recuperar las culturas indígenas. Ese compromiso se nota también en el film. De una forma demasiado superficial, probablemente. No habría que mezclar lo indígena con la magia, ni identificarlos con esa figura demasiado original y carismática del hechicero omnipresente. Pero me ha parecido importante la importancia que dan a la “travesía”, a ese periodo de iniciación a la edad adulta que el niño ha de hacer con su abuelo. En el fondo, es incorporarse a la propia cultura, volver ella para hacerse “hombre”. Si no lo hace, se repite varias veces, “no tendrá una historia propia, no tendrá sueños”. Preciosa forma de sintetizar el valor de la cultura: te da historia (te une a la historia de los tuyos) y te permite soñar. Lindo también el poder de la música. “Yo cantar para tu venir”, dice Nullah, el pequeño indígena, en varias ocasiones. Y, efectivamente, la música está presente en todo el film como un arcoiris hermoso que los une y los dirige. De hecho, es la música la que permite que el barco con niños que huyen del bombardeo pueda llegar a puerto.
Y, como siempre, dentro de la macro historia que quiere contar la película, nos encontramos con muchas microhistorias muy interesantes. La forma en cómo se construye el enamoramiento entre los dos protagonistas es muy interesante y romántica. Las luchas de poder y ambiciones (porque “el orgullo no da poder”), con sus correspondientes dosis de corrupción, que se suceden a lo largo de la historia son más de lo mismo a lo que nos tiene acostumbrados el cine. La relación de los indígenas con sus muertos resulta entrañable: ya no podemos decir más su nombre. Pero de todas ellas, destacaría la que más angustia produce (seguramente porque llueve sobre mojado entre nosotros ahora que estamos en esa fase de recuperación de la memoria histórica): ese robo de niños mestizos para internarlos en una institución religiosa que debe reeducarlos. La “generación robada”, dice el film. Y aunque sucediera hace ya mucho tiempo uno no puede por menos que escandalizarse de que cosas así hayan podido suceder. Y apoyadas por la Iglesia y los médicos (las frases frías del doctor aludiendo a la necesidad de borrar su parte negra, producen escalofríos).
Bueno, pues esto fue Australia en el día del estreno. Interesante película. Acaparará varios oscars, sin duda.

sábado, diciembre 20, 2008

Quantum of Solace

No debería haber ido a verla, pero uno, a veces, tiene que concederse un respiro. Así que hoy, después de 10 horas entrevistando a diversos colectivos de la Universidad de Lleida (formo parte de la Comisión que debe acreditar su procedimiento para evaluar la calidad de la docencia de sus profesores) me ha parecido buena idea despejar un poco la cabeza. El problema es que no estoy seguro de si la he despejado o, simplemente, anestesiado a golpe de efectos especiales.
Tengo que reconocer que me gustaba más el otro “Bond”. Este Daniel Craig da menos el pego de flemático inglés y su papel de duro pega menos con la sofisticación donjuanesca del Bond original. Y eso que las chicas del reparto siguen siendo espectaculares, especialmente la rusa Olga Kurylenko que hace de coprotagonista. Además, Marc Forster, el director, ha construido una historia demasiado compleja. Te pierdes en el laberinto de servicios de inteligencia de medio mundo y en el rompecabezas de fidelidades y traiciones.

En todo caso, yo soy de películas intimistas que tratan de mostrar la psicología de los personajes. Y de historias creíbles. En Quantum of Solace (por cierto, ¿qué significará el título?) todo son efectos especiales, azañas imposibles que se resuelven por que sí, personajes binarios (o buenos o malísimos), y tiros a diestro y siniestro (aunque poco eficaces, al menos los de los malos que no aciertan aunque lo tengan a huevo). Eso sí, nos pasean por medio mundo, Austria, Italia (precisamente en Siena, celebrando las carreras de caballos en la fiesta del ferragosto), Bolivia, Haití, Rusia y más que no recuerdo. Son paisajes contrastantes y muy lindos aunque uno los vea siempre a través de mucho polvo o en medio de tiroteos.
Pues eso, un rato para dejarse llevar por el trajín infinito de Bond. Y para no pensar. ¿En qué vas a pensar entre tanto tiro y tanta incertidumbre? Quizás los guinistas han querido presentarnos un mensaje ecológico (los malos queriendo adueñarse del agua para luego cobrarla a precio de oro) o, incluso político (los malos y los servicios secretos poniendo y quitando presidentes en América Latina) pero todo eso queda en un segundo plano en medio de tanta acción desproporcionada.
Lo dicho, las chicas-bond siguen siendo espectaculares (¡qué labios los de la rusa Kurylenko! ¡Qué erótica la imagen de la chica cubierta de petróleo que parece chocolate!) y el Bond-Craig no deja de ser un guaperas. O sea, sigue siendo una película Bond. Pero me gustaba más el otro.

jueves, diciembre 18, 2008

My blueberry nights




Van pasando los días y aún no he tenido un rato para poder comentar esta peli del fin de semana. No es que me dejara una gran huella, pero tampoco está mal. Y hace pensar sobre uno mismo, sobre la soledad, sobre las relaciones…
El primer encanto de la película, a ojos de los entendidos, era el propio director Wong Kar-Wai que, después de muchas películas orientales, se estrenaba en el cine americano. Tengo que reconocer mi ignorancia porque no lo conocía ni recuerdo haber visto ninguna de sus obras. Obras que, por otro lado, tienen unos títulos preciosos: “Eros”(2004), “In de mood for love” (deseando amar ) en el 2000, “Felices juntos” y “Ángeles caídos” del 97 y 95 respectivamente. No me suenan. Y con esos títulos, con seguridad que habría ido a verlas. En fin, es un magnífico director, con toda esa sensibilidad oriental que logra encuadres coloristas y estéticamente perfectos. Y, sin sexo, pero con escenas de un gran erotismo. En My blueberry nights está el beso más impresionante y erótico que yo he visto en el cine.
La historia es bonita. Una chica que rompe con su novio y tiene que rehacer su vida. Siente que ha perdido tanto, se siente tan vacía que se lanza a la carretera a buscar algo que llene el vacío que lleva dentro. Y no es que se lance como una loca a sustituir a su novio casquivano por otros hombres o experiencias. No hay sexo en la película, pero sí mucha soledad. Soledad sin drama (salvo unos pequeños excesos). Soledad que se salva a través del contacto humano con otras personas. Lo que más me gustó de la película (beso aparte) es el gran poder terapéutico de la palabra. Lo bien que les hace a los personajes el hablar, el encontrarse con otros y compartir con ellos su propia soledad.
En ese camino de reconstrucción, Elisabeth (Nora Jones) va conociendo a gente y compartiendo con ellos sus historias. Primero el dueño y camarero del bar (Jude Law) al que solía acudir su novio que ahora anda con otra; después cuando se marcha lejos de su ciudad y se pone a trabajar en un bar, conoce a un policía alcoholizado que no logra superar que le haya dejado su mujer de la que sigue aún enamorado. Pero también se marcha de allí hasta Las Vegas y allí se encuentra con una jugadora empedernida que está sola y mantiene una relación de amor-odio con su padre. Tres historias de ruptura y soledad. Y aunque todas las historias tienen su punto de dramatismo están muy bien llevadas. Sin exageraciones. Sin movimientos raros de cámara. Y con un envoltorio estético magnífico. Incluida la música.
De todas formas, lo más interesante es la vida que late a lo largo de todo el film. Vas encontrándote con figuras que están bien jodidas. Casi siempre por problemas de amores y relaciones. Es como si hubieran perdido su norte, su estabilidad, su proyecto de vida. Y sin embargo hay mucha vida en ellos, mucha humanidad. Los ves cercanos, corrientes, sintiendo lo que podrías sentir tú. Eso hace que la protagonista, una chica en crisis pero con una gran capacidad de empatía vaya desarrollando comportamientos de apoyo como quien simplemente respira. Ayuda sin aspavientos, como quien no quiere la cosa. Pero es capaz de introducir en el descoloque de sus sucesivos amigos el sentido común y una cierta racionalidad. Pero sin atosigarlos, sin ocupar su espacio. Sólo escuchando y generando sinergias positivas con ellos. La verdad es que tiene mucha vida dentro de sí misma. Y aunque la tiene un poco alborotada en ese momento, es una tía magnífica. De esas que saben transmitir sosiego incluso en las situaciones más complejas.
Y así, ayudando a los demás, va recomponiendo su propio puzle y encontrando su camino. Se merecía ser feliz. Una historia muy aleccionadora. Y al final, el beso. Ese beso en scorzo. Dulce, intenso, divino. El mejor. Sólo por eso, merecería la pena no perderse esta película.

lunes, diciembre 15, 2008

Adiós, Juanita.


Alguien decía, con razón, que somos los amigos que tenemos. Parece una frase incorrecta lingüísticamente, pero resulta de lo más real en la vida diaria. Los amigos están ahí y nuestra existencia está vinculada, directa e indirectamente a ellos. Aquel aforismo orteguiano de que “yo soy yo y mis circunstancias” resulta muy cierto. Y en esas circunstancias, un papel fundamental (junto a la familia) lo juegan los amigos. Claro que resulta fácil decirlo y menos fácil entrar a dilucidar quiénes entran en ese grupo, en qué se nota que perteneces a él y qué condiciones de filiación exige el título de amigo/a. Bueno, pero esta entrada no se refiere a un disquisición semántica sobre la amistad , sino de un acto de amistad sin más.
Viene todo esto a cuento de que nuestro amigo Juan ha perdido a su madre. En realidad todos sus amigos hemos perdido a la madre de Juan y ésa es una manera horrible de acabar el año. Ella se mantuvo siempre en el segundo plano que le reservó la v ida, pero siempre estuvo ahí en las buenas horas y en las malas, con ese coraje sencillo de las personas buenas. La pérdida, hace unos años de su hermana y cómplice, y los achaques de la edad la fueron apartando de las actividades cotidianas pero ella siempre estaba allí, jugando su papel y llenando su espacio. Por eso se nota tanto su falta. Uno construye su vida contando con ella y cuando falta, todo se rompe. Y aparece un agujero negro que no es fácil llenar.
Las buenas personas, como los buenos vinos, dejan un retrogusto especial. Uno empieza a valorarlas más cuando han pasado, cuando puedes hacer un flashback y recuperar lo que ha sido su vida y su entrega. No es fácil armar un panegírico de una persona como Juanita. Ella no ha escrito libros, ni impartido conferencias; ella no ha sido una persona famosa (toda esa trabajera se la ha dejado a su hijo) pero estaba allí, en segunda línea pero transfiriendo toda su energía para que las cosas resultaran bien. Y lo consiguió.
Cuenta Juan que, al final, ya no tenía muchas ganas de vivir. Era como si se hubiera resignado, como se diera por satisfecha con los 89 años que la vida le había regalado. Dio orden de comenzar la cuenta atrás. Y, como suele suceder, su biología la obedeció. Por supuesto, su familia no lo aceptaba y peleaban con ella para motivarla a hacer ejercicio y a mantenerse vigilante. Pero no tiene caso. Y así llegó su día, con la tranquilidad de quien puede presentar una hoja de servicios llena de méritos sencillos pero relevantes. No tengo dudas de que ella se despidió feliz y tranquila. Y muy bien acompañada.
Volviendo a lo de los amigos, la cosa es que duele inmensamente ver cómo alguien de los tuyos pierde a su madre. Todos la perdemos un poco y todos nos hundimos en ese pozo negro en el que sientes chapotear a tu amigo. Calculo que no ayudamos mucho (nadie puede hacerlo porque la angustia se cuela hasta lo hondo de las entrañas) pero igual sientes que debes estar ahí como una cohorte de cortesanos que no tiene nada más que ofrecer que su presencia y un poco de conversación. No sé si eso es bueno cuando uno desearía sorber su propio dolor a solas pero, al menos, se hace explícita la presencia y el cariño.
Y en esas estamos. Nuestros amigos Juan y Matilde han de elaborar ahora su duelo personal por la pérdida. Ese dolor intenso y visceral de los primeros días se irá racionalizando. Han de convencerse de que fue bueno para ella, de que marchó sin sufrir, que había cumplido su misión, que ahora nos acompañará desde otra dimensión… Y, tras este paréntesis de dolor, la vida recuperará su protagonismo. Porque hay mucha vida en la pareja, en los hijos, en los amigos. Quizás ahí es donde mejor podamos intervenir los amigos: haciendo que la vida, la cotidiana y la especial, vuelva de nuevo al primer plano. De hecho ya tenemos que preparar la cena de navidad y las nuevas discusiones para abrir año. Es la vida, el gran regalo de los amigos. No te dejan parar ni abandonarte a la melancolía. Son un hermoso coñazo.
Y seguro que Juanita, que ya nos conocía, sonríe socarrona desde su nueva atalaya.

martes, diciembre 09, 2008

Gomorra


Cuando sales del cine sólo se te ocurre un pensamiento. ¿Es posible una cosa así? Todo parece demasiado kafkiano, demasiado infernal. La película, y supongo que lo mismo sucede con la novela de Savione en la que se basa, trata de darle una pátina de realismo a la historia pero resulta difícil de creer. Porque no sitúa la acción en un espacio marginal sino que da la impresión de abaracarlo todo (no se ve un mundo normal que te pueda servir de contraste). Porque describe la mafia como un estilo de vida que no escoges. Simplemente estás dentro, lo quieras o no. ¿Quién puede vivir en un mundo así?
Matteo Garrone, su director, juega a lo seguro. Sabe que cosas así venden bien. El cine brasileño ha sido pródigo en los últimos años en películas de este tipo, siempre con mucho éxito. Y, a la vista está, que también Gomorra los va a tener (ya consiguió premios en Cannes y probablemente los volverá a obtener en los Oscars). Con justicia, seguramente, aunque es tan fuerte la historia que te impide dar ese paso atrás necesario para entender que estás viendo cine. Quizás ése sea su mérito.

Hay tanta crueldad implícita y explícita, tanta violencia... Se rompen tantas reglas de la vida civilizada (el tráfico de drogas, la contaminación por residuos tóxicos, la explotación a través de talleres clandestinos, los abusos inmobiliarios, las presiones intolerables para la afiliación a un grupo, el abuso de la infancia, la eliminación cruenta de los disidentes y adversarios, etc. etc.)... Y todo ello con ese toque de film documental que se transmite a través de las cámaras en movimiento (como si fueras tú mismo que vas andando, metiéndote en los mismos líos que los personajes a los que sigue la cámara, corriendo los mismos riesgos que ellos), de los ambientes cutres (difíciles de creer en Nápoles), de los personajes no profesionales, de un hiperrealismo constante que se recrea en las escenas...

En fin, ya se ve que he salido bastante conmocionado del cine. Me parece una buena palícula (tampoco sobresaliente; puestos a contar cosas terribles, prefiero las brasileñas). Demasiada trasgresión para un país sin miseria ni favelas, como Italia. Puede que sea así, pero cuesta creerlo. En realidad, todos se conocían entre sí, sabían de qué lado estaban, eran capaces de saber qué pasos daba cada quien. ¿Cómo es posible que eso mismo pase desapercibido para la policía, para los ciudadanos normales? ¿No hay escuelas, no hay iglesias, no hay gente con un poco de cordura?

Duele, sobre todo, la indefensión, el que la vida no valga nada. Soy incapaz de concebir, salvo en mentes gravemente enfermas, esa ligereza a la hora de decidir sobre la vida o la muerte de los demás. Pero, a la vez, aterra constatar que hay mucha gente implicada en ese tipo de “estilo de vida”. Todas esas gentes que viven así (los que mandan matar, los que matan, los que colaboran y saben lo que pasa) tienen a su vez sus familias, sus hijos (¡qué preciosidad de niño el hijo del diseñador!), sus sueños vitales, sus amores. ¿Es posible vivir bajo la sospecha constante de que todo eso se puede quebrar en cualquier momento porque te pegan un tiro?

Una peli dura. Que no te deja indiferente. Al contrario, te va golpeando en cada escena. Por eso sales del cine como si te hubieran dado una paliza. Y sin ganas de creértelo. Demasiado fuerte para sobrevivir con esa angustia. De hecho, aquí estoy descargando mis agobios en el blog para ver si consigo dormir. Y son ya casi las dos de la mañana.

viernes, diciembre 05, 2008

La Ola


Aproveché que se me estaba comiendo el agobio para irme al cine. Dicen que, a veces, es bueno para la salud mental romper con lo previsible y adoptar conductas paradójicas. Y nada mejor que el cine un jueves. Así, por el morro.
Además, se trataba casi de un compromiso académico. Ya había hablado con otros colegas del posible interés de esta película para nuestros estudiantes. Ayer se lo propuse a ellos en clase. Que la vieran y después podríamos debatirla. Seguro que muchos lo hacen. A ver qué les parece.
Digamos, para empezar que la película cuenta la historia de una experiencia educativa en una escuela secundaria alemana. Parece ser un experimento real que llevó a cabo un profesor americano de la Cubberly High School (Palo Alto, California) en 1967. Esa experiencia dio pie a una novela de Todd Strasser: The wave. Ahora el director alemán Dennis Gansel ha vuelto a retomar el tema y a actualizar los elementos de la historia. Utiliza actores, sobre todo jóvenes (es una película sobre jóvenes en la que los adultos pasan bastante desapercibidos) conocidos en Alemania por las series televisivas y que cumplen muy bien su papel. Muy metido en su papel de profesor progre está Jürgen Vogel, el protagonista. Todo ello es suficiente para lograr una película que está batiendo todos los records de taquilla en aquel país. Me ha hecho gracia la clasificación con la que la valoran los internautas de Decine21: Acción 2, Amor 2, Lágrimas 2, Risas 0, Sexo 0, Violencia 1 [de 0 a 4]. La resumen bastante bien.
Pero vayamos al film que tiene mucho que comentar. La historia del film, vista como experiencia educativa es muy interesante. Pura Pedagogía y de la buena. En el centro escolar dedican una semana a la realización de “proyectos educativos”: la semana de los proyectos. Los diversos profesores ofertan propuestas a las que los alumnos se inscriben voluntariamente. Pueden escoger aquella propuesta que más les apetezca. Primer aspecto interesante para nosotros habitualmente acostumbrados a estructuras curriculares rígidas y con escasas opciones. También llaman la atención las temáticas sobre las que versan esas propuestas de proyectos. La anarquía y la autarquía son los que aparecen en el film pero cabe suponer que habría otros similares.
Al profe de la historia le hubiera gustado más dirigir el trabajo sobre “anarquía” pero se lo arrebata otro con más antigüedad (interesante la fría relación entre ellos y el papel desdibujado de la directora). Así que tiene que apechugar con el tema de la autarquía. Y ahí se inicia la historia. Al menos en su eje central, que en realidad son dos ejes: la fórmula didáctica seleccionada (del máximo interés para mí pues eso es lo que enseño) y los contenidos y elementos de la autarquía que los estudiantes van enfrentando.
La dimensión didáctica de la historia (el cómo aprender unos contenidos académicos más o menos convencionales) es lo más interesante del film. Cualquiera de nuestros estudiantes de secundaria ha estudiado qué es la autarquía y qué son las dictaduras. Muchos de ellos podrían hacer, sin excesiva dificultad, un trabajo bien documentado al respecto. Pero enseñar, para este profesor, no es saber, es vivenciar, experimentar lo que se estudia. Y su estrategia es buenísima. Les va haciendo entrar en los aspectos más sustanciales de la mentalidad autárquica de forma que se sitúen en una forma particular de pensar y sentir. Sin eso, no hay aprendizaje real, aprendizaje con todo el cuerpo, no sólo con la cabeza. Seguro que no olvidarán en toda su vida la experiencia escolar en la que han participado. Incluso al margen del final, excesivamente ficticio y dramático para mi gusto. No era necesario y le resta credibilidad a la historia. Lo interesante es que en solo una semana un profesor extraordinario ha hecho vivir a sus estudiantes una inmersión profunda en un tipo de mentalidad social, en unos valores y un estilo de pensamiento. Vivirlo así no tiene nada que ver con estudiarlo como el capítulo 5 de una disciplina de historia o de cualquier otra materia. Vivirlo implica que te pones en situación, te implicas, pones en juego tanto tus ideas como tus sentimientos, tanto tu mundo personal como tus relaciones. Es un modo de aproximación full contact con los temas de aprendizaje. Una forma de aprender que te marca la vida. El sueño de todo profesor que, por lo general, ve como sus estudiantes apenas se implican en un 10-15% de sí mismo en las cosas que les proponen y que, al final, pasan por las clases sin emoción ni compromiso. Por eso les dejamos tan poco rastro.
El segundo eje de desarrollo de la película es el de los contenidos que van abordando. Con una sistematicidad germánica la clase va avanzando progresivamente en los diversos elementos que configuran el pensamiento autárquico o fascista: la ideología como fuente nutricia, la insatisfacción como base del reclamo de control, la presión e, incluso, la violencia como actitud para imponer el consenso, el líder como figura clave para que las cosas funcionen y la disciplina como marca de bienestar y eficacia; el valor del grupo como elemento de identificación, de satisfacción personal y de poder; los signos externos de identificación (uniforme, logo, saludo); la necesidad de conformidad. Lo dicho. Son contenidos habituales para estudiar el tema. Lo que diferencia esta clase de otras miles en las que los estudiantes abordan estos mismos asuntos es que aquí ellos los viven, no sólo los estudian. Y la diferencia es tan importante que hasta puede dar lugar a una película exitosa. Nadie haría una película de unas clases convencionales donde se estudiara la autarquía.

Y visto todo lo anterior, uno sale del cine con el alma perturbada y con muchas sensaciones contradictorias en su cabeza. Y con una sana envidia por ese profesor que es capaz de montar una coreografía tan perfecta para que sus estudiantes aprendan. Y con el sentimiento de que la buena enseñanza, como todo aquello que asume desafíos y riesgos, es una actividad bien compleja. Y contradictoria.
Mi primera sensación, la que me fue golpeando a lo largo de todo el film, fue que resulta muy difícil distinguir esa fina línea que distingue lo brillante de lo pernicioso. Yo hubiera dicho que el profesor lo hacía bien, que me parecía modélico su planteamiento. Pero aparecían en la historia voces discrepantes que sentían y expresaban que las cosas no podían seguir así: la alumna de rojo, la esposa. Y efectivamente aparecían ciertos comportamientos problemáticos, ciertas exageraciones derivadas de un exceso de celo en algunos muchachos más propensos a ello. Pero parecían simples efectos colaterales de un proceso que en sí mismo estaba funcionando bien: los alumnos se sentían interesados como nunca en la escuela, fortalecían su solidaridad, se hacían fuertes como grupo. Los comentarios finales que ellos hacen sobre la semana de proyectos son muy positivos: se han sentido bien, han aprendido mucho, ha mejorado la imagen que tenían de sí mismos y su capacidad de colaborar con sus compañeros. Pero había una fina línea muy difícil de distinguir entre tanta acción y tanto entusiasmo. Me estuve preguntando todo el tiempo dónde estaba esa línea, qué le faltó a este profesor para no cruzarla.
Se me ocurre pensar que fue la falta de elementos críticos y autocríticos a lo largo del proceso. Fueron avanzando en el proceso de identificación de los componentes del pensamiento autárquico sin pararse a pensar en los riesgos de cada uno de los avances. Incluso el progreso en dimensiones valiosas en el comportamiento social (como en la ciencia o la medicina o el arte) trae consigo riesgos que conviene prevenir. Sentirse fuerte como grupo es un valor, abusar de esa fortaleza para exigir el consenso y eliminar a los disidentes es un problema grave. Implicarse en cuerpo y alma en un proceso de aprendizaje es magnífico, ser incapaz de tomar la distancia necesaria para poder revisar lo que uno hace es un riesgo. Tener un líder que te marque el camino resulta necesario para que las cosas puedan funcionar sin excesivos diletantismos (el ejemplo de la caótica sesión para preparar la función de teatro que quieren organizar es un magnífico ejemplo) pero alienarse, perder la propia identidad como sujeto que toma conscientemente sus decisiones es un pecado capital en educación. Ser un profesor capaz de entusiasmar a tus estudiantes es una virtud inapreciable, llegar a seducirlos tanto como que te sigan incondicionalmente es perverso. No era fácil distinguir la línea ni ser consciente de en qué momento la has cruzado sin darte cuenta. Pero resulta esencial para que el proceso educativo avance como un proceso que te enriquece como persona y no sólo como repositorio de informaciones o como un cocktail de emociones que te hacen sentir bien y fuerte pero sin saber dónde estás o a dónde vas.
Hay otras cosas en la película que la hacen muy interesante a la vista de un profesor. Los espacios del colegio, por ejemplo. Aunque el aula donde se desarrolla la acción no es nada extraordinaria (razón de más para entender que una buena didáctica no es solo cosa de recursos técnicos), sí pueden verse otras aulas llenas de materiales para la enseñanza de las ciencias, de la lengua, etc. El acceso libre a la fotocopiadora, incluso por parte de los estudiantes. La existencia de una revista escolar donde ellos pueden opinar. De extraordinaria importancia me ha parecido la estructura curricular: esa posibilidad de dedicar una semana a un proyecto de trabajo sobre una temática de actualidad que rompa con la rigidez de las disciplinas.
Y junto a toda esta historia escolar, el film desarrolla, como no podía ser menos (al final, la vida nunca puede reducirse a la escuela por muy interesante que ésta sea), otras historias personales. Los amores inciertos entre adolescentes, la solidaridad generacional, la construcción de la propia identidad y sus avatares, la presencia de la música dura, de las drogas, del poder de las pandillas, la complicada relación con los padres, la presencia de sujetos complejos y vulnerables que están viviendo su juventud cómo un match point que tanto puede ir bien como mal. También aparecen los amores entre la pareja de profesores, cuya relación parece envidiable durante todo el film y que, al final, también se ve afectada por el proceso que el profesor va viviendo en paralelo a sus estudiantes. Él también tiene su vida, sus demonios internos, sus insatisfacciones. Y lo que hace en clase no puede ser ajeno a lo que él es. Al final, también él aprende con su proyecto. Aprende a reconocerse a sí mismo y a darse cuenta de que, en realidad, el proceso que propone a sus estudiantes es un proceso que se propone a sí mismo. Por eso le cuesta tanto distinguir la línea entre lo positivo y lo negativo de su proyecto. Debe ser verdad aquello de que a nada que rasques en una teoría (quizás también en un método didáctico, en una forma de ser o de relacionarse) aparece, enseguida, una biografía.

Bueno, pues ya está bien, para mí. Veremos ahora qué dicen del film mis estudiantes, qué cosas les llaman a ellos y ellas la atención. También de eso habré de aprender yo porque si de algo se da cuenta uno en historias como éstas, es que su mirada es parcial, que apenas eres capaz de ver una cara de ese caleidoscopio de matices que aparecen en procesos tan apasionantes como éste. Y la pregunta inicial con la que se abre la película sigue resonando ahí, aún después de dejar la sala: ¿creéis que es posible que una dictadura vuelva a implantarse en nuestros días? Posible es, desde luego, pero angustia sólo el pensarlo.

martes, diciembre 02, 2008

¡Cuánto tiempo sin escribir! Y debe ser verdad aquello de que cuanto más lo dejas pasar, más te cuesta reiniciarlo. Esto del blog es como un amante. No puedes descuidarlo porque la cosa se enfría. Y luego cada vez te llama menos el hacerle confidencias. En fin, mejor tarde que nunca.

La cuestión es que también necesitaba airearme un poco. Y dejar pasar esa necesidad de "tener que cumplir" con la receta diaria o casi diaria. Pero lo echaba de menos. Me encanta eso de escribir y de contar (contarme) cosas. Cuando no tengo esta salida parece como si me sumergiera en una crisis de apatía. Te pones tras una barrera y vas dejando que las cosas pasen sin más. Sin contarlas que es casi como sin vivirlas. Bueno, a ver si comenzamos de nuevo aprovechando que el avión en que debo regresar a Santiago se ha retrasado de nuevo. Esto de la T4 es para mí como una musa. Tienes que pelearte con los ordenadores de la sala VIP porque casi ninguno funciona pero parece que la espera me estimula.

Ha sido una semana intensa. Con un pelín de drama si no fuera que todo ha acabado bien. Partí el día 21 para México en un viaje bastante accidentado: el avión se retrasó dos horas y, para colmo, no pudimos aterrizar en el D.F. por niebla y nos desviaron a Acapulco (¡7 horas perdidas!). Total que debía haber llegado a Puebla sobre las 10 de la mañana y llegué a las 7 y pico de la tarde. Como allí son muy generosos y de comidas largas, aún pude llegar antes de que se levantaran de la mesa y saborear las viandas que me habían reservado. De Puebla a Monterrey al día siguiente (con la emoción añadida de que la compañía aérea con la que había comprado el billete quebró una semana antes y tuvieron que buscar otro billete a toda prisa). Pero llegué bien a Monterrey y la conferencia que tenía allí salió muy bien. Pero para no decayera el nivel de estrés, el vuelo que debía tomar para San Luis lo cancelaron. Así que vuelta al hotel y a esperar otro vuelo a la mañana siguiente bien temprano. Éste sí salió, no sin antes decirnos el piloto, una vez en la cabecera de la pista, que debíamos regresar a la plataforma porque habían detectado problemas técnicos en el aparato. ¡Glub! El fantasma del accidente de Spanair volvió a aparecerse. Dí tú que éste era un avión de hélices y resultaría menos dramático caerse al comenzar el vuelo. En fin, al final llegué sano y salvo a San Luis Potosí. Bueno, no tan salvo pues en el trayecto perdí mi teléfono móvil. Me dí cuenta en cuanto llegué al hotel pero para entonces ya se había marchado el avión y lo dí por perdido. Creo que fue ahí donde la mala suerte comenzó a torcerse y volverse buena. Me encontraron el móvil y lo recuperé al día siguiente (se ve que las limpiadoras funcionaron bien). Dos días y medio en San Luis con tres intervenciones para tres instituciones distintas. Las tres estupendas (y no porque fuera yo). Quedé contento y ellos también. San Luis volvió a enamorarme, la ciudad estaba preciosa (las placitas repletas de gente disfrutando del solecillo vespertino), los anfitriones atentísimos y cariñosos. Hasta comí bien esta vez. No se puede pedir más a un viaje.
Y de San Luis al D.F. En plena calle Insurgentes. Un lujo. Y efectivamente la suerte fue cada vez en aumento. En contrarte con gente que te admira, que ha leido tus libros, que te ven como alguien que ha sido muy importante para ellas, que te tratan como si fueras de la familia ha sido todo un placer. Se notaba que estaba entre educadoras. Tienen ese algo especial que te atrapa. Sólo puedes rendirte. Y eso hice. Y pasé un par de días entre nubes con ellas. Hasta pude asistir a un espectáculo folklórico mejicano en la comida de despedida. Bastante malillo, la verdad, salvo el mariachi, pero estuvo bien poderlo disfrutar. La otra alternativa era Madona que también andaba por allí, pero no hubo posibilidad porque perdería el vuelo. En fin, fue un buen regalo de despedida.

Y nada, una vez corregidas las coordenadas de la suerte, todo fue saliendo muy bien. El vuelo de regreso salió y llegó en hora. Pude tomar el vuelo a Santiago y llegué a casa con el tiempo justo para salir a cenar a casa de unos amigos.

Entre tantas cosas buenas, ya sería raro que todo saliera bien. Y no salió. Al día siguiente era lunes y yo tenía clase a las 9,30 y gimnasio a las 8. Pues ni madres. Me quedé dormido y desperté a las 10,30. Me levanté como un poseso y en 10 minutos ya estaba en la Facultad, pero obviamente, los estudiantes ya se habían largado. Así que fue un mal comienzo.
Eso ayer, lunes por la mañana. Por la tarde tuve que volar, de nuevo para Madrid pues hoy martes, tenía una jornada completa de trabajo con profesores de la Politécnica de Madrid. Me dió tiempo para cenar con mis amigos Jesús y Juan Manuel. Y hoy ha sido jornada intensa. Pero ha salido muy bien.
Y ya estoy de nuevo aquí en el aeropuerto, esperando que nos llamen a embarcar (otra vez con una hora de retraso). Así que han pasado apenas 24 horas desde que regresé de Méjico y ya han pasado un montón de cosas. Todo sucede demasiado deprisa. Por eso, si no lo cuento en el blog, es casi como si pasara así a escondidas, sin que te des cuenta. Y de eso nada. ha sido una semana bien interesante.

martes, noviembre 18, 2008

1er. Aniversario.

Recuerdo con nostalgia aquellas palabras que ya mencioné alguna otra vez de un sacerdote amigo refiriéndose a los vivos que recuerdan a sus muertos. La muerte y el tiempo que le sigue, decía él, es pasar “de la presencia a la ausencia, del recuerdo a los recuerdos, del dolor a la pena…”. Pero aún se podría seguir. Es pasar de la angustia a la resignación, de la sensación nítida de casi todo a la memoria desvaída, de la herida abierta y sangrante a la cicatriz, del contacto casi diario a los contactos espaciados, de lo extraordinario, impensable, insufrible a la normalidad, a lo irremediable, a lo aceptado. Un largo camino a recorrer en tan solo unos pocos meses. Porque ésa es la primera sensación que uno tiene, parece imposible que haya pasado un año. Pero es fácil reconocer que se trata de un proceso necesario. Duele recuperar la realidad pero la necesitas. Y la vida es sabia, no te permite quedar ahí relamiéndote las heridas.
Ha pasado un año Javier desde que nos dejaste. Ya ves, un año denso de recuerdos que han tenido que ser reelaborados, de emociones que hemos tenido que recomponer, de miradas atrás que poco a poco hemos ido enderezando. Dicen que el tiempo lo cura todo. No creo que sea verdad, pero desde luego es una medicina insustituible. La cosa es, hermano, que nos hemos acostumbrado a vivir sin ti. Casi duele el decirlo. Hace un año, cuando se rompió tu vida creí que con ella se iba también la nuestra, que nunca volveríamos a ser los mismos, que era mucha ausencia para poderla llenar con algo. Pero el tiempo es tenaz. O quizás, la tenas sea la vida que te va llenado los días de cosas, de nuevas emociones, de otras preocupaciones, de más vida. Y el dolor se va mitigando.
Si quien se hubiera muerto hubiera sido yo, me encantaría que las cosas fueran así. Bastante tiene uno con haberse muerto como para estar cargando, encima, con el dolor y la angustia de los que quedaron vivos. Así que lo que un muerto busca, supongo, es descansar. Y que la gente que se ha querido deje de preocuparse y retorne a su vida ordinaria. Que vuelva a ser feliz. Eso desearía yo. Supongo que tú debes pensar también lo mismo. No te veo de muerto-incordio exigiendo diezmos y primicias de tus allegados. Pero para los que nos quedamos aquí, la cosa es más complicada. No es fácil dejar de sufrir, dejar de darle vueltas a los recuerdos, dejar de lamentarse por la ausencia y el vacío que nos dejaste. A cada poco apareces en las conversaciones y te echamos de menos y sentimos tu falta. Y si eso nos pasa a los hermanos, no quiero ni pensar qué debe pasar por la cabeza de tus hijas.
No es fácil relacionarse con los muertos. Aquello de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” es más fácil de decir que de hacer. Y si el muerto es alguien a quien has querido mucho, has necesitado mucho, alguien que ha ocupado un espacio importante en tu vida, la frase, por terapeútica que parezca, casi suena a ofensa. Pues en esas estamos, Pachín, atados a ti en tantas cosas e intentando desamarrarnos del dolor de los recuerdos. Un año ha sido poco tiempo para nosotros. Necesitamos un poco más para que los recuerdos se hagan amigables y para que vuelvas a ser, de nuevo, uno más en nuestras vidas. Ausente pero presente. Con esa presencia dulce y bienhechora con la que recordamos a todos aquellos familiares que murieron pero regresaron a nuestras vidas: los abuelos, los tíos, los amigos, los hijos, incluso. Podemos hablar de ellos sin sufrir, recordarlos con alegría, disfrutarlos. Ojalá podamos hacer eso pronto también contigo.
No puedo decir mucho de la ceremonia del aniversario. La hicimos en los Escolapios de Tafalla. Y había mucha gente. Desde luego, toda la familia (excepto el papá que no se sentía bien y no se atrevió). Y otros muchos del pueblo que os conocían a ti y a nuestra familia. Pero yo conocía a muy poquitos. Todos muy amables y cariñosos. Ya sabes tú que había mucha gente que te quería bien.
En fin, hermanito, mirándolo en positivo, hemos logrado sobrevivir este año terrible. Y bien. Te supongo observándonos desde tu puesto de guardia y alegrándote al ver cómo van las cosas. Tus hijas, estupendas y seguras en los pasos que van dando. La familia, en general, bien y creciendo de manera extraordinaria a base de novios y novias de los sobrinos/as (estupendos todos, la verdad). Los papás ranca que ranca superando la batalla de cada día como si de ella dependiera ganar o perder la guerra. Y los demás (a excepción de Ramón que resulta la parte creativa y renovadora del panorama familiar) en la estela de siempre, con las mismas virtudes y vicios. Y con un año más.
Ya ha pasado un año, Javier. Ya ves que nosotros no te hemos olvidado. Espero que tampoco tú te olvides de nosotros. Y que nos eches una manita con tus influencias. Un beso muy fuerte.

miércoles, noviembre 12, 2008

Aprender a tiempo

Una amiga me acaba de mandar este precioso texto de Borges, del Borges mayor y sabio que es capaz de volver su mirada atrás y poner letra a la canción de su vida. Pero todos somos Borges (bueno, al menos quienes vamos avanzando en este peregrinaje de los años) y seguro que, quien más quien menos, podríamos decir algo parecido a lo que él tan hermosamente cuenta.
Pero no sé si es verdad que vamos aprendiendo. Vamos acumulando experiencia, eso sí, pero no estoy seguro de que esa experiencia acabe convertida en aprendizaje y transformando nuestro pensamiento y nuestra conducta. No estaría mal.




Lo bonito del texto es que no son simples juegos de palabras. Hay personas que son artistas de la palabra. Da gusto escucharlos, te van meciendo en el arrullo y el ritmo de un lenguaje eufónico y cadencioso. Borges es, sin duda, una de esas personas. Pero este texto tiene mucha miga. O a mí me lo parece. Y me trae resonancias a trozos de mi propia existencia. Es como si estuviera hablando de ti, como si te estuviera dictando un examen de conciencia.


"No es lo mismo sostener una mano y encadenar un alma". ¡Qué verdad es y qué dificil nos resulta entenderlo! Tantos comportamientos estratégicos, tanto gesto que parece de amistad y es de inversión. Confundir el cariño y la posesión. No sé si es que la universidad tiene algo de perverso en las relaciones que genera, pero cuántas veces me he visto metido en berengenales de este tipo. Como encadenado y como encadenador. Y eso duele.


"Uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos ". ¿Se aprende eso? El otro día comentaba un conferenciante que un amigo suyo había puesto sobre la cabecera de su cama de matrimonio un cartel que decía "defrauda pronto". Supongo que lo hacía para curarse en salud, para ahuyentar el agobio de tener que salir siempre victorioso. No es fácil aceptar las derrotas. Uno se puede resignar a ellas. No te queda más remedio. Pero, efectivamente, lo interesante es llegar a ese estado en que las aceptas con la cabeza alta. Ojalá supiera como hacerlo, mi tensión me lo agradecería mucho.


"Solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas". Quizás el "defrauda pronto" del amigo de antes tenía que ver con esa condición de los afectos. Pero no es fácil. Menos aún, cuando uno es bastante narcisista. Sientes que si te conocen a fondo es más difícil que te aprecien, imposible que te admiren y hasta dudoso que te acepten. En algunos momentos eso es como una pesadilla porque afecta a todos los órdenes de la vida. Y si andas rondando una medio depresión, ni te cuento. Y ahí empiezan las milongas y los disimulos. Finges, ocultas, te agobias...


"Las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida...Si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual". También se aprende esto, es verdad. Lo aprendes en tu propia carne porque hay palabras que te han dicho que resulta difícil olvidar y heridas que tardan lo indecible en cicatrizar y siempre dejan rastro. Y como tú lo sientes, no es difícil comprender que a los demás les debe pasar lo mismo con lo que tú dices o haces. Es lo terrible de las conversaciones y las palabras, que a veces son caricias y otras puñales. Muchas veces he querido escribir sobre esto en el blog, pero no es fácil. Y sin embargo, es tan real esto que dice Borges.


"Intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido". Yo creo que sí tiene sentido, pero lo que no tiene es justificación. La presencia, la vida no da oportunidades para decirle todo lo que desearías decir. Por eso se te agolpan las palabras cuando ya no está, cuando la has perdido. Y te sientes fatal. Y quisieras recuperar el tiempo y las oportunidades perdidas. Pero ya no vale. Tiene sentido, pero ya no vale. Y te quedan tantas cosas que decir a tanta gente... Duro mensaje para mí en esta semana de aniversario.




En fin, un hermoso texto. Borges utiliza las palabras como escalpelos que te van abriendo brechas en tus recuerdos y en tus remordimientos. Son ideas a las que enseguida pones caras. Esto me pasó con él, en aquello fallé con ella, esto me gustaría con aquel otro. ¡Demonio de Borges!.








...este es el texto...


APRENDIENDO........
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...

Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende. Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado solo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido.

Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo.......... Jorge Luis Borges.

Transiberian


Antes de que vayan pasando los días y mitigándose los recuerdos, quiero decir alguna cosa de la peli de este fin de semana. El sábado fue la fiesta de los sesenta de nuestro amigo Javier y el domingo tocaba, naturalmente, resaca. Y aunque es verdad que las resacas se llevan mejor con el mal tiempo (uno está justificado para quedarse en casa tumbado en el sofá y navegando por el limbo), me pareció que debía aprovechar el día para ver Transiberian antes de que la sacaran de cartelera definitivamente.
No sé si hice bien, la verdad. No pasa de pasable. Y eso que me apetecía mucho disfrutar de los paisajes que en los traillers parecían impresionantes. Me hubiera gustado más como peli de viajes, o romántica (el transiberiano se presta mucho a eso), o cultural. Pero se fueron por la vía de lo policíaco y el semi-suspense y la cosa perdió mucho. La historia es un poco tonta y nada creíble. Ayuda a pasar el rato, pero tampoco es para echar a volar las campanas.
Una cosa que llama la atención es que se trata de una película española aunque con director inglés: Brad Anderson. Y uno se pregunta qué demonios hacen productores españoles filmando en China y Siberia. La historia es que una pareja de jóvenes esposos americanos pretende viajar de China a Moscú utilizando el tren. En realidad el viaje es una especie de terapia de pareja pues las cosas no les van demasiado bien. Al poco de partir se les añade otra pareja un poco especial. Él un guaperas español, según el guión, ella una chiquilla melancólica. Frente a los problemas con el sexo de los primeros, los segundos hacen una exhibición de sus ardores. Estaba cantado que el donjuán español acabaría seduciendo a la inhibida americana. También era evidente que el españolito no era buena tinta. Algo se llevaba entre manos. El americano, un enamorado de los trenes, se entusiasma viendo locomotoras antiguas en una de las estaciones y pierde el tren. A partir de ahí comienza el despelote de la historia con policías que no lo son, con sujetos de la mafia rusa, con el asesinato del español por abusador, y con todo un follón de idas y venidas por Siberia adelante. Pero sin los paisajes que uno iba buscando y con el tren que pasa a un segundo lugar para dar pie a acosos, torturas, cosas malísimas de los malos y otras de mucho valor en los buenos. Y un final cuasi feliz . No sabemos si la experiencia ha servido como terapia de choque para la pareja. Probablemente sí. Lo que es seguro que ya no volverán a subir al tren.
Los personajes dan su juego. Woody Harrelson cumple bien su papel de marido ingenuo y enamorado, aunque con poco éxito.Y Jessy (Emily Mortimer) tampoco está mal. Está muy bien físicamente y se mete mucho en su papel. La pareja protagonista está bien. Me gustó. El donjuán español es Diego Martín, que es realmente atractivo, pero que no lo hace bien (o quizás es que es eso lo que debía hacer, no lo sé). No me gustó y tampoco su compañera que pasa desapercibida, salvo cuando la torturan. El supuesto policía también está bien aunque ya se veía venir que lo suyo era ficticio.
En fin, un film mediocre. Aunque con algunas perlas en el guión. Una idea que me pareció interesante: “la vida es un viaje, no un destino”. Muy apropiada si tomamos el tren como metáfora. Y muy buena otra frase que pronuncia la protagonista, una chica muy equilibrada y aparentemente modosa aunque fumadora. Su marido dice de ella que ése, el fumar, es el único vicio que le queda y que no sabe cómo hacer para que lo deje. Y ella contesta: “mata mis demonios y morirán también mis ángeles”. Me hizo pensar. Quizás es el tener algún escape menos correcto lo que te permite mantener el resto de los elementos en buen estado. Si pretendes ser correcto en todo, puede que se pierda más que se gane, pues tanta presión puede dar al traste con el conjunto. No lo sé, pero creo que también yo podría aplicarme esa historia. Y eso que no fumo.

domingo, noviembre 09, 2008

Javier Cortizo



Esta vez le ha tocado a Javier. Otro más de la pandilla (otro en masculino, porque ellas tienen bula de género y ya se negaron a cumplir años tiempo atrás) que entra en la cofradía de los sesenta. Ya solo quedo yo y me falta el canto de un duro. Así que vamos a tener que cambiar la letra del viejo tango y pasar de aquel “que veinte años no es nada” (¡Dios mío, si era ayer que lo cantábamos entusiasmados!) al nuevo grito de guerra “que sesenta años…no es tanto”.
Hoy, dentro de un ratito, lo celebraremos con Javier Cortizo. Nos ha invitado a cenar a su casa. Espero que nuestros dislates y bromas habituales le hagan distraerse del recuento de años y pesares y meterse de lleno en la baraúnda de nuestras sobremesas. Por supuesto, tendrá su enciclopedia de 60 tomos y algunas otras bromas propias del acontecimiento. Tendrá también los versos y chascarrillos de nuestro vate titular, el poeta Gestal. Será, sin duda, una hermosa cena, llena de nostalgia y de ese tono afectivo y dulzón que Javier sabe introducir en sus gestos y palabras.
Es que Javier, me decía el otro día un amigo común que venía de tomarse un vino con él, es de esas personas cariñosas que saben ser buenos amigos y no les cuesta expresarte su cariño. Eso creo yo también. Javier es de los que personalizan su amistad. Trata a cada amigo a su medida, de una forma diferente, como si conociera de sobra tu punto G personal y supiera lo que te gusta (¡y ahí te va!) y lo que te duele (¡y nunca lo menciona!). Buen amigo y excelente conversador. Posee esa inteligencia natural de los gallegos de buena casta que pasan por el mundo sin perderse detalle. Lo sabe todo de todos. Da lo mismo que se trate del mundo de la empresa, de la política o de la universidad. Da lo mismo que se trate de informaciones sustanciales o de cotilleos colaterales. Si algo importante o curioso ha sucedido en la ciudad él nos lo cuenta. Otra cosa es que se lo creamos, pero es que así se construyen nuestras veladas, a base de contrastar fuentes de información y de contraponer opiniones incompatibles. Nosotros no hablamos, pasamos directamente a discutir. Hasta la tantas.
Pues eso, javierito, hoy te toca a ti pasar por las horcas caudinas de los 60. Es como esas sesiones de circo en las que los leones han de saltar y atravesar un aro ardiendo. Primero hacen unos gestos amenazadores y rugen para darle emoción y mérito al asunto, pero al final siempre saltan y los cruzan. Por el cero no es difícil pasar. Eso ya lo hemos hecho antes, en los 40, en los 50. Más jodido es acertar en esa mierdilla de agujero que te deja el 6. Ahí es donde hay que ajustar el salto para no abrasarte vivo. Pero hasta en eso tú nos llevas ventaja. Ya estás acostumbrado a superar aros y horcas complicadas. Y lo has ido haciendo muy bien. Con un gran esfuerzo y con mucha fe en ti mismo. Con paciencia y buen ánimo, incluso cuando lo natural sería desesperarse. Así que esto de los sesenta para ti no pasa de ser una anécdota, una carallada.
Voy para allá.
……….
Y pasó. Nuestro Javier tuvo su cena, su enciclopedia, sus versos (por duplicado esta vez, con una parte seria y otra más coñera), su gorrito sesentón, sus hojas otoñales, su chupete de abuelo primerizo, su regalo para el recuerdo. Y tuvo, sobre todo, a sus amigos de tantos años haciendo piña con él en este tránsito a otra década. No faltó el toque emotivo (no sería Javier sin él) y alguna lagrimilla indiscreta recordando la importancia de tener amigos cuando uno ha de librar grandes batallas. Esas nunca se superan a solas. Y ahí es donde la familia (unas santas, Ma. Eugenia y las niñas) y los amigos, empiezan a jugar un papel imprescindible. Y es que yo, nos decía Javier, frente a consejos que decían lo contrario, escogí el camino de hablar y confiar en los amigos, de no esconderme. Y me salió bien.
Por supuesto que salió bien. Bastaba verlo con su gorro y su chupete. Un señor sesentón todo músculo, cargado de vida y sabiduría (y ahora, incluso, con una sobredosis de cultura enciclopédica). Nos ofrecieron una cena riquísima y generosa. Bebimos más de lo necesario, como suele suceder en estos casos (¡excelente el Coto de Imaz!), incluyendo la guinda un buen oporto vintage que, extrañamente, ni siquiera suscitó discusión. Definitivamente, nos estamos haciendo mayores.Y lo que hubo con derroche fueron fotografías. Hasta 140 contabilicé a lo largo de la cena. Darán para un buen álbum que podremos revisar dentro de 10 años cuando celebremos los setenta y nos maravillemos de lo jóvenes que estábamos en aquel lejano 2008.
Felicidades Javier. Y ánimo, que “sesenta años…no es nada”. Y menos para un purasangre como tú.

miércoles, noviembre 05, 2008

La boda de Rachel



No es buena época para el cine. O quizás sí, no sé. La cuestión es que te acercas a la cartelera y te entran dudas sobre el interés de las cintas que se ofrecen. Algunos títulos tampoco es que sugieran mucho. Así que tienes que arriesgar un poquito Y casi siempre vamos acertando. Es estupendo.
La boda de Rachel se presentó al festival de Venecia y ha estrenado en España el viernes 31de Octubre. Nosotros la vimos el domingo. Vamos manteniendo alto nuestro listón de “ir al día”. Y vamos teniendo mucha suerte. Es una película preciosa. Seguro que la seleccionan para los Oscars y no es improbable que consiga alguno de ellos. Desde luego cuenta con un magnífico director (Jonathan Demme, el de El silencio de los corderos) y unas actrices espectaculares Anne Hathaway (Kym, la protagonista), Rosemarie Dewitt (su hermana, Rachel), Debra Winger (la madre de ambas, separada).
También la historia es interesante: una chica que regresa del centro de desintoxicación para participar en la fiesta que organizan en su casa. Van a celebrar la boda de su hermana Rachel. La particular personalidad de esta exadicta, su facilidad para hacer patentes sus sentimientos, sus suspicacias con respecto a la forma en que los demás la ven y la tratan sirven de detonante para que vayan saliendo todos los sentimientos reprimidos de la familia. Los buenos y los malos, los afectos y los odios que se han ido acumulando a través de toda una travesía familiar compleja (los problemas de la hija drogadicta, la muerte de un hijo pequeño, la separación de los padres, etc.). No debió ser fácil para ninguno de ellos. Y eso es lo que cuenta la película, cómo van apareciendo sentimientos y afectos encontrados entre unos y otros. Con momentos muy intensos.

Pero no es una película seria ni especialmente dramática. Además, se produce una mezcla gozosa entre la alegría de la fiesta (con muchas músicas interculturales, la música es una constante a lo largo del film) y la seriedad de los temas que van apareciendo. El director ha hecho un recorrido minucioso por la mente y los afectos de sus personajes. Muy interesante. Eso le ha permitido entrar en cuestiones universales en las relaciones familiares: el cariño, la competencia, los celos, la necesidad de apoyo mutuo, los casi odios provocados por los roces, las relaciones hijas-madre e hijas-padre, la paciencia, el sexo. Aquella familia es un caos escondido que va estallando a poquitos y se va arreglando también a poquitos. Al final, aunque en mayor grado, pero no es algo sigue siendo el mismo juego de contradicciones y ambivalencias de cualquier grupo humano. Me encantó.
Los grandes personajes de la película son las mujeres. Ellas y sus afectos intensos y ambivalentes. Los hombres están jugando siempre en otra liga. De todas maneras, me identifiqué mucho con el padre. He visto que algunos críticos hablan de él como una persona bondadosa y sin carácter. No estoy nada de acuerdo. Se vive su tensión interior, la intensidad con que se mantiene vigilante, su capacidad para transmitir paz en los momentos más críticos, la confianza que tiene en sus hijas, su esfuerzo por mediar siempre, su contención en un papel secundario pero fundamental para que todo funciones. En situaciones similares me veo haciendo su mismo papel, aunque seguramente con menos capacidad de la que él tiene para conseguir mantenerse, pese a la que cae en algunos momentos, como un hombre tierno y racional a la vez.

Me llamó mucho la atención la forma en que está narrada la historia. A veces me parecía como demasiado lenta y documental (los brindis en que se van sucediendo una a otra las intervenciones; los largos momentos de músicas folklóricas). Además la cámara se movía mucho. Estaba claro que se filmaba con la cámara al hombro. Luego he sabido que se trata de una escuela cinematográfica llamada Dogma 95 que fue iniciada por los cineastas daneses Lars von Trier y Thomas Vinterberg como contraposición al cine de efectos especiales que según ellos había pervertido el arte de contar historias. Hasta tienen su propio decálogo al que le llamaron su voto de castidad. Se comprometen a hacer un cine realista y sin pretensiones de lucimiento personal que impliquen alterar la realidad de la historia que cuentan.

Este es el decálogo de su voto de castidad:
El voto de castidad.
Juro que me someteré a las reglas siguientes:



  1. El rodaje debe realizarse en exteriores. Accesorios y decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en concreto es necesario para la historia, será preciso elegir uno de los exteriores en los que se encuentre este accesorio).


  2. El sonido no debe ser producido separado de las imágenes y viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente en la escena en la que se rueda).


  3. La cámara debe sostenerse en la mano. Cualquier movimiento -o inmovilidad- conseguido con la mano están autorizados.


  4. La película tiene que ser en color. La iluminación especial no es aceptada. (Si hay poca luz, la escena debe ser cortada, o bien se puede montar sólo una luz sobre la cámara).


  5. Los trucajes y filtros están prohibidos.


  6. La película no debe contener ninguna acción superficial. (Muertos, armas, etc., en ningún caso).


  7. Los cambios temporales y geográficos están prohibidos. (Es decir, que la película sucede aquí y ahora).


  8. Las películas de género no son válidas.


  9. El formato de la película debe ser en 35 mm.


  10. El director no debe aparecer en los créditos.

¡Además, juro que como director me abstendré de todo gusto personal! Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear una obra, porque considero que el instante es mucho más importante que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones estéticas.
Así pronuncio mi voto de castidad.
Copenhague, Lunes 12 de marzo de 1995.
En nombre de Dogme 95,Lars von Trier - Thomas Vinterberg

lunes, octubre 27, 2008

Llamarse Castiñeiras


Interesante fin de semana. Por la tranquilidad de no moverse de casa, aunque eso esté lejos de significar tranquilidad y reposo ( regresé de Barcelona el Viernes a las 10 y pico de la noche y tuvimos una fiesta familiar en Orazo el sábado). Pero, en fin, está bien quedarse de vez en cuando y disfrutar de Santiago. Eso nos da la posibilidad de descubrir dimensiones compostelanas que no conocíamos pese a los veintitantos años que llevamos viviendo aquí.
La mañana ha sido curiosa. Se celebraba la “carrera pedestre” anual. Una especie de maratón light (creo que se corren veintitantos kilómetros) que organiza cada año el periódico local El Correo Gallego. Corrían seis mil y pico personas de toda edad y condición. Yo estaba trabajando en mi despacho de casa y los veía pasar por debajo de mi ventana cuando ya habían corrido casi todo pero aún les faltaban 6 kilómetros. Lo decía un cartel colgado de una farola. Era emocionante verlos pasar. Toda una muestra de la fuerza de voluntad humana. Por supuesto, los primeros fueron los corredores de raza negra. Sólo algunos con cara de árabes argelinos o marroquíes les seguían pero ya de lejos. Los “nuestros” seguían a mucha distancia. Y luego, a quince o veinte minutos de los destacados el gran pelotón. Todo un mundo. Gente de todas las edades. Me asombró ver a gente de setenta y pico años corriendo a pesar de que se les veía padeciendo un sobreesfuerzo descomunal. Todos, mayores y jóvenes absolutamente concentrados en sí mismos, como graduando cada paso que daban. Y mirando el reloj. Supongo que veían el cartel que anunciaba los 6 kilómetros que faltaban y se acojonaban. Por eso miraban al reloj para calcular lo que restaba de sufrimiento hasta la meta. Algunos caminaban-corrían con movimientos muy alterados, medio cojos, con bailes de cadera poco normalizados. Pero sobrecogía el esfuerzo y la voluntad de seguir. Me dieron envidia. Me hubiera gustado mucho estar entre ellos. Me figuro que a esas alturas de la carrera estaría echando los bofes, pero seguro que me sentiría bien, contento al comprobar que no había perdido ni la capacidad de esfuerzo, ni el sentido del humor que a buen seguro me haría falta para no sentirme ridículo. A ver si el año que viene.
Y por la tarde cine. Esta vez, nos hemos animado por la recién estrenada película cubana El cuerno de la abundancia. Y la verdad ha sido un rato muy divertido. Es un trabajo de Juan Carlos Tabio, protagonizado por el omnipresente Jorge Perrugorría, que lo hace muy bien. Y con él una serie de actrices cubanas (Paula Ali y Yoima Valdés) que, como no puede ser menos, llenan de erotismo el film.
Siempre me ha gustado mucho de los cubano el gran orgullo personal y de grupo que expresan cuando tratan sus problemas. Y aún más, el buen humor con que saben plantearlos, riéndose de sí mismos y haciendo chacota de su situación calamitosa. Toda la historia es un poco alucinante pero eso la llena de gracia aún más si cabe. A un pueblito cubano llega la noticia de que existe una enorme cantidad de dinero dejada en herencia a los Castiñeiras (apellido gallego, donde los haya). Claro que deben demostrar que llevan ese apellido, que se convierte en la condición más anhelada de cuantas se pueden soñar. Todos quieren ser Castiñeiras. Y unidos al sueño de la herencia próxima van surgiendo todas las calamidades, rencillas, filias y fobias de una comunidad pequeña. Me recordó mucho a nuestro Berlanga de Bienvenido Míster Marshall.
Lo interesante de la historia es que cuanto más absurdas son las cosas que se cuentan del dinero y de su procedencia más creíbles se hacen para los vecinos del pueblo. Y así aparecen piratas, monjas, maestros presidentes de logias y un sinfín de personajes y circunstancias enloquecidas. Pero ni eso, ni la inicial oposición de algunos a creérselo sirve de nada. Lo que se ve es como una historia que nace en un contexto de incredulidad y suspicacia va ganando terreno hasta alterar la vida de todo el mundo. La vida personal y social. Debe ser verdad eso de que no hay nada tan subversivo como un sueño.
Y en el trasfondo todo el humor bonachón de la gente cubana. Las penurias de la vida cotidiana, la diferencia de clases pese a la doctrina homogeneizadora, la gente de Miami , el papel de los curas, la burocracia, el desmadre. Y el sexo. Es lo más lindo del film. Un film tremendamente erótico pero en el que resulta imposible echar un polvo. Es un coitus interruptus permanente: siempre hay alguien que interrumpe o algo que tuerce las cosas en el último momento. Eso en Cuba es un problema peor que el calentamiento del globo terrestre. Y eso es justamente lo que sucede, una calentura in crescendo que no encuentra forma de aliviarse. Resulta lógico que el máximo sueño de una de las protagonistas es tener la herencia para poder poner una puerta en la habitación que le permita algo de intimidad. Está quemada la pobre.
Una peli divertida y amable. De esas que te hacen añorar el volver a Cuba. Para integrarte en ese desmadrarte general y disfrutarlo un poco.

domingo, octubre 19, 2008

Diario de una ninfómana: el sexo como búsqueda.



Búsqueda de sí misma y búsqueda de ese otro al que buscamos todos de forma anhelante, cada uno a su manera y mediante recursos varios. La Valerie del film, lo hace a través del sexo.
Queriendo retornar a nuestras rutinas semanales, después de un fin de semana con casi 2000 kms a la espalda, nos propusimos ir al cine. Visto ya Woody Allen, la oferta no era demasiado buena, o eso nos ha parecido. Muchas películas sobre mujeres (The Women, Camino, Tres mujeres y un plan, Diario de una ninfómana) de las que sabíamos poco. Al final nos animó el escándalo que se ha montado con la prohibición del cartel de Diario de una ninfómana en Madrid (tampoco es para tanto). Además se estrenó antes de ayer, así que vamos de pioneros. Visto el título, el contenido no parecía ofrecer dudas. Y allí nos fuimos dispuestos a dejar disfrutar, aunque fuera un ratico, al niño voyeur que todos llevamos dentro.
Es una peli basada en la novela de Valérie Tasso, una escritora francesa afincada en Barcelona, en la que, según ella misma confiesa, narra sus andanzas como prostituta de lujo. Y lo hace sin tapujos aunque, claro, dándole un sentido más novelesco y psicológico. Y añadiéndole un toque feminista, para hacerla políticamente correcta.
En la película, dirigida por el español Christian Molina, la gran protagonista es Belén Fabra, y participan Geradilne Chaplin y Angela Molina. Al margen de sus méritos cinematográficos, que, sin ser una obra de arte, alguno tiene, no te deja indiferente. Quizás ése es su gran mérito.
Una vez leí de otra película que resultaba interesante porque provocaba las confidencias. Salías del cine con la necesidad de comentar con tu pareja sobre vuestras propias experiencias en torno a los temas abordados en la película. En ésta pasa un poco lo contrario. Por lo menos a los hombres. Es todo tan explícito, las cuestiones planteadas tan provocadoras que te dejan un poco K.O. Y prefieres no meterte en líos de preguntas y confesiones que a saber dónde pueden llevar la catarsis.
No sé cómo lo viven otros, pero uno tiene siempre la impresión de que en esta historia del sexo, tanto las mujeres como nosotros mismos somos difíciles de entender. Se mezcla la realidad con las fantasías; lo que somos con los que nos gustaría ser; el pasado con el presente; lo confesable con lo inconfesable; el instinto con la razón; tu propio deseo y el deseo ajeno. Y, al final, todo ese mundo del sexo se va quedando ahí como un espacio entre nieblas, mitad tabú mitad misterio, en el que te mueves procurando hacer poco ruido e ir salvando los muebles.
Por eso cuando te plantean las cosas en términos tan abruptos como en la película no sabes si mirar hacia otro lado como si la cosa no fuera contigo, o acurrucarte poco a poco en tu sillón para que nadie te pueda señalar con el dedo. “Llegada una edad, a las chicas se nos abrían dos opciones o el matrimonio o la prostitución. Y al final, ambas cosas eran lo mismo”, le dice su abuela francesa (Geraldine Chaplin) a la protagonista (Belén Fabra). Esa y otras muchas lindezas de abuela progresista y de vuelta de todo: que disfrute todo lo que pueda, que no se corte, que todo lo que no haga ahora luego lo lamentará. Y ella lo sigue al pie de la letra. No siempre para bien, como era previsible. Y ése fue el primer sopapo en la cara de los casados. Y así, la hora y media. A hisopazo limpio, unas veces por estar casado, otras, simplemente, por ser hombre.
Resulta curiosa, por ejemplo, la clara distinción entre sexo y amor. Ella se lo pasaba bomba con todo el mundo, hasta que conoce a uno que, al fin le gusta, pero mira tú por dónde, con él el sexo no va bien. Claro que el tipo estaba pirado y resultó ser encantador pero celoso, desequilibrado, drogata y putero. Detestable. De todas formas, pocos hombres salen bien parados en el film.

En todo caso, el tema es muy interesante. Es difícil que no lo sea cualquier tema que roce ese misterio de lo femenino. Y si se refiere al sexo, aún más. Porque, al final, la protagonista es una hermosa chica. Y extraordinariamente sensible, aunque llama la atención, que lo que ella busca no son caricias y sensibilidad. Busca sexo duro y orgasmos. Se siente a sí misma a través de los roces del coito, de los choques corporales y de sus propios orgasmos. Es difícil estar a la altura que ella exige. Supongo que eso es lo que asusta. Me recuerda mucho a aquellas noveles y filmes sobre Emanuel que tanto nos deleitaron hace años.

Buscarse a sí misma utilizando el sexo como herramienta no es tarea fácil. Por eso más que el disfrute del erotismo presente en todo el film (han tenido el acierto de escoger a una actriz de tallas aceptables que está preciosa y resulta enormemente sexy) lo que uno vive es el drama interior por el que ella está pasando. Y no tanto porque haya nadie externo que lo prohíba o la persiga (cosa que podría suceder pero que en el film ni se sugiere) sino por esa insatisfacción constante que la lleva a ir dando tumbos de cama en cama, que casi la destruye, que la pone en manos de personajes siniestros. Al final, intentando buscarse a sí misma (o buscar esa parte de sí misma, el sexo, que le parecía incompleta), acaba perdiéndose del todo. O casi.
Y dentro de uno que la ve desde la barrera, luchan dos sentimientos. Por un lado, tu parte más puritana te conmina a sacar tu propia moraleja: “ves, es que no se puede ser tan puta”. Pero por el otro, tu parte canalla no deja de repetir “Vale, eres una tía cojonuda, un revolcón contigo debe ser una experiencia inolvidable”.

jueves, octubre 09, 2008

Trieste y sus recuerdos








No sería justo olvidarlo. Van pasando los días y si no lo cuento se me va a enquistar en la memoria como algo de cuyo recuerdo debes huir. Estuve en Trieste. Tenía un compromiso con su ayuntamiento y una reunión de trabajo con un colega de la universidad que está diseñando una red europea de formación integral en la universidad en la que me gustaría que participara la nuestra. Pero esta vez, por equivocación desde luego, llegué un día antes. Estuvo bien porque mis anfitriones pudieron mostrarme la ciudad y yo pude disfrutar de ella. Y hasta hacer un pequeño salto a Eslovenia que está allí mismo, a 4 kilómetros.
Trieste es una ciudad hermosa. Y como todas las ciudades hermosas combina el mar con la montaña. En realidad es una ciudad colgada sobre la falta de una montaña que va a dar a una hermosa bahía. Mezcla edificios preciosos con otros horrorosos (la universidad ocupa un edificio monstruoso de la época fascista, con el agravante de que se ve desde toda la ciudad). Pero siendo hermoso el conjunto hubo dos elementos que no se pueden pasar por alto: el campo de exterminio nazi de la Risiera di San Sabba y el psiquiátrico de Bassaglia.
Trieste es una ciudad de frontera y eso, junto a toda la península de Istria que otrora fue italiana, la convirtió en foco de frecuentes batallas de conquistas y reconquistas. También en el lugar de grandes venganza. Allí fueron encarcelando y aniquilando los nazis a sus prisioneros de última hora. Era una antigua fábrica de arroz, por eso lo de Risiera (riso es arroz en italiano). He de reconocer que pocas cosas me han angustiado tanto. Quizás las catacumbas romanas. Pero es terrible entrar en aquel recinto e ir recorriendo sus diversas salas. 25.000 personas pasaron por allí y, al menos 5000 fueron asesinadas. Con métodos terribles. Algunos ahorcados: los colgaban por decenas de las vigas. A otros los golpeaban con una pequeña fusta que llevaba en su punta una maza de metal hasta que quedaban malheridos y los arrojaban después a los hornos crematorios. Y eso mayores y menores, hombres, mujeres y niños. Hay cartas en las que los jefes del puesto se enorgullecen de estar aniquilando a sus futuros enemigos. Como una pesadilla. Había una carta en la que calculaban la relación costo-beneficio de la muerte de toda aquella pobre gente. En el debe, lo que costaba el fuego y el matarlos y quemarlos y retirar los restos. En el haber lo que podían sacar de sus ropas, de sus dientes de oro, de las pertenencias que les robaban, de algunos órganos que vendían, de las cenizas usadas como abono. En fin, es el primer campo de concentración y exterminio que veo pero he quedado absolutamente horrorizado. Uno ni se lo imagina. Cuesta creer que alguien pueda llegar a esos niveles de crueldad (había fotos en los que los verdugos posaban orgullosos; en una de ellas aparecía el ingeniero que había construido los hornos crematorios con cara de satisfacción como si fuera candidato al Nobel). Y, desde luego, si te pones en el lugar de las víctimas resulta insoportable. Así que anduve por allí deambulando como un zombi y repitiéndome una y otra vez que aquello no podía ser real. Pero lo fue. Todos los jóvenes deberían pasar por allí. Eso sí sería una auténtica “educación para la ciudadanía”.
El otro recuerdo vívido fue el antiguo psiquiátrico donde trabajaba Bassaglia y donde comenzó todo el movimiento de la antipsiquiatría. Como eso coincidió con mis años de universidad (y hasta participé en el movimiento de la des-institucionalización con nuestros Hogares Promesa) y lo leíamos como a un gurú, me hizo mucha ilusión. Es un espacio enorme con pequeños edificios repartido con mucha holgura. Parece que se cerró al mandar a los locos a sus casas y estuvo absolutamente desatendido durante muchos años. Ahora han empezado a recuperarlo. Sigue habiendo pacientes psiquiátricos y consultas de médicos pero aquello es como un parque. Los enfermos más recuperados se han quedado allí y se han hecho cargo de algunos servicios. Uno de ellos el restaurante. Ellos y ellas lo atienden. Y comimos allí. Bastante bien, por cierto. Da un poco de cosa ver aparecer por allí a personas extrañas (con esas conductas típicas de los pacientes psiquiátricos) pero te acostumbras pronto. Y ellos son, además, muy amables. Pero han puesto allí un teatro y están recuperando parte de los edificios para otras funciones comunitarias. Me contaron que la gente aún tiene una cierta prevención para acercarse por allí, pero que poco a poco van consiguiendo que aquello tenga otra pinta y provoque otras emociones. Ojalá lo logren. A mí me pareció un lugar maravilloso para llevar allí las diversas facultades de la universidad. Y lo digo sin segundas. Haría un campus magnífico. Alguna Facultad ya está, pero deberían ir todas en lugar de quedarse en aquella mole musoliniana impresentable.
Pues eso fue Trieste. No creo que la olvide en mucho tiempo. Imposible.

viernes, octubre 03, 2008

Las musas


Los tres teníamos nuestro blog (“la máxima expresión del exhibicionismo”, confesó resignado uno; “según lo que enseñes” le maticé yo). Lo que nos había unido aquel día era que los tres estábamos pasando por una etapa de pocas ganas de escribir. Como si se nos hubiera acabado la chispa. Es que, decía el segundo, hay épocas en las que no tienes nada que contar ni ganas de hacerlo, mientras que en otras las cosas te salen a borbotones y escribir se convierte en una necesidad vital. Las “musas”, dije yo, que a veces se hacen esquivas.
En mi caso, decía el primero, es que llevo un mes que no me reconozco. Antes disfrutaba escribiendo, encontraba momentos para sentarme delante del ordenador y bastaba abrir el programa para que supiera lo que tenía que decir. A veces, incluso, las ideas me rondaban durante días en la cabeza hasta que conseguía escribirlas. Ahora es una apatía tal que ni tengo ideas, ni ganas, ni tiempo. Me sentí muy identificado con él. El blog se lleva mal con el estrés y si tienes muchas cosas en las que pensar, pensar en el blog se va haciendo poco a poco imposible.
El caso del otro amigo era mucho más dramático. Decía que su creatividad estaba muy relacionada con sus afectos y sus relaciones. Cuando éstas estaban vivas y eran intensas su productividad se incrementaba al mismo ritmo que sus emociones. Sentía cosas fuertes y sentía necesidad de contarlas. Como estoy en horas bajas de amores parece como que se me ha ido la inspiración. Bueno es tu caso lo de las musas es casi literal, le dijimos al unísono. Sí, es verdad, nos confesó. Hay una mujer, sobre todo ella, que marca mis épocas productivas. Cuando ella está disfruto con el blog porque es una especie de diálogo con ella. Pero si no está o si no la siento cerca es como si me bajara la bilirrubina y me quedara seco.
Cuando me tocó contar mi parte de la historia, me pareció más banal que la suya. Es verdad que escribir tiene que ver con sentir, dije. Hay momentos en que sientes más y los sentimientos son más fuertes. En esos periodos me suele apetecer mucho escribir. Es como si quisiera compartir mis emociones con quienes pudieran leer el blog. Otras veces estás más apático y, en esos momentos, es como si no tuvieras nada que decir. Sí, me dijeron, ¿pero la cosa es saber cuándo y por qué te pones apático? Pues no lo sé. Quizás sea la luna (en Galicia se le atribuye mucha influencia en la vida de la gente), o el estrés, o el deseo de encerrarte en tu caparazón y dejar que las cosas vayan pasando como cuando uno se mete en su habitación sin querer hablar con nadie. Pero eso para un blogero vocacional como tú, me dijo el segundo, es como un suicidio, ¿no? Bueno va, no me asustes, le dije yo. Además ya ves que incluso sin tener muchas ganas he escrito hoy. Es verdad, reconoció, eso es lo que me gusta de nuestros blogs, que incluso cuando no queremos escribir en ellos nos sirven para poderlo contar. ¿No es poco, verdad? Y, aunque seguramente lo que más nos apetecía era irnos cada uno por su lado, pedimos otro rioja.

martes, septiembre 23, 2008

Vicky, Cristina, Barcelona


Me pareció excesivo ir a verla el mismo día de su estreno, pero sí lo hice al día siguiente. Es lo que tiene ser fan de Woody Allen. Y eso que en los últimos años, sus películas no pasan de ser historias amables muy bien contadas. Como ésta de Vicky, Cristina, Barcelona. Las actrices están magníficas (el papel de Penélope, arrebatadora, es corto pero intenso, tanto que casi anula a las otras, Scarlett Johansson y Patricia Clarkson que están allí durante todo el film). Y Bardem hace bien su papel de pintor bohemio y latin lover.
La historia que se narra, como dije es una historia amable sobre amores posmodernos, de esos que van y vienen, suben y bajan sin demasiada fijeza ni condiciones. Amores inseguros, inconstantes, placenteros, caprichosos. Dos turistas americanas que llegan a España de vacaciones y se cruzan con un atractivo y cínico (pero no mucho)pintor español que las descoloca y fascina. Y ahí comienzan una serie de aventuras y amoríos entre los tres y la exmujer de él (Penélope). Es una película muy femenina, que quiere deconstruir los sentimientos de las protagonistas, sus anhelos y frustraciones en las relaciones. Y eso es lo que hace con la ex que sigue enamorada, con la que se va a casar pero se lo replantea todo, con la que buscar vivir una aventura que, al final, se convierte en algo serio pero luego resulta que no era tan serio. Siendo todo tan fluido, tan evanescente no puede extrañar que, al final, la que parecía más segura y fuerte sea la más insegura (“insatisfecha crónica”, le dice su amiga); que la que parecía una niña superficial y cabeza loca resulte alguien con ideas claras y fortaleza en sus decisiones. Y la Penélope como alguien medio cuerda medio loca pero que sabe aprovechar su locura y estar siempre ahí.
Los papeles masculinos también son interesantes. Me encantó la seguridad(casi chulería) de Bardem que se presenta con una invitación inequívoca y que va siempre por las claras. ¡Qué envidia ser capaz de decirlo todo así, de frente, sin subterfugios ni retruécanos. Es un “viva-la- virgen” pero no lo oculta. Y no le falta su toque sensible, no es traicionero ni abusador. Su afecto es genuino aunque abierto. Sabe lo que quiere, sabe que puede conseguirlo y se aprovecha de su buena estrella. Lo dicho, te produce más envidia que rechazo. Y a su lado, la figura del prometido y luego marido de la americana. Mucho más sencillo, más ingenuo. Y confiado. Ni se le pasa por la cabeza las dudas que está viviendo su prometida-esposa. Y entremedias el chico de la biblioteca, con poco papel pero sirviendo de fiel reflejo de esa situación marginal y segundona en que muchos hombre se mueven.
Y luego, las grandes protagonistas de la película las dos ciudades a las que Allen quiere rendir homenaje y agradecer favores. Barcelona como ciudad mágica. A veces la película parece más un documental sobre la ciudad que un film que cuenta una historia. La ciudad se convierte en figura y la historia pasa a ser el fondo. Pero está preciosa y se nota que Woody Allen la adora (y sobre todas las cosas, adora a Gaudí). Parece justo que su nombre figure en el título. También Oviedo está bien. Ya le había jurado amor eterno cuando le dieron en Príncipe de Asturias de las artes y ahora ha cumplido su promesa.
Ni buena ni mala, es verdad, pero con todos los ingredientes de un producto Allen. Allí aparecen todas sus temáticas preferidas (ahora con mucha menos ostentación erudita): el sexo, el amor, las relaciones de pareja (y fuera de la pareja), el arte, la fotografía. Y con algunos guiños picarones: como el hacer que una de las americanas sea una doctoranda que hace su tesis sobre la “identidad catalana”; el hacer que la relación entre Bardem y su ex, Penélope, vaya bien solo cuando la comparte con otra mujer (como dando la razón al viejo dicho, quizás suyo, de que el matrimonio es una tarea tan pesada que se necesitan, al menos, tres para llevarla. Tampoco faltan las frases brillantes de Allen: “tú eres como el tono de la paleta”, le dice Penélope a la americana ligada con su ex.
En fin, una película amable que te hace pasar bien la hora y media que dura. ¿Y después? No sé, cada vez se nota menos ese retrogusto que dejaban antes las películas de Woody Allen. Sientes que sigue siendo un director extraordinario pero como si sus historias y sus guiones fueran cada vez menos deslumbrantes. Quizás sea que ahí resida la madurez de un genio, en la sencillez.

Y rebuscando en Internet me he encontrado con estas frases de Woody Allen. Sirven para provocar una sonrisa.
Ø Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.
Ø El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
Ø Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.
Ø En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire.
Ø El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.
Ø El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
Ø El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
Ø El sexo sólo es sucio si se hace bien.
Ø El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.
Ø La única manera de ser feliz es que te guste sufrir.