jueves, noviembre 08, 2007

¿Qué recuerdan tus recuerdos?


El otoño, dicen, es una estación melancólica. Etapa de desprendimiento, de involución. La naturaleza deja sus ropajes externos y entra dentro de sí para reflexionar y reajustar sus componentes. Quizás en ese viaje al interior haga, también, una especie de limpieza parecida a la que se produce con la caida de las hojas exteriores, y vaya eliminando todas aquellas adherencias que se han ido acumulando a lo largo del año. Importante estación, por tanto, con alto sentido terapeútico.

Las noches se hacen más largas y frías y eso induce, también, a recogerse antes y a acurrucarse.


Todo eso es lo que me trae al mundo de los recuerdos. Más se mete uno dentro de sí, más se encuentra con recuerdos. Una sinfonía de recuerdos que recorren todos los tonos. Recuerdos dulces y agrios; recuerdos saludables y traumáticos; recuerdos emotivos y secos; recuerdos vivos y recuerdos agonizantes; recuerdos que te atraen como un imán y te dejan pegados a ellos y recuerdos que producen descargas y somatizaciones y sólo cabe huir. Pero es agradable navegar entre los recuerdos. Debe ser cosa de la edad.


La cuestión está en que debe haber muchas cosas en nuestro historial. La viva vivida va dejando sus huellas en nuestro disco duro, pero luego sólo recordamos algunas de esas cosas. Oí el otro día un programa de radio donde hablaban de cómo gestionamos nuestra memoria. Pero yo no estoy seguro de que la gestionemos. Al menos, no en el sentido convencional de fijar voluntariamente unos recuerdos y eliminar otros. Algo hace que haya cosas que se recuerden y que otras se olviden, pero no creo que sea nuestra voluntad.


Mi experiencia personal es que a medida que pasa el tiempo se produce una selección natural de los recuerdos y que van sobreviviendo los mejores, los más gratos. Parece como si las aristas de los malos recuerdos, la quemazón que producen cada vez que se reavivan generaran una especial actividad de las glándulas autoprotectoras y las pusieran a producir flúidos protectores que fueran corroyendo poco a poco la capacidad agresiva del mal recuerdo. Y claro, luego está el tiempo porque, en algunos casos, son procesos lentos.


Estos días estoy confeccionando un album familiar para celebrar las bodas de diamantes de mis padres. Y así he podido ir recuperando recuerdos de muchos años. Y he visto cómo los recuperaban mis hermanos. Y es gracioso. Casi todos hemos ido identificando recuerdos amables. Incluso aunque en su momento fueran experiencias duras, hirientes, ahora, como recuerdos se han suavizado, se han hecho más amables. Eso sí, cada uno recuerda cosas distintas, la selección de los recuerdos depende mucho del itinerario personal que haya recorrido cada uno. Me ha gustado constatar esa diversidad en el contenido y ese consenso en el tono.


Suelen decir que la naturaleza es sabia. Eso debe pasar también con nuestra memoria, que es sabia y amigable. Claro que uno puede obstinarse en mantener los recuerdos ingratos. Mucha gente hace eso. No para de hurgarse en las heridas y así no hay forma de que cicatricen. En esos casos, los recuerdos positivos se desdibujan, desaparecen o incluso se transforman en negativos. Es una situación terrible que se ve mucho en las separaciones y rupturas. Pero, a nada de esfuerzo positivo que hagas, los que acaban venciendo en toda línea son los recuerdos positivos. Los negativos se diluyen, desaparecen. Empiezas a quitarles importancia y hasta pueden convertirse en situaciones de las que puedes reirte y hacer bromas.


Así que, aunque quizás no sea exacto eso de "gestionar" los recuerdos, sí podemos influir algo en ellos. Este otoño me está resultando especialmente propicio en ese sentido. Resulta imposible evitar las situaciones conflictivas ni impedir que éstas pasen a tus recuerdos. Pero se supone que no todo es negativo, también las habrá positivas que generarán sus propios recuerdos. Pero si uno consigue no darle demasiadas vueltas a lo negativo poco a poco, lo positivo va prevaleciendo. Y al final, uno se reconcilia consigo mismo y con su entorno. No veo otro camino para ser feliz. Apegarse a los recuerdos positivos. Y, a la postre, eso ni siquiera es difícil.

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