viernes, octubre 03, 2008

Las musas


Los tres teníamos nuestro blog (“la máxima expresión del exhibicionismo”, confesó resignado uno; “según lo que enseñes” le maticé yo). Lo que nos había unido aquel día era que los tres estábamos pasando por una etapa de pocas ganas de escribir. Como si se nos hubiera acabado la chispa. Es que, decía el segundo, hay épocas en las que no tienes nada que contar ni ganas de hacerlo, mientras que en otras las cosas te salen a borbotones y escribir se convierte en una necesidad vital. Las “musas”, dije yo, que a veces se hacen esquivas.
En mi caso, decía el primero, es que llevo un mes que no me reconozco. Antes disfrutaba escribiendo, encontraba momentos para sentarme delante del ordenador y bastaba abrir el programa para que supiera lo que tenía que decir. A veces, incluso, las ideas me rondaban durante días en la cabeza hasta que conseguía escribirlas. Ahora es una apatía tal que ni tengo ideas, ni ganas, ni tiempo. Me sentí muy identificado con él. El blog se lleva mal con el estrés y si tienes muchas cosas en las que pensar, pensar en el blog se va haciendo poco a poco imposible.
El caso del otro amigo era mucho más dramático. Decía que su creatividad estaba muy relacionada con sus afectos y sus relaciones. Cuando éstas estaban vivas y eran intensas su productividad se incrementaba al mismo ritmo que sus emociones. Sentía cosas fuertes y sentía necesidad de contarlas. Como estoy en horas bajas de amores parece como que se me ha ido la inspiración. Bueno es tu caso lo de las musas es casi literal, le dijimos al unísono. Sí, es verdad, nos confesó. Hay una mujer, sobre todo ella, que marca mis épocas productivas. Cuando ella está disfruto con el blog porque es una especie de diálogo con ella. Pero si no está o si no la siento cerca es como si me bajara la bilirrubina y me quedara seco.
Cuando me tocó contar mi parte de la historia, me pareció más banal que la suya. Es verdad que escribir tiene que ver con sentir, dije. Hay momentos en que sientes más y los sentimientos son más fuertes. En esos periodos me suele apetecer mucho escribir. Es como si quisiera compartir mis emociones con quienes pudieran leer el blog. Otras veces estás más apático y, en esos momentos, es como si no tuvieras nada que decir. Sí, me dijeron, ¿pero la cosa es saber cuándo y por qué te pones apático? Pues no lo sé. Quizás sea la luna (en Galicia se le atribuye mucha influencia en la vida de la gente), o el estrés, o el deseo de encerrarte en tu caparazón y dejar que las cosas vayan pasando como cuando uno se mete en su habitación sin querer hablar con nadie. Pero eso para un blogero vocacional como tú, me dijo el segundo, es como un suicidio, ¿no? Bueno va, no me asustes, le dije yo. Además ya ves que incluso sin tener muchas ganas he escrito hoy. Es verdad, reconoció, eso es lo que me gusta de nuestros blogs, que incluso cuando no queremos escribir en ellos nos sirven para poderlo contar. ¿No es poco, verdad? Y, aunque seguramente lo que más nos apetecía era irnos cada uno por su lado, pedimos otro rioja.

No hay comentarios: