domingo, julio 17, 2011

Ecumenismo

No corren buenos tiempos para las cosas de la Religión. Es cosa sabida. Buen síntoma, para algunos porque ven en ello que va aumentando el nivel cultural y la "racionalidad" de la gente, lo que impide que se le engañe con señuelos y fantasías. Mala cosa para otros que ven en lo espiritual un valor irrenunciable de lo humano. Yo pertenezco a estos últimos, pero eso es lo de menos. Sólo que, si en algo valoro la religión es en esa "comunión" que te hace sentir con mucha gente, estés donde estés. Y hablo del sentido espiritual. No tanto de una religión concreta.

La gente que he conocido en Perú y luego en Argentina me parecieron muy asentados en la religión. Desde el taxista que me recogió en el aeropuerto y que se santiguaba cuando cruzábamos por una iglesia camino de Lujan (supongo que siendo de Luján, con el mayor santuario de todo sudamérica, eso no debe ser raro), hasta los colegas de las diversas Facultades con los que estuve trabajando en Lima. Y aún más si cabe, las colegas universitarias y las responsables de las gestión de la Educación Infantil que vinieron de todas las provincias argentinas. Como me paso la vida en ambientes mucho más agnósticos, me llamó la atención.

Pero lo más interesante, como siempre en esto de la religión, es Brasil. Aquí las religiones se entrecruzan, se ofrecen casi a la carta. Para quienes pertenecemos a países de monocultivo religioso (o casi) entrar en Brasil es como adentrarte en un laberinto de iglesias y cultos. Y así fue que tocando a mi hotel está la Catedral Presbiterana de Río. Y allí fui hoy domingo. Estaba cerca la catedral católica pero me pareció interesante asistir a los cultos de otros cristianos. Si no, el ecumenismo se convierte en una palabra más con poco significado.

Nunca había estado en un oficio dominical presbiterano, así que fui de sorpresa en sorpresa. Algunas de ellas, emocionantes de veras. La cosa duró más allá de la hora y media (lo que si lo llega a hacer nuestro párroco hubiera recibido insultos inmisericordes), pero no me pareció que la gente estuviera molesta por ello, al contrario. El altar estaba lleno de gente: los presbíteros vestidos de alba blanca y varios de paisano. Además había un chino y una china cuya presencia me intrigó desde el inicio. En total como 12 personas. La base del oficio es, por supuesto la Biblia y los cánticos. Había un coro que cantaba divínamente con el acompañamiento de un órgano portatil. Pero lo más espectacular era cómo cantaba la gente. Todos con su Biblia y una hoja parroquial que nos dieron al entrar y que guiaba los oficios. Las músicas eran excelentes y las voces ni qué decir. Todo un espectáculo.

Resulta que los chinos del altar estaban allí en representación de una representación china que asistía a los oficios. En el altar estaba un viceministro del Gobierno, el responsable de los asustos religiosos y una señora budista que le hacía de intérprete. En los primeros bancos había hasta 12 altos representantes políticos chinos relacionados con la religión. El párroco (o como se llame) los saludó, los agasajó y les fué dando la bienvenida con la ayuda de la traductora. No se cortó un pelo en decir las bondades del pueblo chino y en ponerlos por las nubes. Un poco chocante fue, pero me hizo sentir que, en su caso, la Religión la viven muy a pie de obra y no les importa vincularse a cuestiones terrenales. Hasta contó que uno de sus presbíteros tenía negocios con China y que le iba muy bien.

Por supuesto, en eso todas las iglesias deben ser iguales, uno de los presbíteros (de paisano él) pidió a los fieles su contribución (todavía siguen llamándole de "diezmos y ofrendas"). Y les planteó tres modalidades distintas de contribuir (en sobres, lo hacen ellos, por eso tenían tres tipos de sobres). Y como se hacía en algunas capillas gallegas pusieron una urna delante del altar, se bajaron allá todos los presbíteros del altar y, mientras cantábamos, la gente fue saliendo de sus bancos para depositar en la urna sus sobres con dinero. Muchísima gente se acercó, aunque saliendo de forma desordenada, con lo que no quedaban en evidencia los que no lo hacían.

El sermón fue magnífico. No lo hizo el párroco sino uno de los presbíteros, el que llevaba alba. Un negrazo imponente que me dejó impresionado por su capacidad comunicativa y didáctica. El tipo nos pidió abrir la Biblia en la primera carta a Timoteo, cap. 2, versículos 1-7, aunque en realidad se quedó en los tres primeros. Y los fue desentrañando y explicando palabra a palabra, de una forma magnífica, creíble, que parecía pensada para los problemas de hoy. La carta de San Pablo a Timoteo dice en ese párrafo:
1 Por esto exhorto, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos, para que llevemos una vida tranquila y en paz, con toda piedad y respeto. 3 Porque esto es bueno y aceptable delante de Dios nuestro Salvador

Total tres líneas para 45 minutos de sermón. Pero precioso. Explicó qué eran las súplicas, qué las intercesiones, qué el dar gracias. El sentido que eso tenía para lograr una vida tranquila y en paz, con piedad y respeto. En cada palabra nos llevaba a algún otro trozo de la Biblia y nos lo hacía reetir con él. Me gustó especialmente lo del respeto porque lo aplicó a todo, incluidas las opiniones religiosas o antireligiosas. Un pedagogo extraordinario el tipo.
Y luego pasaron muchas cosas preciosas. No hay una Misa y un ritual que es lo que a veces mata a nuestros oficios. Supongo que no improvisan pero hacen cosas que saben muy bien llenar de sentido (incluidas los textos que escogen y sus propios sermones). Como había un matrimonia que hacía 10 años de casado, pidió que se acercara al altar a orar con los ministros. Y que lo hicieran también todos los que llevaran ese tiempo o más casados. Que se aproximaran cogidos de la mano para orar juntos. Fue emocionante. La gente no se lo esperaba, me pareció, pero allá se adelantaron una infinidad de parejas cogidas de la mano, abrazadas. Se arrodillaron todos juntos, cantamos, oramos en silencio y les animó a seguir. Se les veía felices.

En la oración de la bendición (parecido a nuestro padrenuestro) hizo que los chinos se adelantaran también con los ministros. Y allí los veías medio cortados porque todo el mundo se ponía con las palmas en alto como para dar y recibir la bendición. Después parece que habían aceptado a un nuevo presbítero en la comunidad, un chico joven. Y allí lo hizo adelantarse con toda su familia y todos los presbíteros (que son un montón). También hubo una oración de todos con él y su familia.

Una oración preciosa, por cierto: Quiero que te valores.
En portugués decía así:
Quero que valorize o que você tem
Você é um ser,você é alguem
Tão importante para Deus
Chega de ficar sofrendo angústia e dor
Esse teu complexo inferior
Dizendo, ás vezes, que não é ninguém
Eu venho falar do valor que você tem.


Y así fueron cerrando la ceremonia. Interesante, ya digo. Por los cantos, por la profundidad de la homilía, por la secuencia de cosas que fueron sucediendo. Sorprendente. Tampoco es cosa de cambiar de iglesia a estas alturas. Y eso que yo no diría como aquella señora cuando le visitaban las parejitas de jóvenes Testigos de Jehová: "Si ya tengo problemas para creer en mi religión que es la verdadera, fijaos cómo voy a creer en la vuestra que es falsa". Esas dicotomías de verdadero y falso cada vez están más borrosas. Pero siempre se aprenden cosas. Y la experiencia de hoy me gustó. Mucho.

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