domingo, abril 08, 2007

Cosas y cositas.

Como he pasado los últimos días en una aldea, no he tenido la oportunidad de ir manteniendo abierto el blog. Y eso que la paz del campo invita e incita a pensar mucho y en muchas cosas. Me habían dicho que teníamos WIFI (la Xunta quiere que haya Internet en todas las aldeas) pero el proceso es un poco complicado y todavía no estaba listo. Así que los pensamientos tendrán que esperar un poco para ir saliendo en orden. Espero que no pierdan nitidez ni actualidad.

1. Lo escuché en la radio. Los locutores habían planteado a la gente que contaran cómo pensaban pasar sus vacaciones de Semana Santa. Y para darle morbo, daban prioridad a aquellos que en su terminología temían que sus vacaciones serían un "full". Yo creí que full era algo bueno: significa lleno y en los naipes es una buenísima jugada. Pero para ellos debía ser todo lo contrario: unas vacaciones de lo peor. Y se iban sucediendo llamadas con vacaciones chungas de veras. En eso llamó un chico joven (supongo). Contó que su novia le había dicho que los padres de ella se iban a Alicante desde el jueves y que iban a poder pasar juntos, en la casa de ella, todo el fin de semana. ¡Guai, pensé yo, tiene suerte el puñetero! Pero qué va, el lo decía quejándose. Los locutores se lo tomaron a guasa: ¡tú quieres darnos envidia, cabroncete!. No, no, decía él, yo a mi novia la quiero mucho. Pero no aguanto más de un día o, como mucho, dos con ella. Así que la perspectiva de todo el fin de semana juntos le parecía, efectivamente, un "full" en plan fatal.
Me hizo gracia, por lo patético de la situación.

2 He vuelto de las vacaciones con tendinitis. De pintar. La aldea exige tener una rutina estable. Si te descuidas se te pasan los días sin que te des cuenta. No te cunde nada. Yo me había propuesto que por las mañanas haría trabajo físico y por las tardes el intelectual (leer, escribir y corregir unos exámenes que tenía pendientes). El trabajo de las mañanas salió bien. Los hórreos han quedado preciosos. He consumido 8 kilos de pintura verde pero ha merecido la pena. Tenemos el conjunto de hórreos más largo de Galicia (sólo que en lugar de ser uno solo son dos), o uno de los mayores. Tampoco importa. Pero verlos ahora es un placer. Caro que como uno no pasa de ser un simple aficionado tengo pintura hasta en el velo del paladar.

3. Y en una de esas (yo subido a una escalera de hierro de 4 metros, con un pañuelo con nudos en las puntas como sombrero y un chandal que ya no se sabía si era negro, como de limpio, o verde como las miles de manchas de pintura que lo embadurnaban) llegó una chica jovencita a la era. Me preguntó por mi cuñada y le dije que habían ido a tomar un café a la taberna. Venía a hacer un reportaje audiovisual sobre nuestra casa como trabajo de fin de carrera. Y allí se fue en su búsqueda. Cuando se la encontró le dijo: ya me dijo el obrero que tienen en la finca que podía encontrarla aquí. Ellas se partieron de risa y a mí me encantó. Al final, eso es lo que he sido durante las mañanas, un resignado obrero que ha acabado con tendinitis.

4. La aldea también tiene sus inconvenientes. Sobre todo para los alérgicos. Ha sido una semana de inmenso polen en el aire. El coche se cubría a cada poco con una capa verde de polen. A ratos, lo he pasado realmente mal, con los ojos hinchados, dolor de cabeza, estornudos constantes y unas taquicardias poco tranquilizadoras. Menos mal que por las noches llovía un poco y la cosa se relajaba.
5. Otra maravilla de las aldeas es el fuego. Igual que el mar, el fuego es todo música. Parecería que las llamas llevan su propio compás y te cautivan en su armonía. Parece que te acarician. Quedarse mirando la chimenea es un auténtico placer. Estético, térmico (porque hacía frasquete, por la noche incluso frío, y se agradecía el calor) y, si estás acompañado, incluso más.

6. La noche de sábado santo fuimos a los oficios. Un peñazo, Dios me perdone. Casi dos horas de lecturas interminables, de ritos antiguos y de escaso significado hoy en día. Yo comprendo que a esas cosas se va por que uno quiere y cree en ellas. Y, efectivamente, por eso fuimos. Pero salimos casi todos desesperados. Y el problema es que el sacerdote que los ofició ni se dio cuenta y, por supuesto, para nada se va a plantear revisarlos para el próximo año. Otro día me referiré a este tema, pero cada vez me parecen más alejados los ritos que la Iglesia católica mantiene en sus celebraciones estrella.

7. Y hoy, ya de regreso. Después de unas vacaciones aceptables. Pude ver a amigos que hace tiempo no veía. Tuvimos una comida con la gente joven de la familia (incluida la tercera generación que ya va llegando). Trabajé (y tuve así la oportunidad de cambiar un poco de canal a mi neurona), leí, escribí, paseé (menos de lo que debería y, por eso, no seguí la regla de oro que le recomendaba su médico a un amigo portugués: “menos plato y más zapato”) y hablamos mucho. No está mal.

8. Y ya en Santiago, hemos ido a ver “Días de Gloria”. Un peliculón. Pero eso es ya otra historia y se merece su propia entrada.

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