domingo, noviembre 11, 2007

Al amor de una noguera.


Ha sido un fin de semana ajetreado. Aprovechando el que tenía que dar un cursoen Jaén, decidimos visitar a nuestro amigo Jesús Valverde que estrenaba condición de abuelo (los italianos llaman, de forma preciosa genitorialità a la condición de padres, debería haber una palabra parecida para la condición de abuelos).
El curso en Jaén transcurrió como era de esperar. Interesante en lo académico (al menos eso fue lo que me dijeron, quizás para no lastimar mi autoestima, aunque también yo quedé contento) y espectacular en el trato humano. Jaén es uno de esos lugares, ya quedan pocos así, que te seducen porque tus anfitriones se desviven de tal manera que te dejan anonadado en lo emocional y jodido en lo físico. Al menos, en mi caso, es imposible salir de Jaén sin atiborrarte de protectores de estómago porque es tal el castigo al que lo sometes que, como la cosa dure varios días, los daños pueden ser irreparables. Y es que no paras de comer cosas deliciosas a las que sólo un loco sería capaz de renunciar (yo ni aunque lo jure por mis últimos dolores) y cuando te das cuenta estás para el arrastre. Así que fueron dos días intensos en Jaén acompañados en todo momento por nuestros amigos. Es difícil saber agradecer tanto afecto y dedicación.

Y de Jaén a Genilla, en Priego, donde disfruta sus fines de semana Jesús Valverde, amigo de infancia y compañero en todas las batallas que desde entonces he librado. Así que era una visita obligada, una vez que pasábamos tan cerca. Además ya hacía tiempo que no pasábamos por Genilla. Desde nuestro accidente. De allí salimos, cara a Galicia, el día en que se nos cruzó el destino y, a punto estuvo de hacernos sorber sus venenos. Así que, también por eso, teníamos que volver a Genilla para reconciliarnos con el pasado.

Estuvo bien. Jesús sigue profesando su extraña religión de adorador de su noguera. A ella le rinde su mejor culto (bueno, últimamente, ha incorporado otros dioses a su catálogo, sobre todo una diosa reciente llamada Lucía, y empieza a titubear en su fe inconcidional). Y, hasta donde uno puede entrar en esas cuestiones íntimas, yo creo que ella le corresponde. Nunca le ha dado un disgusto y, al contrario, cada día le regala su compañía y una sombra acogedora que crea un clima propicio a las confidencias.Y, cada año, puntualmente, le ofrece una enormidad de kilos de nueces de las que nos beneficiamos todos los amigos.

En fín, fue un fin de semana corto pero intenso. La verdad es que tanto Jaén como esta zona de Córdoba ofrecen paisajes preciosos. Tan distintos a los nuestros de Galicia. Miles y miles de olivos bien alineados, orgullosos sobre sus campos secos, sobre lomas suaves que, a veces, llegan hasta sierras picudas. Todo ello configurando un paisaje propio de un cuadro. Uno no puede parar de decir Oh! durante todo el camino.

Y aquí estamos de nuevo, en el aeropuerto de Granada esperando que los altavoces canten la salida de nuestro vuelo. La vida, al final, es bastante circular, como el juego de la oca. Al final, todo es ir de oca en oca. Yo aeropuerto en aeropuerto. Y tratar de aprovechar los momentos intermedios.

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