miércoles, noviembre 21, 2007

Tocar el cielo



De regreso de Monterrey (esta vez Iberia no se apiadó de mi espalda y tuve que tragarme las 10 horas y pico del viaje en turista; eso sí, bien acompañado por una especialista en cine que venía al festival de Huelva; así que aproveché para enterarme de cosas interesantes) pude ver de nuevo la película de Marcos Camevale “Tocar el Cielo”, estrenada hace muy poco. Ya me había gustado en su momento, pero ahora me cogió en un momento propicio para valorarla aún más. Contento como regresaba de Monterrey, hasta el título me gustó.
Es una de esas películas argentinas que cuentan historias. Por eso me encantan. No tienes que pensar, basta que te vayas identificando con los personajes y viviendo la historia. Las historias porque son varias entrecruzadas. El film va narrando todo un mundo de relaciones entre personas: relaciones de amor, de odio, de soledad, de apasionamiento, de dolor y enfermedad. De todo un poco, por eso es fácil involucrarse en la historia.
Una “película coral” han dicho de ella algunos críticos. Y es verdad, hay un juego de personajes muy particular. El que menos me gustó fue el protagonista Pedro (Chete Lera) porque me parece que sobreactúa demasiado. Demasiado gesto y ruido que desluce su papel muy interesante de hijo desatendido, padre histérico y amante esquizofrénico. Me encantaron, en cambio, las figuras femeninas por su sobriedad y lo bien que saben expresar sentimientos con un simple gesto. La abuela argentina está simpatiquísima. Muy dulce e interesante está Gloria (Betiana Blum) tanto en papel de eterna amante desatendida como en su final de enferma. También lo está Amparo (Montse Germán) en su lucha por adoptar un crío cueste lo que cueste. Mucho más interesante ella que cualquiera de las otras locuelas que se tira insaciable su ficticio marido.
En fin, lo interesante es lo bien que trata la amistad en sus diversas modalidades no convencionales. Personas que se quieren pero no se comprometen, que viven cerca y lejos a la vez, amigos que viven más intensamente la amistad que si fueran esposos o amantes. Una historia de historias muy interesantes.

Y luego está la guinda emotiva de los globos navideños para expresar deseos. Y a través de ellos tocar el cielo. No es que el avión fuera un marco extraordinario para ver cine (menos aún en la butaca minúscula que yo traía) pero pasé un buen rato. Aunque el cartel de la película dice bajo el título "lo más parecido a la felicidad", sintonizó muy bien con mi estado de ánimo. Y después ya no quise ver nada más porque fuera lo que fuera rompería el encanto. Me tomé un somnífero y a dormir.

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