lunes, octubre 22, 2007

Los celos de nuevo.


No conozco mejor sistema de ir relajando la mente que escribir. Es como cuando se abre el pichorrito de las ollas exprés y comienza a salir el vapor contenido en su interior. Y lo va haciendo poco a poco. De forma ruidosa a veces, pero poco a poco. Claro que hay otras formas interesantes para relajarse, pero me refiero a la cabeza y sus torbellinos. Por eso inicié este blog con el doble objetivo de disfrutar escribiendo y de abrir un pequeño aliviadero a las muchas tensiones que mi cabeza acumula. Lo estoy logrando solo a medias. No es fácil encontrar tiempos libres para escribir, ni es posible escribir sobre todo lo que uno quisiera. Pero algo es algo. Y cuando pasan días sin poder hacer una entrada (esta semana, por ejemplo), lo noto.

Ha sido un fin de semana viajero (1600 kms. en dos días) pero muy intenso. Viajar a Pamplona y reunirse con la familia se va convirtiendo en una necesidad vital. Como un chute de “sentimiento de pertenencia”. Y cuando uno vive lejos, la necesidad se hace aún mayor. El caso que nos fuimos a Pamplona y allí reviví, una vez más, el rito mágico de abrazar a mis padres y hermanos, compartir con ellos una comida y perder al mus. Y eso alimenta el espíritu. Y te da energías como para continuar otro mes en los trajines académicos y otras peleas interiores.

De regreso, aún nos dio tiempo a recalar en los restos del San Froilán lugués y saborear el pulpo en las casetas. Y, ya en Santiago, no perdernos el cine semanal.

Esta semana, la opción natural era ver Orfanato, pero ante las dudas, optamos al final por Fracture de Gregory Hoblit. Ya había oído y leído algunos comentarios y, en todo caso, entendí que Hopkins (al que por cierto encontramos muy mayor) no aceptaría participar en una película mediocre. Y así fué. La peli está muy bien. El guión es magnífico y tanto Hopkins como Gosling hacen un trabajo magnífico.

De todas formas, la temática y la estructura de la película es muy similar a la que comentaba la semana pasado (La Huella). También en esta ocasión es un gran duelo de inteligencias entre dos actores. También estamos ante un tema de celos (señor mayor casado con señora joven que le engaña con otro señor joven, situación que destruye internamente al primero que se intenta vengar destruyendo físicamente a los amantes). Si en La Huella, Michael Caine no deja traslucir su batalla interior porque la oculta tras el telón de un lenguaje muy racional, en Fracture es la pose de seguridad perversa tras la que se parapeta Hopkins la que sitúa en zona de sombra todo su mundo interior. Una pena en ambos casos. Una gran película, en todo caso. Demasiado americana en su concepción pero te hace pasar un rato agradable. Y además gana el bueno.
Y como estamos en la semana de la caza todo acabó frente a una, sólo regular, perdiz a la cazadora.

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