domingo, mayo 11, 2014

CRUCERO 7- DUBROVNIK




La entrada en Dubrovnik resulta un tanto anodina. Ves un puente enorme de esos soportados por grandes tirantes desde lo alto, pero ni siquiera entras por ese canal (que lleva al puerto antiguo). El barco atraca en un puerto nuevo en la otra parte de la bahía y donde te encuentras con unas casas modernas que te dicen poco de lo que es la ciudad.
Hoy nos hemos decido por prescindir de excursiones y paseo en manada y nos hemos ido por nuestra cuenta. Claro que como mucha gente ha decidido hacer lo mismo, se ha formado otra manada de los que no querían ir en manada. Además, como estamos en Croacia y la moneda no es el euro, hemos tenido que cambiar, al menos para tomar un café y pagar el autobús de línea que nos llevaría al centro de la ciudad.
 
Eso hemos hecho y la impresión que tienes al llegar a la ciudad antigua es maravillosa. Dubrovnik es un espectáculo. Entrar en la old city es como dar un salto en el pasado e irte a una ciudad renacentista, rica y culta. No es raro que le hayan denominado la “Perla del Adriático”, ni que la hayan declarado patrimonio de la humanidad. Realmente impresionante. Entras por una puerta abierta en la muralla (aún conserva el puente levadizo) que es todo un símbolo de cambio de época. Y una vez dentro todo empieza a tener otra perspectiva: callejuelitas medievales muy muy estrechas y que van a dar, muchas de ellas, a escaleras que te permiten ir calle arriba. Hay un enorme sabor italiano en las construcciones, quizás porque los venecianos la ocuparon o tuvieron mucha influencia sobre ella. Hay una enorme calle central, la Plaka,  de la que van saliendo en perpendicular muchas callejuelas estrechas y empinadas. Se llega a una gran plaza con la torre alta y espigada donde tienen el reloj. Allí están también todo un conjunto de monumentos arquitectónicos: iglesias, edificios administrativos renacentistas, la casa del Rector (curioso nombre, no sé si ese Rector sería el dirigente político o el académico de la universidad, supongo que lo primero). Lo dicho, un espectáculo para la vista y el disfrute.

Las murallas que rodean la ciudad son también espectaculares. Nos han dicho que se puede pasear sobre ellas y eso hubiéramos querido hacer aunque al final no ha podido ser. Por rácanos. Habíamos cambiado solo 20 euros porque todo el mundo decía que era suficiente y luego ha resultado que con eso no nos llegaba para nada. Y como no te aceptan dinero que no sean kunas (su moneda) ni había posibilidad de cambiar pues es sábado y están los bancos cerrados (la gente sacaba dinero de los cajeros automáticos pero yo ando con American Express y aquí no se lleva) pues se nos fue al carajo la experiencia de las murallas.
Con todo, incluso tuvimos suerte en esa desventura. Resulta que, de vuelta, a la plaza del reloj escuchamos que venía una banda. Y la seguimos. Y luego oímos que llegaba otra por otra calle. Y un grupo de niñas preparadas para bailar. Nos sentamos en un espacio en el centro de la plaza y resultó ser que estamos en “la semana de Europa”, iniciativa que celebran todos los años y que consiste en diversas actividades culturales. La de hoy era la actuación de las diversas bandas de música de la región. Asistimos a los primeros bailes sentados en ese pilar del centro de la plaza, una fortuna inesperada pues estábamos en primera fila. Después fueron interviniendo las bandas en una especie de palco y nos sentamos en una cafetería que estaba allí mismo. Nuevamente en primera fila. Así que hemos tenido una mañana muy musical y entretenida. Me ha gustado especialmente la cantidad de chicos y chicas jóvenes que formaban parte de las agrupaciones musicales. No es que fueran virgueros tocando pero el que estuvieran allí demuestra que la música forma parte de la vida de las escuelas y los barrios de la ciudad. Ha sido lindo, también, ver a niñitas de 5 a 14 o 15 años danzar con sus bastones de metal y hacer (o intentarlo) filigranas moviéndolas con las manos y tirándolas a lo alto. Al grupo de las mayores les salía muy bien pero a las pequeñitas era más complicado. Lo hemos pasado muy bien. Aún siendo las piedras de Dubrovnik espectaculares, me he divertido más con la gente, la vida, la música.
El regreso al barco (con la acostumbrada hora de margen para no andar apurado) ha sido un tanto accidentado. Nosotros que dejamos las excursiones organizadas porque nos horrorizan las multitudes actuando como borregos, nos hemos encontrado con una enorme masa esperando el autobús de línea que nos habría de traer de nuevo al puerto. Empujones, gritos, enfados y casi, hasta peleas porque todos querían entrar los primeros. Y eso que había muchos niños. Un desastre. Finalmente hemos entrado todos, pero es terrible cuando la gente se estresa. Somos capaces de pisotear a niños pequeños, de empujarles, de enfadarse.  
Ya en el barco, de nuevo a las rutinas. Hoy habrá que romperlas po
rque toca hacer las maletas. Ya nos han advertido que tendremos que dejarlas a la puerta de la habitación antes de la 1 de la madrugada y recogerlas mañana en el puerto de Venecia. O sea, que a dormir en pelotas (tampoco está mal como despedida).
El último espectáculo en el teatro, aunque divertido (han hecho intervenir a los niños del crucero en un numerito bastante tonto y que no parecía que hubieran preparado mucho, aunque ha estado verlos allí; también merecían su minuto de gloria porque, la verdad es que han sido muchos, desde bebés a adolescentes), no ha estado a la altura de los anteriores. Algunas canciones y bailes (incluido un poco de ballet y un casashot ruso, quizás lo mejor). Luego una nueva lección de baile, en esta ocasión un mix de baile caribeño que fue una decepción. Después del éxito de la bachata, hoy ha sido un desastre. Debe ser que a esas clases nosotros no asistimos.  Y, al final, la cena. Ya de despedida. Ha sido un momento bonito. Hemos pasado juntos 7 cenas y casi es como si nos conociéramos de toda la vida. Nos hemos intercambiado emails y hemos deseado que no sea la última vez que tengamos la oportunidad de encontrarnos. Lo hemos pasado bien, realmente.

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