¡Qué se puede decir para no
repetirse! De nuevo mis amigos y amigas, esta vez desde el ámbito de la
Educación Infantil, y de nuevo bajo la batuta incansable de Felipe Trillo, se han
tomado la molestia de confeccionar un número de la revista RELADEI que me han
dedicado como homenaje (
https://revistas.usc.gal/index.php/reladei
). Y, con ello, otra vez la emoción y los recuerdos y esa sensación de que
están exagerando y que no hay para tanto. Pero, también, ese gustillo dulce que
te recorre el cuerpo como cuando te sientes bien ante una noticia buena e
inesperada.
Lo que me llama la atención, debe
ser cosa de los años, es cómo son capaces de engañarme y tenerme entretenido en
otras cosas y hacer todo el proceso sin que yo me entere de nada. Y esto me
lleva a sospechar que así ha sido siempre, que yo creía que estaba en el centro
de los procesos y me enteraba de todo, pero realmente estaba en la inopia.
Porque si de algo estoy preocupado desde hace meses, pero meses, es justamente
de Reladei. Me quita el sueño porque no sé si podemos continuar con esa
aventura o será mejor dejarla. Y he ido hablando con unos y otros para saber qué
hacer. Entro en la web y miro y remiro los artículos que tenemos, lo mal que
está funcionando el proceso de revisiones y la pereza que me da entrar de nuevo
a aprender el funcionamiento interno de la nueva plataforma en la que se
desarrollan las revistas. Y cada vez que quiero retomarlo con dignidad, no
puedo evitar la sensación de que nos viene grande a los implicados hasta ahora
el seguir con la revista, que las revistas de ahora precisan de más gente
implicada y mayores competencias técnicas de los encargados. He pensado en
montar una gestora internacional, en buscar otro formato, en pasársela a los
amigos italianos, el ofrecérsela a alguna editorial que tenga recursos para
mantenerla, en fin, en hacer algo. Y siempre con la angustia en el alma de que van
pasando los meses y no salen los números pendientes, y los autores reclaman y,
por si todo eso fuera poco, el hecho de que, como decía, las propias
condiciones técnicas del proceso de edición han cambiado y todo se complica aún
más. Llevo meses reclamando a María que tenemos que buscar un rato para
sentarnos y ver cómo despejamos el panorama. Así que cuando ayer me llamó para
decirme si había mirado en la web de Reladei me temí lo peor: que alguien nos
quería demandar o que protestaba amargamente por el caos en que estamos. Ni por
el forro me suponía yo que se había publicado un nuevo número y, menos aún, que
ese número era un homenaje que se me hacía. Estaba en la inopia, efectivamente.
Pero sí, allí están amigos y
amigas queridos honrándome con su presencia en el número, diciendo cosas
amables de esas que te suben el ánimo. La amistad hace que las opiniones se
agranden y embellezcan de forma que todo adquiere un brillo y esplendor un
tanto irreal, una especie de fotoshop de la realidad, pero eso forma parte de
lo que los amigos hacemos con los amigos. Y yo se lo agradezco porque, aún
sabiendo que exageran, gusta sentir los aprecios y escuchar cosas positivas. Y
bueno, si como dice mi amigo Juan Gestal, las distinciones no deben buscarse ni
pedirse, pero deben aceptarse y agradecerse, eso quisiera hacer una vez más.
Muchas gracias amigo Massimo por
esa editorial tan llena de halagos. Eres muy generoso en tus consideraciones.
La verdad, no creo ser ese gran pedagogo que dices, aunque algo se me ha ido pegando de los pedagogos con los que he podido compartir experiencias a lo
largo de Europa e Iberoamérica. Italia, en especial, siempre ha sido mi
referente. Haber conocido y creado una
fuerte amistad con grandes de la pedagogía italiana como Frabboni, Pellerei, Grossi,
Canevaro, Bucci, Pinto, Cuomo,Vertechi, Bondioli, etc. me ha dejado una profunda
huella. Y en estos últimos años, ya muchos, conocí a través de Franco Frabboni
a un joven y prometedor pedagogo llamado Massimo Baldacci que enseñaba en
Urbino pero era conocido en toda Italia. Y ahí comenzó otra historia, pues
contigo Massimo he podido conocer no solo a pedagogos/as italianos sino a la
Pedagogía académica italiana. Tus gestiones y tu apoyo me han permitido estar
presente de forma constante en procesos de evaluación de la calidad de algunas
universidades italianas, en procesos de acreditación de profesores de prima e seconda fascia (lo que me
permitió-exigió revisar miles de publicaciones de colegas italianos), en
congresos y actividades de la SIPED y de la Fondazione Montessori, en
actividades de diversas universidades, etc. Y no solo ha sido eso, me has acompañado,
además, en esta aventura de la revista Reladei que codiriges conmigo. En fin,
Massimo que al aprecio y admiración por tu sabiduría pedagógica y por tu
liderazgo en la pedagogía académica italiana se añade un sincero y enorme
agradecimiento por tu apoyo y tu amistad que ojalá dure por muchos años. Y muchas
gracias por esta editorial tan afectuosa y exagerada.
Querido Quinto, todo lo anterior
sobre mi italianización se refiere también a ti, solo que contigo el camino
recorrido ha sido un poco diferente. Contigo he podido conocer, saborear y
aprender de la pedagogía práctica. Contigo he recorrido muchas ciudades y experiencias
educativas, desde la Módena inicial hasta Brescia, Turín y Trento; desde la newslatter
infantiae.org hasta la traducción de
mi libro sobre “diarios de clase”, hasta tu tesis doctoral, la revista Reladei
y los congresos con la Fondazione Montessori que presides. Un largo recorrido
por Italia y por España (con alguna escapadita a Chile y Brasil) que nos ha
mantenido unidos y conectados. Las muchas escuelas infantiles que he visitado
contigo y los muchos docentes a los que he conocido y tratado a través de ti
han sido un alimento imprescindible para mantenerme a ras de suelo, para
neutralizar la tendencia de los académicos a la abstracción y la construcción
de modelos teóricamente legítimos, pero de difícil aplicación. Además, lo
nuestro ha sido una sintonía que va más allá de lo profesional y que nos ha permitido
disfrutar juntos del “buen vivir” que ambos amamos: nuestras familias, el vino,
la naturaleza, los viajes. En fin, Quinto, que no tenías más remedio que estar
en este homenaje. Así y todo, muchas
gracias por tantos años de amistad y complicidad. Y gracias por ese texto
hermoso sobre el currículo como libertad en María Montessori y por las
referencias que en él haces a mis ideas, muchas de las cuales las aprendí de
ti.
Julia y Joao Formosinho han sido
mis grandes maestros portugueses y europeos en este campo de la Educación
Infantil. No recuerdo bien cómo llegamos a conocernos, probablemente en mis
andanzas iniciales allá por los años 80 en la Universidade do Minho en Braga
donde ellos enseñaban, pero lo que siempre tengo presente es que la nuestra ha
sido una amistad larga e intensa. Su pedigrí académico asentado en su formación
en EEUU e Inglaterra, su vastísima red de contactos y relaciones por todo el
mundo, su prestigio académico en Portugal y Brasil, el éxito fantástico del Instituto de Estudos da Criança, la forma perfecta en que se complementan uniendo
psicología y sociología y muchos otros etcs, los convierten en ese árbol frondoso al que
aplicar aquel refrán español de que “a quien a buen árbol se arrima, buena
sombra le cobija”. Yo fui uno de esos privilegiados que pudieron disfrutar y
enriquecerme con sus conocimientos. Ellos me conectaron con la EECERA (European Early Childhood Education Research
Association) y de su mano he podido conocer a los mejores expertos en
Educación Infantil del mundo. Así que mi deuda con ellos es impagable y mi
agradecimiento infinito. Queridos Julia y Joao, muchas gracias, de veras, por
participar en este homenaje. Como vosotros me conocéis bien, ya veis que mis
amigos exageran, pero la amistad tiene eso, que suele estar llena de excesos.
Y qué decir de Lois Ferradas y
Pablo Franco, compañeros de batallas académicas y de proyectos de trabajo en
temas de infancia. Con Lois he compartido despacho, clases, amigos, paellas,
viajes, pero sobre todo, hemos compartido preocupaciones y sueños vinculados a
la infancia (entre ellos, los que se referían al Instituto ILAdEI y a la
revista RELAdEI) y a la formación de educadores para esa etapa educativa. Y a
ese itinerario compartido se ha unido, desde hace algunos años, Pablo Franco
trayendo consigo una amplia experiencia de educador y gestor de escuelas
infantiles. Su amistad, la de ambos, me ha permitido participar en algunas
experiencias inolvidables en Reggio Emilia, en Trento, en el Pelouro, en el
Martinet. En fin, saben mucho de Educación Infantil y ha sido muy importante
para mí su presencia a lo largo de todos estos años. Os agradezco mucho, amigos,
vuestra presencia en este número.
Ma. Antonia Riera, Pusy, es ya
una querida amiga desde hace muchos años. Comparto con ella una fuerte
vinculación a Italia y a la visión italiana de la Educación Infantil. Eso nos
ha unido desde hace muchos años y hemos trabajado juntos en proyectos de
investigación y en otros menesteres ligados a la infancia. Me ha gustado mucho,
desde siempre, la forma en que Pusy trabaja, la fusión que logra entre
conocimiento académico y práctica educativa. Es de las pocas docentes
universitarias que visitaba escuelas infantiles de forma sistemática para
empaparse de realidad a la hora de explicar sus clases. Por eso, todos sus
trabajos son siempre muy prácticos. Y en el que incluye en este número vuelve
sobre el tema del ambiente, su gran tema y del que todos hemos aprendido tanto.
Muchas gracias, querida Pusy.
Y también está Lina, mi amiga del
alma y compañera de departamento desde hace tantos años que casi da reparo
recordarlo (lo digo por ella, claro). Creo, de veras, que me he atrevido a
hacer tantas cosas en mi vida académica porque ella siempre estaba allí para
apoyarme. Muchas, en realidad, las hacia ella y era yo quien le ayudaba. Su
peso sobre mí en esta faceta de la Educación Infantil ha sido clave. Ella fue
maestra antes que pedagoga, vivió la escuela desde dentro, aprendió con niños y
niñas reales y eso la ha marcado para siempre. Como ella misma cuenta, su tesis
fue un auténtico calvario para ambos, pero, al final, fue uno de los trabajos
más interesantes que yo he dirigido a lo largo de todos estos años. Aprendimos
mucho ambos sobre las escuelas reales y en esa tónica hemos ido compartiendo
revistas, proyectos, experiencias. Te agradezco mucho Lina el que estés
presente en este número. Lo que cuentas en tu artículo me ha encantado: la idea
y cómo la has desarrollado. Es una magnífica combinación de introspección y
competencia didáctica. Muy tuyo.
De Alfredo Hoyuelos yo poco puedo
decir, salvo callarme y escucharlo. Su estatus de pamplonica (y, por tanto, paisano
mío), de tallerista, de malaguzziano, de artista, de responsable de las
escuelas municipales de Pamplona, de hombre práctico que no se enreda en
considerandos, de famoso internacional, de persona afable…son demasiados
títulos para permitir un colegueo improcedente. Nos ha acompañado en nuestros
proyectos de investigación sobre la infancia y siempre les ha aportado esa
mirada especial de los artistas. Muchas
gracias, Alfredo por tu texto. Y recuerda que aún tenemos que sacar adelante el
monográfico sobre Malaguzzi antes de que acabe el año.
Que, además de los amigos y
amigas de hace muchos, otros más recientes (y jóvenes) hayan aceptado compartir
este espacio me resulta especialmente grato. En esa categoría incluyo al resto
de amigos y amigas que figuran en el elenco de actores del homenaje.
Joven, bien joven es Soledad
López, Sole, a quien conocí, de manos de su madre Liliana, cuando iniciaba su
recorrido académico y a quien admiré, desde siempre, por méritos propios. Con
ella he vivido experiencias fascinantes en Rosario, Argentina, en esos espacios
que la ciudad ha creado para la infancia: La Granja de la Infancia, El Jardín de los Niños y La Isla de los Inventos.
Nunca mejor aplicable aquello de que “disfruté como un crío”. A ella le
gustaba, creo, lo que yo decía en mis charlas y escritos y a mí me ha encantado
siempre su espíritu animoso y su amor fresco y tenaz por todo lo que tenga que
ver con la infancia. Y si eso fuera poco, cada vez que las he visitado,
cualquiera haya sido el motivo que me llevaba a Argentina, Sole y Liliana (y
todo el equipo que tienen allí) han puesto tanto cariño y cuidado en atenderme
que, la verdad, no sabría cómo corresponderles. Que estés ahora en este número
de la revista, querida Sole, me encanta y hace que me sienta feliz ver cómo no
solo vas creciendo en méritos personales, sino que van atreviéndote con ese
otro espacio de exigencias que impone la academia: las publicaciones, la transferencia
de conocimiento. Y lo haces, además, con un texto contundente (bueno, de tal
palo, tal astilla). Obviamente, esa cosita linda que la vida os ha entregado en
forma de niña preciosa (con un nombre que es todo un propósito: Luz), habrá
tenido mucho que ver.
De Andrea Lupi tengo menos cosas
que decir, salvo que, desde que lo conozco me he sentido muy bien con él, con
su vitalidad y con esa sabiduría teórico-práctica que sabe combinar bien la
erudición y la pragmática educativa. Y si alguna vez tropieza y se desvía hacia
lo teórico su familia lo rescata de inmediato hacia lo contingente y práctico.
Entusiasta de Montessori, con él (y su esposa) hemos ido conociendo matices
doctrinales y experiencias escolares montessorianas muy interesantes. Gracias,
Andrea por tu presencia y por el excelente texto sobre el currículo que nos
ofreces. Espero que, pese a mi jubilación, podamos seguir en contacto.
Tener a Verónica Chaverini en el
número me resulta especialmente agradable. Desde aquellas lejanas fechas en que
llegó a Santiago junto a un grupo de colegas chilenas para hacer una pasantía
con nosotros ha pasado ya mucho tiempo, pero aún siguen estando ahí los
rescoldos de todo lo que vivimos en aquella intensa experiencia. Fueron clases
y talleres trabajosos, fueron días compartidos con profesoras españolas en sus
escuelas, pero fueron también otros momentos de ocio y conversación que dejaron
un aprecio mutuo imborrable. Y aquel primer encuentro se continuó luego en las
diversas visitas que yo he hecho a Chile y que ella ha hecho a España. He
podido conocer de cerca las políticas de infancia chilenas, de algunas de las
cuales (las buenas) ella ha sido una relevante protagonista. Muchas gracias,
Verónica, no sabes cuánto me ha alegrado verte aquí. Hacía tiempo que no sabía
de ti, pero me hace feliz comprobar que sigues bien e igual de batalladora que
siempre.
De Ángeles Abelleira lo primero
que hay que decir es que sabe mucho de educación infantil. Mucho, pero mucho. Y
lo suyo no es la erudición ni los discursos teóricos, ella y su hermana (las
Abelleira de toda la vida) son quienes separan la paja del grano y van directas
a lo fundamental. No es extraño que se hayan convertido en estrellas de la
pedagogía infantil en Brasil y Argentina. Las conocieron y se enamoraron de
ellas y de sus propuestas. Ángeles ha colaborado con nuestro equipo desde hace
muchos años, hemos querido que en cada número de la revista nos presentara
experiencias educativas interesantes y lo ha hecho siempre con brillantez.
Muchas gracias, Ángeles. Es un título hermoso “la fuerza de lo cercano” y,
desde luego, un valor educativo indiscutible, en crisis ahora por esta pandemia
que lo enreda todo.
Y acabo con Lucía Casal, la
doctora novel que ha iniciado con tanta fuerza su carrera académica que, con
seguridad, llegará lejos. A ella que es música y canta (aunque a mí me ha
privado durante los muchos años que hemos convivido en el despacho de disfrutar
su voz, probablemente porque entendía que mis decodificadores melódicos tradicionales
casaban mal con su espíritu rockero) le ha tocado, además, bailar. Bailar con
la más fea, con las materias que nadie daba o que, fuera cual fuera la
temática, quedaban sin profesor por enfermedad o ausencia de sus titulares. Y
va sobreviviendo gracias a su energía y empeño. Y por si eso fuera poco, ha
formado parte de nuestro equipo de investigación y de la secretaría técnica de
la revista. Hemos compartido despacho en
los últimos años y ella, de alma entera gallega, ha sido mi báculo lingüístico con
el gallego, que se me enreda, a veces. Muchas gracias Lucía por todo lo que me
has ayudado durante estos años. Y, claro, por participar en este número de
Reladei.
…..
En fin, y por detrás de toda esta
obra coral está, de nuevo, la mano amiga de Felipe Trillo. Yo sé bien el
sinvivir que es montar un número de una revista, así que calculo que no ha
debido serle fácil. Convocar a tanta gente para participar en un homenaje no
debe ser complicado si a lo que les invitas es a una fiesta o una comida de
recuerdo. Pero si la invitación es a que escriban un texto para una revista, la
cosa se complica mucho. El caso es que Felipe se está especializando en este
tipo de seducciones. Es un crack.
Gracias de nuevo, Felipe. Y con Felipe, ahí estaba también María, mi hija. Y
así, como si no tuviera ya bastantes agobios para combinar su agenda personal,
académica y familiar, mientras yo la presionaba para salir del stand by en el que estamos sumidos y sacar adelante la revista, resulta
que ella ya estaba trabajando de incógnito en este número. Pero lo peor-mejor
de todo esto es cómo, entre ambos, me han engañado y me han tenido en la inopia
más absoluta. Pero, ¡qué decir o de qué quejarse si estoy encantado! Muchas
gracias a ambos.