domingo, octubre 19, 2008

Diario de una ninfómana: el sexo como búsqueda.



Búsqueda de sí misma y búsqueda de ese otro al que buscamos todos de forma anhelante, cada uno a su manera y mediante recursos varios. La Valerie del film, lo hace a través del sexo.
Queriendo retornar a nuestras rutinas semanales, después de un fin de semana con casi 2000 kms a la espalda, nos propusimos ir al cine. Visto ya Woody Allen, la oferta no era demasiado buena, o eso nos ha parecido. Muchas películas sobre mujeres (The Women, Camino, Tres mujeres y un plan, Diario de una ninfómana) de las que sabíamos poco. Al final nos animó el escándalo que se ha montado con la prohibición del cartel de Diario de una ninfómana en Madrid (tampoco es para tanto). Además se estrenó antes de ayer, así que vamos de pioneros. Visto el título, el contenido no parecía ofrecer dudas. Y allí nos fuimos dispuestos a dejar disfrutar, aunque fuera un ratico, al niño voyeur que todos llevamos dentro.
Es una peli basada en la novela de Valérie Tasso, una escritora francesa afincada en Barcelona, en la que, según ella misma confiesa, narra sus andanzas como prostituta de lujo. Y lo hace sin tapujos aunque, claro, dándole un sentido más novelesco y psicológico. Y añadiéndole un toque feminista, para hacerla políticamente correcta.
En la película, dirigida por el español Christian Molina, la gran protagonista es Belén Fabra, y participan Geradilne Chaplin y Angela Molina. Al margen de sus méritos cinematográficos, que, sin ser una obra de arte, alguno tiene, no te deja indiferente. Quizás ése es su gran mérito.
Una vez leí de otra película que resultaba interesante porque provocaba las confidencias. Salías del cine con la necesidad de comentar con tu pareja sobre vuestras propias experiencias en torno a los temas abordados en la película. En ésta pasa un poco lo contrario. Por lo menos a los hombres. Es todo tan explícito, las cuestiones planteadas tan provocadoras que te dejan un poco K.O. Y prefieres no meterte en líos de preguntas y confesiones que a saber dónde pueden llevar la catarsis.
No sé cómo lo viven otros, pero uno tiene siempre la impresión de que en esta historia del sexo, tanto las mujeres como nosotros mismos somos difíciles de entender. Se mezcla la realidad con las fantasías; lo que somos con los que nos gustaría ser; el pasado con el presente; lo confesable con lo inconfesable; el instinto con la razón; tu propio deseo y el deseo ajeno. Y, al final, todo ese mundo del sexo se va quedando ahí como un espacio entre nieblas, mitad tabú mitad misterio, en el que te mueves procurando hacer poco ruido e ir salvando los muebles.
Por eso cuando te plantean las cosas en términos tan abruptos como en la película no sabes si mirar hacia otro lado como si la cosa no fuera contigo, o acurrucarte poco a poco en tu sillón para que nadie te pueda señalar con el dedo. “Llegada una edad, a las chicas se nos abrían dos opciones o el matrimonio o la prostitución. Y al final, ambas cosas eran lo mismo”, le dice su abuela francesa (Geraldine Chaplin) a la protagonista (Belén Fabra). Esa y otras muchas lindezas de abuela progresista y de vuelta de todo: que disfrute todo lo que pueda, que no se corte, que todo lo que no haga ahora luego lo lamentará. Y ella lo sigue al pie de la letra. No siempre para bien, como era previsible. Y ése fue el primer sopapo en la cara de los casados. Y así, la hora y media. A hisopazo limpio, unas veces por estar casado, otras, simplemente, por ser hombre.
Resulta curiosa, por ejemplo, la clara distinción entre sexo y amor. Ella se lo pasaba bomba con todo el mundo, hasta que conoce a uno que, al fin le gusta, pero mira tú por dónde, con él el sexo no va bien. Claro que el tipo estaba pirado y resultó ser encantador pero celoso, desequilibrado, drogata y putero. Detestable. De todas formas, pocos hombres salen bien parados en el film.

En todo caso, el tema es muy interesante. Es difícil que no lo sea cualquier tema que roce ese misterio de lo femenino. Y si se refiere al sexo, aún más. Porque, al final, la protagonista es una hermosa chica. Y extraordinariamente sensible, aunque llama la atención, que lo que ella busca no son caricias y sensibilidad. Busca sexo duro y orgasmos. Se siente a sí misma a través de los roces del coito, de los choques corporales y de sus propios orgasmos. Es difícil estar a la altura que ella exige. Supongo que eso es lo que asusta. Me recuerda mucho a aquellas noveles y filmes sobre Emanuel que tanto nos deleitaron hace años.

Buscarse a sí misma utilizando el sexo como herramienta no es tarea fácil. Por eso más que el disfrute del erotismo presente en todo el film (han tenido el acierto de escoger a una actriz de tallas aceptables que está preciosa y resulta enormemente sexy) lo que uno vive es el drama interior por el que ella está pasando. Y no tanto porque haya nadie externo que lo prohíba o la persiga (cosa que podría suceder pero que en el film ni se sugiere) sino por esa insatisfacción constante que la lleva a ir dando tumbos de cama en cama, que casi la destruye, que la pone en manos de personajes siniestros. Al final, intentando buscarse a sí misma (o buscar esa parte de sí misma, el sexo, que le parecía incompleta), acaba perdiéndose del todo. O casi.
Y dentro de uno que la ve desde la barrera, luchan dos sentimientos. Por un lado, tu parte más puritana te conmina a sacar tu propia moraleja: “ves, es que no se puede ser tan puta”. Pero por el otro, tu parte canalla no deja de repetir “Vale, eres una tía cojonuda, un revolcón contigo debe ser una experiencia inolvidable”.

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