lunes, septiembre 01, 2008

Mañana de domingo en Sao Paulo.


Cualquiera con un poco de energía y de cabeza podría pensar que el domingo es un día especial para disfrutar del espacio donde te ubicas. Y si ese lugar es una gran ciudad, tan enorme como Sao Paulo, se abren tantas alternativas que, al final, te da pereza decidir. Hasta te asalta la tentación de quedarte tirado en la cama y dejar pasar el tiempo. Pero eso debe ser algo así como pecado de lesa inteligencia turística. ¡Santo cielo!, te grita tu otro yo desde dentro, ¿para una vez que estás aquí y con un día libre por delante y te vas a quedar así, sobando? Imperdonable.

Para ir desperezándome, he pedido en recepción el plano de la ciudad y la cosa resulta confusa. Pero se ve todo demasiado grande. No sabes dónde están los lugares atractivos, de esos de los que después puedes contar a los amigos. Me han dicho que Vila Madalena en el Este de la ciudad es un barrio muy bonito y agitado, pero más por la noche, así que descartado a estas horas. Creo que en el Parque de Ibirapuera se montan los domingos grandes grupos de personas haciendo ejercicio guiados por monitores. Podría ser una alternativa original. Yo estoy en la zona de Bella Vista, muy en el centro y también puede resultar interesante un paseo por la avenida Paulista (esa que dicen que se parece a un matrimonio porque se inicia en la plaza del Paraíso y acaba en la rúa de la Consolación). Pero es un paseo que ya he hecho muchas veces e incluso no sé si hoy domingo estará abierto el MASP (el museo de Arte de Sao Paulo que es una auténtica maravilla).

Afortunadamente, esta vez no voy a tener que resolver yo mis dilemas. Voy a tener la inmensa suerte de que dentro de un rato venga a buscarme un matrimonio amigo: él arquitecto y ella colega de Educación Infantil. No hay nada como recorrer S.Paulo de la mano de un arquictecto. Ya lo hicimos con él mismo hace 7 u 8 años un grupo de gentes de la Educación Infantil que habíamos participado en un Congreso (los Formosinho, Peter Moss, Chris Pascal y Tony Bertram, etc.) y aún tengo recuerdos imborrables de aquel recorrido. Y, sobre todo, esa sensación de que había una ciudad que tú nunca podrías llegar a ver aunque quisieras. Y ver que hay ciudades, como San Pablo, que tienen su propia lógica dentro del caos y que puedes llegar a entenderla si te la explica un experto. Así que esta mañana de domingo que podía quedarse en nada puede convertirse en una visita guiada de alta intensidad para ir a desvelar un poco más las entrañas de este monstruo de formas y materiales, de bloques infinitos y de vacios envolventes, que es San Pablo. Luego contaré mis descubrimientos de hoy.

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Bueno, no estuvo mal. Esta vez fue la ciudad interior la que visitamos. Comenzando por el colegio de los Jesuitas que fue el lugar exacto donde San Pablo comenzó, su kilómetro cero. Muy interesante para ver sobre la maqueta cómo fue evolucionando la ciudad en sus orígenes y cómo desarrollaron un estilo de construcción a base de barro, estiércol y madera muy similar a la que se empleó también en España por aquella época. Hasta pudimos asistir a una pequeña representación sobre la llegada de Anchieta a la zona y sus primeros acuerdos con los caciques locales para defenderse de las otras tribus rivales que les atacaban.

Luego fuimos pasando por diversos lugares de la zona centro de la ciudad muy necesitada de rehabilitación y, sobre todo, de integración en las dinámicas ciudadanas. Hay mucho edificio oficial y oficinas que quedan vacías a media tarde. Todo queda muerto a partir de esa hora. Y eso convierte las calles en peligrosas, con lo cual todavía se vacían más. Ésa es la lógica que pretenden invertir con otro tipo de negocios y, sobre todo fomentando las viviendas normales en la zona. Además tiene espacios preciosos y conserva edificios espectaculares (comenzando por la cuadra ondulada de Oscar Niemeyer que se ha convertido en el símbolo de la ciudad)junto a otros ruinosos. En fin, es esa otra forma de ver las ciudades, cuando las piensas, te paras, escuchas lo que te cuenta un experto y acabas viendo cosas en las que nunca habías pensado.

También hemos pasado por varios museos. Uno construido en un edificio que en su momento fue centro de detención de las brigadas policiales y que ha sido reconstruida para servir de centro cultural. Muy interesante, sobre todo una zona que han reservado para recuperar la memoria histórica de esa época de la dictadura que tanto marcó a este país. Se conservan los calabozos donde se encerraba a los presos políticos y donde se les torturaba. Ahora están llenos de fotografías de personajes y artistas conocidos que pasaron por allí (incluyendo al propio Lula), de los documentos con los que fichaban a la gente, de recuerdos de los que vivieron aquellos días. Espectacular la fotografía de la gran manifestación que marcó el final de la dictadura donde todo el mundo se echó a la calle para exigir a gritos las elecciones directas. Y lo consiguieron. Sin baños de sangre, con ese estilo peculiar de ser de la gente brasileña.

También hemos pasado por la Pinacoteca. Ya había estado en ella, pero en esta oportunidad se exhibía una colección de pinturas de Taunay. Muy interesante ver cómo pasó del miniaturismo y los paisajes a las grandes obras presionado por los políticos de turno (la revolución y Bonaparte) que preferían cuadros grandes y que exaltaran el poder político. Ni los pintores se libran.

Y para cerrar con broche de oro una mañana tan cultural, no podía faltar una caipirinha seguida de una buena comida en el Roma. Fue una elección deliberada. Ellos (Vicente Paolillo y Vera Melis) porque descienden de italianos (como otros 6 millones de personas de esta ciudad según he podido saber, de forma que San Pablo es la mayor ciudad italiana del mundo) y yo porque ya echaba de menos comer una buena pasta.

En fin, ha sido un día magnífico que debo agradecer a este matrimonio amigo que combinan de maravilla la amabilidad de los buenos anfitriones y la pasión por San Pablo. Y yo, que ya me temía una jornada melancólica y aburrida, me he sentido, una vez más, afortunado. Es el Brasil que resulta imposible no amar.

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