lunes, diciembre 15, 2008

Adiós, Juanita.


Alguien decía, con razón, que somos los amigos que tenemos. Parece una frase incorrecta lingüísticamente, pero resulta de lo más real en la vida diaria. Los amigos están ahí y nuestra existencia está vinculada, directa e indirectamente a ellos. Aquel aforismo orteguiano de que “yo soy yo y mis circunstancias” resulta muy cierto. Y en esas circunstancias, un papel fundamental (junto a la familia) lo juegan los amigos. Claro que resulta fácil decirlo y menos fácil entrar a dilucidar quiénes entran en ese grupo, en qué se nota que perteneces a él y qué condiciones de filiación exige el título de amigo/a. Bueno, pero esta entrada no se refiere a un disquisición semántica sobre la amistad , sino de un acto de amistad sin más.
Viene todo esto a cuento de que nuestro amigo Juan ha perdido a su madre. En realidad todos sus amigos hemos perdido a la madre de Juan y ésa es una manera horrible de acabar el año. Ella se mantuvo siempre en el segundo plano que le reservó la v ida, pero siempre estuvo ahí en las buenas horas y en las malas, con ese coraje sencillo de las personas buenas. La pérdida, hace unos años de su hermana y cómplice, y los achaques de la edad la fueron apartando de las actividades cotidianas pero ella siempre estaba allí, jugando su papel y llenando su espacio. Por eso se nota tanto su falta. Uno construye su vida contando con ella y cuando falta, todo se rompe. Y aparece un agujero negro que no es fácil llenar.
Las buenas personas, como los buenos vinos, dejan un retrogusto especial. Uno empieza a valorarlas más cuando han pasado, cuando puedes hacer un flashback y recuperar lo que ha sido su vida y su entrega. No es fácil armar un panegírico de una persona como Juanita. Ella no ha escrito libros, ni impartido conferencias; ella no ha sido una persona famosa (toda esa trabajera se la ha dejado a su hijo) pero estaba allí, en segunda línea pero transfiriendo toda su energía para que las cosas resultaran bien. Y lo consiguió.
Cuenta Juan que, al final, ya no tenía muchas ganas de vivir. Era como si se hubiera resignado, como se diera por satisfecha con los 89 años que la vida le había regalado. Dio orden de comenzar la cuenta atrás. Y, como suele suceder, su biología la obedeció. Por supuesto, su familia no lo aceptaba y peleaban con ella para motivarla a hacer ejercicio y a mantenerse vigilante. Pero no tiene caso. Y así llegó su día, con la tranquilidad de quien puede presentar una hoja de servicios llena de méritos sencillos pero relevantes. No tengo dudas de que ella se despidió feliz y tranquila. Y muy bien acompañada.
Volviendo a lo de los amigos, la cosa es que duele inmensamente ver cómo alguien de los tuyos pierde a su madre. Todos la perdemos un poco y todos nos hundimos en ese pozo negro en el que sientes chapotear a tu amigo. Calculo que no ayudamos mucho (nadie puede hacerlo porque la angustia se cuela hasta lo hondo de las entrañas) pero igual sientes que debes estar ahí como una cohorte de cortesanos que no tiene nada más que ofrecer que su presencia y un poco de conversación. No sé si eso es bueno cuando uno desearía sorber su propio dolor a solas pero, al menos, se hace explícita la presencia y el cariño.
Y en esas estamos. Nuestros amigos Juan y Matilde han de elaborar ahora su duelo personal por la pérdida. Ese dolor intenso y visceral de los primeros días se irá racionalizando. Han de convencerse de que fue bueno para ella, de que marchó sin sufrir, que había cumplido su misión, que ahora nos acompañará desde otra dimensión… Y, tras este paréntesis de dolor, la vida recuperará su protagonismo. Porque hay mucha vida en la pareja, en los hijos, en los amigos. Quizás ahí es donde mejor podamos intervenir los amigos: haciendo que la vida, la cotidiana y la especial, vuelva de nuevo al primer plano. De hecho ya tenemos que preparar la cena de navidad y las nuevas discusiones para abrir año. Es la vida, el gran regalo de los amigos. No te dejan parar ni abandonarte a la melancolía. Son un hermoso coñazo.
Y seguro que Juanita, que ya nos conocía, sonríe socarrona desde su nueva atalaya.

No hay comentarios: