miércoles, marzo 26, 2008

Desenfadarse



Ya está bien de cine, ¿no?. Al final, comentar una película es todo un encaje de bolillos. Tienes que tratar de desentrañar lo más posible la historia para sacarle punta pero sin desvelar sus puntos clave. Sería una putada para quien haya leído el blog antes de verla, le quitaría su interés. El otro día leí una carta furibunda de un lector a un programa de televisión en el que al presentar una novela policíaca habían leído el último párrafo. Supongo que el autor les presentaría una demanda. Pero bueno, también tiene su interés porque siempre encuentras temas interesantes que comentar. Además te permite comprobar que casi nunca coincides con los críticos oficiales, lo cual me encanta.

Pero lo de hoy no va de cine sino de relaciones de pareja. Otra vez más. Es que tiene su morbo, la verdad. La cosa es que un par de parejas de amigos estaban estos días de morros. Se les notaba mucho (eso se nota mucho aunque todos pretendemos disimularlo, pero es difícil). Y claro, enfadarse es fácil. A veces, incluso, el enfado llega de forma inesperada. Otras veces se va fraguando y se le ve venir, como a la tormenta que se produce después de varios días de nubes y vientos. Uno ya se da cuenta de que en cuanto salte la primera chispa aquello va a estallar. Por otra parte, los enfados son de tantos tipos, de tan diversos orígenes y de tan diferentes grados que habría que hacer todo un tratado para clasificarlos. Además es la parte mala de los conflictos. Así que prefiero elucubrar sobre la parte buena de las crisis, el momento de desenfadarse.

La pregunta es clara, ¿cómo se desenfada la gente? ¿Qué tipo de estrategias utiliza para recuperarse tran un enfado? Igual que todos hemos pasado por enfados, supongo que habremos pasado, también, por la experiencia de desenfadarnos. Sería estupendo tener una especie de lista de recomendaciones para superar los enfados. O un Manual de estrategias de aproximación y fusión para salir de las crisis (crisis pequeñas como los enfados, las otras crisis son más complicadas y se escapan de cualquier Manual).

Tengo un amigo que cuando se enfadaba con su pareja, compraba un queso gallego magnífico (de esos tiernos, cremosos, apetecibles) y se iba con él y una flor a la casa de ella. Se reconciliaban en torno al queso. Y a un buen vino. Verlo aparecer con el queso y la flor era, supongo, como una confesión explícita no sé si de culpabilidad, pero sí petición de excusas. Y una declaración del deseo de querer salir del atolladero. Les funcionó, al menos provisionalmente.

Los manuales de psicología doméstica recomiendan las conductas paradójicas. Algo así como hacer lo contrario de lo que te apetecería hacer si hicieras caso a tu hígado. En lugar de una carta de insultos un pequeño poema, en lugar de echarle la culpa a ella echártela tú, en lugar de mantenerte callado y esquivo, buscarla y hablar (el problema es saber cómo empezar, sobre qué hablar y en qué tono). Ahora con Internet, los móviles y los correos electrónicos es un poco más fácil. Siempre resulta menos embarazoso escribir un mensaje que someterte a un tercer grado presencial.

Me ha tocado mucho ver, desde pequeño, estrategias de acercamiento progresivo tras unos días de tensión y silencio. Eran las amabilidades interpuestas, las atenciones, el estar pendiente del otro. Eso que se dice de alguien, que “está como una seda” y que viene a decir que efectivamente intenta pasar página aunque le cueste. Otra de esas estrategias que me encantan (y no da mal resultado, según he podido ver) es la de los pequeños contactos y gestos: un roce (que parece casual pero que te has pasado horas planificando), un pequeño toque (para ceder el paso, para ayudar a hacer algo), una caricia (casi disimulada para que no parezca caricia) y, si uno está ya lanzado, un beso sorpresivo y casto (como quien no le da importancia ni pide nada a cambio).

Y luego están las verbalizaciones directas. Es la estrategia más peligrosa, desde luego. A veces, comienzas hablando para arreglar un problema y acabas la conversación con 4 ó 5. Las conversaciones sabes como empiezan pero no como acaban. En cualquier momento se retuerce un argumento o aparece una interpretación inusitada y se va todo al carajo. Pero otras veces está bien, al menos si ambas partes están empeñadas en que la situación cambie.

En fin, antes se decía que la mejor forma de resolver un enfado es con un buen polvo. Polvos terapeúticos, les llaman algunos (más nosotros que ellas). Desde luego es una buena idea, pero no es tan fácil de conseguir. Antes de llegar al polvo hay que recorrer mucho camino. Y a veces no sabes dónde está esa senda ni con un buen GPS.

En fin, podría pensarse que lo de desenfadarse es algo que se refiere sobre todo al otro o la otra con quien estamos enfadados. Pero si miramos al diccionario, la cosa no está tan clara. Desenfadarse, nos dice, es tranquilizarse, calmarse, apaciguarse, serenarse, aplacarse, moderarse, sosegarse, templarse, ablandarse, suavizarse, desarrugar el entrecejo. Leche, cualquier diría que uno no se enfada con su pareja, sino que lo que tiene es un problema consigo mismo. Pues mira, pensándolo bien, ésa es otra forma de ver el problema que yo no la tenía en mi Manual. Voy a tener que actualizar mis habilidades (y mi bibliografía).

1 comentario:

Anónimo dijo...

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