martes, diciembre 09, 2008

Gomorra


Cuando sales del cine sólo se te ocurre un pensamiento. ¿Es posible una cosa así? Todo parece demasiado kafkiano, demasiado infernal. La película, y supongo que lo mismo sucede con la novela de Savione en la que se basa, trata de darle una pátina de realismo a la historia pero resulta difícil de creer. Porque no sitúa la acción en un espacio marginal sino que da la impresión de abaracarlo todo (no se ve un mundo normal que te pueda servir de contraste). Porque describe la mafia como un estilo de vida que no escoges. Simplemente estás dentro, lo quieras o no. ¿Quién puede vivir en un mundo así?
Matteo Garrone, su director, juega a lo seguro. Sabe que cosas así venden bien. El cine brasileño ha sido pródigo en los últimos años en películas de este tipo, siempre con mucho éxito. Y, a la vista está, que también Gomorra los va a tener (ya consiguió premios en Cannes y probablemente los volverá a obtener en los Oscars). Con justicia, seguramente, aunque es tan fuerte la historia que te impide dar ese paso atrás necesario para entender que estás viendo cine. Quizás ése sea su mérito.

Hay tanta crueldad implícita y explícita, tanta violencia... Se rompen tantas reglas de la vida civilizada (el tráfico de drogas, la contaminación por residuos tóxicos, la explotación a través de talleres clandestinos, los abusos inmobiliarios, las presiones intolerables para la afiliación a un grupo, el abuso de la infancia, la eliminación cruenta de los disidentes y adversarios, etc. etc.)... Y todo ello con ese toque de film documental que se transmite a través de las cámaras en movimiento (como si fueras tú mismo que vas andando, metiéndote en los mismos líos que los personajes a los que sigue la cámara, corriendo los mismos riesgos que ellos), de los ambientes cutres (difíciles de creer en Nápoles), de los personajes no profesionales, de un hiperrealismo constante que se recrea en las escenas...

En fin, ya se ve que he salido bastante conmocionado del cine. Me parece una buena palícula (tampoco sobresaliente; puestos a contar cosas terribles, prefiero las brasileñas). Demasiada trasgresión para un país sin miseria ni favelas, como Italia. Puede que sea así, pero cuesta creerlo. En realidad, todos se conocían entre sí, sabían de qué lado estaban, eran capaces de saber qué pasos daba cada quien. ¿Cómo es posible que eso mismo pase desapercibido para la policía, para los ciudadanos normales? ¿No hay escuelas, no hay iglesias, no hay gente con un poco de cordura?

Duele, sobre todo, la indefensión, el que la vida no valga nada. Soy incapaz de concebir, salvo en mentes gravemente enfermas, esa ligereza a la hora de decidir sobre la vida o la muerte de los demás. Pero, a la vez, aterra constatar que hay mucha gente implicada en ese tipo de “estilo de vida”. Todas esas gentes que viven así (los que mandan matar, los que matan, los que colaboran y saben lo que pasa) tienen a su vez sus familias, sus hijos (¡qué preciosidad de niño el hijo del diseñador!), sus sueños vitales, sus amores. ¿Es posible vivir bajo la sospecha constante de que todo eso se puede quebrar en cualquier momento porque te pegan un tiro?

Una peli dura. Que no te deja indiferente. Al contrario, te va golpeando en cada escena. Por eso sales del cine como si te hubieran dado una paliza. Y sin ganas de creértelo. Demasiado fuerte para sobrevivir con esa angustia. De hecho, aquí estoy descargando mis agobios en el blog para ver si consigo dormir. Y son ya casi las dos de la mañana.

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