miércoles, noviembre 12, 2008

Transiberian


Antes de que vayan pasando los días y mitigándose los recuerdos, quiero decir alguna cosa de la peli de este fin de semana. El sábado fue la fiesta de los sesenta de nuestro amigo Javier y el domingo tocaba, naturalmente, resaca. Y aunque es verdad que las resacas se llevan mejor con el mal tiempo (uno está justificado para quedarse en casa tumbado en el sofá y navegando por el limbo), me pareció que debía aprovechar el día para ver Transiberian antes de que la sacaran de cartelera definitivamente.
No sé si hice bien, la verdad. No pasa de pasable. Y eso que me apetecía mucho disfrutar de los paisajes que en los traillers parecían impresionantes. Me hubiera gustado más como peli de viajes, o romántica (el transiberiano se presta mucho a eso), o cultural. Pero se fueron por la vía de lo policíaco y el semi-suspense y la cosa perdió mucho. La historia es un poco tonta y nada creíble. Ayuda a pasar el rato, pero tampoco es para echar a volar las campanas.
Una cosa que llama la atención es que se trata de una película española aunque con director inglés: Brad Anderson. Y uno se pregunta qué demonios hacen productores españoles filmando en China y Siberia. La historia es que una pareja de jóvenes esposos americanos pretende viajar de China a Moscú utilizando el tren. En realidad el viaje es una especie de terapia de pareja pues las cosas no les van demasiado bien. Al poco de partir se les añade otra pareja un poco especial. Él un guaperas español, según el guión, ella una chiquilla melancólica. Frente a los problemas con el sexo de los primeros, los segundos hacen una exhibición de sus ardores. Estaba cantado que el donjuán español acabaría seduciendo a la inhibida americana. También era evidente que el españolito no era buena tinta. Algo se llevaba entre manos. El americano, un enamorado de los trenes, se entusiasma viendo locomotoras antiguas en una de las estaciones y pierde el tren. A partir de ahí comienza el despelote de la historia con policías que no lo son, con sujetos de la mafia rusa, con el asesinato del español por abusador, y con todo un follón de idas y venidas por Siberia adelante. Pero sin los paisajes que uno iba buscando y con el tren que pasa a un segundo lugar para dar pie a acosos, torturas, cosas malísimas de los malos y otras de mucho valor en los buenos. Y un final cuasi feliz . No sabemos si la experiencia ha servido como terapia de choque para la pareja. Probablemente sí. Lo que es seguro que ya no volverán a subir al tren.
Los personajes dan su juego. Woody Harrelson cumple bien su papel de marido ingenuo y enamorado, aunque con poco éxito.Y Jessy (Emily Mortimer) tampoco está mal. Está muy bien físicamente y se mete mucho en su papel. La pareja protagonista está bien. Me gustó. El donjuán español es Diego Martín, que es realmente atractivo, pero que no lo hace bien (o quizás es que es eso lo que debía hacer, no lo sé). No me gustó y tampoco su compañera que pasa desapercibida, salvo cuando la torturan. El supuesto policía también está bien aunque ya se veía venir que lo suyo era ficticio.
En fin, un film mediocre. Aunque con algunas perlas en el guión. Una idea que me pareció interesante: “la vida es un viaje, no un destino”. Muy apropiada si tomamos el tren como metáfora. Y muy buena otra frase que pronuncia la protagonista, una chica muy equilibrada y aparentemente modosa aunque fumadora. Su marido dice de ella que ése, el fumar, es el único vicio que le queda y que no sabe cómo hacer para que lo deje. Y ella contesta: “mata mis demonios y morirán también mis ángeles”. Me hizo pensar. Quizás es el tener algún escape menos correcto lo que te permite mantener el resto de los elementos en buen estado. Si pretendes ser correcto en todo, puede que se pierda más que se gane, pues tanta presión puede dar al traste con el conjunto. No lo sé, pero creo que también yo podría aplicarme esa historia. Y eso que no fumo.

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