martes, octubre 02, 2007

The last kiss


Un fin de semana tranquilo, pasado por agua. Intenso de emociones (por aquello de San Miguel) y con algunas ansiedades anticipadas pues el lunes ha comenzado el curso y el jueves viajo por primera vez a los USA. Pero, con todo y con eso, no hemos dejado nuestra rutina cinéfila y allá nos fuimos a ver The last kiss.
Por lo que he podido saber después, esta película de Tony Goldwin es un remake de otra italiana L’último bacio y según algunos comentaristas bastante peor que el original, aunque el guión esté firmado por Paul Haggis el de “Million Dollar Baby”.. Pero a mí me da lo mismo porque no vi la primera y porque la segunda, con todos sus defectos, se deja ver. Y como trata de relaciones de pareja y de psicología, pues miel sobre ojuelas.
La verdad es que se trata de una película curiosa en la que el tema o la historia que cuenta desborda, con mucho, la propia película.Te pasas los 90 minutos identificándote y desidentificándote con los actores y actrices. Leyendo tu propia vida a la luz de los comportamientos y elucubraciones que van apareciendo en pantalla.
En realidad, este último beso tiene que ver con cómo los hombres viven su relación de pareja (6 parejas aparecen en el film). Parejas que se encuentran en diversos momentos de su desarrollo. Y la primera conclusión es que todos lo hacen mal. De ahí, seguramente, el título. Uno no consigue superar el sexo por el sexo en sus relaciones, otro anda enloquecido desde que rompió con su chica, otro está desbordado por el mal humor y las exigencias de su esposa tras tener el primer hijo y otro, que casi pasa desapercibido, simplemente se casa. El protagonista que tiene, y él lo cree, una novia maravillosa no consigue superar su miedos y acaba sucumbiendo a la seducción de una lolita morena y desinhibida para redimirse de lo cual ha de pasar más trabajos y penalidades que Hércules.
Un periodista americano del Empire que comenta la película en los foros de internet (le da 4 puntos sobre 5) dice de ella que está "Dirigida a una audiencia con inteligencia emocional, se eleva muy por encima de las usuales comedias-dramas románticos. Pero si tiene previsto verla con su pareja, un aviso: el film puede que les invite a incómodas discusiones tras su visión...” Lo de la inteligencia emocional superior, da un poco de risa. Pero lo de las discusiones de pareja es verdad.
A mí me llamó mucho la atención cómo sobre estos jóvenes treintañeros se cernía un temor inconcreto (son los que más daño hacen) con respecto al futuro. El protagonista del film (Zach Braff) lo tiene clavado en el pecho, no puede aceptar que su vida esté ya guionizada, que una vez que entra en la rueda (trabajo, casamiento, hijos, vacaciones familiares, etc.) todo sea previsible en su vida. Ya no habrá novedades, ya no hay cambios posibles. He visto ese mismo sentimiento en muchos jóvenes, incluidos mis propios hijos. Es como si sintieran la necesidad de hacer cosas, muchas cosas, antes de que su vida se cierre en el círculo de la cotidianeidad. De hecho, dos de los protagonistas hacen esa huida hacia delante y se van en una caravana a tierra del fuego (“si no lo haces ahora, ya no podrás hacerlo nunca”, le dice uno de ellos al otro)
Yo creo que mi generación no sentía ese temor. Al menos a esa edad. Éramos más decididos, más seguros en nuestras propias fuerzas. La crisis venía después, a medida que ibas cumpliendo años. A los 45 ó 50 sí comienzan las dudas: si no me separo ahora ya no podré hacerlo, será tarde; si no cambio de trabajo pronto ya me veo condenado a seguir siempre aquí; si no hago algo novedoso y distinto se me va a comer la rutina. Algunos, sienten tanta presión en esa fase que rompen con todo y buscan iniciar otra nueva vida. Quizás como una fantasía de rejuvenecimiento.
Es curioso ese miedo generacional a que el guión de tu vida esté ya escrito. Es como si te pusieran una esposas (justamente eso es lo que algunos de ellos sentían con sus mujeres, que dejaran de ser sus chicas para convertirse en sus esposas). A veces pensamos que esta condición de provisionalidad que marca hoy en día todo, es como una espada de Damocles que pende sobre las biografías de nuestros jóvenes. Pero se ha hechoalgo cultural, ha entrado dentro de ellos. Se han acostumbrado tanto a lo provisional que se acaba teniendo pánico a lo estable y permanente.

Por lo demás, me pareció mejor dibujado el papel de los hombres que el de las mujeres (o vacías, o histéricas o excesivamente justicieras). Y, por supuesto, no podía faltar la moralina americana: echar un polvo desregulado es un delito de lesa traición y con un castigo desmesurado. Curiosamente, dio mucha menos importancia el padre a la aventura sexual de su esposa que la hija a la de su novio. Mérito de la experiencia, supongo.

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