miércoles, noviembre 05, 2008

La boda de Rachel



No es buena época para el cine. O quizás sí, no sé. La cuestión es que te acercas a la cartelera y te entran dudas sobre el interés de las cintas que se ofrecen. Algunos títulos tampoco es que sugieran mucho. Así que tienes que arriesgar un poquito Y casi siempre vamos acertando. Es estupendo.
La boda de Rachel se presentó al festival de Venecia y ha estrenado en España el viernes 31de Octubre. Nosotros la vimos el domingo. Vamos manteniendo alto nuestro listón de “ir al día”. Y vamos teniendo mucha suerte. Es una película preciosa. Seguro que la seleccionan para los Oscars y no es improbable que consiga alguno de ellos. Desde luego cuenta con un magnífico director (Jonathan Demme, el de El silencio de los corderos) y unas actrices espectaculares Anne Hathaway (Kym, la protagonista), Rosemarie Dewitt (su hermana, Rachel), Debra Winger (la madre de ambas, separada).
También la historia es interesante: una chica que regresa del centro de desintoxicación para participar en la fiesta que organizan en su casa. Van a celebrar la boda de su hermana Rachel. La particular personalidad de esta exadicta, su facilidad para hacer patentes sus sentimientos, sus suspicacias con respecto a la forma en que los demás la ven y la tratan sirven de detonante para que vayan saliendo todos los sentimientos reprimidos de la familia. Los buenos y los malos, los afectos y los odios que se han ido acumulando a través de toda una travesía familiar compleja (los problemas de la hija drogadicta, la muerte de un hijo pequeño, la separación de los padres, etc.). No debió ser fácil para ninguno de ellos. Y eso es lo que cuenta la película, cómo van apareciendo sentimientos y afectos encontrados entre unos y otros. Con momentos muy intensos.

Pero no es una película seria ni especialmente dramática. Además, se produce una mezcla gozosa entre la alegría de la fiesta (con muchas músicas interculturales, la música es una constante a lo largo del film) y la seriedad de los temas que van apareciendo. El director ha hecho un recorrido minucioso por la mente y los afectos de sus personajes. Muy interesante. Eso le ha permitido entrar en cuestiones universales en las relaciones familiares: el cariño, la competencia, los celos, la necesidad de apoyo mutuo, los casi odios provocados por los roces, las relaciones hijas-madre e hijas-padre, la paciencia, el sexo. Aquella familia es un caos escondido que va estallando a poquitos y se va arreglando también a poquitos. Al final, aunque en mayor grado, pero no es algo sigue siendo el mismo juego de contradicciones y ambivalencias de cualquier grupo humano. Me encantó.
Los grandes personajes de la película son las mujeres. Ellas y sus afectos intensos y ambivalentes. Los hombres están jugando siempre en otra liga. De todas maneras, me identifiqué mucho con el padre. He visto que algunos críticos hablan de él como una persona bondadosa y sin carácter. No estoy nada de acuerdo. Se vive su tensión interior, la intensidad con que se mantiene vigilante, su capacidad para transmitir paz en los momentos más críticos, la confianza que tiene en sus hijas, su esfuerzo por mediar siempre, su contención en un papel secundario pero fundamental para que todo funciones. En situaciones similares me veo haciendo su mismo papel, aunque seguramente con menos capacidad de la que él tiene para conseguir mantenerse, pese a la que cae en algunos momentos, como un hombre tierno y racional a la vez.

Me llamó mucho la atención la forma en que está narrada la historia. A veces me parecía como demasiado lenta y documental (los brindis en que se van sucediendo una a otra las intervenciones; los largos momentos de músicas folklóricas). Además la cámara se movía mucho. Estaba claro que se filmaba con la cámara al hombro. Luego he sabido que se trata de una escuela cinematográfica llamada Dogma 95 que fue iniciada por los cineastas daneses Lars von Trier y Thomas Vinterberg como contraposición al cine de efectos especiales que según ellos había pervertido el arte de contar historias. Hasta tienen su propio decálogo al que le llamaron su voto de castidad. Se comprometen a hacer un cine realista y sin pretensiones de lucimiento personal que impliquen alterar la realidad de la historia que cuentan.

Este es el decálogo de su voto de castidad:
El voto de castidad.
Juro que me someteré a las reglas siguientes:



  1. El rodaje debe realizarse en exteriores. Accesorios y decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en concreto es necesario para la historia, será preciso elegir uno de los exteriores en los que se encuentre este accesorio).


  2. El sonido no debe ser producido separado de las imágenes y viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente en la escena en la que se rueda).


  3. La cámara debe sostenerse en la mano. Cualquier movimiento -o inmovilidad- conseguido con la mano están autorizados.


  4. La película tiene que ser en color. La iluminación especial no es aceptada. (Si hay poca luz, la escena debe ser cortada, o bien se puede montar sólo una luz sobre la cámara).


  5. Los trucajes y filtros están prohibidos.


  6. La película no debe contener ninguna acción superficial. (Muertos, armas, etc., en ningún caso).


  7. Los cambios temporales y geográficos están prohibidos. (Es decir, que la película sucede aquí y ahora).


  8. Las películas de género no son válidas.


  9. El formato de la película debe ser en 35 mm.


  10. El director no debe aparecer en los créditos.

¡Además, juro que como director me abstendré de todo gusto personal! Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear una obra, porque considero que el instante es mucho más importante que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones estéticas.
Así pronuncio mi voto de castidad.
Copenhague, Lunes 12 de marzo de 1995.
En nombre de Dogme 95,Lars von Trier - Thomas Vinterberg

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