martes, noviembre 18, 2008

1er. Aniversario.

Recuerdo con nostalgia aquellas palabras que ya mencioné alguna otra vez de un sacerdote amigo refiriéndose a los vivos que recuerdan a sus muertos. La muerte y el tiempo que le sigue, decía él, es pasar “de la presencia a la ausencia, del recuerdo a los recuerdos, del dolor a la pena…”. Pero aún se podría seguir. Es pasar de la angustia a la resignación, de la sensación nítida de casi todo a la memoria desvaída, de la herida abierta y sangrante a la cicatriz, del contacto casi diario a los contactos espaciados, de lo extraordinario, impensable, insufrible a la normalidad, a lo irremediable, a lo aceptado. Un largo camino a recorrer en tan solo unos pocos meses. Porque ésa es la primera sensación que uno tiene, parece imposible que haya pasado un año. Pero es fácil reconocer que se trata de un proceso necesario. Duele recuperar la realidad pero la necesitas. Y la vida es sabia, no te permite quedar ahí relamiéndote las heridas.
Ha pasado un año Javier desde que nos dejaste. Ya ves, un año denso de recuerdos que han tenido que ser reelaborados, de emociones que hemos tenido que recomponer, de miradas atrás que poco a poco hemos ido enderezando. Dicen que el tiempo lo cura todo. No creo que sea verdad, pero desde luego es una medicina insustituible. La cosa es, hermano, que nos hemos acostumbrado a vivir sin ti. Casi duele el decirlo. Hace un año, cuando se rompió tu vida creí que con ella se iba también la nuestra, que nunca volveríamos a ser los mismos, que era mucha ausencia para poderla llenar con algo. Pero el tiempo es tenaz. O quizás, la tenas sea la vida que te va llenado los días de cosas, de nuevas emociones, de otras preocupaciones, de más vida. Y el dolor se va mitigando.
Si quien se hubiera muerto hubiera sido yo, me encantaría que las cosas fueran así. Bastante tiene uno con haberse muerto como para estar cargando, encima, con el dolor y la angustia de los que quedaron vivos. Así que lo que un muerto busca, supongo, es descansar. Y que la gente que se ha querido deje de preocuparse y retorne a su vida ordinaria. Que vuelva a ser feliz. Eso desearía yo. Supongo que tú debes pensar también lo mismo. No te veo de muerto-incordio exigiendo diezmos y primicias de tus allegados. Pero para los que nos quedamos aquí, la cosa es más complicada. No es fácil dejar de sufrir, dejar de darle vueltas a los recuerdos, dejar de lamentarse por la ausencia y el vacío que nos dejaste. A cada poco apareces en las conversaciones y te echamos de menos y sentimos tu falta. Y si eso nos pasa a los hermanos, no quiero ni pensar qué debe pasar por la cabeza de tus hijas.
No es fácil relacionarse con los muertos. Aquello de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” es más fácil de decir que de hacer. Y si el muerto es alguien a quien has querido mucho, has necesitado mucho, alguien que ha ocupado un espacio importante en tu vida, la frase, por terapeútica que parezca, casi suena a ofensa. Pues en esas estamos, Pachín, atados a ti en tantas cosas e intentando desamarrarnos del dolor de los recuerdos. Un año ha sido poco tiempo para nosotros. Necesitamos un poco más para que los recuerdos se hagan amigables y para que vuelvas a ser, de nuevo, uno más en nuestras vidas. Ausente pero presente. Con esa presencia dulce y bienhechora con la que recordamos a todos aquellos familiares que murieron pero regresaron a nuestras vidas: los abuelos, los tíos, los amigos, los hijos, incluso. Podemos hablar de ellos sin sufrir, recordarlos con alegría, disfrutarlos. Ojalá podamos hacer eso pronto también contigo.
No puedo decir mucho de la ceremonia del aniversario. La hicimos en los Escolapios de Tafalla. Y había mucha gente. Desde luego, toda la familia (excepto el papá que no se sentía bien y no se atrevió). Y otros muchos del pueblo que os conocían a ti y a nuestra familia. Pero yo conocía a muy poquitos. Todos muy amables y cariñosos. Ya sabes tú que había mucha gente que te quería bien.
En fin, hermanito, mirándolo en positivo, hemos logrado sobrevivir este año terrible. Y bien. Te supongo observándonos desde tu puesto de guardia y alegrándote al ver cómo van las cosas. Tus hijas, estupendas y seguras en los pasos que van dando. La familia, en general, bien y creciendo de manera extraordinaria a base de novios y novias de los sobrinos/as (estupendos todos, la verdad). Los papás ranca que ranca superando la batalla de cada día como si de ella dependiera ganar o perder la guerra. Y los demás (a excepción de Ramón que resulta la parte creativa y renovadora del panorama familiar) en la estela de siempre, con las mismas virtudes y vicios. Y con un año más.
Ya ha pasado un año, Javier. Ya ves que nosotros no te hemos olvidado. Espero que tampoco tú te olvides de nosotros. Y que nos eches una manita con tus influencias. Un beso muy fuerte.

miércoles, noviembre 12, 2008

Aprender a tiempo

Una amiga me acaba de mandar este precioso texto de Borges, del Borges mayor y sabio que es capaz de volver su mirada atrás y poner letra a la canción de su vida. Pero todos somos Borges (bueno, al menos quienes vamos avanzando en este peregrinaje de los años) y seguro que, quien más quien menos, podríamos decir algo parecido a lo que él tan hermosamente cuenta.
Pero no sé si es verdad que vamos aprendiendo. Vamos acumulando experiencia, eso sí, pero no estoy seguro de que esa experiencia acabe convertida en aprendizaje y transformando nuestro pensamiento y nuestra conducta. No estaría mal.




Lo bonito del texto es que no son simples juegos de palabras. Hay personas que son artistas de la palabra. Da gusto escucharlos, te van meciendo en el arrullo y el ritmo de un lenguaje eufónico y cadencioso. Borges es, sin duda, una de esas personas. Pero este texto tiene mucha miga. O a mí me lo parece. Y me trae resonancias a trozos de mi propia existencia. Es como si estuviera hablando de ti, como si te estuviera dictando un examen de conciencia.


"No es lo mismo sostener una mano y encadenar un alma". ¡Qué verdad es y qué dificil nos resulta entenderlo! Tantos comportamientos estratégicos, tanto gesto que parece de amistad y es de inversión. Confundir el cariño y la posesión. No sé si es que la universidad tiene algo de perverso en las relaciones que genera, pero cuántas veces me he visto metido en berengenales de este tipo. Como encadenado y como encadenador. Y eso duele.


"Uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos ". ¿Se aprende eso? El otro día comentaba un conferenciante que un amigo suyo había puesto sobre la cabecera de su cama de matrimonio un cartel que decía "defrauda pronto". Supongo que lo hacía para curarse en salud, para ahuyentar el agobio de tener que salir siempre victorioso. No es fácil aceptar las derrotas. Uno se puede resignar a ellas. No te queda más remedio. Pero, efectivamente, lo interesante es llegar a ese estado en que las aceptas con la cabeza alta. Ojalá supiera como hacerlo, mi tensión me lo agradecería mucho.


"Solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas". Quizás el "defrauda pronto" del amigo de antes tenía que ver con esa condición de los afectos. Pero no es fácil. Menos aún, cuando uno es bastante narcisista. Sientes que si te conocen a fondo es más difícil que te aprecien, imposible que te admiren y hasta dudoso que te acepten. En algunos momentos eso es como una pesadilla porque afecta a todos los órdenes de la vida. Y si andas rondando una medio depresión, ni te cuento. Y ahí empiezan las milongas y los disimulos. Finges, ocultas, te agobias...


"Las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida...Si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual". También se aprende esto, es verdad. Lo aprendes en tu propia carne porque hay palabras que te han dicho que resulta difícil olvidar y heridas que tardan lo indecible en cicatrizar y siempre dejan rastro. Y como tú lo sientes, no es difícil comprender que a los demás les debe pasar lo mismo con lo que tú dices o haces. Es lo terrible de las conversaciones y las palabras, que a veces son caricias y otras puñales. Muchas veces he querido escribir sobre esto en el blog, pero no es fácil. Y sin embargo, es tan real esto que dice Borges.


"Intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido". Yo creo que sí tiene sentido, pero lo que no tiene es justificación. La presencia, la vida no da oportunidades para decirle todo lo que desearías decir. Por eso se te agolpan las palabras cuando ya no está, cuando la has perdido. Y te sientes fatal. Y quisieras recuperar el tiempo y las oportunidades perdidas. Pero ya no vale. Tiene sentido, pero ya no vale. Y te quedan tantas cosas que decir a tanta gente... Duro mensaje para mí en esta semana de aniversario.




En fin, un hermoso texto. Borges utiliza las palabras como escalpelos que te van abriendo brechas en tus recuerdos y en tus remordimientos. Son ideas a las que enseguida pones caras. Esto me pasó con él, en aquello fallé con ella, esto me gustaría con aquel otro. ¡Demonio de Borges!.








...este es el texto...


APRENDIENDO........
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...

Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende. Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado solo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido.

Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo.......... Jorge Luis Borges.

Transiberian


Antes de que vayan pasando los días y mitigándose los recuerdos, quiero decir alguna cosa de la peli de este fin de semana. El sábado fue la fiesta de los sesenta de nuestro amigo Javier y el domingo tocaba, naturalmente, resaca. Y aunque es verdad que las resacas se llevan mejor con el mal tiempo (uno está justificado para quedarse en casa tumbado en el sofá y navegando por el limbo), me pareció que debía aprovechar el día para ver Transiberian antes de que la sacaran de cartelera definitivamente.
No sé si hice bien, la verdad. No pasa de pasable. Y eso que me apetecía mucho disfrutar de los paisajes que en los traillers parecían impresionantes. Me hubiera gustado más como peli de viajes, o romántica (el transiberiano se presta mucho a eso), o cultural. Pero se fueron por la vía de lo policíaco y el semi-suspense y la cosa perdió mucho. La historia es un poco tonta y nada creíble. Ayuda a pasar el rato, pero tampoco es para echar a volar las campanas.
Una cosa que llama la atención es que se trata de una película española aunque con director inglés: Brad Anderson. Y uno se pregunta qué demonios hacen productores españoles filmando en China y Siberia. La historia es que una pareja de jóvenes esposos americanos pretende viajar de China a Moscú utilizando el tren. En realidad el viaje es una especie de terapia de pareja pues las cosas no les van demasiado bien. Al poco de partir se les añade otra pareja un poco especial. Él un guaperas español, según el guión, ella una chiquilla melancólica. Frente a los problemas con el sexo de los primeros, los segundos hacen una exhibición de sus ardores. Estaba cantado que el donjuán español acabaría seduciendo a la inhibida americana. También era evidente que el españolito no era buena tinta. Algo se llevaba entre manos. El americano, un enamorado de los trenes, se entusiasma viendo locomotoras antiguas en una de las estaciones y pierde el tren. A partir de ahí comienza el despelote de la historia con policías que no lo son, con sujetos de la mafia rusa, con el asesinato del español por abusador, y con todo un follón de idas y venidas por Siberia adelante. Pero sin los paisajes que uno iba buscando y con el tren que pasa a un segundo lugar para dar pie a acosos, torturas, cosas malísimas de los malos y otras de mucho valor en los buenos. Y un final cuasi feliz . No sabemos si la experiencia ha servido como terapia de choque para la pareja. Probablemente sí. Lo que es seguro que ya no volverán a subir al tren.
Los personajes dan su juego. Woody Harrelson cumple bien su papel de marido ingenuo y enamorado, aunque con poco éxito.Y Jessy (Emily Mortimer) tampoco está mal. Está muy bien físicamente y se mete mucho en su papel. La pareja protagonista está bien. Me gustó. El donjuán español es Diego Martín, que es realmente atractivo, pero que no lo hace bien (o quizás es que es eso lo que debía hacer, no lo sé). No me gustó y tampoco su compañera que pasa desapercibida, salvo cuando la torturan. El supuesto policía también está bien aunque ya se veía venir que lo suyo era ficticio.
En fin, un film mediocre. Aunque con algunas perlas en el guión. Una idea que me pareció interesante: “la vida es un viaje, no un destino”. Muy apropiada si tomamos el tren como metáfora. Y muy buena otra frase que pronuncia la protagonista, una chica muy equilibrada y aparentemente modosa aunque fumadora. Su marido dice de ella que ése, el fumar, es el único vicio que le queda y que no sabe cómo hacer para que lo deje. Y ella contesta: “mata mis demonios y morirán también mis ángeles”. Me hizo pensar. Quizás es el tener algún escape menos correcto lo que te permite mantener el resto de los elementos en buen estado. Si pretendes ser correcto en todo, puede que se pierda más que se gane, pues tanta presión puede dar al traste con el conjunto. No lo sé, pero creo que también yo podría aplicarme esa historia. Y eso que no fumo.

domingo, noviembre 09, 2008

Javier Cortizo



Esta vez le ha tocado a Javier. Otro más de la pandilla (otro en masculino, porque ellas tienen bula de género y ya se negaron a cumplir años tiempo atrás) que entra en la cofradía de los sesenta. Ya solo quedo yo y me falta el canto de un duro. Así que vamos a tener que cambiar la letra del viejo tango y pasar de aquel “que veinte años no es nada” (¡Dios mío, si era ayer que lo cantábamos entusiasmados!) al nuevo grito de guerra “que sesenta años…no es tanto”.
Hoy, dentro de un ratito, lo celebraremos con Javier Cortizo. Nos ha invitado a cenar a su casa. Espero que nuestros dislates y bromas habituales le hagan distraerse del recuento de años y pesares y meterse de lleno en la baraúnda de nuestras sobremesas. Por supuesto, tendrá su enciclopedia de 60 tomos y algunas otras bromas propias del acontecimiento. Tendrá también los versos y chascarrillos de nuestro vate titular, el poeta Gestal. Será, sin duda, una hermosa cena, llena de nostalgia y de ese tono afectivo y dulzón que Javier sabe introducir en sus gestos y palabras.
Es que Javier, me decía el otro día un amigo común que venía de tomarse un vino con él, es de esas personas cariñosas que saben ser buenos amigos y no les cuesta expresarte su cariño. Eso creo yo también. Javier es de los que personalizan su amistad. Trata a cada amigo a su medida, de una forma diferente, como si conociera de sobra tu punto G personal y supiera lo que te gusta (¡y ahí te va!) y lo que te duele (¡y nunca lo menciona!). Buen amigo y excelente conversador. Posee esa inteligencia natural de los gallegos de buena casta que pasan por el mundo sin perderse detalle. Lo sabe todo de todos. Da lo mismo que se trate del mundo de la empresa, de la política o de la universidad. Da lo mismo que se trate de informaciones sustanciales o de cotilleos colaterales. Si algo importante o curioso ha sucedido en la ciudad él nos lo cuenta. Otra cosa es que se lo creamos, pero es que así se construyen nuestras veladas, a base de contrastar fuentes de información y de contraponer opiniones incompatibles. Nosotros no hablamos, pasamos directamente a discutir. Hasta la tantas.
Pues eso, javierito, hoy te toca a ti pasar por las horcas caudinas de los 60. Es como esas sesiones de circo en las que los leones han de saltar y atravesar un aro ardiendo. Primero hacen unos gestos amenazadores y rugen para darle emoción y mérito al asunto, pero al final siempre saltan y los cruzan. Por el cero no es difícil pasar. Eso ya lo hemos hecho antes, en los 40, en los 50. Más jodido es acertar en esa mierdilla de agujero que te deja el 6. Ahí es donde hay que ajustar el salto para no abrasarte vivo. Pero hasta en eso tú nos llevas ventaja. Ya estás acostumbrado a superar aros y horcas complicadas. Y lo has ido haciendo muy bien. Con un gran esfuerzo y con mucha fe en ti mismo. Con paciencia y buen ánimo, incluso cuando lo natural sería desesperarse. Así que esto de los sesenta para ti no pasa de ser una anécdota, una carallada.
Voy para allá.
……….
Y pasó. Nuestro Javier tuvo su cena, su enciclopedia, sus versos (por duplicado esta vez, con una parte seria y otra más coñera), su gorrito sesentón, sus hojas otoñales, su chupete de abuelo primerizo, su regalo para el recuerdo. Y tuvo, sobre todo, a sus amigos de tantos años haciendo piña con él en este tránsito a otra década. No faltó el toque emotivo (no sería Javier sin él) y alguna lagrimilla indiscreta recordando la importancia de tener amigos cuando uno ha de librar grandes batallas. Esas nunca se superan a solas. Y ahí es donde la familia (unas santas, Ma. Eugenia y las niñas) y los amigos, empiezan a jugar un papel imprescindible. Y es que yo, nos decía Javier, frente a consejos que decían lo contrario, escogí el camino de hablar y confiar en los amigos, de no esconderme. Y me salió bien.
Por supuesto que salió bien. Bastaba verlo con su gorro y su chupete. Un señor sesentón todo músculo, cargado de vida y sabiduría (y ahora, incluso, con una sobredosis de cultura enciclopédica). Nos ofrecieron una cena riquísima y generosa. Bebimos más de lo necesario, como suele suceder en estos casos (¡excelente el Coto de Imaz!), incluyendo la guinda un buen oporto vintage que, extrañamente, ni siquiera suscitó discusión. Definitivamente, nos estamos haciendo mayores.Y lo que hubo con derroche fueron fotografías. Hasta 140 contabilicé a lo largo de la cena. Darán para un buen álbum que podremos revisar dentro de 10 años cuando celebremos los setenta y nos maravillemos de lo jóvenes que estábamos en aquel lejano 2008.
Felicidades Javier. Y ánimo, que “sesenta años…no es nada”. Y menos para un purasangre como tú.

miércoles, noviembre 05, 2008

La boda de Rachel



No es buena época para el cine. O quizás sí, no sé. La cuestión es que te acercas a la cartelera y te entran dudas sobre el interés de las cintas que se ofrecen. Algunos títulos tampoco es que sugieran mucho. Así que tienes que arriesgar un poquito Y casi siempre vamos acertando. Es estupendo.
La boda de Rachel se presentó al festival de Venecia y ha estrenado en España el viernes 31de Octubre. Nosotros la vimos el domingo. Vamos manteniendo alto nuestro listón de “ir al día”. Y vamos teniendo mucha suerte. Es una película preciosa. Seguro que la seleccionan para los Oscars y no es improbable que consiga alguno de ellos. Desde luego cuenta con un magnífico director (Jonathan Demme, el de El silencio de los corderos) y unas actrices espectaculares Anne Hathaway (Kym, la protagonista), Rosemarie Dewitt (su hermana, Rachel), Debra Winger (la madre de ambas, separada).
También la historia es interesante: una chica que regresa del centro de desintoxicación para participar en la fiesta que organizan en su casa. Van a celebrar la boda de su hermana Rachel. La particular personalidad de esta exadicta, su facilidad para hacer patentes sus sentimientos, sus suspicacias con respecto a la forma en que los demás la ven y la tratan sirven de detonante para que vayan saliendo todos los sentimientos reprimidos de la familia. Los buenos y los malos, los afectos y los odios que se han ido acumulando a través de toda una travesía familiar compleja (los problemas de la hija drogadicta, la muerte de un hijo pequeño, la separación de los padres, etc.). No debió ser fácil para ninguno de ellos. Y eso es lo que cuenta la película, cómo van apareciendo sentimientos y afectos encontrados entre unos y otros. Con momentos muy intensos.

Pero no es una película seria ni especialmente dramática. Además, se produce una mezcla gozosa entre la alegría de la fiesta (con muchas músicas interculturales, la música es una constante a lo largo del film) y la seriedad de los temas que van apareciendo. El director ha hecho un recorrido minucioso por la mente y los afectos de sus personajes. Muy interesante. Eso le ha permitido entrar en cuestiones universales en las relaciones familiares: el cariño, la competencia, los celos, la necesidad de apoyo mutuo, los casi odios provocados por los roces, las relaciones hijas-madre e hijas-padre, la paciencia, el sexo. Aquella familia es un caos escondido que va estallando a poquitos y se va arreglando también a poquitos. Al final, aunque en mayor grado, pero no es algo sigue siendo el mismo juego de contradicciones y ambivalencias de cualquier grupo humano. Me encantó.
Los grandes personajes de la película son las mujeres. Ellas y sus afectos intensos y ambivalentes. Los hombres están jugando siempre en otra liga. De todas maneras, me identifiqué mucho con el padre. He visto que algunos críticos hablan de él como una persona bondadosa y sin carácter. No estoy nada de acuerdo. Se vive su tensión interior, la intensidad con que se mantiene vigilante, su capacidad para transmitir paz en los momentos más críticos, la confianza que tiene en sus hijas, su esfuerzo por mediar siempre, su contención en un papel secundario pero fundamental para que todo funciones. En situaciones similares me veo haciendo su mismo papel, aunque seguramente con menos capacidad de la que él tiene para conseguir mantenerse, pese a la que cae en algunos momentos, como un hombre tierno y racional a la vez.

Me llamó mucho la atención la forma en que está narrada la historia. A veces me parecía como demasiado lenta y documental (los brindis en que se van sucediendo una a otra las intervenciones; los largos momentos de músicas folklóricas). Además la cámara se movía mucho. Estaba claro que se filmaba con la cámara al hombro. Luego he sabido que se trata de una escuela cinematográfica llamada Dogma 95 que fue iniciada por los cineastas daneses Lars von Trier y Thomas Vinterberg como contraposición al cine de efectos especiales que según ellos había pervertido el arte de contar historias. Hasta tienen su propio decálogo al que le llamaron su voto de castidad. Se comprometen a hacer un cine realista y sin pretensiones de lucimiento personal que impliquen alterar la realidad de la historia que cuentan.

Este es el decálogo de su voto de castidad:
El voto de castidad.
Juro que me someteré a las reglas siguientes:



  1. El rodaje debe realizarse en exteriores. Accesorios y decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en concreto es necesario para la historia, será preciso elegir uno de los exteriores en los que se encuentre este accesorio).


  2. El sonido no debe ser producido separado de las imágenes y viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente en la escena en la que se rueda).


  3. La cámara debe sostenerse en la mano. Cualquier movimiento -o inmovilidad- conseguido con la mano están autorizados.


  4. La película tiene que ser en color. La iluminación especial no es aceptada. (Si hay poca luz, la escena debe ser cortada, o bien se puede montar sólo una luz sobre la cámara).


  5. Los trucajes y filtros están prohibidos.


  6. La película no debe contener ninguna acción superficial. (Muertos, armas, etc., en ningún caso).


  7. Los cambios temporales y geográficos están prohibidos. (Es decir, que la película sucede aquí y ahora).


  8. Las películas de género no son válidas.


  9. El formato de la película debe ser en 35 mm.


  10. El director no debe aparecer en los créditos.

¡Además, juro que como director me abstendré de todo gusto personal! Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear una obra, porque considero que el instante es mucho más importante que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones estéticas.
Así pronuncio mi voto de castidad.
Copenhague, Lunes 12 de marzo de 1995.
En nombre de Dogme 95,Lars von Trier - Thomas Vinterberg