miércoles, mayo 30, 2007

Trajines y tristezas.

Cuando aún estoy con la resaca de Brasil, ya ando de nuevo metido en otros trances viajeros. Esta vez el destino es próximo (León) y el viaje corto, pero igualmente te sitúa en esa sensación de provisionalidad. Todo se convierte en una eterna interface en momentos aquí que deben ajustarse a momentos fuera de aquí. Y eso afecta a todo, al trabajo, a las relaciones, a la propia sensación de estar siempre en itinerancia. No me explico cómo deben hacer las personas para las que este ir y venir sea su modus vivendi. Debe acontecerles como a los pilotos que ya no sufren de jet lag o quizás que como están en un jet lag permanente ya ni se enteran.

Pero así están las cosas, super aceleradas, sin concederte un respiro. Y no sé por qué estos ajetreos intensos me desasosiegan. Me ponen triste. Unas veces más que otras. Esta vez, especialmente. Quizás sea el excesivo contraste entre un Brasil soleado, emocionante y vacacional y esta vuelta brusca a la realidad en la que apenas consigues sobrevivir sumido en un mar de urgencias, caras serias y demandas permanentes. Y con el jet lag encima. ¡Qué diferencia con aquellas dunas inmensas y extasiadas, con las lagunas adormecedoras, con la caipiriña a media tarde, con los paseos por la beiramar al anochecer! Las seis conferencias que me chupé en los 5 días de trabajo me parecen pecata minuta al lado de este vértigo santiagués. Debería haber un tiempo de descompresión, como en los buceadores. Aunque solo sea para ajustar el ritmo cardíaco a la movida del día a día.
Pero así es la vida. Y dentro de un rato a León. 400 kilómetros. Me dará tiempo a soñar un poco más con Brasil mientras esquivo los radares.

lunes, mayo 28, 2007

Half Nelson

Como ya decía en la entrada anterior, no hay mejor cosa para recuperar el equilibrio tras un viaje largo que incorporarte de lleno a la normalidad. Si te dejas vencer por el sueño o el muermo, vas perdido.
Así que nos fuimos al cine, como casi todos los domingos. Esta vez sin rumbo fijo. Las carteleras de Santiago no pasan por su momento más excitante. A mí el hombre araña, o piratas del caribe 3 me dejan frío. Tuvimos que ir a ver qué había y seleccionar lo menos malo. Y lo menos malo (creía yo) fue Half Nelson, una película de Ryan Fleco que cuenta con el atractivo de tener de actor principal a Ryan Gosling (muy premiado en diversos festivales) y el aliciente de que trabaja como profesor. Así que entré bastante ilusionado.
Es un film raro y duro. Aunque he visto hoy en la prensa de Santiago que lo describen como un “brillante ensayo sobre la educación”, yo jamás lo interpretaría así. Tiene poco de educación y mucho de drama personal de un sujeto demasiado sumido en su propia desgracia como para poder ser educador. El profesor está colgado del crack y la cocaína y a duras penas consigue mantenerse lúcido en los momentos clave. No es mal profesor si atendemos a las 4 palabras que articula en sus clases. Es buena la idea a través de la cual trata de que sus alumnos entiendan el cambio social y la evolución de la historia como lucha permanente entre fuerzas opuestas. Le sirve para explicar los movimientos de liberación. Es gracioso que en la película, alguien le pregunte si es comunista, como si el director quisiera dejar caer la idea de que ese tipo de mensajes son propios de los comunistas. Sin embargo, su tesis repetida constantemente es que una persona a solas nada puede hacer para alterar el sistema. En su caso, ni siquiera para comenzar a reconstruir su propia vida.
Pero la auténtica protagonista de la historia es Drey, una niña de trece años, una de sus alumnas. Al principio pensé que la niña se había enamorado de él y que trataba de seducirlo. Pero las situaciones son tan asimétricas y el profe está tan destrozado que poco a poco te vas dando cuenta de que lo que ella hace es protegerlo. Y su mirada no es otra cosa que una llamada limpia a que salga de ese infierno en el que se ha metido y le está matando. Seguramente también hay amor en la niña, pero ese tipo de amor de alguien que quiere ayudar. Uno se va dando cuenta de que los papeles están cambiados. No es él quien le está enseñando (menos aún educando) a ella. Es ella, la que le acompaña y, en cierta medida, intenta salvarlo a él.
He leído en algún sitio que el nombre de Half Nelson viene de una llave de lucha libre de la que es muy difícil salir. Quizás eso le pasa a Dan, el profe yanqui. Como educador convencional no puedo dejar de sentir pánico por la situación que describe el film. Como adicto al cine he de reconocer que aunque es una película un poco lenta y peñazo, está muy bien trabajada y te hace pensar. Me sedujeron enormemente las miradas limpias a la vez que desoladas del profesor en sus momentos de infierno, miradas especialmente desengañadas cuando lo veía la niña. Y las miradas tranquilas de ella.
Y al salir entendí un poco mejor el mensaje del film. Volví donde el cartel anunciador y me fijé en el subtítulo: cuando enseñar es otra forma de aprender (o algo así). Y me pareció muy justo. En realidad era la niña la que le había estado enseñando todo el tiempo. Es uno de esos films que incorporaré el próximo curso a mis clases.

Con jet lag y cuesta arriba

Eso es lo que pasa cuando uno regresa de viajes largos, que tiene que hacer frente a un doble desafío. Luchar para mantener los ojos abiertos y no dormirse a cada paso. Y recuperar la normalidad. Lleva su tiempo y no sirve de nada querer apurar los plazos. La cosa es que uno cuenta los días del viaje tomando en consideración desde que sale hasta que regresa pero habría que incluir estos otros del despabile, que no está uno para nada. Bueno lo del para nada, es un decir. Pero para poquita cosa.
Casi 10 días en Brasil no puede ser analizado más que como un premio. Más aún si uno va al Noroeste, a Fortaleza y a Sao Luis. La gente suele ir allí pagando sus vacaciones. Que te lleven para trabajar un poco y te atiendan a cuerpo de rey, es una plusvalía importante. Y lo he pasado bien. Esta vez, no tengo excusas. Han sido unos días de ruptura con todo el estrés que venía soportando desde hace varias semanas (ya se ve en el blog, que ni tiempo he tenido para ir contando cosas). Y aunque tenía razón aquella amiga que decía “qué dura es la vida del turista”, no me ha importado nada madrugar y viajar a lugares paradisíacos. Casi ni me molesta haberme quemado como un camarón. Lindos lugares que solo son posibles en Brasil: playas infinitas de aguas blancas, fallas increíbles sobre tierra arcillosa creadas por el efecto de la lluvia; dunas inmensas que recorres en jeep haciendo piruetas llenas de emoción y chutes de adrenalina; dunas que dan al mar en descensos en picado y por los que te deslizas hasta el agua con una tabla frotada de vaselina para que corra a tope; enormes dunas de arena purísima con un corte casi artístico (como en las estatuas que se hacen en la playa en estos movimientos de arte efímero) y en cuyos intermedios la lluvia han ido formando lagunas de un agua purísima. Todo ha sido de una belleza tan fuerte, tan impactante que será difícil de olvidar. Yo creía que se me estaba acabando el encantamiento que siempre ha ejercido sobre mí Brasil. Pero ya he visto que no. He regresado mucho más enamorado de aquella tierra y de las emociones que es capaz de provocar. Estoy feliz. Si no fuera por este maldito sueño…

lunes, mayo 14, 2007

Buenos Aires es una mina, ché!


De Pamplona a Buenos Aires, pasando por Coruña y acabando en Santiago. Mis protocolos de fin de semana son muy exigentes como se puede ver. Y hay que seguir el protocolo. Todo hubiera ido bien, si no me hubiera amargado la tarde esa humillante derrota del Osasuna por 1-4.
Tenía trabajo en la Pública de Navarra el Viernes y para allá marchamos el jueves. El viaje fue tranquilo y llegamos justo a la cena en Casa Manolo, un tradicional de la buena cocina navarra (magnífica, por cierto, tanto por el menú como por la compañía). El Viernes, a vueltas con los ECTS en la uni por la mañana (no estuvo mal, pero es que son incondicionales) y tarde familiar. Y el sábado, prefetejamos mi cumple con una comida familiar y el consabido mus de sobremesa. Perfecto.
Pero el protocolo seguía su ritmo. Nuevos 750 Kms. el domingo por la mañana para llegar a Coruña a visitar a la pequerrecha Almudena, hija recién nacida de unos sobrinos. Una cosita linda a la que mantienen en la incubadora por unos día. Me dejaron pasar como abuelo ficticio y allí pude juguetear con ella que tomaba sus rayos UVA al margen del mundanal ruido (y no es una metáfora, la verdad es que el Materno era una locura de gente el domingo por la tarde).
Y la jornada acabó en Santiago sendo fieles al protocolo hasta el final. Y el final es, casi siempre, el cine. Esta vez nos decidimos por Buenos Aires, ciudad en celo. Una peli menor pese a la ilusión que siempre me hace el cine argentino por sus magníficos guiones y a que ésta la anunciaban como el repaso de su vida de un grupo de amigos cuarentones. Una “tanguedia” la definió el director, mitad tango, es decir, tragedia, y mitad comedia. Tuvo cosas agradables pero sin pasarse. Pudimos disfrutar de algunas de esas frases argentinas tan rotundas que te dan ganas inmediatas de apuntarlas. Hubo varios tangos con imágenes y juegos de palabras preciosos. Y faltó un poco más de Buenos Aires que era lo que yo esperaba. Pensé que Gafett, su director, haría un canto a Buenos Aires similar a los que hace Woody Allen de Nueva York. Pero no fue así. Buenos Aires apenas aparece, salvo como tema de conversación. Interesante, esa pregunta de “¿y para vós qué es Buenos Aires, un tipo o una mina? ¿La identificás con el obelisco o con el tajo de San Telmo?”Es una mina, ché!” Y las razones habituales de los amores complicados: no consigues ser feliz con ella pero no puedes vivir sin ella; te puedes escapar pero nunca te vas del todo, la quieres y la odias. “Una mina, ché!”

martes, mayo 01, 2007

¿Astenia primaveral?

El otro día me contaba una amiga que se sentía cansada y apática, como si hubiera hecho un gran esfuerzo y estuviera sufriendo las consecuencias. Astenia primaveral, le dije presuntuosamente. Pues no sé lo que es pero quizás sea eso, me contestó, porque otra explicación no se me ocurre.
También yo estoy sintiendo algo parecido. Se suceden intermitentemente días de un gran dinamismo y días que estoy de un apagado que yo mismo me sorprendo. Hasta lo está notando el blog. Siendo como era un placer el mantenerlo al día, ahora ni se me ocurre de qué escribir y se me hace muy cuesta arriba sentarme a redactar algo. ¡Qué desastre, por Dios!.

Y eso que ha sido una semana muy especial. Muy taurina, de esas en que vas sintiendo los cuernos del toro en tu trasero y sabes que el menor descuido puede significar una cornada segura. Ha sido una semana de debates en Internet con otros colegas del área (Gimeno, Jurjo, Imbernom, Benedito, etc.) del grupo de los “críticos”. Debates intensos con algunos momentos de confrontación cuerpo a cuerpo. Eso eleva la adrenalina. Quizás la pesadez actual tenga que ver con el postcoitum del debate.

El caso es que hubo unas pruebas de habilitación con resultados que no agradaron a todos, sobre todo a los que no las sacaron. Y protestaron. Y hubo quien, basándose en esa protesta (seguramente justificada) comenzaron a escribir cosas terribles. Que había regresado el fascismo, que había personas indignas que solo buscaban poder y tener una caterva de esbirros. Lindezas de ese tipo. Me animé a participar en el debate contradiciendo esas visiones catastrofistas e interesadas (siempre se dice eso de los “otros”). Y fue interesante porque se organizó un debate muy intenso y morboso (sobre todo, porque algunos de los que contestaron fueron a por mí). Y, entre escritos y réplicas, hemos tenido a toda el área en vilo durante una semana. No suelo arredrarme ante situaciones así, pero ciertamente agota. Genera mucha tensión en quien se ve tan personalmente implicado.
El caso es que, creo, he quedado bastante bien. Bastante gente me ha llamado o escrito mensajes personales felicitándome o dándome las gracias o mostrándose orgullosos de ser mis amigos. Pero, en cambio, nadie de los que han participado en el debate parecía coincidir conmigo. Eso genera una sensación extraña. Te lleva a sentirte francotirador y outsider. Hubo alguien que me decía que lo mejor era no entrar en el debate. Que el mayor desprecio era no contestar. Pero yo creo que no. Que lo que realmente importa es el no tenerles miedo. No tener miedo a nadie. Creo que mucha gente pensaba lo que pienso yo, pero no so atreven a decirlo. Y menos así, en público y en un debate. A mí me parece que es algo fundamental. Y si de algo me siento satisfecho es, justamente de eso. Seguramente no tenía razón en todo lo que defendí, pero todo el mundo en el área sabe, si es que no lo sabía ya, que Zabalza siempre está dispuesto a defender sus ideas. Y que no le importa demasiado con quién haya de discutir. Respeto a todo el mundo (mis escritos fueron siempre claros, incluso duros a veces, pero de guante blanco, sin peder nunca las formas) pero no estoy dispuesto a que nadie patrimonialice el derecho a hablar o a juzgar a los demás.