miércoles, abril 04, 2007

La Semana Santa

Ya no es lo que era. Recuerdo, es este caso sin nostalgia alguna, aquellas semanas santas peñazo en las que no se podía hacer nada. Todo parecía atrapado tras el velo cultural de una tristeza impuesta oficialmente. Solo quedaban los oficios a los que, obviamente, no se podía faltar. Desaparecía la música, en la televisión solo se podían ver programas religiosos y películas catequéticas (quién no recuerda haber visto infinidad de veces Moisés, Los Diez Mandamientos, Marcelino pan y vino, alguna de la Pasión, etc.). En fin, debió ser de entonces cuando la gente comenzó a preferir marchar unos días a la playa, a pesar de las caravanas, a quedarse en casa.

Es más divertido ahora en que cada uno se lo monta como puede para hacer lo que más le gusta. De todas formas, más que envidia, me dan pena esos millones de personas que cogen su coche para soportar inmensas caravanas hasta la playa, donde seguramente no se podrán bañar porque hace frío. Yo creo que es el moderno Via Crucis, con sus paradas, sus tensiones, los accidentes, en fin, la penitencia cuaresmal.

También tiene sus encantos, desde luego. Tengo recuerdos imborrables de algunas Semanas Santas en Sevilla o en Priego de Córdoba. Lo que yo creía que era un mero espectáculo acabó atrapándome y me hizo sentir emociones difíciles de explicar. También han sido hermosas otras Semanas Santas de excursiones y viajes.

Últimamente nos quedamos en la casa de la aldea. Si viene un poco atrasada, pasar la Semana Santa en Orazo es una delicia. Siempre tienes mucho que hacer porque es la época de remozar los jardines y las plantas. Los días comienzan a alargarse y las tertulias a la caída de la tarde resultan jugosas. Yo ya tengo claro cuáles serán mis tareas para estos días: pintar los dos hórreos, cerrar los primeros capítulos de un nuevo libro, pasear y leer mucho. Y hasta me han dicho que han puesto WIFI en el cine-club de la aldea. Así que ya no nos falta de nada.

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