No debería haber ido a verla, pero uno, a veces, tiene que concederse un respiro. Así que hoy, después de 10 horas entrevistando a diversos colectivos de la Universidad de Lleida (formo parte de la Comisión que debe acreditar su procedimiento para evaluar la calidad de la docencia de sus profesores) me ha parecido buena idea despejar un poco la cabeza. El problema es que no estoy seguro de si la he despejado o, simplemente, anestesiado a golpe de efectos especiales.
Tengo que reconocer que me gustaba más el otro “Bond”. Este Daniel Craig da menos el pego de flemático inglés y su papel de duro pega menos con la sofisticación donjuanesca del Bond original. Y eso que las chicas del reparto siguen siendo espectaculares, especialmente la rusa Olga Kurylenko que hace de coprotagonista. Además, Marc Forster, el director, ha construido una historia demasiado compleja. Te pierdes en el laberinto de servicios de inteligencia de medio mundo y en el rompecabezas de fidelidades y traiciones.
En todo caso, yo soy de películas intimistas que tratan de mostrar la psicología de los personajes. Y de historias creíbles. En Quantum of Solace (por cierto, ¿qué significará el título?) todo son efectos especiales, azañas imposibles que se resuelven por que sí, personajes binarios (o buenos o malísimos), y tiros a diestro y siniestro (aunque poco eficaces, al menos los de los malos que no aciertan aunque lo tengan a huevo). Eso sí, nos pasean por medio mundo, Austria, Italia (precisamente en Siena, celebrando las carreras de caballos en la fiesta del ferragosto), Bolivia, Haití, Rusia y más que no recuerdo. Son paisajes contrastantes y muy lindos aunque uno los vea siempre a través de mucho polvo o en medio de tiroteos.
Pues eso, un rato para dejarse llevar por el trajín infinito de Bond. Y para no pensar. ¿En qué vas a pensar entre tanto tiro y tanta incertidumbre? Quizás los guinistas han querido presentarnos un mensaje ecológico (los malos queriendo adueñarse del agua para luego cobrarla a precio de oro) o, incluso político (los malos y los servicios secretos poniendo y quitando presidentes en América Latina) pero todo eso queda en un segundo plano en medio de tanta acción desproporcionada.
Lo dicho, las chicas-bond siguen siendo espectaculares (¡qué labios los de la rusa Kurylenko! ¡Qué erótica la imagen de la chica cubierta de petróleo que parece chocolate!) y el Bond-Craig no deja de ser un guaperas. O sea, sigue siendo una película Bond. Pero me gustaba más el otro.
Tengo que reconocer que me gustaba más el otro “Bond”. Este Daniel Craig da menos el pego de flemático inglés y su papel de duro pega menos con la sofisticación donjuanesca del Bond original. Y eso que las chicas del reparto siguen siendo espectaculares, especialmente la rusa Olga Kurylenko que hace de coprotagonista. Además, Marc Forster, el director, ha construido una historia demasiado compleja. Te pierdes en el laberinto de servicios de inteligencia de medio mundo y en el rompecabezas de fidelidades y traiciones.
En todo caso, yo soy de películas intimistas que tratan de mostrar la psicología de los personajes. Y de historias creíbles. En Quantum of Solace (por cierto, ¿qué significará el título?) todo son efectos especiales, azañas imposibles que se resuelven por que sí, personajes binarios (o buenos o malísimos), y tiros a diestro y siniestro (aunque poco eficaces, al menos los de los malos que no aciertan aunque lo tengan a huevo). Eso sí, nos pasean por medio mundo, Austria, Italia (precisamente en Siena, celebrando las carreras de caballos en la fiesta del ferragosto), Bolivia, Haití, Rusia y más que no recuerdo. Son paisajes contrastantes y muy lindos aunque uno los vea siempre a través de mucho polvo o en medio de tiroteos.
Pues eso, un rato para dejarse llevar por el trajín infinito de Bond. Y para no pensar. ¿En qué vas a pensar entre tanto tiro y tanta incertidumbre? Quizás los guinistas han querido presentarnos un mensaje ecológico (los malos queriendo adueñarse del agua para luego cobrarla a precio de oro) o, incluso político (los malos y los servicios secretos poniendo y quitando presidentes en América Latina) pero todo eso queda en un segundo plano en medio de tanta acción desproporcionada.
Lo dicho, las chicas-bond siguen siendo espectaculares (¡qué labios los de la rusa Kurylenko! ¡Qué erótica la imagen de la chica cubierta de petróleo que parece chocolate!) y el Bond-Craig no deja de ser un guaperas. O sea, sigue siendo una película Bond. Pero me gustaba más el otro.
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