lunes, noviembre 26, 2007

Lisboa cheia de Fados




Para quien guste de los fados, la última película de Saura es todo un regalo. De los Fados o de Lisboa. También es un canto a Lisboa. Y un homenaje al cine y sus posibilidades (ésa es la ventaja de ser un director experimentado, que puede permitirse el lujo de jugar con las herramientas que conoce y hacer arte mientras trabaja).
Debo reconocer que prefiero las películas que cuentan una historia a aquellas otras que se convierten a sí mismas en el espectáculo (musicales, de efectos especiales, etc.). Pero ésta resulta especial porque toca fibras sentimentales muy fuertes. He de confesar que adoro Lisboa (una de esas ciudades que es capaz de provocarme un fuerte “mono” si tardo meses en volver), que me encanta el fado (y no tanto en su versión tristona y dolorida, como en su versión poética y alegre del fado lisboeta) y que Mariza es uno de mis fadista fetiche. Esa voz, esa garra, esas letras, ella misma… todo un mundo de sugerencias. Dicho eso, cualquiera puede suponer que estaba obligado de toda obligación en ir a ver Fados en cuanto se estrenara. Y así ha sido. Y he salido encantado.
Uno ya se puede suponer lo que va a ver con Saura. Sus anteriores películas sobre otros temas musicales, Flamenco (1995) y Tango (1998) ya eras eso, puro arte centrándose en la magia del baile. Ahora cierra la trilogía (tras dos años de investigación, acaba de decir él mismo) con esta otra que también incluye baile (precioso, por cierto) pero que se centra en la música desgarrada del fado.

Comienza diciendo la película que el fado nació en las tabernas y casas de putas del barrio de Alfama, en Lisboa. Seguramente es cierto pues así definen los antigüos diccionarios a los fadistas: “chulo, meretriz, proxeneta”. Con esos orígenes a nadie debe extrañar el desgarro del canto y la melancolía que transmite, al igual que ese toque de fatalismo que recorre toda la gama de melodías. Ellos cantan con los ojos cerrados, como si estuvieran leyendo en el fondo de su alma las letras que entonan. En todo caso, ahora ya no es así. Sigue habiendo fadistas de taberna, los más auténticos, a los que se les nota cargados de vida que transmiten en sus letras tristes y reiterativas (se diría que el fado es eso, un pensamiento que se repite y vuelve sobre sí mismo una y otra vez, al igual que el bailarín que da una y mil vueltas sobre sí mismo) como si quisieran taladrate el cerebro con un sentimiento nostálgico.
Me encantó Mariza, la gran protagonista del film. De poner los pelos de punto el dúo que hace con el cantante flamenco. Simpáticas las versiones en hip-hop de los fados. Interesantes y respetuosas las reconstrucciones que se hacen de algunos fadistas clásicos. Un poco decepcionante la intervención de Veloso, su voz sigue siendo adorable pero el fado que escoge se pasa de patriótico y se hace “raro” en el conjunto. Impresionante el colorido y las coreografías del film, y el juego de espacios con luces y sombras por elque se va moviendo la cámara. Al fin y al cabo es Saura. Eso no puede extrañar.
Un gran film. Y para quienes nos gusta el fado, casi un orgasmo.

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