lunes, marzo 31, 2008

La noche es nuestra


Fin de semana sin mucho que comentar (salvo que ganó el Osasuna y, eso, a estas alturas es casi como que te toque la lotería). No sabría decir si eso es bueno o malo (lo de que haya poco que comentar, lo del fútbol, por supuesto, es magnífico). Como tuvimos visita de la señora migraña (la puñetera le da por presentarse los sábados, sólo por joder), hubimos de reconfigurar nuestros planes y disponernos a un par de días hogareños. Por otra parte, también apetecía algo así pues al otro lado de la ventana caía el diluvio universal. ¡Qué granizada espectacular, el domingo por la mañana!. En 10 minutos quedó la calle blanca como si hubiera nevado, y los coches aparcados en la acera no gritaban por puro pundonor ante la pedregada que se les vino encima. Hasta las gaviotas se fueron a refugiar en los aleros y los portales.
Pues eso.Un fin de semana un poco atípico, pero agradable. Eso sí, yo que era el sobreviviente no prescindí de mi paseo a la veira del mar: extraordinario de puro salvaje estaba el sábado. Y, por supuesto, me di una panzada de cine doméstico. Aproveché para ver “La muerte de Jesse James” (que estuvo bien, pero pertenece a ese estilo de cine lento y duro que te deja desazonado) y “Juegos Secretos”, película muy interesante y actual (sobre el tema de la pederastia, lo que quedaba bien reflejado en el título inglés: “Little Children” y muy confuso en el español) y que te mantiene en tensión. Además trata muy bien el tema, mostrando cuanto tiene de tópico y de contradicciones.

Pero la peli del fin de semana, la oficial, ésa de ir al cine y sentarte en tu butacón y tragarte tres o cuatro juramentos contra los indeseables de las filas de al lado que comen ruidosamente sus palomitas, ésa fue “La noche es nuestra”. Hacía sólo dos días que se había estrenado en España. Creo que nunca había estado tan actualizado en cuanto al cine. Además, eso de comprobar que ya has visto todas las buenas películas en cartel (las que tenemos en Santiago, que tampoco es para echar las campanas al vuelo) te sube la moral.

Pues lo dicho, allá nos fuimos a “La noche es nuestra”, peli de James Gray que cuenta una historia policíaca relacionada con la droga y las mafias rusas. La protagonizan dos hermanos, uno de ellos policía de prestigio Joseph (Mark Wahlberg) y el otro Bobby (Joaquin Phoenix) una especie de vivalavirgen que dirige una sala de fiestas de moda en la que corre la coca y otras diversiones poco legales a discreción. Ambos constituyen una especie de dicotomía fraterna (el bueno y el malo), que su padre, otro policía al mando de la Comisaría, se esfuerza en resaltar siempre que puede. Lo que pasa es que como es habitual el malo tiene una novia espectacular (y aquí cualquier adjetivo que pudiera utilizar se quedaría corto, ¡qué tía!). Pues nada, entre ellos 4 y unos cuantos malos de las mafias rusas de la droga, se construye una historia con muchos frentes y con lecturas muy diversas. Según me he podido enterar ése es el estilo que le gusta emplear a Gray cuando construye sus thriller: bucear dentro de los personajes para intentar explorar sus emociones. Así se combina bien la acción externa propia de estas películas con la movida interna que vive cada uno de sus personajes. Y, en ese sentido, es una película memorable. Y te mete mucho en la historia.

Al final, con lo que te quedas es con una hermosa y dramática historia de amor fraterno. Daba la impresión al inicio de la historia que ambos estaban en posiciones irreconciliables, que se despreciaban como hermanos y que no tenían nada en común. La situación era aún más dramática para Bobby pues, en su caso, incluso tenía en contra a su padre. Pero los acontecimiento se precipitan y los sentimientos, los más profundos van apareciendo. Y los hermanos son hermanos y acaban en perfecta comunión. Y el padre es el padre. Y ese cariño (con momentos verdaderamente dramáticos, en los que resulta imposible evitar las lágrimas) acaba impregnándolo todo.

Lo dicho, un canto a la familia y al poder transformador de sus vínculos. Un canto a Nueva York, sobre todo en sus barrios bajos pero también en sus zonas de lujo (creo que el equipo de la película pasó los 10 meses del rodaje en los barrios más conflictivos para contagiarse del particular elan vital que transmiten esas zonas). Mucha lucha entre buenos y malos (los malos que, con frecuencia, además de malos son bastante tontos pues los sorprenden con facilidad). Y en medio de todo ese fregao de sentimientos y tiros, las curvas infinitas de Amanda (Eva Mendes) que, ya desde el inicio del film (por cierto, vaya comienzo en plan “chicos pónganse las pilas que esto va a ponerse duro”) te transportan a otros sueños menos agresivos pero no menos intensos.

viernes, marzo 28, 2008

Lo mejor de ser hombre


Viaje a Málaga esta semana. Muy accidentado. Con retrasos de aviones, pérdida de conexiones y las consabidas secuelas de que pierdes el día en el aeropuerto. Y lo que debía durar dos horas dura 10. Pero vamos al tema.


¿Qué es lo mejor de ser hombre? ¿Y lo mejor de ser mujer?

Eso es lo que iba peguntando ayer un estudiante (supongo que de periodismo) en la Facultad de Educación de Málaga. Armado con su micrófono y una grabadora pequeñita se pasaba por las mesas de la cafetería. En la nuestra estábamos un grupo de profesores varones y una compañera. Y todos miramos hacia otro lado despavoridos. Muy difícil dijo alguien. Mala pregunta, dijo otro. ¿Y por qué ha de haber un mejor de los hombres distinto del de las mujeres?, dijo ella. Ante la insistencia, un poco light hay que reconocerlo, del estudiante (ya se debía haber dado cuenta de que éramos profesores y de que poco iba a sacar en límpio de nosotros) todos querían escaquearse y marchar a pedir su café. Total, que al final, ninguno de los 6 de la mesa fue capaz de dar su respuesta. ¿Difícil? ¿Incómoda? ¿Demasiado vulnerable a los tópicos (por supuesto, no dejó de salir aquello de mear de pie)?


Luego me quedé pensando. ¿Y qué es realmente lo mejor de ser hombre? ¿Será que que hemos llegado a un estado de resignación tal que ya lo de ser hombre es sólo la cruz de género que te toca llevar? Las cosas que hacían los hombres ya no son de hombres o ya no dan para enorgullecerse de ellas. Todo aquello de la "fuerza física", la "firmeza", la "racionalidad" son valores en franco declive. Y en todo lo demás nos superan las mujeres.


No es que tenga nostalgia de todo eso. Pero es verdad que las cosas están cambiando mucho. Y en esos cambios, los hombres nos estamos quedando casi sin referentes. O quizás sea que los que nos quedan son blanditos y es como pisar en un colchón de aire de esos que ponen en las ferias para los niños. Demonios, ¿qué es lo mejor de ser hombre?


Sí, ya sé que hay una respuesta inteligente: "lo mejor de ser hombre es que así podemos relacionarnos con las mujeres y disfrutar juntos". Pero me parece demasiado oportunista y un poco patética. Y hasta podrían tacharla de sexista.


En fin, un lío. Eso debe pensar el ensimismado pensador de la calle Larios, de Málaga. Quizás haya pasado por ahí hace un rato el estudiante de marras con su preguntita. Y mira como ha quedado, el pobre. Dejémoslo en que no es una buena pregunta.

miércoles, marzo 26, 2008

Desenfadarse



Ya está bien de cine, ¿no?. Al final, comentar una película es todo un encaje de bolillos. Tienes que tratar de desentrañar lo más posible la historia para sacarle punta pero sin desvelar sus puntos clave. Sería una putada para quien haya leído el blog antes de verla, le quitaría su interés. El otro día leí una carta furibunda de un lector a un programa de televisión en el que al presentar una novela policíaca habían leído el último párrafo. Supongo que el autor les presentaría una demanda. Pero bueno, también tiene su interés porque siempre encuentras temas interesantes que comentar. Además te permite comprobar que casi nunca coincides con los críticos oficiales, lo cual me encanta.

Pero lo de hoy no va de cine sino de relaciones de pareja. Otra vez más. Es que tiene su morbo, la verdad. La cosa es que un par de parejas de amigos estaban estos días de morros. Se les notaba mucho (eso se nota mucho aunque todos pretendemos disimularlo, pero es difícil). Y claro, enfadarse es fácil. A veces, incluso, el enfado llega de forma inesperada. Otras veces se va fraguando y se le ve venir, como a la tormenta que se produce después de varios días de nubes y vientos. Uno ya se da cuenta de que en cuanto salte la primera chispa aquello va a estallar. Por otra parte, los enfados son de tantos tipos, de tan diversos orígenes y de tan diferentes grados que habría que hacer todo un tratado para clasificarlos. Además es la parte mala de los conflictos. Así que prefiero elucubrar sobre la parte buena de las crisis, el momento de desenfadarse.

La pregunta es clara, ¿cómo se desenfada la gente? ¿Qué tipo de estrategias utiliza para recuperarse tran un enfado? Igual que todos hemos pasado por enfados, supongo que habremos pasado, también, por la experiencia de desenfadarnos. Sería estupendo tener una especie de lista de recomendaciones para superar los enfados. O un Manual de estrategias de aproximación y fusión para salir de las crisis (crisis pequeñas como los enfados, las otras crisis son más complicadas y se escapan de cualquier Manual).

Tengo un amigo que cuando se enfadaba con su pareja, compraba un queso gallego magnífico (de esos tiernos, cremosos, apetecibles) y se iba con él y una flor a la casa de ella. Se reconciliaban en torno al queso. Y a un buen vino. Verlo aparecer con el queso y la flor era, supongo, como una confesión explícita no sé si de culpabilidad, pero sí petición de excusas. Y una declaración del deseo de querer salir del atolladero. Les funcionó, al menos provisionalmente.

Los manuales de psicología doméstica recomiendan las conductas paradójicas. Algo así como hacer lo contrario de lo que te apetecería hacer si hicieras caso a tu hígado. En lugar de una carta de insultos un pequeño poema, en lugar de echarle la culpa a ella echártela tú, en lugar de mantenerte callado y esquivo, buscarla y hablar (el problema es saber cómo empezar, sobre qué hablar y en qué tono). Ahora con Internet, los móviles y los correos electrónicos es un poco más fácil. Siempre resulta menos embarazoso escribir un mensaje que someterte a un tercer grado presencial.

Me ha tocado mucho ver, desde pequeño, estrategias de acercamiento progresivo tras unos días de tensión y silencio. Eran las amabilidades interpuestas, las atenciones, el estar pendiente del otro. Eso que se dice de alguien, que “está como una seda” y que viene a decir que efectivamente intenta pasar página aunque le cueste. Otra de esas estrategias que me encantan (y no da mal resultado, según he podido ver) es la de los pequeños contactos y gestos: un roce (que parece casual pero que te has pasado horas planificando), un pequeño toque (para ceder el paso, para ayudar a hacer algo), una caricia (casi disimulada para que no parezca caricia) y, si uno está ya lanzado, un beso sorpresivo y casto (como quien no le da importancia ni pide nada a cambio).

Y luego están las verbalizaciones directas. Es la estrategia más peligrosa, desde luego. A veces, comienzas hablando para arreglar un problema y acabas la conversación con 4 ó 5. Las conversaciones sabes como empiezan pero no como acaban. En cualquier momento se retuerce un argumento o aparece una interpretación inusitada y se va todo al carajo. Pero otras veces está bien, al menos si ambas partes están empeñadas en que la situación cambie.

En fin, antes se decía que la mejor forma de resolver un enfado es con un buen polvo. Polvos terapeúticos, les llaman algunos (más nosotros que ellas). Desde luego es una buena idea, pero no es tan fácil de conseguir. Antes de llegar al polvo hay que recorrer mucho camino. Y a veces no sabes dónde está esa senda ni con un buen GPS.

En fin, podría pensarse que lo de desenfadarse es algo que se refiere sobre todo al otro o la otra con quien estamos enfadados. Pero si miramos al diccionario, la cosa no está tan clara. Desenfadarse, nos dice, es tranquilizarse, calmarse, apaciguarse, serenarse, aplacarse, moderarse, sosegarse, templarse, ablandarse, suavizarse, desarrugar el entrecejo. Leche, cualquier diría que uno no se enfada con su pareja, sino que lo que tiene es un problema consigo mismo. Pues mira, pensándolo bien, ésa es otra forma de ver el problema que yo no la tenía en mi Manual. Voy a tener que actualizar mis habilidades (y mi bibliografía).

martes, marzo 25, 2008

Como la vida misma.


No es que no hubiera cine este fin de semana, que lo hubo, pero se trató de una película menor, de esas que sientes que están bien para pasar el rato pero que poco puedes sacar de ellas. Pues eso, a falta de nada mejor en la oferta nos fuimos a ver “Como la vida misma”, película americana de Peter Hedges. del 2007 pero recién estrenada en España. Casi es mejor el título, por lo sugerente, que la propia película (ya sólo ver el cartel anunciador te echa para atrás).

Se trata de una comedia protagonizada por Steve Carell, aquel de “Virgen a los 40”, o “Sigo como Dios” y del que está a punto de estrenarse “Superagente 86”. Vamos, un cómico notable en el panorama de Holliwood. Y la película que comento está en su línea. Es una interpretación correcta, sin sobre actuar (pecado de muchos cómicos) y viviendo la historia con realismo. Una historia que tiene poco que ver con “la vida misma”, aunque no ha dejado de recorarme a algunos amigos y la forma en que han afrontado situaciones parecidas.

La historia va de un viudo con tres hijas que busca y rehuye al mismo tiempo el buscar nuevas relaciones. Por supuesto, las hijas son una parte importante de la historia. Dos son adolescentes resabiadas (una de ellas enamorada hasta los tuétanos de un compañero de colegio,lo que desespera a su padre) y la otra, la niña pequeña que da el toque infantil y tierno a sus problemas paternos. También forma parte de la historia la familia extensa de él, con los que van a pasar unos días en una casa de campo de sus padres. Extensa y variopinta pero interesante por lo distintos que son unos de otros. Por cierto, me encantó ver haciendo de padre de la troupe a John Mahoney, el simpatiquísimo padre de los psiquíatras en la serie Frasier. Pues bueno, la cosa es que Dan sale a por el periódico en una especie de huida del fragor familiar y se encuentra con una moza simpática con la que enseguida hace buenas migas y comienza a construir castillos amorosos en su cabeza. Pero resulta que ella es la novia de su hermano y ahí es donde se comienza a complicar la historia. Sobre ese hilo construyen los guionistas las diversas situaciones cómicas y también dramáticas de la situación. Por supuesto, el fin de la historia es previsible. Y en eso, probablemente, es donde menos se parece la película a “la vida misma”.

Tiene escenas muy simpáticas. La representación teatral de los miembros de la familia, me encantó por su originalidad. Cada uno hacía lo que sabía pero todos derrochaban una espontaneidad y un humor excelente. Las burlas a la chica “cara de cerdo” de la cita concertada por los padres para el pobre viudo son también simpáticas (crueles, si uno se las toma en serio, pero simpáticas). Obviamente, estaba claro que ella tenía que ser preciosa, para compensar.
Pero lo que más me gustó fue la magnífica representación que tanto Dan como Marie (Juliette Binoche), la novia de su hermano y su amor oculto, de esa situación particular y contradictoria que viven los enamorados. Sobre todo, los enamorados que no pueden confesar públicamente su situación. Es un sinvivir, como se ve en ellos. En ella, porque vive el dilema de estar simultáneamente con su novio, con el que se lleva bien y con su nuevo ¿quién sabe qué? A quien acaba de conocer. En él porque está, o eso cree, enamorado de esa chica que es la novia de su hermano. No puede sentir celos de él, pero los siente. Primero es ella la que juega con ventaja y él elque se comporta de forma rara, pierde los papeles, hace comentarios idiotas, se comporta como un borde, etc. Como es una comedia uno se ríe de las situaciones pero resulta realmente dramático. Pero luego cambian las tornas y cuando aparece la preciosa “cara de cerdo” es ella la que siente que le falla el mundo a sus pies y que tiene celos y lo pasa mal. También había algo dentro de ella que le hacía sentirse mal cuando el otro se apartaba de ella. Y eso sí que es “como la vida misma”.

sábado, marzo 22, 2008

Soñar con Africa


La Semana Santa en la televisión sigue respondiendo a otras épocas. Es lamentable su oferta en estas fechas. Claro que antes era peor, desde luego. Podías optar entre “Marcelino pan y vino” o la “Túnica Sagrada”. Y en las cadenas más laicas se llegaba como mucho a “Espartaco” o “Ben Hur”. Una sobredosis de nostálgia histórica y religiosa que era el mejor antídoto para no quedarte en casa y marchar a las playas del Sur. Y así, de paso, librarse de los larguísimos oficios religiosos de estos días.

Como digo, la cosa ha cambiado algo, pero tampoco mucho. Ayer, que era Viernes Santo, si uno quisiera tener una siesta un poco divertida, podía optar entre “María, madre de Jesús” (TVE), Los Santos Oficios (TVE2), “El principio: relatos del Génesisy del Éxodo” (Tele5), “Unha trompeta distante” (TVG) y algún que otro superviviente de los programas habituales de chismes o baile. Menos mal que Antena 3 pasaba “Soñé con Africa”, una peli del año 2000, adaptación de la novela de Kuki Gallman (que es la protagonista del film, convertida al final de sus días en escritora y que cuenta su propia historia). Es un trabajo de Hugh Hudson y prometía un rato entretenido, pese a los negros presagios que siempre se ciernen sobre las películas rotuladas como “dramas”.

Uno ya sabe, la experiencia te ayuda, que películas de este tipo dan mucho pie para lucirse con la fotografía (es extraordinaria), con mensajes ecológicos (es una fuerte llamada al conservacionismo y a la lucha contra los furtivos que masacran animales para robarles sus colmillos) y, desde luego con historias románticas. En las tres cosas es una película excelente. Los paisajes son maravillosos y llevan, realmente a soñar con África. Supongo que es la sensación común tras ver la película, unas ganas enormes de irte a África, de disfrutar de aquellos lugares, de sentir aquella paz. La moraleja conservacionista se diluye un poco entre los episodios de la historia, pero se deja claro el valor de la naturaleza y los animales, del saber convivir con ella y con ellos, del no dejarse llevar por los lucros inmediatos y a tan alto coste. Y la historia romántica resulta muy interesante. En fin, cumple muy bien sus objetivos. Y eso sin mencionar el papel magnífico que hace Kim Basinger, preciosa y muy metida en el personaje que va mucho más allá de exhibir su belleza física. Y, también, digno el papel del coprotagonista Vicent Pérez, un personaje lleno de matices y con el que resulta fácil identificarse (a los hombres, claro).

Por eso, a veces confunden, juicios tan severos y dogmáticos del film como han hecho algunos críticos. "Aburrido e inverosímil melodrama", ha escrito el crítico de El País. Así, cortando por lo sano. Siendo que narra una historia real, o eso prometen, no habría que considerarla tan inverosimil. Otro ha escrito (bajo el título de “soñé con olvidarla”) que es una historia (tan) cursi, inverosímil y moralizante que terminas por distanciarte de ella. A otro le ha parecido que en ella se aburren hasta los “ñus”. En fin, también las hay, positivas y que destacan algunas de las cosas que ya he mencionado.

De todas maneras, a mí me ha parecido una película con mensajes interesantes. Y, a pesar que uno la ve en medio de esa somnolencia leve propia del momento de la siesta, te mete en el cuerpo ciertas preguntas y algunas emociones intensas de esas que rascan el alma y te ponen en guardia. Y casi todas ellas están en torno a la historia de amor que cuenta el film. Historia, que como todas las historias, tiene resonancias distintas para cada uno de nosotros según como haya sido o siga siendo nuestra vida y nuestras relaciones.

“Soñé con Africa” es, ante todo, la historia de una mujer que va buscando a trompicones su propio espacio y sus sueños. Por eso se va a África con su hijo, tras un divorcio y un terrible accidente, siguiendo la estela de su nuevo amor. Pero lo que allí buscaba no es fácil de encontrar. Africa marca otros ritmos, también en la relación de pareja, y cuesta acostumbrarse. Se fué buscando compañía estable, buscando la naturaleza explosiva y, en realidad, con quien se encuentra es con ella misma. Con más tiempo para mirar hacia dentro de sí, a sus propias expectativas, a sus vacios. Y poco a poco los va llenando.Va siendo cada vez más ella misma, al margen de lo que son los demás en su entorno. Al final cada uno va siguiendo su propia historia y se va consumiendo en su propio fuego. Ella va perdiendo las cosas que más quiere pero sigue manteniéndose fuerte porque para ese momento su fuerza ya estaba en ella misma y no en los demás. Y eso lo aprendió allí. Al final quien queda es ella y Africa. Africa, la trágica, la ladrona pero también la gran seductora. “Creemos que cuidamos la tierra, pero es ella la que nos cuida a nosotros”. O al menos, la que nos educa y hace fuertes. Si sabemos leer sus mensajes.

jueves, marzo 20, 2008

Seda



A falta de playas practicables, hemos aprovechado el Jueves Santo para un encuentro de familia en el Pazo de Vilaboa. Una maravilla de restauración. De esas construcciones palaciegas en granito, nuestros pazos, con que sorprende Galicia a cada poco. Y de regreso a casa, aprovechamos para ir a ver Seda, la película de François Girard que estrenaron ayer.
Tengo una adoración especial por la novela de Baricco, Seda, en la que está basada la película. De hecho, siempre que puedo se la recomiendo encarecidamente a mis colegas pedagogos (debería ser nuestro libro de cabecera) para mejorar nuestros escritos que, en términos generales, son infumables. Se aprende mucho con Seda: frases cortas y claras, que narran acciones largas. Sorprende que su autor sea un italiano, idioma que se regodea en bucles lingüísticos y párrafos infinitos (o quizás sea que quienes escriben así son los pedagogos italianos, no sé). El caso es que yo había acabado de leer El Médico de Noah Gordon cuyo protagonista va buscando la mejor escuela de medicina y eso le lleva a Alejandría, un viaje infinito y lleno de dificultades. En realidad buena parte de la novela es ir siguiéndole en su viaje. Y cuando la acabé, comencé con Seda. También se trataba de viajes en busca de gusanos de seda a Japón. Pero la estrategia narrativa era absolutamente distinta. Con Baricco el personaje salía de Francia y en tres líneas ya se había plantado en Japón. ¡Qué maravilla, pensé! Con qué pocas palabras puede describirse un viaje enorme y complejo. Desde entonces me enamoré de Seda. Así que, verla anunciada en el cine ha sido irresistible.

Y está bien. El lenguaje cinematográfico reproduce muy bien esa combinación extraña de celeridad (también en la película el protagonista se planta en tres minutos en Japón) y lentitud (en toda la descripción morbosilla de los sentimientos, de los desnudos, de la relación entre los personajes). Se diría que se hacen desaparecer las distancias para detenerse en los sentimientos. De todas maneras, un argumento como éste, permite ir presentando los paisajes maravillosos por donde va pasando el enviado francés: centroeuropa, los países balcánicos, la China y Japón; desde los desiertos africanos del primer viaje a las montañas euroasiáticas, los grandes lagos y ríos, las nieves eternas de las montañas rusas, los paisajes extraños del Japón. Y, claro, el precioso jardín francés lleno de lirios blancos con que el protagonista (Michael Pitt) trata de compensar a su esposa (Keira Knightley).

El argumento es interesante. Un joven exmilitar, recién casado, al que envían a buscar huevos de seda para reponer los cultivos que se han perdido por causa de una extraña peste que ha afectado los gusanos de la seda en toda Europa. Viaja primero a Africa pero también ha llegado allí la enfermedad. Y eso les obliga a ir a buscarlos a Japón. Allí conoce a una geisha, la amante de su protector, de la que se enamora perdidamente y a la que busca en cada nuevo viaje. En resumen, una buena mezcla de viajes y afectos. Eso le da oportunidad al director de mezclar dos narrativas, la épica y descriptiva (con una fotografía brillante) y la más intimista basada en los diálogos, las miradas, las obsesiones que los personajes van expresando (el poder, el amor, la maternidad, la seducción, la muerte).

Cuando leí la novela me pareció que predominaba el tema de los viajes. Ahora, la película se ha decantado más por la dimensión sentimental y romántica de la historia. Eso es Seda, una historia de dos amores intensos interpuestos por miles de kilómetros.

Entre otras muchas, dos cosas merece la pena destacar en la película. El choque inicial con la cultura japonesa. Muy interesante, aunque el personaje del protagonista lo lleva bien. Me encantó la conversación con el jefe japonés, Hara Jubei, que luego se convierte en su protector y más tarde en su enemigo por celos. El japonés le pregunta ¿quién eres? Y el francés le empieza a contar que es francés, que estaba en el ejército y lo dejó para venir a comprar huevos de seda a Japón. “Eso no es quién eres, le dice el japonés, eso es tu trabajo”. Perfecto. Hay un test de personalidad que hace una pregunta parecida para saber dónde pone cada uno su identidad, sobre qué la construye.

Y, desde luego, todo el contenido romántico de la historia. Tantas ausencias y regresos llenan el clima del film de una tensión emocional que quienes viajamos mucho conocemos bien. Y entre tanto trajín, algunas perlas como la frase que le dice ella en una de sus llegadas: Soñé que habías muerto y ya no quedaba nada hermoso en el mundo. Precioso, ¿no?. Y el final de la película es espectacular. Como una de esas explosiones finales en los fuegos artificiales, cuando dejan los mejores fuegos, los más espectaculares, para la traca final. La carta de amor final es todo un espectáculo, de una sensibilidad escalofriante. Y conocer su autora toda una guinda con la que se cierra una historia preciosa. Me sigue encantando Seda. También en el cine.

miércoles, marzo 19, 2008

Pobres bajitos.

Está visto que las desgracias nunca vienen solas. Ya es bastante malo que uno no pueda escoger su estatura, pero la cosa no podía quedar así, no, ahora nos enteramos de que además la estatura (la baja) va asociada a todo otro conjunto de calamidades. “Los hombres de baja estatura y las mujeres o muy altas o también bajitas son las personas más inseguras y, por tanto, las más celosas de sus parejas” (EL MUNDO, 14-03-08,pag. 38). Y no hay nada que objetar. Lo ha revelado una investigación de una universidad holandesa (Groginga) y otra española (Valencia). Entrevistaron a 349 estudiantes españoles y a 200 holandeses (¿qué les habrían preguntado, pobres?)
El punto de partida de la investigación es que “los hombres altos tienen novias más atractivas y un mayor éxito reproductivo porque son los preferidos de las mujeres”. Así, con dos cojones. Y quien se pique, ajos come. Y eso es sólo el principio (es decir, esa realidad que no hace falta demostrar porque es un hecho consabido y evidente). Ahora que medio habíamos superado el fantasma del tamaño del pene, resulta que aparece otro asunto de medidas que viene a hurgar de nuevo en la misma llaga. Está visto que los matemáticos no dejan de enredar.
Bueno, pues lo dicho. Lo de que los altos se llevan las mejores piezas se da como algo sabido y obvio. Lo que los investigadores (el artículo solo cita a una, Rosario Zurriaga, de Valencia) quería saber de los pobres bajitos es si, además de tocarles bailar con la más fea, eso lo llevan mal y resultan celosos y cobardes. ¡Pobres bajitos!.
Y resulta que sí, que además de bajos, son celosos. Un desperdicio. Claro que para saberlo, les dijeron (a los valencianos) que se imaginaran a sus parejas flirteando con otro (se supone que uno alto, eso no lo especifica el informe) y que dijeran qué sentían. Y los bajitos decían que se encabronaban, pero como no podían competir con los altos (que podían darles un par de hostias), pues se comían su malhumor con celos. El grupo de Valencia insiste en que los celos son mayores si el “otro” con el que flirtea tu novia además de alto es un cabrón que te mira por encima del hombro. Y todo esto es más grave aún, si el bajito, además de bajo, es un mierdilla de poca musculatura. Ahí ya no tiene nada que hacer. Ni celos ni leches.
El mundo de los altos es mucho más satisfactorio, por supuesto. No sólo se quedan con las más guapas y son más reproductivos, sino que además, dechados de seguridad ellos, les importa un carajo si su novia flirtea con otro (y si es bajito, vamos, hasta les da la risa). Y si el otro se pone pesado, saben que su altura y prestancia son armas suficientes para disuadirlo de competir por su compañera. En fin, lo altos no ven que existan razones para ser engañados. Por Dios, están seguros de que las mujeres son inteligentes y siempre les prefirán a ellos...
Claro que en la muestra estudiada también había chicas. En ellas la cosa se complica un poco. Las que mejor lo tienen son las medianas. Las muy altas lo pasan mal, parece, pero se consuelan porque en caso de conflicto (su chico flirteando con otra) siempre les queda la opción de amenazar a la rival con dos leches, que para eso son altas y fuertes. Y las mujeres bajitas, también lo tienen crudo. Y si además de bajitas son gorditas, a tomar por el saco sus expectativas. No les va a quedar más remedio que contentarse con un bajito.
Claro que acabo de ver que otra investigación, ésta de una universidad americana, ha descubierto que en la prehistoria los chaparritos eran los más listos y resultaban irresistibles a las mujeres. Pena que la fascinación duró, según la investigación, hasta que aparecieron las armas y entonces se impuso la ley del más fuerte. Y así nos va desde entonces.

Hay que ver qué crueles son las investigaciones. Y, a veces, qué chorras.

lunes, marzo 17, 2008

Los falsificadores


Un fin de semana “especial”. Viaje a Pamplona para ver a los papis y, a la vez, celebrar con mi hijo Michel su cumpleaños (31 tacos) a base de chuletones gallegos y empanada especial. Como mis hermanos son carnívoros por condición genética, creo que disfrutaron mucho de los placeres de la carne. Y todos lo pasamos muy bien, como siempre que nos reunimos. Ojalá sigan durando mucho estos encuentros. No importa que el viaje sea pesado. Lo importante es que regresas con nuevas noticias y la tranquilidad de haber reajustado tus seguridades. A veces, las cosas hay que verlas y sentirlas así en el cuerpo a cuerpo, en los abrazos, en el mus, en el ver comer, en la conversación. Total, que vuelves con energía para otras tres o cuatro semana, hasta que los recuerdos se vayan desdibujando y precises un refresh urgente.

Los 700 y pico kilómetros de regreso se hicieron cortos. La radio estuvo especialmente amena ayer domingo. Sobre todo, hicieron un programa en Radio Nacional sobre el lengüaje políticamente correcto y los eufemismos que fue una delicia. Así que salimos a las 8 y pico de Pamplona y ya estábamos a la hora de comer en Santiago.

Y por la tarde cine, por supuesto. Acababan de estrenar Los Falsificadores, oscar a la mejor película extranjera y Sémici de planta al mejor actor. Así que no había duda.
He leido en alguna parte que no se mereció el oscar a la mejor película extranjera, que se la dieron por la influencia del lobby judio. No lo sé, porque no conozco las otras que competían, pero desde luego es una grandísima película. Stefan Ruzowitzky, el director, ha facturado un gran film. A lo que se ve, tomó la historia de la novela The Devil’s Workshop. Una historia que narra un hecho real de la segunda guerra mundial en la que los nazis reunen en un campo de concentración a un grupo de judios especialistas en trabajos que permitirían imprimir billetes falsos: libras esterlinas y dólares. Lo lograron con las libras esterlinas (los rótulos finales del film señalan que por una cantidad enorme, tres veces la reserva del Reino Unido) pero no así con los dólares, por el sabotaje interno que algunos presos aplicaban para no favorecer al ejército alemán.

Impresionante el escenario. En realidad todas las películas que tratan el tema del genocidio son perturbadoras. Demasiada ruptura de la racionalidad. La película recuerda en muchas ocasiones a la Lista de Schindler. En realidad, todo el film se desarrolla dentro de un barracón aislado del resto. Pero, así y todo, te pasas las casi dos horas que dura, con el alma en vilo.

Magníficos los actores. Sobre todo Karl Markovics. Logra una mezcla perfecta del delincuente habitual y bohemio que disfruta con la vida de regalo que se puede permitir con sus falsificaciones, del jefe de grupo cuyo objetivo es sobrevivir sin pensar en nada más y, al final, incluso del hombre quemado que empieza a vislumbrar que hay cosas por las que merece la pena luchar, sobre todo por tus compañeros. Su stone face (esa cara de tipo duro y malvado) le sienta bien y él la humaniza. En eso me ha gustado más que el personaje que interpreta Bardem en No es un país para viejos (también duro y frío pero con menos vida). Y, en general, todo el reparto hace papeles muy creíbles, llenos de matices y de humanidad. Otra película coral que te va atrapando en las distintas dimensiones y vivencias que va presentando.

Tiene muchas cosas esta película que te golpean constantemente. Ya no es sólo la facilidad con que alguien puede pegarte un tiro. Es decir, esa sensación de que tu vida no vale nada (todos los personajes viven la experiencia sintiendo la necesidad de vivir pero con la conciencia de que al final los matarían). La alienación absoluta: tú no eres tú, eres un objeto prescindible que los nazis utilizan a su antojo.

Y el dolor. Ese dolor que se refleja en la cara de los personajes. Un dolor en grado máximo, desgarrador. El padre que descubre en los pasaportes de desecho los de sus hijos. El marido que se entera que su mujer también está en Auschwitz. El enfermo que ha de acultarse para que no lo maten. En fin, todo es un dolor que abruma. Y pese a todo no te impide seguir la historia con interés. Al final, eso sí, sales con un peso encima importante.

Pero de todo lo que sucede en el film, lo que más me afectó fue el dilema moral presente. Como lo vivían algunos de los presos, no tienes más remedio que entrar en él e identificarte con unos u otros. ¿Qué puedes hacer en un contexto así: colaborar para que no te maten o renunciar a la vida para evitar los males que tu acción pueda tener (en este caso, que los nazis se hicieran con más dinero y mantuvieran la guerra)?. No es fácil, la verdad. Hay que tener mucha fuerza de voluntad y mucho coraje para renunciar a vivir. La idea de sobrevivir a cualquier precio parece lo más evidente. Sin pensar en nada más. Pero hay personas con la visión suficiente como para poder sobreponerse a esa necesidad. Con el agravante, además, de que eso puede que acasione la muerte de los que le rodean. Un dilema en toda regla.

Y luego, el propio papel de los alemanes. Otro dilema de narices. Lo recordaban esta semana pasada con respecto a los militares de Argentina, en los momentos de la represión. Los torturadores, decían algunos testigos, eran personas normales que llegaban por la tarde a su casa y jugaban con sus hijos pequeños, hacían el amor con su esposa, salían a cenar con los amigos. Durante el día habían estado masacrando rebeldes, torturándolos, quitándoles la vida. ¿Cómo compaginar ambos mundo? Se producía como una especie de esquizofrenía, decía la doctora que analizaba algunos casos. Ellos lograban hacer dos compartimentos estancos en su vida: el trabajo y el resto de la vida. Soy psicólogo pero no logro entender ese proceso. Me parece demasiado perverso. Pero lo mismo me sucede con los terroristas, o los violadores, o con torturadores de cualquier tipo. Son malformaciones tan extremas de la psicología humana que resultan difíciles de entender.
Ese juego de alemanes buenos y malos también aparece en el film. Y el comandante del grupo de falsificadores le lleva una tarde a su casa y le muestra a su esposa (ella sí con pinta de estúpida y queriendo demostrar con la visita del preso que las cosas en el campo de concentración no son tan malas como dicen) y sus hijos. Y le habla de su ilusión con respecto a la educación de los niños (rubitos, perfectos). Es un padre modelo que tiene un trabajo duro.

Y en ese contexto tan cargado de emociones, una música perfecta. A veces con toques clásicos. Otras veces con tangos rasgados en formato minimalista. Y el mar, como metáfora del mundo abierto, libre, expansivo. La otra cara del barracón oscuro y acongojante.


martes, marzo 11, 2008

¡Hijos de puta!

De todos los acontecimientos que hemos vivido en este fin de semana electoral en España, lo que más me ha impresionado es ese “¡Hijos de puta!” que desde el fondo de su angustia gritó Sandra, la hija de Isaías Carrasco, el exconcejal del PSOE asesinado por ETA el viernes. Solo tengo que deciros que sois unos hijos de puta, acabó su mensaje. Ya tuvo que echarle huevos para poder hablar en aquellas circunstancias (¡tiene 20 años, por Dios!) y cada nueva palabra era como una bocanada de emociones que salían del volcán de su pecho absolutamente incandescente. Entre lágrimas, pero aún entera, pudo ir diciendo que quería a su padre, que había sido un buen hombre, que estaba orgullosa de él. Nos pidió a todos que le rindiéramos el homenaje de ir a votar y que no se manipulara el dolor de la familia. Y al final, ese grito de guerra salido del infierno personal al que le habían arrojado cinco tiros asesinos. Solo tengo que deciros que sois unos hijos de puta.
Pobre cría. 20 años que estaba viviendo en libertad y entre piercings, como todas sus amigas. Y se le fue media vida. Así de golpe. Otros señalaron que su padre debía ser una víctima y a ella le tocará llevar la cruz, Ya ha comenzado a asumir su nuevo papel teniendo que hablar en público en nombre de su madre y sus dos hermanos (el pequeño de sólo 4 años).
La muerte no es fácil de entender nunca. Rompe todas tus seguridades. Te sume en una profunda angustia. Pero cuando llega así, intencional, asesina, planificada, aún debe ser más difícil de aceptar. ¡Qué terribles sentimientos de odio debe crear una situación de esas! Supongo que lo que más desearías es llevarte por delante a quien lo ha hecho, a quienes lo han apoyado, a quienes están por detrás de esas cosas. Algunos de ellos vecinos de ella, seguramente. Terrible sensación de odio que debe costar lo infinito abortar dentro de uno.

Y si esa situación es estremecedora en el mundo personal de esa chiquilla, no lo es menos lo que está sucediendo en el conjunto de la sociedad vasca. Me dejó impresionado la respuesta que una señora mayor que volvía de la compra dio a la periodista que le preguntaba por el atentado. “Una desgracia, decía ella, una desgracia. Además era un chico que no se metía en nada”… No se metía en nada. Ella no entendía su muerte porque no lo vinculaba a ninguna actividad relevante (cobraba el peaje en la autopista). Pero habría podido entenderla en caso de que siguiera siendo concejal, o empresario, o maestro, o un vivalavirgen. Es decir, ha ido calando la idea de que si ETA mata a alguien por algo será. Algo habrá hecho, se decía ante los asesinatos en mis tiempos de estudiante. Y esa cultura terrible se ha ido asentando en los espíritus de la gente hasta hacerse inconsciente. Pero es terrible. Es el terrorismo subyacente, el que acaba habitando en la gente normal, el que introduce dudas sobre la honorabilidad del muerto y lo hace, al muerto, responsable de su propia muerte. Algo habrá hecho…

Hacer amigos


Ha sido un fin de semana de esos que no deberían existir. El fin de semana está para descansar relajadamente y no para agobiarse con el trabajo pendiente. Además cuando uno quiere hacer demasiadas cosas acaba no haciendo bien ninguna. Y eso ha sucedido este fin de semana que comienzas ya mal el viernes y acabas trastabillado hasta el lunes. Como cuando comienzas el baile con el pie cambiado. No hay puñetera manera de recomponer las cosas. Menos mal que todo ha quedado en cansancio de espalda y algunos desencuentros. Pero eso pertenece ya a otro negociado.

La verdad es que la cartelera de estos días está por los suelos. No hay qué escoger que merezca la pena. Así que hay que valerse de los alquileres. Y escogí una peli francesa del año pasado Mon meilleur ami de Patrice Leconte.No estuvo mal. Como me gusta esa peculiar parsimonia y ese toque sentimental adobado de humor inteligente del cine francés, estuve entretenido. Por otra parte, la presencia de Daniel Auteuil, era toda una garantía.

La historia es sencilla y provocadora. Un coleccionista de objetos artísticos se ve en la mitad de su vida sin amigos. Puesto en la tesitura de decir quién es su mejor amigo no sabe a quién atribuir ese calificativo. En realidad, se hace consciente de que no tiene amigos. Y ahí comienza su búsqueda, guiado por un taxista comunicativo y amable que, a la postre se convertirá en su mejor amigo. Parece que está buscando al amigo necesario para ganar la apuesta, pero en realidad a quien se está buscando es a sí mismo. Se va planteando las preguntas esenciales que nunca se había planteado: qué es un amigo, cómo se hacen amigos, qué tienen de particular las personas sociables que les diferencia de las asociales.

Ésa es la parte interesante del film. Le va metiendo a uno en sus propias reflexiones. Varias cosas de las que fueron apareciendo resultan interesantes en este discurso sobre la amistad. Un amigo es aquella persona a la que “puedes pedirle lo que quieras”. Un amigo es aquel que “asume riesgos por ti” (claro que el riesgo que él le pide que asuma es poco amistoso).

Pero me gustó más su teoría de las “3 eses”. Si quieres hacer amigos tienes que ser Simpático, Sonriente y Sincero. Me parece magnífico aunque difícil de lograr. ¿Lo de simpático es hereditario o se aprende? Quizás un poco de ambas cosas, pero lo importante es justamente ser simpático, no hacerse el simpático porque eso se nota mucho y suele ocasionar efectos opuestos a la amistad. Lo de sonreir está bien, aunque algunos hemos de vivir con la contradicción de pensar que sonríes mucho y resulta que te toman por serio permanente. Y a mí, por lo menos, eso de las sonrisas forzadas me tira bastante para atrás.Me gusta la gente que ríe, incluso escandalosamente. Yo era de esos. Mis amigos decían que les avergonzaba cuando íbamos al cine juntos de las carcajadas que soltaba. Quizás por eso me identifico mucho con la gente que ríe. Y me desagradan los que fingen la sonrisa. Por eso, seguramente, aparece la tercera condición: la sinceridad. Insisten los guionistas en eso: lo peor que le puedes hacer a un amigo es engañarle, mentirle. Estoy de acuerdo (en la teoría) aunque luego en la práctica tengo más dudas.

Hablando de mentir y menriras, hay que ver qué importancia le han dado a eso en la campaña electoral. Los candidatos se acusaban constantemente de mentir. Claro que cada uno de ellos no buscaban, exactamente, hacerse amigo del contrincante. Pero chocaba la violencia con que se echaban en cara el mentir como si fuera la peor denuncia que pudieran hacerse mutuamente. ¿Y el anuncio del PP en el que la chica confesaba estar defraudada, parecía que con su novio, porque le había mentido y después resultaba que no que era con Zapatero? En todo caso es verdad, sienta muy mal cuando un amigo o amiga te dice algo y tú sabes (o te enteras después) que es mentira. Es una sensación terrible. Aunque sea sobre cosas menores. Rompe el principal pacto en el que se basa la amistad: la confianza. Y si ves que te mienten ya no puedes tener confianza. Eso eslo grave.

Pero en fin, no nos pongamos dramáticos. La cuestión es que el protagonista al final descubre que sí es capaz de hacerse con un mejor amigo. Y no solo eso, acaba descubriendo que ya tenía amigos antes, pero estaba tan centrado en sí mismo que era incapaz de identificarlos.

Lo dicho, me gustó. Y, como me suele suceder con el cine francés, te queda un retrogusto muy especial, como en los buenos vinos.Una mezcla de toque a los sentimientos y de lección amable de ciudadanía.

lunes, marzo 03, 2008

Man to Man



Fin de semana tranquilo a la fuerza (las migrañas son impacables y las puñeteras llegan últimamente en fin de semana). Así que mucho tiempo para sofá y somnolencias varias, lecturas y otros divertimentos menores. Aproveché para alquilar una peli y adelantar la habitual sesión de los domingos (hoy nos tocaba teatro con la Concha Velasco en Filomena Marturano). El chico del videoclub me aconsejó Man to Man. Le hice caso.

No está mal, la verdad, aunque se hace larga. No me suena de haberla visto anunciada en los cines y eso que es un film reciente, de 2005. En todo caso no creo que tuviera mucho éxito. Está dirigida por Régis Wargnier y trata la historia de un médico escocés (Joseph Fiennes) que en nombre de un grupo de científicos se desplaza a la selva africana en compañía de una aventurera (Kristin Scott-Thomas) que se dedica a la importación de animales para los zoos. Él va en busca de pigmeos en los que creen encontrar el eslabón más antiguo de la evolución del mono al hombre. Está catalogada como película de aventuras pero ni es tan trepidante como una de aventuras, ni tan seria como una histórica o documental. Pero la idea está bien. Los actores hacen su trabajo con dignidad, aunque los personajes que les han adscrito resultan demasiado rígidos y tópicos. Los pigmeos están estupendos, transmitiendo siempre esa sensación de angustia que sin duda debían sentir al ser tratados como objetos o, pero aún, como material de observación.

Lo que más molesta, con todo, es la forma en que representan a los científicos. Como gente dura, insensible. Gente que se alimenta de narcisismo y es capaz de sacrificarlo todo a la confirmación de sus hipótesis y al éxito académico. Convertir a los sujetos en objetos, eso es lo que pretenden hacer en nombre de la ciencia. O convertirlos en espectáculo, en nombre de la economía. Ya sabemos que ése es un dilema moral que está presente en cuantos trabajan con seres humanos y cuya resolución va variando a medida que va mejorando el nivel cultural de la sociedad. Lo chocante en la película es que esa ceguera moral esté instalada en las sociedades científicas que, se diría, deberían representar el máximo nivel de cultura de su época. Es cierto que la película está ambientada en el siglo XIX y eso puede explicar la facilidad con que se transgreden las normas más básicas de la ética en aras de la ciencia, de los estereotipos o los meros temores. De todas formas, para hacer más patente el dilema de los científicos, el guión contrapone al médico bueno, que descubre que se trata de personas y no de eslabones perdidos, con los científicos fríos e interesados que anteponen sus ideas a cualquier consideración humanista. Eso hace más evidentes las contradicciones.
Y en medio de todo el fregado, la pareja de pigmeos, sintiéndose el centro de todas las miradas, de todos los temores, de todas las fantasías de los otros. El hombre (para ellos el macho) resulta agresivo (supongo que como simple proyección de su instinto de conservación) y la mujer (la hembra) simplemente huidiza y asustada, por eso es ella la que te lleva a identificarte más y a ponerte en su lugar.
En fin, una historia interesante aunque poco creíble. Le hace a uno suponer la cantidad de barbaridades que se habrán cometido a lo largo de la historia en nombre de la ciencia. ¡Cuántos pobres sujetos habrán sido sacrificados para que sus estudiosos mejoraran su ranking de reconocimiento!
El otro día leí de alguien que criticaba las actuales políticas de inmigración de los países europeos. Decía que los políticos se sorprendían porque lo que pedían era “trabajadores” y lo que estaba llegando eran “seres humanos”. Algo así les pasó a los científicos y empresarios que aparecen en este film: ellos fueron a buscar objetos de estudio científico, eslabones perdidos, especímenes de circo; pero lo que trajeron, sin darse cuenta, fue “seres humanos”. Y se negaban a reconocer la diferencia. Salvo el bueno, claro.

sábado, marzo 01, 2008

Nuestro árbol.


Nuestra vida está llena de esos recuerdos cálidos asociados a personas, cosas o lugares a los que gusta mucho volver y darse un chute de melancolía. Supongo que cuanto más sentimental, más vulnerable es uno a esas situaciones. A él le debía pasar eso. Me había hablado de un árbol especial en el Parque de Bonaval. Quería volver a verlo antes de regresar y como aún nos quedaba un tiempo, lo llevé donde su árbol.

Allí estaba, justo a la entrada al parque. El primero a la izquierda. Un árbol hermoso, he de reconocerlo. De esos que transmiten seguridad y cobijo. Un árbol apto para confidencias, me confesó. También me lo pareció a mí.

Me contó que hace algunos años había conocido a una chica. Ya la conocía de antes pero fue en aquel verano cuando se confesaron su mutua atracción. Era el 25 de Julio, recordó, y fui a buscarla a su Hotel por la mañana. Había manifestación nacionalista por el día da Patria Galega. Fuimos sorteándola y acabamos paseando por la parte vieja en dirección a Santo Domingos de Bonaval. Visitamos el Museo de Arte Contemporáneo y tomamos allí un piscolabis a medio día. Después nos fuimos al parque de Bonaval. Fue una tarde maravillosa, me confesó con el gesto arrebolado y la mirada llena de nostalgia. Era una mujer muy especial, muy ardiente, me decía. De esas a las que las caricias, incluso las leves, las van encendiendo como a una hoguera y acaban estallando en una policromía infitina de suspiros y movimientos como un arsenal de fuegos artificiales. Y te arrastran en su propio estallido. Nunca había sentido algo así, decía emocionado. Al principio tenía miedo de que alguien me reconociera pero luego hasta eso se me olvidó. Nos tumbamos en el prado, nos sentamos confidentes sobre las tumbas del cementerio, paseamos buscando sosiego a los sentidos, en fin, fue una tarde espléndida.

Habíamos empezado nuestros primeros escarceos bajo este árbol y aquí fue también donde acabamos. A esas alturas de la tarde mis caricias eran bastante atrevidas (aunque ella seguía controlando muy bien mis manos y se mostraba intransigente en la defensa de ciertas fronteras) y sus besos me devoraban literalmente. Para que nada faltara en la coreografía, hasta podía vislumbrarse por entre las torres de la catedral y los tejados de las casas, una puesta de sol absolutamente deslumbrante. No sabíamos cómo concluir aquella tarde mágica. Yo me hubiera quedado eternamente allí, pero ella tenía comprometida una cena. Así que empezó a anegarnos una especie de desconsuelo que se fundía bien con la caída del sol. Entonces fuimos conscientes de la belleza del árbol que nos cobijaba. Y lo hicimos cómplice de nuestros anhelos.

Hubiéramos marcado nuestros nombres en su corteza pero ya no teníamos edad para eso. Demasiado cursi y poco ecológico. Volando como estábamos en el nirvana de las satisfacciones concentradas, nos pusimos a hablar con el árbol y a hacerlo testigo de nuestras promesas. Supusimos que no éramos los primeros en hacerle nuestras confidencias y que, con su porte sereno y profesional, sabría guardárnoslas. Prometimos que, aunque no nos viéramos mucho, nos querríamos siempre. Que cada uno guardaría en su interior un pequeño rinconcito, como si fuera un altar, al que podría acudir de vez en cuando para avivar los recuerdos y alimentar la nostalgia. 5 minutos al día, fue nuestra promesa. 5 minutos diarios durante los próximos meses. Y en esos minutos habríamos de pensar fijamente en el otro, con intensidad, tanta que hiciera posible que le llegaran nuestras vibraciones hasta dondequiera estuviera. Prometimos pensar en el árbol y pensarnos bajo su ramas protectoras cuando precisáramos de su ayuda. Y eso es lo que he venido a hacer, dijo con los ojos tristes, mientras miraba fijamente hacia el árbol como si estuviera haciéndole una petición.

¿Qué ha pasado con la chica?, le pregunté, pareces triste. Ya no sé nada de ella, contestó. Volvimos a vernos varias veces, durante bastante tiempo nos hablábamos… Fue para mí una fuente constante de alegría. Era especialista en hacerte sentir intensamente. Era una chica muy especial. Pero se acabó. No sé por qué, pero ya no sé nada de ella. Y me ha quedado como un vacío enorme. Me apetecía contárselo al árbol, nuestro árbol. Quizás él supiera algo.
Vaya, le dije, sí que es una buena historia. Tú siempre tan sentimental… Y a todas estas, le miré sonriendo, qué te ha dicho el árbol? Que ella está bien. ¿Y eso te consuela? No mucho, la verdad, pero ya no conseguí sacarle más. Ella siempre fue muy celosa de su intimidad.
No supe qué decirle. Además qué podría decir.Le pasé mi brazo por el hombro y melo llevé a tomar un ribeiro antes de salir para el aeropuerto.