martes, marzo 11, 2008

Hacer amigos


Ha sido un fin de semana de esos que no deberían existir. El fin de semana está para descansar relajadamente y no para agobiarse con el trabajo pendiente. Además cuando uno quiere hacer demasiadas cosas acaba no haciendo bien ninguna. Y eso ha sucedido este fin de semana que comienzas ya mal el viernes y acabas trastabillado hasta el lunes. Como cuando comienzas el baile con el pie cambiado. No hay puñetera manera de recomponer las cosas. Menos mal que todo ha quedado en cansancio de espalda y algunos desencuentros. Pero eso pertenece ya a otro negociado.

La verdad es que la cartelera de estos días está por los suelos. No hay qué escoger que merezca la pena. Así que hay que valerse de los alquileres. Y escogí una peli francesa del año pasado Mon meilleur ami de Patrice Leconte.No estuvo mal. Como me gusta esa peculiar parsimonia y ese toque sentimental adobado de humor inteligente del cine francés, estuve entretenido. Por otra parte, la presencia de Daniel Auteuil, era toda una garantía.

La historia es sencilla y provocadora. Un coleccionista de objetos artísticos se ve en la mitad de su vida sin amigos. Puesto en la tesitura de decir quién es su mejor amigo no sabe a quién atribuir ese calificativo. En realidad, se hace consciente de que no tiene amigos. Y ahí comienza su búsqueda, guiado por un taxista comunicativo y amable que, a la postre se convertirá en su mejor amigo. Parece que está buscando al amigo necesario para ganar la apuesta, pero en realidad a quien se está buscando es a sí mismo. Se va planteando las preguntas esenciales que nunca se había planteado: qué es un amigo, cómo se hacen amigos, qué tienen de particular las personas sociables que les diferencia de las asociales.

Ésa es la parte interesante del film. Le va metiendo a uno en sus propias reflexiones. Varias cosas de las que fueron apareciendo resultan interesantes en este discurso sobre la amistad. Un amigo es aquella persona a la que “puedes pedirle lo que quieras”. Un amigo es aquel que “asume riesgos por ti” (claro que el riesgo que él le pide que asuma es poco amistoso).

Pero me gustó más su teoría de las “3 eses”. Si quieres hacer amigos tienes que ser Simpático, Sonriente y Sincero. Me parece magnífico aunque difícil de lograr. ¿Lo de simpático es hereditario o se aprende? Quizás un poco de ambas cosas, pero lo importante es justamente ser simpático, no hacerse el simpático porque eso se nota mucho y suele ocasionar efectos opuestos a la amistad. Lo de sonreir está bien, aunque algunos hemos de vivir con la contradicción de pensar que sonríes mucho y resulta que te toman por serio permanente. Y a mí, por lo menos, eso de las sonrisas forzadas me tira bastante para atrás.Me gusta la gente que ríe, incluso escandalosamente. Yo era de esos. Mis amigos decían que les avergonzaba cuando íbamos al cine juntos de las carcajadas que soltaba. Quizás por eso me identifico mucho con la gente que ríe. Y me desagradan los que fingen la sonrisa. Por eso, seguramente, aparece la tercera condición: la sinceridad. Insisten los guionistas en eso: lo peor que le puedes hacer a un amigo es engañarle, mentirle. Estoy de acuerdo (en la teoría) aunque luego en la práctica tengo más dudas.

Hablando de mentir y menriras, hay que ver qué importancia le han dado a eso en la campaña electoral. Los candidatos se acusaban constantemente de mentir. Claro que cada uno de ellos no buscaban, exactamente, hacerse amigo del contrincante. Pero chocaba la violencia con que se echaban en cara el mentir como si fuera la peor denuncia que pudieran hacerse mutuamente. ¿Y el anuncio del PP en el que la chica confesaba estar defraudada, parecía que con su novio, porque le había mentido y después resultaba que no que era con Zapatero? En todo caso es verdad, sienta muy mal cuando un amigo o amiga te dice algo y tú sabes (o te enteras después) que es mentira. Es una sensación terrible. Aunque sea sobre cosas menores. Rompe el principal pacto en el que se basa la amistad: la confianza. Y si ves que te mienten ya no puedes tener confianza. Eso eslo grave.

Pero en fin, no nos pongamos dramáticos. La cuestión es que el protagonista al final descubre que sí es capaz de hacerse con un mejor amigo. Y no solo eso, acaba descubriendo que ya tenía amigos antes, pero estaba tan centrado en sí mismo que era incapaz de identificarlos.

Lo dicho, me gustó. Y, como me suele suceder con el cine francés, te queda un retrogusto muy especial, como en los buenos vinos.Una mezcla de toque a los sentimientos y de lección amable de ciudadanía.

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