sábado, julio 30, 2011

De camino



Pues ya estamos de camino. Y, la verdad es que hay caminos y caminos. Unos alegres y gozosos y otros que lo son bien menos. Camino al trabajo, camino a una visita, camino a una compra o una gestión, camino a un examen (peor si es médico), camino a un cementerio. También los hay gozosos. Sin ir más lejos el Camino de Santiago al que nosotros pertenecemos. Pero no es el único: el camino a una cita, a una fiesta, a un viaje de relax, a quitarte unos puntos o una escayola, a buscar el paquete que te envían por correo. En fin esas pequeñas alegrías anticipadas que comienzas a disfrutar antes de recibirlas. Al final, eso es ponerse de viaje: iniciar un trayecto, aún incierto en sus resultados pero ya anticipado mentalmente.
Todo eso tiene el camino que iniciamos hoy. Una peregrinación fraterna hacia un santuario laico, Las Vegas. Aunque llevo en el cuerpo más millas que el correcaminos, pocas veces como hoy me había sentido excitado e inquieto. No porque tema que algo pueda salir mal, sino porque me parece tan fantástica la idea, tan distinto este viaje a todos los que he hecho anteriormente que no estoy nada seguro de si la ropa que llevo será la adecuada, el dinero suficiente, la documentación la requerida o el ánimo el correcto.
Pues eso, nos vamos a Las Vegas. De hermanos hombres. La saga completa, hermana incluida, queda para una próxima aventura. 5 chavalotes con el mismo ADN y barrigas similares a disfrutar juntos durante unos cuantos días en los procelosos territorios del espectáculo, el buen vivir y las ruletas. Supongo que también hay iglesias en las Vegas, aunque de eso se habla menos. ¡Vaya panda!
Ha sido el pequeño, el que en un ataque divino de furor fraterno nos invita a pasar juntos unos días. Un extraordinario sponsor para una experiencia que, hasta ahora, apenas habíamos disfrutado. Y eso va a ser lo interesante, ver cómo llevamos adelante una convivencia a la que ninguno de nosotros estamos acostumbrados desde que éramos niños, siglos ha. Y eso es lo excitante, ésta va a ser la vez en la que más tiempo esté con mis hermanos en prácticamente toda mi vida. Y estar juntos así en el día a día, como en una pareja de hecho con cinco miembros (lo de los miembros se refiere a las personas, no malmetamos). Siendo, como somos, tan distintos (en este caso no parece apropiado decir que somos “cada uno de su padre y su madre”) en casi todo (edad, historia personal, experiencias de vida, ideas, situación actual, etc.) será bonito ver cómo nos las arreglamos para mantenernos en una fraternidad alegre y consensual. Y, además, sin mujeres que siempre juegan el papel de mitigadoras de las tensiones aunque sea, como en mi caso, a base de patadas por debajo de la mesa o de pellizcos disimulados. No me veo yo recibiendo una patada (y menos aún dándola) de un hermano por debajo de la mesa para exigirme, disimuladamente, que deje ya de hacer subir la voz, decir palabrotas o excederme en los comentarios. Quizás tengamos que partir por acordar un código de “buenas maneras” para que todo corra pacíficamente.
Pero, obviamente, todo eso son solo elucubraciones mañaneras debido a la ilusión del viaje y al deseo de que todo salga bien. No tenemos ninguna necesidad de ponernos la tirita antes de hacernos la herida. Hasta ahora lo hemos llevado magníficamente bien y somos una familia que llama la atención por lo unidos que estamos todos pese a las distancias y las diferencias. Y esta experiencia va a suponer una nueva oportunidad de poder disfrutar juntos y de conocernos un poco más en el regate corto y en la cama o el asiento de al lado.
¡Hay tanta gente que vive mal las reuniones familiares! Van a ellas como si fueran al martirio. Pero en nuestro caso es todo lo contrario. Nos encanta estar juntos y buscamos cualquier oportunidad para hacerlo. Cuando nuestros padres estaban bien, eran ellos el eje y el principal atractivo de los encuentros. Ahora que perdimos a papá, sigue siendo nuestra madre la que nos reúne en torno a ella en las fechas clave. Esta experiencia de reunirnos entre hermanos es nueva pero me parece fantástica. Como sabemos bien quienes tenemos nuestras propias familias, también el cariño y el calor familiar se tiene que ir construyendo y revitalizando. Y cuanto más tiempo va pasando o cuando se ha pasado por experiencias más duras (el 2010 fue un año realmente duro para nosotros) precisas de chutes de fraternidad que revitalicen los quereres y hagan más real y próxima la vida cotidiana (aunque lo de hablar de “vida cotidiana”, en Las Vegas, resulta un tanto fuera de perspectiva).
En fin, ahí estamos. Ya he hecho mi pequeña maleta y preparado mi mochila. Tengo la sensación de que hay cosas que me faltan, pero no se me ocurre qué. Y es extraño porque es algo que no me suele pasar cuando salgo de viaje, ni siquiera cuando voy lejos y para bastantes días. En fin, aunque nuestras tallas puede que no sean idénticas, es probable que podamos intercambiarnos alguna ropa si fuera preciso. Al fin y al cabo, eso era lo que hacía nuestra madre de chiquitos, ir pasando la ropa de los mayores a los pequeños. Ahora tendrá que ser al revés, aprovechar los mayores la ropa de los pequeños. Eso si el diámetro de las barrigas es compatible, aunque más o menos por ahí le andamos todos.

viernes, julio 22, 2011

ESOS OJITOS LINDOS

Querida Berta, ahora que tengo unos minutos entre vuelo y vuelo (lo de tu abuelo es volar, quizás a ti también te guste, ya verás) quería aprovecharlos para decirte lo guapa que estás en las fotos que va incluyendo tu papá en tu blog. Y en ella, modelitos aparte, lo que más impresiona son los ojos. Esos ojitos vivos que cada vez son más hermosos y expresivos.
Todos los niños pequeños teneis algo especial en los ojos. Yo he tenido siempre la seguridad de que el alma y la vida están en los ojos. Es lo que más se nota en los niños a medida que vais entrando en la vida. También lo siento en los chicos y chicas jóvenes. Es como una luz y un brillo que actúan como un imán. Siempre me han parecido un poco estúpidas esas preguntas de “¿qué es lo primero en que te fijas cuando te encuentras con una mujer (o con un hombre)?. Ni caso, en los ojos. Es imposible fijarse en otra cosa. Los ojos son como la puerta de entrada, como una ventana a través de la que puedes curiosear en el interior del recién conocido. Desgraciadamente ese brillo lo vamos perdiendo los adultos. No sé por qué. Debe ser como en el pescado: cuando vas a comprarlo te dicen que les mires a los ojos y se han perdido el brillo que no los compres porque eso significa que llevan varios días de congelador en congelador. Así que el tiempo nos castiga los ojos. Por eso tú, chiquitina, los tienes tan hermosos.


Por eso nos gustan tanto los ojos. Una cara con los ojos cerrados puede ser proporcionada y hermosa. Pero si tiene los ojos abiertos es una cara con vida. Y si los ojos son expresivos es algo que te atrapa, te seduce, te enamora. Cuando los ojos se van amortiguando, cuando van perdiendo su brillo, cuando se van cerrando es que se acerca el final. Así fue con tu bisabuelo, al final no nos abría los ojos. Él que había tenido siempre esa mirada limpia, animosa, acogedora… Así que vida es eso, el peregrinar de nuestra mirada desde los ojos brillantes, vivos, buscadores que tú tienes ahora, hasta la mirada triste, vacía, suplicante a la que vamos acomodándonos los mayores. Toda una transición.


Pero tus ojos son hermosos, Berta. Limpios, claros, curiosos, sonrientes. Aún no sabes hablar pero ya hablas mucho con tu mirada. Nos dices cuando estás cansada, cuando tienes sueño o hambre. Pero nos dices, sobre todo, cuando estás feliz, cuando has visto al otro lado la cara de mamá o de papá o de alguien que te sonríe. Una mirada así es como un tesoro. El mejor regalo que nos puedes hacer.

domingo, julio 17, 2011

Ecumenismo

No corren buenos tiempos para las cosas de la Religión. Es cosa sabida. Buen síntoma, para algunos porque ven en ello que va aumentando el nivel cultural y la "racionalidad" de la gente, lo que impide que se le engañe con señuelos y fantasías. Mala cosa para otros que ven en lo espiritual un valor irrenunciable de lo humano. Yo pertenezco a estos últimos, pero eso es lo de menos. Sólo que, si en algo valoro la religión es en esa "comunión" que te hace sentir con mucha gente, estés donde estés. Y hablo del sentido espiritual. No tanto de una religión concreta.

La gente que he conocido en Perú y luego en Argentina me parecieron muy asentados en la religión. Desde el taxista que me recogió en el aeropuerto y que se santiguaba cuando cruzábamos por una iglesia camino de Lujan (supongo que siendo de Luján, con el mayor santuario de todo sudamérica, eso no debe ser raro), hasta los colegas de las diversas Facultades con los que estuve trabajando en Lima. Y aún más si cabe, las colegas universitarias y las responsables de las gestión de la Educación Infantil que vinieron de todas las provincias argentinas. Como me paso la vida en ambientes mucho más agnósticos, me llamó la atención.

Pero lo más interesante, como siempre en esto de la religión, es Brasil. Aquí las religiones se entrecruzan, se ofrecen casi a la carta. Para quienes pertenecemos a países de monocultivo religioso (o casi) entrar en Brasil es como adentrarte en un laberinto de iglesias y cultos. Y así fue que tocando a mi hotel está la Catedral Presbiterana de Río. Y allí fui hoy domingo. Estaba cerca la catedral católica pero me pareció interesante asistir a los cultos de otros cristianos. Si no, el ecumenismo se convierte en una palabra más con poco significado.

Nunca había estado en un oficio dominical presbiterano, así que fui de sorpresa en sorpresa. Algunas de ellas, emocionantes de veras. La cosa duró más allá de la hora y media (lo que si lo llega a hacer nuestro párroco hubiera recibido insultos inmisericordes), pero no me pareció que la gente estuviera molesta por ello, al contrario. El altar estaba lleno de gente: los presbíteros vestidos de alba blanca y varios de paisano. Además había un chino y una china cuya presencia me intrigó desde el inicio. En total como 12 personas. La base del oficio es, por supuesto la Biblia y los cánticos. Había un coro que cantaba divínamente con el acompañamiento de un órgano portatil. Pero lo más espectacular era cómo cantaba la gente. Todos con su Biblia y una hoja parroquial que nos dieron al entrar y que guiaba los oficios. Las músicas eran excelentes y las voces ni qué decir. Todo un espectáculo.

Resulta que los chinos del altar estaban allí en representación de una representación china que asistía a los oficios. En el altar estaba un viceministro del Gobierno, el responsable de los asustos religiosos y una señora budista que le hacía de intérprete. En los primeros bancos había hasta 12 altos representantes políticos chinos relacionados con la religión. El párroco (o como se llame) los saludó, los agasajó y les fué dando la bienvenida con la ayuda de la traductora. No se cortó un pelo en decir las bondades del pueblo chino y en ponerlos por las nubes. Un poco chocante fue, pero me hizo sentir que, en su caso, la Religión la viven muy a pie de obra y no les importa vincularse a cuestiones terrenales. Hasta contó que uno de sus presbíteros tenía negocios con China y que le iba muy bien.

Por supuesto, en eso todas las iglesias deben ser iguales, uno de los presbíteros (de paisano él) pidió a los fieles su contribución (todavía siguen llamándole de "diezmos y ofrendas"). Y les planteó tres modalidades distintas de contribuir (en sobres, lo hacen ellos, por eso tenían tres tipos de sobres). Y como se hacía en algunas capillas gallegas pusieron una urna delante del altar, se bajaron allá todos los presbíteros del altar y, mientras cantábamos, la gente fue saliendo de sus bancos para depositar en la urna sus sobres con dinero. Muchísima gente se acercó, aunque saliendo de forma desordenada, con lo que no quedaban en evidencia los que no lo hacían.

El sermón fue magnífico. No lo hizo el párroco sino uno de los presbíteros, el que llevaba alba. Un negrazo imponente que me dejó impresionado por su capacidad comunicativa y didáctica. El tipo nos pidió abrir la Biblia en la primera carta a Timoteo, cap. 2, versículos 1-7, aunque en realidad se quedó en los tres primeros. Y los fue desentrañando y explicando palabra a palabra, de una forma magnífica, creíble, que parecía pensada para los problemas de hoy. La carta de San Pablo a Timoteo dice en ese párrafo:
1 Por esto exhorto, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos, para que llevemos una vida tranquila y en paz, con toda piedad y respeto. 3 Porque esto es bueno y aceptable delante de Dios nuestro Salvador

Total tres líneas para 45 minutos de sermón. Pero precioso. Explicó qué eran las súplicas, qué las intercesiones, qué el dar gracias. El sentido que eso tenía para lograr una vida tranquila y en paz, con piedad y respeto. En cada palabra nos llevaba a algún otro trozo de la Biblia y nos lo hacía reetir con él. Me gustó especialmente lo del respeto porque lo aplicó a todo, incluidas las opiniones religiosas o antireligiosas. Un pedagogo extraordinario el tipo.
Y luego pasaron muchas cosas preciosas. No hay una Misa y un ritual que es lo que a veces mata a nuestros oficios. Supongo que no improvisan pero hacen cosas que saben muy bien llenar de sentido (incluidas los textos que escogen y sus propios sermones). Como había un matrimonia que hacía 10 años de casado, pidió que se acercara al altar a orar con los ministros. Y que lo hicieran también todos los que llevaran ese tiempo o más casados. Que se aproximaran cogidos de la mano para orar juntos. Fue emocionante. La gente no se lo esperaba, me pareció, pero allá se adelantaron una infinidad de parejas cogidas de la mano, abrazadas. Se arrodillaron todos juntos, cantamos, oramos en silencio y les animó a seguir. Se les veía felices.

En la oración de la bendición (parecido a nuestro padrenuestro) hizo que los chinos se adelantaran también con los ministros. Y allí los veías medio cortados porque todo el mundo se ponía con las palmas en alto como para dar y recibir la bendición. Después parece que habían aceptado a un nuevo presbítero en la comunidad, un chico joven. Y allí lo hizo adelantarse con toda su familia y todos los presbíteros (que son un montón). También hubo una oración de todos con él y su familia.

Una oración preciosa, por cierto: Quiero que te valores.
En portugués decía así:
Quero que valorize o que você tem
Você é um ser,você é alguem
Tão importante para Deus
Chega de ficar sofrendo angústia e dor
Esse teu complexo inferior
Dizendo, ás vezes, que não é ninguém
Eu venho falar do valor que você tem.


Y así fueron cerrando la ceremonia. Interesante, ya digo. Por los cantos, por la profundidad de la homilía, por la secuencia de cosas que fueron sucediendo. Sorprendente. Tampoco es cosa de cambiar de iglesia a estas alturas. Y eso que yo no diría como aquella señora cuando le visitaban las parejitas de jóvenes Testigos de Jehová: "Si ya tengo problemas para creer en mi religión que es la verdadera, fijaos cómo voy a creer en la vuestra que es falsa". Esas dicotomías de verdadero y falso cada vez están más borrosas. Pero siempre se aprenden cosas. Y la experiencia de hoy me gustó. Mucho.

Río de Janeiro, ¿qué Río?

Uno llega a Río lleno de expectativas y nostalgias. Por aquí he pasado ratos preciosos. Sólo, en pareja, con mi hija, con amigos. En fin, uno ya sabe de qué va esto. Pero lo de hoy ha sido otra cosa. Nada que ver con el Río de las postales y los recuerdos.
Ya empezó todo mal de par de mañana en Argentina. Tenía que salir de Luján a las 7,30 de la mañana para poder tomar el avión en Ezeiza a las 10,30. En eso habían quedado los chóferes de la Universidad. Faltaban 10 minutos para esa hora y ya me estaba poniendo nervioso porque por allí no aparecía nadie. Llegó la hora y seguía sin aparecer nadie. Pasó un cuarto de hora y todo seguía igual. Los nervios se convirtieron en agobio y paseos nerviosos sin saber qué hacer. Tampoco respondían los teléfonos. Al final, decidí cortar por lo sano. Así que a las 8 menos 10 llamamos un taxi. Y como suele suceder en estos casos, fue llamar al taxi y llegar el chofer de la Universidad. Vuelta a llamar al taxi para que no viniera y salimos.
Llegamos por los pelos a Ezeiza, sobre las 9. Faltaba sólo una hora y media para la salida de mi vuelo. Parecía que la cosa, por los pelos, pero ya estaba resuelta. Ni me imaginaba el siguiente paso. ¿Sabes qué? Resulta que el vuelo no salía de Ezeiza sino de Aeroparque. Salí pitando a buscar un taxi y tomé el primero que pasó. Una temeridad según los nativos. 60 Kms. de distancia entre ambos aeropuertos, me dijo que había el taxista, seguramente para cobrarme más. Y se lanzó a toda leche Buenos Aires adelante (porque hay que cruzarlo todo, incluída la avenida del obelisco). Bueno, dios aprieta pero no ahoga, o eso creía yo porque llegué al Aeroparque con unos 50 minutos de tiempo. El taxista me timó, por supuesto, pero poco podía yo negociar en aquellas circunstancias. Me dieron la tarjeta de embarque y creí respirar. Sólo dos minutos, hasta que ví la cola que había para pasar el control de seguridad. Ahí perdí toda esperanza. Aunque no suelo hacerlo, esta vez pedí y supliqué a los primeros de la fila que me dejara pasar que perdía el vuelo y se compadecieron de mí. Pasé el control pero aún me quedaba la policía y allí la cola era, de nuevo, infinita. Nueva aceptación de lo inevitable. Imposible tomar el avión. Entonces la pareja que venía detrás de mí me debió ver tan preocupado que me dijo que me relajara que habían retrasado el avión a las 11. Bueno, pensé, menos mal. Logré pasar la policía pensando en eso, que salía a las 11, pero resultó que no era así, ellos venían también a Río pero con otro vuelo que hacía escala en Montevideo. El mío ya había embarcado. Menos mal que me aceptaron y al final allí fui a mi asiento.

El vuelo fue bien, pero parece que cuando uno está de mala racha, las cosas tardan en enderezarse. Y así, cuando llegué a Río, nadie me esperaba pese a las promesas que el día anterior me habían hecho los organizadores del Congreso. Esperé una hora y al final tuve que tomar otro taxi y venirme al hotel. Menos mal que sabía el nombre del Hotel (porque me enteré ayer). En otro caso no hubiera sabido que hacer y sería casi imposible encontrar una habitación en Rio pues, según he sabido, mañana domingo se corre el maratón. Y son miles y miles, venidos de todo el país, los que corren. De hecho el hotel en el que estoy está a tope de gente que ha venido con ese objetivo. Y para que las sorpresas no concluyeran, la última ha sido que el hotel que han escogido esta vez es un Ibis que está en el medio de la ciudad antigua de Río en una zona medio degradada. Salí a dar un paseo por los alrededores y me he quedado escandalizado por la degradación. Este no es el Río que yo conocía. Estoy tocando a la catedral pero, salvo unos rascacielos impresionantes totalmente fuera de lugar, todo esto es una zona sucia y cutre. Un desastre. Quizás mañana logre construir otra mirada, pero lo de hoy ha sido terriblemente frustrante.
Necesito al otro Río. El Río que te atrapa y enamora. Así que mañana, por recomendación médica, ración doble de Copacabana. I promise!

lunes, julio 11, 2011


Bueno, pues ya estamos de nuevo en esos mundos de Dios. Ahora en Perú, iniciando una travesía que me llevará a Argentina y Brasil. Un largo viaje. Veremos si todo sale tan bien como ha comenzado.
El Perú que hemos sobrevolado me ha parecido maravilloso. Primero kilómetros y kilómetros de selva con esos ríos que son como líneas curvas infinitas que la cruzan de parte a parte. Después la sierra infinita y seca. Monten y montes de color rojizo. De una sequedad desértica que, curiosamente, de vez en cuando, se veían llenas de niebla como si fuera espuma blanca que se había puesto allí a propósito.
Esto de viajar te hace no hace sino romperte los esquemas y prejuicios. Vas viendo y sintiendo cosas que por un lado te admiran y por otro te extrañan. A veces, te hacen sonreír. Una de ellas sucedió al llegando a Lima, cuando ya estábamos en pleno proceso de aproximación al aeropuerto. La sobrecargo nos advirtió que deberíamos ocupar nuestros puestos pues la normativa peruana exige que todas las aeronaves que llegan a sus aeropuertos deben ser desinfectadas antes de aterrizar. Y allí pasaron al poco con sprays supuestamente desinfectantes. Llegas de Europa y para entrar en Perú y debes desinfectar el avión. Chocante.
Luego llegas a Lima y, en verdad, es una ciudad estupenda. Un poco caótica, como muchas, aunque nada que ver con el Distrito Federal, por ejemplo. Pero tiene zonas preciosas y resulta muy creativa. Hoy domingo he podido asistir a una carrera pedestre de novios. Ellas iban con una especie de gasa blanca en la cabeza al estilo de un velo cortito. Y ambos, él y ella estaban atados por sus muñecas. Así que tenían que correr juntos y bien compenetrados. Un buen ejercicio para poner a prueba su capacidad de entendimiento. Y había cientos de parejas. En otra calle me encontré con una manifestación ecológica: otro montón de gente exigiendo mayor cuidado de las planteas. Iban disfrazados de palmas, con planteas y enredaderas. Muchos/as andando pero también gente en bicis, en patines, con coches de niños. Y lo más curioso, con muchos policías como manifestantes. Llamaba la atención verlos allí con sus plantas caminando por una calle sin tráfico.
La comida con un amigo en un restaurante de comida peruana magnífico (La Panchita). Aunque me invitó él, me pareció que las cosas no estaban baratas. Ya me había pasado por la mañana: tomé un café por el que me cobraron 5,5 pesos. Unos 2 euros. Estaba riquísimo, pero me pareció una exageración.
Por la tarde, me habían reservado uno de esos sightseeing de Lima at night. La primera parte fue un poco frustrante pues se trataba de llegar a la plaza central y dar una vuelta por allí, cosa que yo ya he hecho en otras ocasiones. Pero la segunda parte, la visita al parque de las fuentes fue mucho más divertida. Las fuentes normales son eso, normales. Pero hay un par de ellas muy divertidas. En una de ellas se trata de jugar con el agua. Es una especie de laberinto donde se mete la gente y tiene que buscar espacios donde no se moje. Pero el agua no sale siempre igual y hay chorros que hacen círculos, los más fáciles de evitar, pero otros te mandan el agua desde lugares más lejanos. Muchísima gente jugando. Me hubiera encantado, pero claro es difícil librarte de un chapuzón y te echa para atrás seguir la excursión mojado. En otra de las fuentes se trataba de pasar por debajo de una especie de arco que formaban los chorros. Tenía menos misterio que la otra pero fue divertido meterte por aquel túnel. Y ése sí que lo hice. Pero la sorpresa principal de la noche estuvo en la fuente espectáculo. Preciosa la combinación de agua, música, color y cine. La música fue pasando por diversos estilos, desde la clásica hasta la folklórica. Siempre con colores, con laser y con movimientos siguiendo el ritmo. Además se iban proyectando imágenes de vídeo sobre la pantalla de agua: ballet, bailes regionales, espectáculos. Muy espectacular todo. Al final, un buen rato.
Y así pasó el primer día en este mundo ajen. Mañana comenzamos ya con el trabajo. Y ya dará lo mismo cuál sea la ciudad.

miércoles, julio 06, 2011

María, la doctora.

No, no es María la portuguesa, como en la canción. Es María, la doctora. Pues sí, la mariquilla, aquella niña entusiasta e incisiva (en Inglaterra le dieron el premio a la niña que hacía más preguntas que no tenían respuesta), aquella adolescente inteligente y crítica (nos advirtieron una vez en su colegio que le dijéramos algo para que se calmara porque algunas de las preguntas que hacía a sus profesores más que preguntas parecían insultos, como si quisiera dejarlos en evidencia), ya es doctora. Toda una señora doctora. La máxima categoría para quienes pretenden seguir la carrera académica. Todo un paso adelante. Paso por el que suspiran miles de personas en todo el mundo y al que han renunciado otros tantos por no sentirse capaces de lograrlo. Pero María, pese a que no siempre le han apoyado las circunstancias, ha podido con ella. Y eso que, siguiendo su estela de desventuras, a punto estuvo de tener que acudir a la defensa de la tesis como la Princesa de Éboli, con un parche en un ojo.
No tienes que decir esas cosas de tu hija, me riñó el otro día un amigo, María es una persona fuerte y capaz". Y siguió, porque lo debía llevar muy sentido, “de tu otro hijo vas diciendo que en un niño redondo, un afortunado; pero de María siempre estás con esa coletilla de las desventuras”. Demonios, pensé, medio KO por el comentario, ¿será verdad eso?, que voy dando esa idea negativa. ¡No, qué va! ¿O quizás sí? Pues no es esa mi intención, desde luego, bien lo sabe Dios. Nunca me atrevería a comparar a mis hijos. Cada uno ha seguido caminos diferentes y ambos lo han hecho bien. Así que no hay comparación posible. Pero, en todo caso, me quedé preocupado. Fue una queja del amigo que a él le salió del alma y a mí me la dejó dolorida. Vaya, ya veo, otro pastón en psicoanalista.
El caso es que la defensa de la tesis salió magnífica. “Un pico de oro”, me decían todos. “Mejor que tú”, se atrevían algunos, sin darse cuenta de que era lo mejor que me podían decir. Y así fue. La exposición del trabajo resultó excelente. Con el ritmo habitual en estos actos en los que te presionan tanto para que no te alargues mucho: comenzó como un ferrari encabritado y poco a poco fue relajando el ritmo, permitiéndose alguna anécdota, relacionando los conceptos y teorías con su propia experiencia de trabajo, introduciendo sus piquitos de emoción en el discurso. Excelente. Y así se lo dijeron los miembros del Tribunal. Y eso que allí había de todo, como debía ser por el tema de la tesis (el trabajo de apoyo a niños/as con cáncer y sus familias): un médico, un psicólogo, y tres de educación (cada uno de ellos especializado en cosas diferentes). Cinco miembros del Tribunal, provenientes de 4 universidades, de dos países. Cada uno con su propia mirada sobre el trabajo y con su propia manera de analizar lo que en él se decía. Todos le hicieron comentarios, le aportaron sugerencias y le animaron a continuar. Les gustó. Y se les notaba cuando hablaban.
La intervención de los directores también fue emocionante. Dirigir una tesis es un proceso largo e intenso en el que o te encantas con el doctorando o te hartas de él/ella. Yo a veces lo he comparado con concebir y criar a un hijo juntos (sin la cosa sexual, claro). Como dice Michel que anda metido ahora en eso de los hijos, tiene que ser un trabajo en equipo. Si no, no sale. Pero salió. También ellos estaban contentos. Mery se emocionó, para ella era mucho más que una doctoranda, había paseado a sus hijas cuando eran pequeñitas en su sillita de jugar. En lugar del muñeco le gustaba llevar a las pequeñas Celeiro. Mucha historia juntas hasta llegar a esa consagración académica. Y Lois, más serio y racional, dejó claro que lleva ya trabajando tiempo con ella, que la conoce bien y, por eso, la aprecia. Una persona fuerte y capaz, dice de ella. Tuvo suerte María con ellos. Fueron directores del trabajo, pero sobre todo animadores y padrinos en ese esfuerzo tremendo que los jóvenes tienen que hacer para consolidar su estatus académico.
Y allí estábamos los demás en la sala. Expectantes. Luca, Elvira, gente del departamento, amigos y amigas de María. Algunos ya habían pasado por ese trance; una de ellas los haría a los pocos días. Todos con la curiosidad inicial de ver cómo alguien querido supera un trance social complejo y poco a poco, a medida que avanza el acto, con la alegría de ver que la cosa no es tan difícil y que todo va saliendo bien.
En fin. Todo salió, efectivamente, muy bien. Para los no académicos es un acto muy bonito. Quizás un tanto formal y amanerado: se hablan de usted personas que en la puerta lo hacían de tú; se siguen rutinas sociales de agradecimiento al Presidente (en este caso presidenta), de saludo a los otros miembros del Tribunal, de agradecimiento por haber sido invitado. En fin, todo un protocolo. Para los académicos, suele ser un momento que tiene sus complejidades. Uno debe juzgar, pero a la vez, se siente enormemente juzgado. Parece que tienes poder, pero en realidad, lo que menos sientes es el poder (salvo, claro, algunos bobos/as, que de todo hay en la viña universitaria, que se creen que pueden decir lo que les venga en gana y menospreciar al doctorando y a su trabajo). Me contaron que una vez, en la Univ. de Salamanca, uno de los miembros del tribunal fue tan duro con la doctoranda y criticó tan fuerte su trabajo, que la madre de ella que estaba entre el público no lo pudo soportar, se levantó, se acercó a la mesa del tribunal y sin mediar palabra le soltó una hostia. Después se acercó a su hija, le hizo un mimo y se volvió a su silla. No sé cómo acabó la historia. Me figuro que mal. Pero, por lo general, las cosas son mucho más sencillas y amables. Como miembro del Tribunal de tesis más que la sensación de poder, lo que sientes es un sentimiento de riesgo y una sensación de desafío. Sobre todo si el trabajo acaba interesándote. Porque entonces te metes a fondo en él y es fácil que le veas fallos (al final, la tesis es un trabajo iniciático del doctorando/a, que está aprendiendo a investigar). Y tienes que combinar cómo ser amable y respetuoso con el inmenso trabajo que supone hacer una tesis y, a la vez, coherente y justo con tu papel de evaluador o evaluadora. Y si, además, andan de por medio los afectos, la cosa se complica aún más. Supongo que mucho de eso debieron sentir quienes formaban el tribunal. Que gozaron y sufrieron, a la vez, leyendo el trabajo y haciendo, después, sus comentarios. Pero la verdad es que estuvieron bien, fueron amables, expresaron con cordialidad sus dudas y fueron generosos al plantear sus correcciones y propuestas de mejora. Chapeau!
Yo que estaba medio escondido en la sala pude vivir desde el otro lado lo que muchas veces hago yo mismo vivir, cuando estoy en un tribunal, a quienes defienden sus tesis y a sus familiares. Esa incógnita de qué dirán los 5 jueces. De si la doctoranda sabrá identificar sus preguntar y responderlas. Y eso que ya le había advertido. Mira, tú lo primero que tienes que decir es: “Ni se imagina lo mucho que le agradezco sus comentarios. Me van a venir muy bien para mejorar mi trabajo”. Primero dices eso y luego ya respondes a las preguntas lo mejor que sepas. Pero todo fue bien. Respondió con una seguridad apabullante. Captó muy bien las preguntas importantes y supo driblar las peligrosas. Así que ya no fue ninguna sorpresa que obtuviera el Sobresaliente cum laude. Se lo merecía.
Objetivo cumplido. Aunque lo malo que tiene esto de cumplir objetivos es que lejos de suponer una llegada (¡ya está, lo conseguí, ahora me puedo relajar un poco!) es todo lo contrario: más presiones, más prisas, más trabajos. Antes de salir de la sala ya había quedado comprometida a escribir varios artículos con distintas miembros del tribunal y una comunicación a un Congreso Internacional. Suena a privilegio (el que te inviten a publicar con ellos), pero es más carga. Con una peculiaridad preocupante: que ya no acabará nunca.
Y como decía el Dr. Gestal, si el primer ejercicio fue bueno, el segundo no podía quedarle atrás. Y a eso fuimos al Fornos, el restaurante amigo donde convergemos cada poco. Una indigestión de mariscos, el pescado o la carne exquisita que Leonardo prepara, los postres, los chupitos y así hasta el millón y pico de calorías y transaminasas.
Un día feliz. Todo salió bien. ¡Enhorabuena, mariquilla! Ahora a disfrutarlo. Un poquito al menos.